EL LABERINTO DEL FAUNO

En el arte hay pocos productos maduros, definitivos, que no hayan venido precedidos de numerosas probaturas, casi siempre fallidas o intrascendentes. Antes de La diligencia hubo infinidad de westerns del montón, en los que fueron madurando los arquetipos del género hasta quedar en condiciones de ser utilizados por un creador de genio. Antes de Bécquer, toda una constelación de poetas menores jugó a cruzar el romanticismo sentimental de Heine con el patetismo de la copla andaluza, abriendo camino a los logros del poeta sevillano… Pienso en estas cosas después de ver El laberinto del fauno , de Guillermo del Toro. Para que exista una película como ésta, que parecía de niños pero no lo es, y que introduce estremecedores elementos de la fantasía infantil en un drama adulto, hacía falta que el género de maquis-contra-guardias-civiles, que ha contado con tantas coartadas favorecedoras en el cine español, quedara definitivamente agotado y casi liquidado; y que el género “de fantasía”, en la