TOS
En el autobús me rodea un coro de toses. Fuera, la lluvia y el viento se ensañan contra los pocos que se atreven a circular por la calle. Pero también quienes viajan a resguardo llevan dentro su propia tormenta. Tosen unos, otros carraspean como si se buscasen la voz, como si intentaran sintonizar su propia voz en una radio descacharrada. La tos. Hemos aprendido a modularla, a hacer de ella un medio de expresión más. Con una tosecilla educada hacemos notar nuestra presencia. Con una tos impaciente delatamos nuestra incomodidad, nuestro nerviosismo. Con una tosecilla tímida llenamos ese insondable abismo de silencio que se abre entre nosotros y los extraños cuando viajamos juntos en un ascensor. Hemos creado todo un lenguaje de gruñidos a partir de nuestras toses, como si sintiéramos nostalgia de un tiempo anterior al dominio de la palabra. Y es ese lenguaje ancestral el que llena el silencio de las salas de conciertos en las pausas entre pieza y pieza. A algún director de orquesta le h