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Mostrando entradas de diciembre, 2005

UN BRINDIS POR EL 2006

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(Acuarela de Javier Molina , improvisada ante mí como modelo de transparencia en una sesión de pintura al aire libre en su casa de Los Caños, invierno 2004-2005)

¿LA NOTICIA MÁS DESTACADA DE 2005?

Me pide Care Santos que elija la noticia más relevante de 2005. La verdad es que hay muchas: el lamentable espectáculo de cientos de inmigrantes intentando saltar las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla es una; la devastación de Nueva Orleans, otra; en términos domésticos, el interminable y agrio tostón político... Pero me quedo con una imagen. Y, como uno se dedica a esto, en su día escribí el correspondiente artículo, que podéis leer aquí

EN LA MUERTE DE DON QUIJOTE

"El libro entero ha sido escrito para esta escena", escribió Borges a propósito de la muerte de Don Quijote. Y es, como tantas agudezas de Borges, una exageración... muy certera. Exageración, quizá, porque sobra el "para". Cervantes no tenía ninguna finalidad en mente al escribir su obra, más allá del vago pretexto de satirizar los libros de caballerías. Tampoco parece probable que guiase los pasos de su personaje con vistas a alcanzar un determinado efecto dramático final. Cierto que, como suele ocurrir, en un momento dado debió pensar que no había más remedio que "matar" al caballero. Dejarlo vivo hubiera sido brindarles una nueva oportunidad a posibles imitadores. Además, Don Quijote había nacido viejo, y la proximidad de la muerte es consustancial a la vejez. De modo que Don Quijote (mejor dicho, el ya cuerdo Alonso Quijano) ha de morir. Y su muerte ha de ser coherente con sus antecedentes: si recupera la cordura, es porque la medicina de la época creí

TOURISTS (COLLAGE)

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INSULTOS

LA secuencia fue más o menos la que sigue: el político A llamó a sus adversarios "patriotas de hojalata"; el político B, jefe de los adversarios de A, dijo que un patriota de hojalata era menos peligroso que un "bobo solemne"; C, subordinado de A, respondió que la actitud del partido de B era "canallesca"... Podríamos continuar la serie. A simple vista, el insulto que más ha llamado la atención, y el más justamente criticado y condenado, ha sido el de B: era el único dirigido a un destinatario concreto, con nombres y apellidos, que no podía ser otro que el propio A... Se comprende la indignación generalizada: el insulto afecta no sólo a la persona de A, sino a la alta magistratura del Estado que representa. El libre ejercicio de la crítica, ya se sabe, exige una cierta capacidad de contención; las críticas, por acerbas que puedan llegar a ser, no deben nunca afectar a la persona (por dignidad de ésta) ni a la institución que encarna, que es patrimonio de t

QUÉ BELLO ES VIVIR

Qué bello es vivir : la pesadilla más insidiosa y completa jamás filmada. El pretexto religioso casi parece una excusa para poder ofrecer al público un detallado alegato sobre la falta de control que tenemos sobre nuestro destino. La crueldad de Capra es manifiesta. La película, sublime. Y qué ironía que se haya convertido en un clásico navideño. Hace llorar, sí, pero no por empatía con el presunto triunfo de los buenos sentimientos, sino por mera constatación de que todos somos, en mayor o menor medida, lo que el pobre George Bailey: marionetas incapaces de llevar a cabo un programa vital libremente asumido. Nos cabe el consuelo que el ángel proporciona a Bailey: también nosotros condicionamos de algún modo las vidas ajenas. Nadie escapa de esa tupida red. Eso es todo. Qué pena.

