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Mostrando entradas de abril, 2007

UNANIMIDADES

Una de las grandes paradojas de la democracia es que, siendo un sistema basado en la consecución de mayorías, cuanto más amplias mejor, sin embargo no tolera la unanimidad. Si un partido ganara las elecciones con el noventa y nueve por ciento de los votos, habría que echarse a temblar, porque seguramente esa cifra no corroboraría una gran victoria democrática, sino el fin de la propia democracia. Lo mismo puede decirse de cualquier convocatoria que apele a la libre decisión de los ciudadanos. Si responden muchos, será un éxito de los convocantes; pero si responde absolutamente todo el mundo, y nadie se atreve a llevar la contraria, malo: seguramente es porque muchos piensan que no existe la posibilidad de disentir. Pienso en estas cosas a raíz del "rotundo éxito" de la huelga general que los sindicatos convocaron en la Bahía de Cádiz el pasado día 18, en protesta por el anunciado cierre de la factoría de Delphi en Puerto Real. No es que no me alegre de lo que parece ser una m

UNA ENTREVISTA

Como es breve, reproduzco aquí esta entrevistilla que publica hoy La Voz. La firma José Landi. Con un asterisco señalo las preguntas que figuraban en el cuestionario original y que, presumiblemente por falta de espacio, no han salido. ¿Qué libro se te resiste, y no has podido terminar, tras varios intentos? —Los de Gamoneda, en general (excepto Blues castellano , quizá). Todos los cantautores publican prosa o poesía ¿Cuándo te animas a sacar un disco? —En cuanto supere la faringitis crónica que padezco por culpa de mi trabajo. ¿Qué libro recetarías a un niño de cinco años? —Le recetaría alguno al padre, para que se lo leyera al hijo en voz alta. Quizá Jardín de versos para niños , de Stevenson, si hubiera alguna buena traducción al castellano. ¿Y a un adolescente excesivo? — La Divina Comedia … Para que se le bajaran los humos. ¿Y a un maduro aburrido, estresado y desilusionado? —Una divertida y, a la vez, descorazonadora novela de Felipe Benítez Reyes: El pensamient

PÍCARO

Pasan corriendo las tres juntas, enfundadas en sus ajustadas prendas deportivas: la más guapa en el centro, vestida de negro; las otras dos flanqueándola, como damas de honor. Paso junto a ellas, conduciendo. Apenas le dedico a la del centro una rapidísima mirada de reojo. Imposible que haya advertido el menor movimiento por mi parte. Pero ella ladea la cabeza, como para constatar el justo homenaje debido a su belleza. No necesitaba ese rápido tributo, pero no podía pasar de largo sin cobrarlo. *** Sigo dándole vueltas a lo de Gamoneda: esa "pobretería" que execraba Neville. Como si este país no hubiera olvidado los tiempos en que la virtud vestía sayal y lavarse era pecado. Esa falta de cordialidad, tan española, de la literatura prestigiosa. La cuestión de los orígenes sociales es aquí lo de menos. También mi paisano F.Q., en uno de los últimos homenajes que se le rindió en vida, evocó su infancia y juventud en los muelles de Cádiz. Pero aquello no era orgullo de pobre, si

POBREZA

Hablar de la "poesía de la pobreza", como lo hizo ayer Gamoneda, está tan fuera de lugar como defender que la belleza sea cosa de cisnes, marfiles y princesas, de "esmaltes y camafeos", como ingenuamente pretendieron los parnasianos franceses y nuestros modernistas. Que la poesía no surja espontáneamente de esta cacharrería lujosa no significa que la encontremos en las chabolas, ni en ese "trabajo alienante" del que dice venir el poeta leonés. *** En ese hotelucho parecen haberse gastado todo el presupuesto en el uniforme de los empleados: todos van perfectamente trajeados e identificados, mientras que las paredes se caen a churretes y desconchones... Eso sí: qué profesionalidad en el trato. Si fueran músicos de un barco, se hundirían con él, sin dejar de tocar. *** Algunas bibliografías dejan en el paladar el mismo regusto polvoriento que unas horas de rebusca en una librería de viejo. E idéntico sentimiento de avidez.

