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Mostrando entradas de febrero, 2007

EL LABERINTO DEL FAUNO

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En el arte hay pocos productos maduros, definitivos, que no hayan venido precedidos de numerosas probaturas, casi siempre fallidas o intrascendentes. Antes de La diligencia hubo infinidad de westerns del montón, en los que fueron madurando los arquetipos del género hasta quedar en condiciones de ser utilizados por un creador de genio. Antes de Bécquer, toda una constelación de poetas menores jugó a cruzar el romanticismo sentimental de Heine con el patetismo de la copla andaluza, abriendo camino a los logros del poeta sevillano… Pienso en estas cosas después de ver El laberinto del fauno , de Guillermo del Toro. Para que exista una película como ésta, que parecía de niños pero no lo es, y que introduce estremecedores elementos de la fantasía infantil en un drama adulto, hacía falta que el género de maquis-contra-guardias-civiles, que ha contado con tantas coartadas favorecedoras en el cine español, quedara definitivamente agotado y casi liquidado; y que el género “de fantasía”, en la

NÁUFRAGOS

La ironía con frecuencia tiende a la melancolía, o termina en ella. Y la melancolía suele tener algo de recurso de náufrago: hace acopio de lo que tiene, y con ello monta un refugio para vivir. Lo que no significa que sea una vida fácil, ni resignada: hay que cortar leña, hay que pescar cangrejos en la orilla, etc. Hay que negociar con los nativos de la isla. E incluso tantear la posibilidad de tener una aventura con la hija del hechicero, que se baña desnuda frente a la cabaña todas las tardes y, para secarse, baila al sol y hace sonar sus ajorcas de hueso. Sí, ese toc-toc que a veces se infiltra en los sueños del náufrago, y acaba desvelándolo... *** Lo primero que florece en estos anticipos de la primavera son los brazos desnudos de las mujeres. *** Y ese vendedor de libros, que te aborda como abordaría a cualquier ama de casa, y te ensalza las virtudes de su mercancía: libros ilustrados sobre la "vida matrimonial", los secretos de las plantas medicinales, las maravillas d

MÁS DE CARNAVAL

El carnaval en el lugar donde vivo se ha llenado de gente cariacontecida, con cartelas y pegatinas que reclaman la conservación de sus puestos de trabajo, amenazados por un intento de "deslocalización industrial". Es una de esas ocasiones en que la fiesta nos viene a todos grande, como cuando llega la navidad a una casa en la que acaba de suceder una desgracia. Pero no hay reproches para estos "aguafiestas" involuntarios. No puede haberlos. El tono en la calle es, más bien, de resignada simpatía, o de eso que algunos llaman "solidaridad", sólo que esta vez es algo más que una palabra. Una sensación, más bien, de que todos estos tipos vestidos de león o de pollo, con las correspondientes crestas y melenas, han recobrado de pronto la conciencia de vivir en un mundo complejo y difícil. Leones cariacontecidos. Pollos tristes.

MUNDOS VIRTUALES

El peligro de dar demasiadas pistas. Los Diarios de Cheever, por ejemplo: ofrecen suficientes datos para interpretar sus mejores cuentos como meras fantasías vengativas; lo que en ellos pudiera haber de sátira inteligente se vuelve, después de la lectura de los Diarios , mera malediciencia contra parientes y personas próximas. No anduvieron muy finos los herederos y editores del autor al publicarlos. Lo mejor en estos casos: quemarlo todo, y no fiarse demasiado del juicio de la posteridad. *** Algún día, el que pagó, pongamos, veinte millones (de dólares, de euros, de libras, de lo que sea) por un cuadro de, digamos, Joan Miró, se encontrará con que, a la hora de venderlo, no le dan veinticinco, ni treinta, ni siquiera los veinte que le costó. Se resignará a asumir algunas pérdidas, y lo ofrecerá por dieciocho, quince, diez millones; y tampoco habrá quien los dé. El mundo del arte empezará a tambalearse. Los propietarios de ese tipo de obras las pondrán de inmediato en el mercado, en