POOL (COLLAGE)

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ANTINAVIDEÑOS

POR si no fueran pocos los tópicos navideños, a éstos hay que sumarles, en los últimos tiempos, la sobrevenida avalancha de tópicos antinavideños. Los primeros se atienen a lo que siempre fueron: ñoños, sentimentales, comercialoides, un tanto sobados; huelen a guardarropía y a mesa camilla y parecen patrocinados por el Corte Inglés. Todos conocemos a algún partidario acérrimo de los mismos: en la cena de empresa, por ejemplo, siempre hay quien se arranca a golpear una copa vacía con una cucharilla de postre y a entonar un villancico, para consternación de quienes intentan emborracharse dignamente o coquetear con la chica de las fotocopias. También hay quien trata de alegrarse la vida, en estos días, colgando en su puerta unas bolas doradas y unas hojas de falso acebo. No hacen daño a nadie. Peores son los otros, los anti. Al principio hacían gracia: resultaba refrescante oír, en medio de una reunión familiar, a alguien que impostaba la voz y fingía un falso enfado para decir que aquell

SOBRE C. S. LEWIS

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A quienes nos gusta la literatura y el pensamiento de C. S. Lewis sin compartir su fe religiosa nos resulta un poco embarazoso justificar nuestra opinión. Y, sin embargo, la literatura no sería literatura si no se dieran estas paradojas: que nos guste La Ilíada sin que seamos partidarios del panteón griego y de la moral heroica, o que nos entusiasme Kipling al mismo tiempo que deploramos el colonialismo y sus implicaciones. Conviene, no obstante, explicitar por qué nos gusta un escritor tan caracterizado ideológicamente. Hay en C. S. Lewis un fondo insobornable de liberalismo individualista, que fundamenta su radical oposición a la deriva burocrática y totalitaria del estado moderno. En la película Narnia -que no es, a la postre, sino una pobre adaptación de un hermoso mito- hay dos momentos genuinamente lewisianos: cuando el profesor anfitrión de los niños, extrañado de que éstos no crean a su hermanita cuando ésta les cuenta su aventura en el bosque escondido tras el armario, rech

NARNIA

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NARNIA Sobre el mundo de C. S. Lewis Cualquier lugar –un pueblo inglés, con universidad antigua y pozo mágico en lo más hondo de un bosque ancestral; o una casa en el campo, con estancias secretas y armarios insondables en los que cabe un mundo; cualquier lugar, en fin, podría ser, de nuevo, el escenario de la eterna batalla que ya una vez perdimos; la que perdemos siempre que aceptamos de las brujas de Narnia (o de cualquier otro reino igualmente sumido en las tinieblas de un armario cerrado) sus dulces insidiosos... Y nosotros allí, sin más armas que nuestra pretensión de poder renunciar a tiempo a lo que ya saboreamos de antemano como la miel de la derrota. [Me parece oportuno sacar a colación este viejo poema, incluido en Cuaderno de Zahara (Pre-Textos, Valencia, 2002)]

UN VILLANCICO LAICO

Nuestro portal de Belén: un niño absorto en sus juegos, un hombre y una mujer. Un balcón de par en par, una mesilla con libros, un pisito por pagar. Y la vida indiferente- mente feliz de quien vio pasar su estrella de Oriente. JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA (Lo envié el año pasado a los amigos. Ya he escrito, por cierto, el de este año.)

MACONDO

El alcalde de Aracataca (Colombia) quiere que su pueblo se llame Macondo. Lo comprendo. Todos hemos tenido alguna vez el deseo de que la ficción ocupe, aunque sea nominalmente, el lugar de la dura realidad. De pequeño, yo quería que mi ciudad se llamara Dodge City. También a veces, al final del día, mi casa me parece Ítaca. Comprendo, en fin, la pretensión, no ya de que Aracataca se llame Macondo, sino incluso la de que Nueva York fuera la ciudad melancólica que sale en las películas de Woody Allen, y no la áspera urbe que es en realidad, o Lisboa fuese idéntica a la imagen que nos hacemos de Lisboa cuando leemos a Pessoa... Claro que al alcalde de Aracataca le asisten ciertos derechos indiscutibles. Para empezar, allí nació el escritor Gabriel García Márquez, el inventor de Macondo. También parece fuera de duda que esta invención literaria toma no pocos rasgos de la ciudad natal del escritor. Se da la circunstancia, además, de que Aracataca es una población pobre, a la que le vendrían