EL VALLE DE LOS DESNUDOS

En marzo de 1935 filmaba Edgar Neville en Diario de Madrid una reseña del mediometraje Elysia, Valley of the Nude (1934), uno de los clásicos del género conocido como sexploitation , es decir, la explotación, bajo una apariencia documental o científica, de asuntos relacionados con el sexo o la desnudez. Neville no se asustaba de nada, aunque su razonamiento nos parezca, hoy, un tanto carpetovetónico: En ella se muestra la vida apacible que disfrutan los que, huyendo de la civilización, se recluyen en una finca, se desnudan y, sin un mal pensamiento, se ponen a jugar a la pelota y a columpiarse. Ésta es la parte que nos hace estar disconformes con el naturismo; nos parece que cuando se ha logrado reunir en una finca una serie de amigos sin ropa, entre los cuales descuellan algunas jóvenes bellas, es un poco pueril y poco naturista el ponerse a jugar a la pelota*. Y quizá ahí está el quid de la cuestión: el naturismo no parte de la naturaleza, sino de la cultura, y consiste en cult

CALLE DEL DESENGAÑO

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Presentado, por fin, mi Sexteto ... en la madrileña librería Rafael Alberti. Alguna vez he ironizado sobre los actos literarios, en general, con sus ritos, su público escaso y, en ocasiones, forzado, su inoperancia como puente de comunicación entre la soledad del escritor y la necesaria comparecencia de un público que justifique el gasto de papel y tinta... También a mí me aplico el cuento. Pero hago mis salvedades, claro. Quizá en la trastienda de una librería, entre fondos descatalogados, que se guardan allí por puro sentido del respeto debido a los libros que una vez nos acompañaron, y con un aforo que, lúcidamente, no da cabida más que a unas pocas decenas de personas, esta clase de actos no esté, después de todo, tan fuera de lugar. Se respetaron, cómo no, los ritos de la ocasión; pero se pudo leer despacio y sin levantar la voz, en la seguridad de que se estaba oficiando un acto íntimo y familiar, y no una mascarada. Salimos contentos y relajados (yo, más que nadie); nos tomamos

HIPOCONDRÍAS DE LECTOR

Hay dos maneras de leer periódicos: la primera, como si lo leído fuera algo, si no ajeno, sí lo bastante lejano como para no influir demasiado en nuestras vidas; y la otra, como si diésemos por sentado que todo lo que dicen los periódicos nos afecta irremisiblemente. Lo normal, supongo, es el término medio: que seamos indiferentes a algunas noticias y enormemente sensibles a otras. Ante estas últimas, eso sí, reaccionamos como hipocondríacos: es decir, como si creyéramos reconocer en nosotros todos los síntomas de las situaciones descritas en ellas. Sobre todo, si se trata de predicciones más o menos fundadas. De nada nos sirve saber que éstas casi nunca se cumplen. Hace treinta años, por ejemplo, cualquier dibujante de tebeo preveía que en el 2000 iríamos todos enfundados en trajes galácticos y nos desplazaríamos por el aire impulsados por un cohete atado a la espalda. Nada de esto se ha cumplido. Tampoco se acabó el petróleo, como se preveía entonces, ni hemos vuelto, de momento, a e

CREACIONISMO

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Eso de "Habrá un silencio verde / todo hecho de guitarras destrenzadas" suena más bien cómico. Ese silencio de muelles rotos, con zumbido de fondo, que se hace cuando se rompe una cuerda tensa... Sólo se me ocurre otro modo de expresarlo: con una de esas eficacísimas onomatopeyas que se utilizan en los tebeos. Algo así como: Pfffuing... Y luego, de puro asombro, mete uno las manos en el agujero, como si se le hubiese caído algo dentro. "La guitarra es un pozo / con viento en vez de agua". ¿Un poema? Sí, pero hecho de nada. Una pompa de jabón. Y el caso es que resulta, hasta cierto punto, arrebatador. Claro que no tanto como eso de "Un cielo grande y sin gente / monta en su globo a los pájaros". ¿Una metáfora visual? ¿Un chiste? Algo, en todo caso, que le alegra a uno la vida y le aligera la mirada, aunque sólo sea por una fracción de segundo. Fueron poetas dotados del don de la gracia. Al lado de ellos, los demás (los que vinieron después, por ejemplo, o l