RAREZAS DE CARNAVAL

Tal vez la figura más extraña e inquietante que puede verse en la calle estos días sea la del hombre que sale a trabajar antes de que amanezca, y se cruza con los que apuran los últimos instantes de la fiesta interminable. Es un hombre raro, incluso extravagante: mientras los demás van vestidos de indio, de pirata, de fraile desmadrado, de animadora de partidos de béisbol o de marido cornudo, él va de oscuro y embozado en un abrigo. Mientras todos están más o menos embriagados, y andan a grandes zancadas tambaleantes, él avanza en línea recta, rápido, con una determinación que algunos podrían considerar sospechosa. Y mientras todos, finalmente, canturrean, gritan o ríen a carcajadas, este hombre va absorto en sus pensamientos, y ni se molesta en levantar la mirada para ver pasar un tropel de muchachas con orejitas de ratón y falditas de las que asoma una cola rematada en un lazo, ni demuestra la menor sorpresa al cruzarse con un tipo disfrazado de gallo Claudio, o con una pareja de anc

COSTURA

En un taller de costura, para que me arreglen unos pantalones que me quedan demasiado largos. Impresión de luz, de orden, de laboriosidad, de limpieza. El local, demasiado grande: se ve que lo destinaban a cometidos de más altura; pero la falta de demanda, supongo, ha obligado al dueño a alquilarlo a estas dos mujeres, imagino que por un precio proporcionado a los beneficios que pueda generar este modesto negocio. Huele a telas nuevas, a ropa recién planchada, a pelusilla seca. Me preguntan si traigo la medida marcada. Digo que no y me señalan el probador. La desagradable sensación de verme multiplicado, con las piernas desnudas, en dos espejos enfrentados. Y la impresión algo morbosa, también, de estar en un espacio que ha visto desnudarse a muchas mujeres, todas ellas multiplicadas hasta la pesadilla en esos mismos dos espejos que ahora juegan con mi desgarbado tipo. La que me sujeta los largos con alfileres parece calibrar mi peso. "¿Tiene la cintura en su sitio?", me dice

RANAS, OTRA VEZ

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Lo mejor de Un, dos, tres de Billy Wilder no es que se burle inmisericordemente del comunismo (triplemente representado en la película por un patán fanatizado, una delegación comercial soviética y el siniestro estado policial, de reminiscencias nazis, que se constituyó en la Alemania Oriental) sino que lo hace sin dejar de poner de manifiesto las complacencias y debilidades del capitalismo. Y, si la película sigue haciendo reír, pese a que muchos de sus chistes de guerra fría resultan hoy demasiado obvios o han envejecido, es porque el objeto de su doble sátira sigue en pie: seguimos viviendo en una sociedad complaciente e infantiloide, cuyos detractores visibles (fanáticos religiosos, nihilistas de toda laya, fascistas de terruño, revolucionarios de pega) no sólo no tienen nada mejor que ofrecer, sino que suponen, por su mera presencia, el mejor argumento para aferrarnos a lo que tenemos, antes que ceder a la pavorosa pretensión de éstos de hacer borrón y cuenta nueva. A algunos est

RIDÍCULO

No he querido decir nada del referéndum andaluz, por no entrar en polémicas que, a la postre, no van a ninguna parte. Siempre es más satisfactorio escribir sobre la nieve, o sobre el pajarillo que picotea en mi balcón... Lo digo en serio: esos hechos insignificantes, en los que se manifiesta la continuidad de la vida, son siempre más interesantes que los vaivenes de la política, y nos llevan más lejos. Pero, después de escuchar en los dos últimos días las mismas monsergas que he estado oyendo durante toda la campaña, no me aguanto las ganas de anotar dos o tres cosas. Primero, que, se diga lo que se diga, un referéndum en el que apenas ha participado un tercio del electorado no aporta legitimidad a la ley votada, sino más bien todo lo contrario. Segundo, que tendría que existir algún mecanismo para evitar que estos referendos frustrados tuviesen la misma validez que aquellos en los que se registra una participación satisfactoria; en Portugal, por ejemplo, los referendos que no alcanza

JEAN ARTHUR

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Ésta es Jean Arthur en El amor llamó dos veces ( The More the Merrier , 1943) de George Stevens. Está tomando el sol en la azotea de su bloque de apartamentos, en Washington, en lo que seguramente es una de las primeras escenas de sabor neorrealista del cine estadounidense; y, también, el reverso cotidiano y costumbrista de la comprometida Caballero sin espada ( Mr Smith Goes to Washington , 1939) de Frank Capra: si en ésta última, la actriz interpreta el papel de una especie de secretaria o jefa de gabinete que le saca las castañas del fuego a un político inexperto recién llegado a Washington, en la otra la vemos desenvolverse en un enredo doméstico derivado de la escasez de alojamiento en la capital federal durante la guerra. Forman ambas películas , rodadas con una diferencia de pocos pero decisivos años, uno de esos inexplicables dípticos que aciertan a retratar a un mismo personaje en dos coyunturas próximas, pero radicalmente distintas. Posiblemente, tanto los guionistas