BARATIJAS

La baratija, como casi todas las cosas, tiene su teoría y su razón de ser. Por eso no sirve de mucho escandalizarse, como hacía un amigo mío durante las pasadas fiestas, de la cantidad de baratijas que la gente compra para regalar y de las ingentes sumas de dinero que se gastan en tales nimiedades. Pertenece mi amigo a esa clase de personas que esperan que los regalos, o bien respondan a un designio práctico, o bien satisfagan alguna recóndita aspiración secreta del receptor. Al primer tipo pertenecen los pijamas, jerseys, calcetines, freidoras, herramientas mecánicas, etc., que regalan, sobre todo, madres y suegras. Al segundo, el libro que uno deseaba leer y no encontraba, el disco descatalogado, la pieza de coleccionista, el fetiche inconfesable... Se entenderá que esta segunda clase de regalo sólo lo pueden deparar personas muy próximas. Pero queda un amplio abanico de sociabilidad que no es el que representan madres, suegras, cónyuges y amantes, y es de este difuso sector de nuest

ENSALADA (Microcuento)

La lechuga blanda, semipodrida, empapada en los jugos de su descomposición. Arrancas las hojas dañadas, cortas el troncho ennegrecido, salvas el corazón todavía fresco, apto para ensaladas. Lo mismo el tomate: la piel rugosa, demasiado blando ya. Todo un baño de sangre acuosa sobre la tabla de cortar verduras. Y una lata de atún, y un resto de judías cocidas, y unos cuadraditos de pimiento. Cebolla no queda. Todo bien aliñado, rematado con un airoso volatín de la mano que sostiene la aceitera, del chorro dorado que rubrica, sobre las verduras pasadas, el fin del proceso. Lávate las manos. Ya puedes comer. (Hubo tiempos mejores, quién lo duda.) Y esa silla vacía, que te mira con lástima. (Inédito)

UNA LIBRERÍA DE VIEJO

Terry’s, en Irishtown, Gibraltar. El librero te saluda con un sonriente "Bienvenido al caos". En el suelo hay cajas con libros destrozados y carteles que dicen: "Gratis. Para hacer sitio". Es decir, que uno puede llevarse de esas cajas lo que quiera. Naturalmente, no hay nada en ellas que merezca la pena llevarse: llama la atención la facilidad con la que los libros, tan apreciados en determinadas condiciones, se convierten en basura –y en basura de la peor clase– en cuanto esas condiciones varían. En eso se parecen a los alimentos perecederos, a los coches, a ciertas prendas de vestir. En fin, una vez rendido el inevitable tributo a las cajas, pasa uno a los estantes. La mayoría están ocupados por colecciones de novelas populares. Hay rincones dedicados a los libros de autoayuda y a los de cocina. Hay también un interesante espacio consagrado a la literatura infantil y juvenil, donde se encuentran títulos de Kipling y Mark Twain. La literatura propiamente dicha ocu

EL LIMBO

Si se confirman los pronósticos, el limbo dejará pronto de existir. Una comisión de teólogos ha dictaminado que este viejo concepto medieval no tiene razón de ser: los justos nacidos antes de Cristo y los niños sin bautizar irán al cielo por la infinita gracia de Dios. Y es una pena: ha quedado abolida esa región limítrofe del infierno en la que Dante imaginaba que vivían Platón, Aristóteles, Virgilio y otros personajes ilustres de la antigüedad. Era un lugar triste y sombrío: al fin y al cabo, colindaba con el primer círculo del infierno, el dedicado a los lujuriosos. Pero, a pesar de todo, algo hacía pensar que no debía de ser tan malo estar allí: "Gentes de graves gestos y miradas / de gran autoridad en los semblantes, / conversaban con voces sosegadas". Entiende uno que haya quienes hacen grandes sacrificios en vida para alcanzar la gloria celestial, o incluso quienes se sienten fascinados por la idea de un infierno ganado a pulso. Entiende uno que haya gente que pretenda

