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Mostrando entradas de diciembre, 2007

NOCHEVIEJA

Qué sería de nosotros si no tuviéramos el recurso de imaginar que el tiempo corre por cauces regulares, medibles y abarcables (cursos, años). Y qué curioso que el mecanismo que hemos ideado para ello admita una doble interpretación: por un lado, que tenga carácter circular, y que el fin de un ciclo suponga necesariamente el regreso al principio, el comienzo de uno nuevo; y, por otro, que el hecho de que podamos hablar de fines y principios nos permita hacernos la ilusión de que, con cada fin, clausuramos lo que nos convenga dar por concluido, y que con cada comienzo inauguramos algo radicalmente nuevo. Clausurar e inaugurar, echar el cerrojo sobre cuanto hicimos mal, o sobre cuanto dejamos por hacer, y comenzar la cuenta a partir de cero. Mucho pedir, quizá, para una festividad convencional, que se resuelve en una sola noche de comilona, copas y ritos bienintencionados. Pero necesario, en todo caso, para no sentir el vértigo de discurrir continuamente por una pendiente cuyo comienzo y

INAUGURACIÓN

Nueva jornada de la dichosa huelga de autobuses, así que me veo obligado a atravesar el pueblo en coche para llevar a M.A. a la estación de trenes. Como estoy de vacaciones, veo con cierto distanciamiento todo este ajetreo de gente embozada, de barrenderos, de limpiacristales, que ocupa las calles a primera hora de la mañana. Un optimista le pondría a todo esto música de vals, y vería en la involuntaria coreografía resultante una alegoría de la sociedad laboriosa. Un pesimista buscaría, más bien, un acompañamiento de percusiones metálicas, como el que le ponen a veces a Metrópolis o el que suena en Más allá de la cúpula del trueno : la música de la servidumbre, de las cadenas, de los trebejos del cómitre. Pero uno, digan lo que digan los mal pensados, pertenece a la raza de los optimistas. Hay algo esperanzador en el hecho de que toda esta gente, que en otras circunstancias podría exhibir sin reparo todos y cada uno de los defectos de la humanidad presente (displicencia, desconsideraci

EXCESOS

Podría anotar hoy al menos un par de historias de las que tuve conocimiento ayer; pero ninguna de ellas podría siquiera esbozarse sin rozar el límite de la indiscreción, por más que uno escamoteara nombres y pormenores demasiado concretos... Limitaciones que, necesariamente, han de tenerse en cuenta en este cuaderno privado escrito a la vista de todos. *** Mañana de compras en Sevilla. Decepción en lo concerniente a la búsqueda de ciertos libros. El que ahora existan en Sevilla al menos tres grandes superficies dedicadas al libro no ha supuesto, ni mucho menos, una mejora de la oferta: más bien sucede lo contrario, y lo que estos grandes supermercados de material impreso producen es un efecto de banalización de lo que venden. Echa uno de menos las librerías de verdad . Como la venerable Antonio Machado, cuyo rótulo aún campea sobre lo que ahora es... una tienda de modas. *** La copa de limoncello que me sirven después del almuerzo en el San Marco más bien me aturde. No por ella misma,

MAÑANA DE NAVIDAD

Mañana de navidad. A los detractores de la fiesta -¿habrá algo más absurdo que declararse detractor de una fiesta?- les diría que bastan mañanas como ésta para absolverla. La gente todavía duerme, bien a causa del atracón y las borracheras de anoche, bien porque no hay nada que hacer, en un día en el que no hay periódicos, la televisión y la radio resultan inoperantes y las cosas que habitualmente se hacen en un domingo cualquiera (pasear, salir al campo, etc.) parecen excluidas. Hay un sol apacible, tamizado por una ligera neblina que amortigua los pocos sonidos apreciables. Merece la pena madrugar (sin exageraciones: me he levantado a las nueve) para disfrutar de una mañana así. Enciendo el ordenador y el capricho me lleva a la página de The New Yorker . Leo un magnífico cuento de Carver, The beginners , en dos sentadas: la mitad, antes del desayuno, la otra mitad después de haber ayudado a quitar la mesa, hecho la cama y bajado a comprar el pan... Disfruto de una sensación que poca

NIEVE

Termino el libro de Llop sobre César González-Ruano. Y me reafirmo en lo que anotaba el otro día respecto a la conveniencia de no esperar a terminar un libro para adelantar una opinión sobre el mismo. Los finales tienden a confundir, buscan dejarnos determinado sabor de boca, intentan gratificar al lector u orientar su juicio en sentido favorable para el autor... Y algo de eso hay en los últimos párrafos del de Llop. Que es un libro estimable y, dentro del difícil género en el que se inscribe -el ensayo biográfico especulativo, con un pie puesto en la ficción-, una pequeña obra maestra. Por eso era innecesario justificar sus posibles arbitrariedades o excesos especulativos mediante un forzado intento de presentarlo como... una novela. No lo es, no tiene por qué serlo. Es, simplemente, un buen ejercicio de lectura crítica, especialmente apropiado al objeto al que se aplica. Porque si hay un autor español que requiera esta clase de lectura, y que fuerce al lector a imaginar o suplir lo q

FUEGO

Y un fuego que chisporrotea, para calentar estos días.