GRANIZO

Veo consumirse un par de troncos gruesos en la chimenea. Primero, sueltan el agua en forma de vapor; luego, sudan la resina. Una vez secos del todo, empiezan a reticularse, a cuartearse. El fuego lame sus recovecos de manera metódica, como un experto carpintero o mecánico que desmontara un artefacto cuyos entresijos conoce bien. Imposible no atribuirle un designio, un principio de voluntad propia. Cuando se extingue, las cenizas son del tronco, pero lo que ha muerto es esa mezcla inextricable de materia y llama que, durante unas horas, alcanzó a tener vida propia. Imposible no ponernos en su lugar, sentir que lo que nos da la vida es también lo que nos cuartea y destruye, antes de abandonarnos definitivamente y dejar, como único recuerdo de nuestro paso por la tierra, un puñado de polvo. *** El viento, esa manifestación de malhumor. La lluvia y la nieve, dos formas de melancolía (y, de paso, de descarga emocional). Y el granizo, esa rabieta de niño maleducado, que tira piedras contra n

VINO

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El exceso de virtud es siempre pecado, y de los graves. Lo mismo el exceso de hábitos saludables, o una absoluta carencia de eso que denominamos “vicios”. Bien está que cada vez se fume menos, y que haya vegetarianos y abstemios y quienes abominan de las grasas… Conoce uno las bien fundadas razones que les asisten, y comparte, con todos ellos, la aspiración a una vida larga y sana. Pero lo que no parece razonable es que se proscriban todas y cada una de estas expansiones, o que una misma persona se las niegue todas. Tanta virtud, sospecha uno, oculta algo. Sobre todo, cuando se hace proselitismo de la misma, y se pasa a considerar delincuentes o enfermos a quienes no la practican. Es lo que parece haberse propuesto la ministra de sanidad. Como no soy fumador, no me parecieron mal sus medidas contra el tabaco; como no soy comedor compulsivo de hamburguesas, tampoco me rebelé contra su abusiva campaña contra ese placer de pobres. Pero pasa con esto lo que decía Bertold Brecht en su poema

FOTOS

En el salón de mi madre sigue estando el retrato que me hicieron a los diez años. Una de esas fotos en blanco y negro, grandes, con hechuras de estudio, que algún fotógrafo aprovechado nos hacía en el colegio y que luego las madres compraban por la aprensión de no dejar esas imágenes queridas en manos del extraño que las había tomado sin previo aviso. Soy yo, qué duda cabe. No hay lugar a esa fantasía de fingir no reconocerse. Sin embargo, hay algunas diferencias. Hoy ese niño, por increíble que parezca, me parece guapo (entonces, antes de los problemas de imagen de la adolescencia, ni me planteaba esas cuestiones). Hoy ese niño, al que recuerdo abrumado por ciertos temores, me parece un ser despreocupado y feliz. Hoy ese niño, entonces tan cargado de prejuicios (como suelen estarlo, en fin, y pese a que se piense lo contrario, casi todos los niños) y medio avergonzado de la humildad de su casa, de la precariedad de su economía, me parece básicamente más generoso que el hombre maduro q

ESCUCHARSE

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Uno de los aspectos más llamativos de Gaya es lo poco que explota su perfil de exiliado. Es más: leyendo lo que dice de su exilio, casi se diría que lo asume como un conjunto de circunstancias favorables a la creación. En algún momento lo explicita: cuantas más dificultades encuentre un creador, dice, más depurada será la obra que surja de sus manos. Esas obras nacerán de la pura necesidad de crear, y no de la mera obligación que el profesional tiene de cumplir encargos y satisfacer expectativas. Por lo mismo, cuando esos encargos, esas rutinas del trabajo artístico, recaen sobre un verdadero creador, de ningún modo puede decirse que sean el motor de su obra: son meros pretextos. Así, Velázquez no pinta Las Meninas porque haya recibido el encargo de ejecutar un retrato de la familia real, sino que aprovecha esa circunstancia para llevar a cabo lo que en ese momento le dictaba su sensibilidad, su percepción del misterio de la realidad... Gaya lo explica mejor que yo, claro. Pero son

BICHOS

Gaya* sobre Picasso: "Un cuadro de Picasso no es nunca un objeto de vitrina. Si se descuidan los que los tienen colgados, se van por sus pies, se van como pequeños monstruos". Es un elogio. Incluso un gran elogio. Pero no deja de ser inquietante. *** El arte moderno, en general, no ha producido otra cosa que... bichos. Eso, cuando acierta a crear algo vivo, y no cachivaches más o menos llamativos. *** Claro que se hace lo que se puede. Devolvámosle la palabra a Gaya, a propósito de Ramón Gómez de la Serna: "Que el pobre Umbral crea que hace eso mismo es increíble. *En Ramón Gaya de viva voz . Pre-Textos, 2007.

