FESTIVALES DE VERANO
Naturalmente, no tiene uno nada contra el festival de Benicàssim. Pero, claro, es tanta la publicidad que se le ha hecho desde los medios de comunicación, públicos y privados, y es tanta la complacencia que algunos comentaristas han gastado en elogiar lo que consideran el acontecimiento cultural del verano, que uno empieza a sospechar. Para algunos, al parecer, la cultura se mide por su eco mundano, por las multitudes que mueve, por el grado de "novedad" que pueda atribuírsele. Y no es eso. O, mejor dicho, no es sólo eso. Lo digo después de haber pasado unos días en el Festival de Teatro Clásico de Almagro, que ha cumplido este año su trigésima edición. La propia villa manchega parece haber vivido estas jornadas con característica placidez: a la espera de que abriesen los diversos locales en que se representaban las obras de teatro, uno podía ver a los asistentes a las mismas tranquilamente sentados en la Plaza Mayor, degustando las sabrosas especialidades de la gastronom