VILLANCICO

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Todo vuelve y nada vuelve, como este sol melancólico de finales de diciembre. Este sol que brilla sobre las inquietudes de ahora y las certezas de entonces. Y el niño que fui una vez –el niño que ya no soy– dicen que ha vuelto a nacer. (Éste es el villancico laico que envié el año pasado a los amigos por estas fechas, y que ahora hago público, después de enviar por correo ordinario el correspondiente a este año.) Otros villancicos laicos : el de 2004 (publicado en 2005); el de 2005 (publicado en 2006).

CHICAS DE CALENDARIO

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Las azafatas de una conocida compañía aérea han posado en biquini para un calendario, lo que ha suscitado las protestas de una asociación de consumidores y de alguna institución dedicada a la defensa de los derechos de la mujer, que han considerado que estas imágenes “presentan a las mujeres como objetos sexuales”. De ambas cosas (del polémico calendario y de las consiguientes protestas) se han hecho eco diversos medios de comunicación, que, con el pretexto de dar voz a las partes presuntamente agraviadas, no han ahorrado detalladas imágenes del motivo de su agravio… La empresa se ha lavado las manos: dice que el calendario ha surgido de una iniciativa de las propias azafatas, y que los beneficios de su venta se destinarán a una causa benéfica… Esta explicación, si no es desmentida, tendría que haber bastado para acallar a los denunciantes. No parece que vaya a ser así; lo que, después de todo, no deja de ser un tanto discriminatorio. Nada se dijo, creo recordar, cuando el último cale

IN MEDIAS RES

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Mejor opinar sobre las lecturas in medias res , antes de dejarnos embaucar o decepcionar por los efectos de traca final, ruidosa o en sordina, con el que muchos ponen punto final a sus libros. Así lo vengo haciendo en este cuaderno. Cuando escribo para una publicación impresa, en cambio, el prurito de probidad profesional me lleva a no adelantar ninguna opinión hasta no haber leído el libro en cuestión de cabo a rabo. En estas opiniones presuntamente más meditadas, en fin, pesa mucho el efecto de la última página: a veces, la mera sensación de alivio por haber llegado al final de un mamotreto infumable; otras, la entrega desprevenida a los desiderata bienintencionados que muchos autores plantan al final de sus obras, vendiéndonos el espejismo de que lo que callan o lo que queda por decir es acaso mejor que lo que han dicho... Los adioses son siempre tramposos. Por eso, en este cuaderno libre de compromisos, digo lo que quiero en el momento que quiero, y anoto opiniones que, en otro c

MANIFIESTOS

Sólo he firmado dos manifiestos en toda mi vida, y de ninguna de esas dos firmas me siento especialmente orgulloso. La primera fue por una cuestión que entonces parecía de vida o muerte y hoy no le quita el sueño a nadie; el mismo partido que promovió aquella causa se convirtió, en apenas unos meses, en el principal defensor de la contraria. La segunda fue un auténtico timo: se me pidió una firma para exigir la democratización de cierta satrapía caribeña y luego, apenas estampada mi firma al pie del manifiesto, me pidieron mil pesetas para su publicación. Ni que decir tiene que ésta jamás tuvo lugar, y que los promotores de la proclama no eran sino los defensores más acérrimos del estado de cosas imperante en esa desgraciada nación, que amagaban una jugada defensiva ante un posible recrudecimiento de las protestas internacionales. Jamás me dijeron, por cierto, que habían hecho con aquellas mil pesetas. Tal vez gastárselas en mojitos. No he tenido mucha suerte, como se ve, en esto de lo