LO DE V.L.M. EN MERCURIO

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Leo en Mercurio un artículo de Vicente Luis Mora sobre los blogs . La verdad es que, aunque yo mismo he elucubrado alguna vez sobre las características de este medio (¿de este género?), me sigue pareciendo un poco prematuro intentar acotarlo o definirlo. Porque sospecho que, a partir de esa codificación (disculpen el palabro), comienza la mistificación. Pese a tener amigos muy próximos que se interesaron tempranamente por este juguete, tardé lo mío en decidirme a comenzar uno; tal vez, porque desconfío de la novelería asociada a la tecnología; pero, sobre todo, porque temía la impostura de forzarme a escribir en un formato que, sospechaba, podía terminar por imponerme sus propias exigencias. De ahí que comenzara por usarlo como simple almacén de artículos ya publicados (todavía lo es, en cierta medida) y, sólo cuando empecé a sentirme cómodo en él, me atreví a ir dejando anotaciones más personales, y a someterme a una cierta disciplina, equivalente a la que necesito para trabajar en

EN VENTA

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¿Quién no ha vendido su alma alguna vez? Todos somos aprendices de Fausto, y por cosas que el propio Fausto despreciaría. Porque el precio no siempre es la sabiduría, o el amor. Hay quien vende su alma por un ascenso, o por dinero, o por un lance amoroso con alguien a quien al día siguiente no querrá ni ver. Hay quien la vende por ser más alto o más delgado. Pocos, sospecho, lo hacen por ser más inteligentes; porque casi nadie cree que la inteligencia facilite la vida o procure algunos de esos bienes que antes señalábamos. Por lo dicho, no me ha extrañado demasiado una noticia que leí el otro día, y que me llevó a visitar una extraña página web en la que un tal Gerald Fraller, estadounidense de veintiocho años, pone en venta su alma. O, mejor dicho, la sortea. Y como ni Fraller ni nadie sabe en qué consiste esa inasible víscera, cuya existencia algunos incluso niegan, ha ideado un detallado contrato en el que se especifican qué derechos y prerrogativas adquiriría el ganador de la mism

CELEBRACIONES CALLEJERAS

Se nota que se preparan grandes celebraciones callejeras: me he cruzado a la entrada de la ciudad con un camión cargado de urinarios. *** Al alcalde de Tenerife le ha faltado poco para convocar a los vecinos al linchamiento de quienes, con su denuncia, han logrado que un juez dicte la suspensión cautelar de las celebraciones carnavalescas, por impedir el descanso de los habitantes del centro de la ciudad. No me cabe la menor duda de que la decisión judicial quedará en papel mojado. Pero, mientras tanto, y pese a lo extraño de la situación creada, me congratulo de que los tribunales, por una vez, reconozcan que ciertas idiosincrasias de este país violan impunemente los derechos de la minoría que no las comparte. Ah, poder atravesar el centro de cualquier ciudad andaluza una madrugada de Viernes Santo sin tener que sortear largas comitivas de encapuchados desfilando al son de tambores y trompetas... *** Lo curioso es que, en ciertos medios de comunicación más o menos populistas, han iden

PLOF

A veces, la sospecha apremiante de que, detrás del ruido que hacemos con nuestras opiniones, nuestros deseos, nuestras aspiraciones, etc., no hay una verdadera vida interior que sustente todas esas cosas. Y, así, opinamos por tal de no estar callados, deseamos por tal de tener ocupada en algo la voluntad, tenemos aspiraciones para fingir que vamos hacia alguna parte. Y cuando todo ese inmenso globo de viento roza una espina, ¡plof!, estalla y dentro no había nada. *** Menos mal que los hay más viejos que yo, me digo al verme en una antología de poetas jóvenes , en compañía de chicos que, en algún caso, acaban de dejar el instituto. Algunos, por cierto, muy buenos (es el caso del todavía veinteañero Adrián González da Costa, onubense, que tiene un poema en el que habla de ese desconcierto cotidiano que nos asalta, por ejemplo, en una frutería, cuando nos dan a elegir entre dos variedades de la misma fruta y la indecisión -o la indiferencia, o la falta de criterio, o la imprevisión, etc