HIPOCONDRÍAS

Estos dos textos han estado alojados hasta hace poco en la web de Care Santos ( www.caresantos.com ) . Como me consta que han tenido algunos lectores, los pongo ahora aquí, por si alguien más quiere echarles un vistazo. HIPOCONDRÍAS EL OTRO Mantiene uno una extraña relación con sus huesos. Lo normal es que no te acuerdes de ellos. Pero un día te miras en el espejo, reparas en tus pómulos, en los salientes de tus clavículas o en la curva de tu frente, y caes en la cuenta de que te habita uno de esos muertitos de azúcar que comen los niños mejicanos por Todos los Santos, o un muñeco de Halloween, o una de esas marionetas feroces que manejan la espada en las películas de Ray Harryhausen. El espejismo dura poco: lo que tardas en afeitarte. Pero en algún lugar del subconsciente debe quedar almacenada la inevitable idea de que dentro de nosotros vive una criatura ominosa. Precisamente para conjurarla se inventaron los mencionados juguetes y chucherías del Día de Difuntos, las láminas de los

FE DE ERRATAS

Curiosamente, el artículo anterior apareció en prensa con una muy visible errata en el título, que dio lugar a este otro: Ni siquiera la pulquérrima edición del Quijote con la que el académico Francisco Rico ha hecho su contribución al centenario de la inmortal obra cervantina está del todo libre de erratas. Con sorna característica, el escritor Andrés Trapiello declaró, en una entrevista televisiva, haber encontrado una. Y yo mismo puedo decir que, si bien no he visto ninguna en el cuerpo de texto, si he tropezado con dos o tres en las notas a pie de página. Nada que reprochar al responsable de esta magnífica edición: no hay obra impresa que esté totalmente libre de estas bromas del azar, ni mirada que no tenga descuidos e inadvertencias. Lo digo porque yo también, como todo mortal que vuelque periódicamente sus ocurrencias en letra de molde, estoy expuesto a esas travesuras de los duendes de imprenta. Una vez constatadas, no hay nada que hacer: son como las hemorroides de la literatu

ENFANT TERRIBLE

(Como todavía colea este asunto, reproduzco aquí esta columna mía publicada hace un mes) Han resultado sonadas las declaraciones de Juan Marsé a raíz del fallo del último premio Planeta: el prestigioso novelista, miembro del jurado, afirmó que la obra premiada era sólo "la menos mala de las finalistas", y añadió que le sorprendía que un país con tantos premios literarios apenas produjera media docena de novelas aceptables al año. Los escándalos literarios, en general, suelen resultar muy atractivos para quienes leen poco o nada. Cada nueva polémica, cada cruce de palabras destempladas entre autores, supone un nuevo argumento a favor de la acendrada convicción de que la letra escrita, digan lo que digan sus partidarios, tiene efectos más bien perniciosos. De ahí que sean muchos los escritores que, ante situaciones de esta clase, se sienten un poco heridos en su orgullo gremial. Por eso hay quien, veladamente, ha dado la razón a la criticada, María de la Pau Janer, cuando ésta

PORQUERÍAS

A la evidencia de que comemos toda clase de porquerías declaradas (basta leer las etiquetas) se une últimamente la sospecha de que estamos expuestos a otras de las que ni siquiera teníamos noticia, y de cuya existencia sólo llegamos a percatarnos porque aquí y allá salta la alarma. Es nuestro destino. Nuestros padres pasaron hambre. Y nosotros, educados en la cultura del hartazgo, la desgana y el capricho insensato, aún arrastramos en nuestro subconsciente ciertos estigmas de la miseria. Éramos casi niños cuando nos horrorizamos al saber que miles de personas se habían envenenado consumiendo aceite desnaturalizado. Fue el último episodio registrado de aquella España mísera que se abastecía de la venta ambulante y escatimaba el gasto en productos de primera necesidad. Todavía, recuerdan, no comprábamos aceites de marca en frasquitos de medio litro para ensaladas, ni peregrinábamos a las almazaras para que nos hablaran de las excelencias del zumo de la aceituna y nos lo dieran a catar. E