AUTOCOMPLACENCIA

Hombre, señor presidente, eso de que "la autocomplacencia es un sentimiento conservador"... Si es así, su partido, y no digamos su aliados coyunturales, están llenos de conservadores recalcitrantes. Los únicos sentimientos (o, mejos, actitudes) que pueden asociarse, grosso modo , a las ideologías que se reparten el espectro político son optimismo y pesimismo. La izquierda es, o pretende ser, roussoniana, mientras que la derecha, incluso a su pesar, se encastilla en el pesimismo de Hobbes. Pero incluso esto es simplista, a la vista de la realidad. También hay algo de roussoniano, por ejemplo, en el capitalismo salvaje, mientras que el proteccionismo económico y social en el que se traducen muchas propuestas de la izquierda no es más que una expresión del temor al homo homini lupus . ¿No hay complacencia, por ejemplo, en todos esos muchachitos de la farándula que se definen como de izquierdas porque es lo guay (permítaseme usar esta palabreja de parvulario)? Por mi parte, yo

PROFESIONALES

A mí El buen pastor ( The Good Shepeherd , 2006), la pretenciosa película de Robert de Niro sobre la CIA, me parece una nueva versión de El FBI contra el imperio del crimen , la elemental y eficiente película propagandística de Guerra Fría que dirigió Mervyn LeRoy y protagonizó James Stewart. Sólo que, donde Stewart ponía su pasión y su buen hacer al servicio de una historia que, en el fondo, no era más que la biografía de un hombre que ha dedicado su vida a una profesión, sin ahorrarnos siquiera la inevitable crisis de madurez, el gélido Matt Damon presta su máscara inexpresiva a un confuso drama de lealtades cruzadas. Símbolo cada una de ellas de su tiempo, la de LeRoy mostraba la solidez de las causas y la fragilidad de los hombres, mientras que la de De Niro (¿por qué diablos le habrá interesado esta historia?) apela a la futilidad de todas las causas y a la sola continuidad de la máscara con que asistimos al desfile de las mismas. Ni que decir tiene que, aunque yo no comulgue exa

CEMENTERIO DE PALABRAS

Como uno no rehúye nunca la melancolía, y más bien es algo propenso a ese estado de ánimo, tan asociado a la fugacidad de las cosas, sentí un escalofrío cuando el locutor del telediario mencionó que había una página en Internet donde se recopilaban palabras en vías de extinción. Corrí a buscarla, con la idea anticipada de que iba a paladear una lista de términos venerables; y algo abrumado, también, por el dato de que, en el último cuarto de siglo, más de seis mil vocablos han sido borrados del Diccionario de la Real Academia. Entre alarmado y melancólico, en fin, acudí a dicha página. No sin alguna prevención, claro. Porque lo primero que pensé fue: si la Academia, a la hora de certificar la agonía y muerte de las palabras, se rige por los mismos criterios que cuando da fe de su nacimiento, apañados estamos. Porque no hay espectáculo más penoso que asistir, año tras año, al laborioso parto por el que los titulares de dicha institución vierten en el diccionario palabras como “zapear” o

VIDA LITERARIA

Presentación de un libro (de un buen libro, todo hay que decirlo) en provincias. En las tres primeras filas, amigos y cofrades, más o menos entusiastas del motivo que los/nos congrega. En las seis o siete restantes, una veintena de tipos encorbatados, supongo que funcionarios de la entidad que organiza el acto, allí congregados en previsión de uno de esos abrumadores vacíos en los que termina más de una convocatoria. Noto a los intervinientes algo cohibidos; también yo lo estaría. El presentador piropea a la autora del libro (que es muy guapa, por cierto) y amaga una festiva proposición de boda. Tímidas sonrisas en las primeras filas, caras inexpresivas en las demás. Me comenta luego el presentador que se le paso por la cabeza la idea de alargar la broma; de proponer, por ejemplo, que, ya que la boda no era posible, podía organizarse un intercambio de parejas... ya que a él (bromea) siempre le había gustado el marido de la autora. "No me atreví", me confiesa. Le doy la razó

PLOMO EN LAS ALAS

Todas las mañanas, justo antes de amanecer, el patio del edificio donde vivo se llena de pájaros enloquecidos, que cantan hasta desgañitarse. Es el primer sonido que oigo cuando abro la puerta de mi piso y salgo al pasillo a esperar el ascensor. Tomo siempre esa algarabía a beneficio de inventario: por duro o feo o gris que sea el día que me espera, podré decir que comenzó con un gesto optimista. Lo arduo es establecer en qué momento empieza a torcerse. Tal vez cuando llego al garaje y enciendo la radio del coche (ya la tenía encendida en casa, pero hasta ese momento no había echado cuenta de ella). *** Vaya cielo el de hoy. Trois couleurs (valga como sugerencia al muermo de Kieslowsky, para que haga una nueva trilogía): el color café con leche, el color ala de mosca, el "color de agua y aguardiente" (Manuel Machado). *** A veces, hasta el viento lleva plomo en las alas.