TEMPLE

Que yo sepa, hasta ahora no ha cesado ni dimitido el responsable de que un preso de máxima seguridad, empeñado en retar al Estado y en atraer sobre sí toda la notoriedad posible, reciba en su reclusión a unos periodistas y fotógrafos y, al día siguiente, su imagen (y, con ella, la consiguiente propaganda a su favor) esté en las principales portadas y televisiones de Europa. Tampoco ha dimitido, que yo sepa, la persona que ha ocultado durante varios días a la opinión pública que el barco encallado en Algeciras pudo haber tenido problemas para comunicarse con las autoridades costeras debido a un fallo del fluido eléctrico en la zona en el momento del percance. Qué temple. Yo, en cambio, me siento tentado a dimitir, y a esconderme en un agujero, cada vez que descubro que se ha deslizado un anacoluto o una errata en los parrafitos que publico. Y eso que la prosa (la mía, al menos) no afecta a la vida ni a los intereses de nadie.

MIGAS

No hay mal que por bien no venga. Al hecho de que el vecino de arriba coma bocadillos en la ventana o sacuda en ella su mantel debo el que todas las tardes, a esta hora, me visite un gorrión y se pase un buen rato al otro lado del cristal, moviéndose de un lado a otro casi al mismo ritmo con el que yo tecleo estas líneas. Escribir es cosa de solitarios, sí, pero no tanto que no tolere esta mínima compañía, que aporta ese punto de divertida incogruencia que vienen a traer los animales a la seriedad impostada de los humanos. Claro que podría poner yo mismo las migas. Pero eso equivaldría a alterar la lógica de los acontecimientos. Como llamar por teléfono a alguien que, sin nuestro cortejo, nunca se acordaría de nosotros. *** Ese barrendero sí que realiza una "recogida selectiva de basuras": barre un papel aquí, una hoja allá... Más que limpiar, da las últimas pinceladas a un cuadro que representa... una calle sucia. Mejor dicho, una calle que, para conservar su carácter, debe

FIESTA

Esas fiestas que prenden como un reguero de pólvora, que de pronto te arrastran a una casa desconocida que, inesperadamente, se revela como el lugar más acogedor del mundo, entre extraños que optan, ese día, por esa forma extrema de sociabilidad que no excluye a nadie, que a todo el mundo otorga su minuto de atención, su copa llena, la cortesía inútil de intercambiar nombres que de inmediato se olvidan. Comida y bebida abundantes, músicos que improvisan su propia celebración, más intensa y concentrada, en medio de la general, e irradian sobre ella como un sobrante de alegría que hace bailar sensualmente a las hembras e incita a los hombres a hacer desplantes aflamencados o a arrancarse un cantecito. Y la casa: pródiga en rincones, en terrazas, en escondrijos, con su fiesta particular en la cocina, para los íntimos, las colas de rigor ante los cuartos de baño, su extraña sonoridad de espacio invadido... Hasta que llega el momento de despedirse, se formulan votos más o menos sinceros de

LA FOTO DE PORTADA

Nunca he entendido bien por qué la llegada de la nieve es noticia. Noticia es lo inesperado, lo que se sale de lo habitual; y la llegada de los primeros temporales no deja de ser, digan lo que digan los impacientes, un hecho rutinario, como lo es la irrupción de la gripe o el inicio de las rebajas. Sin embargo, agradece uno que la nieve, por unos días, ocupe las portadas de los periódicos: su manto blanco silencia momentáneamente la monserga política, los sucesos sangrientos, los conflictos irrestañables. Bien mirado, son ellos los que no deberían ser noticia: casi sin abrir el periódico, ya sabemos lo que el político A dirá de la propuesta de B, que en tal o cual región del mundo la gente se mata con invariable entusiasmo, etc. Comparado con esa monotonía, el cumplimiento exacto de los ciclos naturales se nos presenta como un acontecimiento sorprendente. Los osos, leemos, han podido ya iniciar su letargo invernal, que habían venido aplazando por las altas temperaturas. Tal vez, como

DESAGÜES

Desde donde estoy, oigo trastear al fontanero que me está cambiando el lavabo roto. "¿Se lavan ustedes la cabeza en el lavabo?", me pregunta. "No, ¿por qué lo dice?", respondo, extrañado. "Es que este desagüe está lleno de pelos". Nadie es un gran hombre para su criado. Nadie lo es para cualquiera que tenga alguna clase de acceso privilegiado a los desagües de uno, a las cañerías, a la fontanería íntima. Siempre atascadas, siempre llenas de pelos.