MULTITUDES
¿De dónde sale toda esta gente?, se pregunta uno por estas fechas ante las muchedumbres que llenan las playas y los paseos marítimos. Hace años, los castizos tenían preparada la respuesta: esas multitudes estaban compuestas mayoritariamente, decían, de madrileños o sevillanos, a los que se les atribuía una inextinguible sed de mar y de horizontes abiertos. Había también un reproche velado en esa atribución: que los turistas fuesen madrileños o sevillanos significaba, ay, que no eran alemanes ni suecos, y que posiblemente (eso decían taxistas y camareros) viviesen amontonados en una pensión barata y se alimentasen exclusivamente de bocadillos; mientras que a los foráneos se les atribuía un natural dispendioso, del que se beneficiaban otras zonas turísticas más afortunadas. Hoy sigue habiendo castizos que, en cuanto oyen hablar a alguien sin comerse las eses, le atribuyen un origen capitalino (dejemos a un lado lo de los sevillanos, que sin duda responde a mecanismos más sutiles de rival