IMPUTACIONES

En todas partes cuecen habas, sí. Y esto es especialmente visible en la vida laboral . Pero algunas habas son más digeribles que otras, y la sola visión de un lugar de trabajo donde la gente parece relajada, donde las bromas (algunas, de sal gruesa) circulan en una atmófera distendida, sin que ningún aguafiestas agite los fantasmas de la corrección política, y donde incluso puede darse buena cuenta de una botella de anís (tan apropiada a las fechas) sin que nadie se escandalice, me produce una cierta envidia, y una clara añoranza de otros tiempos. *** Apuntes. El pico de esa montaña oculto por el faldón espeso de una nube, seguramente deshaciéndose en lluvia (o en nieve, me dice M., que cree distingir un reflejo blanquecino en el turbión). La casona engullida por el pueblo, y reconvertida en pintoresca taberna (techo de vigas descubiertas, telarañas, mosto "de la casa"), contraponiendo su anacrónica estampa a la arquitectura funcional del edificio que tiene enfrente, y del qu

AL COMPLETO

Los restaurantes, leo, empiezan a declararse al completo ante la inminente oleada de comidas de empresa previa a las navidades, anticipo de la larga serie de comilonas con la que, como todos los años, celebraremos estas fiestas. Lo sorprendente de estos excesos es que no parecen obedecer a ningún mecanismo de compensación: es decir, no comemos más en estas fechas para resarcirnos de no haber podido hacerlo durante el resto del año. La verdad es que no hay compromiso social que no implique alguna clase de exceso gastronómico, y lo que habría que preguntarse es qué lleva a una población mayoritariamente ahíta a propiciar tantas ocasiones para el hartazgo. Tal vez no sepamos divertirnos de otro modo. O tal vez, sin el pretexto de la comida, la mayoría de las reuniones sociales, una vez agotados los parabienes y saludos de rigor, terminarían en largos y preocupantes silencios, en los que más de uno encontraría ocasión de ventilar viejos y enconados agravios. Quizá comemos para no tener que

ESTUARIO

Me cuentan que hay gato encerrado tras un reciente superventas editorial. Que las devoluciones (es decir, los libros no vendidos, que las librerías devuelven a las distribuidoras, y éstas a la empresa editora) suman millones de ejemplares (digo bien: millones), almacenados en una nave de un polígono industrial en las afueras de Madrid; y que la editorial, para evitar la ruina cierta e inmediata que supondría reintegrar los depósitos abonados por los libreros, está pagándoles con nuevas remesas de libros... Bandazos de una industria desquiciada, que, en su búsqueda de beneficios rápidos, y tras haber renunciado abiertamente a la encomienda cultural que le da razón de ser, empieza a dar palos de ciego. Triste. Y desorientador. Aunque lo más preocupante no es el hecho de que un especulador se estrelle, sino que todos los que están al tanto de esta catástrofe anunciada guarden, de momento, un silencio cómplice. Y es que, en la opacidad de este mundo, lo difícil, me dice mi informante, e

SEVILLA

"Habían tenido ilusiones y ya sólo tenían oficio" (César Muñoz Arconada, en Tres cómicos del cine ). *** "Sevilla sin sevillanos", que decía el poeta... Bueno, pero con sevillanas (y no me refiero al baile de ese nombre, precisamente). *** Y ese cantaor flamenco que, en La Carbonería, alecciona al público antes de comenzar su actuación: "Podéis asé fotos. Pero vídeos no. Que no vea yo ningún pilotito rojo ensendío ..."

CABARET

Días de cierto trasiego sin objeto, pero de esa clase que provoca una subida general de adrenalina en las personas nerviosas y las pone en un equívoco estado de ansiedad, contra el que nada vale la lucidez de quien nada espera. Pero hay toda una fisiología de la impaciencia, contra la que de poco sirve la impasibilidad aprendida a fuerza de desengaños. *** La niebla jugaba a ocultar y desvelar el paisaje, como una gasa que, según estuviera ceñida o despegada de la piel, nos permitiera adivinar con más o menos claridad lo que había debajo. La densidad variable de los jirones que iban interponiéndose entre nosotros y las cosas nos permitían constatar que éstas habían desaparecido por completo o se reafirmaban tras la niebla en unos cuantos puntos de luz, en dos o tres líneas destacadas. Saludábamos con entusiasmo esos pocos testimonios de su permanencia, o nos entregábamos a la voluptuosidad mayor de señalar el vacío en el que acababan de desaparecer. Y así pasamos la tarde, espectador