LA MARSELLESA EN RICK'S

Cuando el deseo de ser otro empieza a ser demasiado acuciante, a lo mejor es el momento de preguntarse si, para dejar de ser quien se es, no habría que empezar por renunciar a ciertos anhelos recurrentes en uno: por ejemplo, el deseo de ser otro... *** "¿Qué has hecho en estas vacaciones?", me pregunta un conocido de ésos que llevan la revolución pendiente en el corazón. Escuchar La Internacional , le digo. Dos veces, nada menos. Y no miento: una, el sábado santo, en un documental de televisión que conmemoraba el aniversario de la legalización del PC; y la otra, en el curso de una de esas películas horribles a las que uno se entrega cuando no dispone de canales temáticos de cine; en concreto, Air Force One : la cantaban los partidarios de un siniestro tirano comunista llamado Radek... No sé por qué, me divierte enormemente esta coincidencia, que viene a ser una involuntaria lección de ecuanimidad (la del medio televisivo), y una demostración palpable de la intrascendencia a

UN LECTOR

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(De las pasadas vacaciones.) Reconozco de inmediato el libro que ese hombre trae en la mano: El hombre que fue jueves , en la clásica traducción de Alfonso Reyes y en la edición de bolsillo de Ediciones G.P. de 1962 (compruebo los datos en mi propio ejemplar). Hasta no hace mucho, la sola visión de alguno de esos expositores circulares que algunas librerías de viejo todavía utilizan para albergar los libros de estas venerables colecciones que distribuía Plaza & Janés provocaba en mí un inhabitual sentimiento de avidez. Y digo "hasta no hace mucho" porque ya mi vista (la presbicia del cuarentón, ay) no es la que era, y la letra minúscula de estos libros, el papel quebradizo y amarillento, la tinta más grisácea o parduzca que negra y la práctica ausencia de márgenes tienen en mí un efecto claramente disuasorio. Lo que no empaña en absoluto el recuerdo de la alegría que sentí, por ejemplo, hacia 1984 (es el año que consta, junto con mi nombre, en los ejemplares que conser

TIERRA DE CONEJOS

Puestos a buscar agravios, hay quien los encuentra hasta en el diccionario. Cuando eso sucede entre gente como usted y como yo, puede atribuirse a mera susceptibilidad. Pero cuando los presuntamente ofendidos, normalmente en nombre de toda una colectividad, son los políticos, lo más probable es que estemos en temporada de pesca de votos. Supongo que a eso se deben los aspavientos que un nacionalista gallego ha hecho recientemente al saber que el diccionario de la RAE, en su última edición, sigue recogiendo ciertas acepciones del término “gallego” que él juzga ofensivas. Asombra, en verdad, la cantidad de cosas que se entienden por “gallego” en el ámbito hispánico. En sus primeras acepciones, “gallego” significa natural de Galicia o perteneciente o relativo a dicho territorio. Hasta ahí, bien. Menos gustará a las mentalidades nacionalistas la siguiente: en Argentina, como todo el mundo sabe, “gallego” equivale a “español”. Y si no bastara con esta intolerable disolución de la identidad

BRITÁNICO PUTATIVO

Deriva vacacional: la famosa Antología generacional de Gerardo Diego (de la que leo algunos poemas a mi hija), la biografía de Romero Murube que ha escrito Juan Lamillar, algunas novelitas de Rafael Azcona... La mezcla, por caótica que parezca, tiene su sentido, que sólo yo conozco. Eso somos: la razón más o menos recóndita que armoniza nuestra aparente dispersión. Y. también, la coquetería con la que exhibimos esa dispersión y escamoteamos la clave. *** "Británico putativo" me llama una conocida en una columna que aparece hoy en el Diario , en la que comenta la reciente presentación de unos pliegos poéticos (entre ellos, uno mío) en un acogedor local nocturno de la ciudad. Lo de británico, pase. Hasta me resulta halagador. Pero de lo de "putativo", by Jove , no sé qué pensar... *** Escribo esto en uno de esos locutorios de Internet que la administración ha colocado hasta en los pueblos más recónditos. A mi alrededor, niños y tipos raros: qué otra clase de per