AUTOBUSES

(Coincide la publicación de este artículo, casualmente, con el inicio de una huelga de autobuses interurbanos en la Bahía de Cádiz, que agrava considerablemente lo que en él se expone.) He seguido con interés las noticias relativas al colapso del transporte interurbano en Barcelona. La crisis, si no le ha costado aún el cargo a la ministra del ramo, sí que ha lastrado seriamente su futuro político. Lo que me ha causado cierta sorpresa y no poca envidia: lo primero, porque no es frecuente que las tribulaciones ciudadanas tengan efectos políticos inmediatos; y lo otro, porque quiero suponer que, si los políticos han tenido que apechugar con su parte de culpa, es porque la ciudadanía catalana ha sido capaz de hacer oír su voz; cosa que ni por asomo ocurre en estas latitudes. Me explico: desde hace doce años soy usuario habitual de los autobuses interurbanos de la Bahía de Cádiz. Al contacto diario con los usuarios de este servicio debo no pocos de los asuntos y sentires que he trasladado

HUELGA

A la realidad le pasa lo que a las prostitutas: si de pronto se atravesara en tu camino, y te susurrase con voz aguardentosa: "seré lo que tú quieras", seguramente nos abrumaría la tosquedad de la propuesta. Acertaría uno a balbucir, como en esos cuentos en que se le conceden tres deseos al protagonista: "No sé; que los autobuses sean puntuales y no lleven la radio puesta; que la amabilidad sea la norma, incluso en el trato circunstancial entre extraños; que la razón impere". Y se da uno cuenta, enseguida, que el resultado sería tan descorazonador como decirle a esa amante venal y absolutamente pasiva: "Ahora, quítate esto o lo otro; ahora ponte así...". *** Pero ahora me acuerdo de que lo que quería anotar era ese persistente recelo que siento todavía al pasar, en un lugar solitario, ante un grupo de adolescentes desocupados y más o menos malencarados. Me viene de la infancia, de cuando era capaz de dar un largo rodeo por tal de no exponerme a no sé qué

PERROS Y GATOS

La inteligencia de los gatos: aparentan estar al tanto de todo, pero no obedecen a ningún estímulo que no sea el dictado por la apetencia del momento. Sin ser tampoco, en fin, lo que se dice esclavos de sus impulsos primarios. Cómo nadan y guardan la ropa. Y qué elegancia les presta ese egoísmo natural, frente al desagradable servilismo que se aprecia en tantos animales con el instinto gregario más desarrollado. Se entiende que tengan cierta mala prensa. La corrección política, amigos felinos, no es un invento de ahora. *** En Venezuela, los perros de presa han perdido la primera batalla (o la segunda, o la tercera, no sé), pero no la guerra, dicen. Mal año para los gatos, si la ganan. *** En pleno siglo XXI, la era de las telecomunicaciones, una larga cola decimonónica (gente acatarrada, bromistas impenitentes, pendolistas de esmerada caligrafía, algún que otro torpe de solemnidad, algún vivales escaqueado de su puesto...) ante la ventanilla en la que se entregan las instancias y demá

VOCES

Algunos escritores son más interesantes cuando aún no han terminado de encontrar su estilo. En sus vaivenes, a veces tocan teclas inesperadas, que no volverán a sonar cuando sean dueños de eso que se llamará "su voz". Una voz, con frecuencia, más monocorde que otra cosa. *** Ha llegado el frío. Lo ha hecho en forma de niebla: una nube metálica, gélida, un poco siniestra, con algo de aliento de pozo. La réplica natural, diríamos, al amarillo pesaroso de las recién inauguradas iluminaciones navideñas. Un frío que no es sino una de las formas objetivas de la tristeza. *** Las alegrías conllevan tanto gasto como las penas. Y nos dejan casi igual de maltrechos. *** Ese cielo de teatro que pintaba mi amigo pintor el otro día, para un belén. Más cielo que este otro de hoy, de color de ala de mosca. *** Y hablando de voces: las de estos niños resfriados, que parecen estar ensayando las que tendrán cuando sean viejos.

CERDOS

Llego a contar hasta dieciocho. Mordisquean el pasto, como cabras. Al vernos, se acercan, me imagino que acostumbrados a que los excursionistas les den de comer. M. A. lo intenta con unas briznas de hierba, que devoran con fruición. Yo lo intento con unas acebuchinas, que desprecian. Pero el caso es que se cansan pronto de tantas formalidades, y se acercan preocupantemente a las piedras en las que estamos sentados. Unos mordisquean la bolsa en la que he ido guardando las ramitas que he recogido a lo largo del paseo, para la chimenea. Otros, más atrevidos, nos mordisquean los zapatos. Terminamos por espantarlos. Y se baten en retirada, sin gloria, como los indios malos en las películas. A una distancia prudencial, recomponen la escena de antes: el idílico ramoneo de dieciocho cerdos en el prado. Pero la estampa ya no resulta tan convincente, después de que sus integrantes hayan comprometido tan seriamente su dignidad.