EL COÑAC Y LAS RUBIAS

Desde que empezó la campaña electoral una cuestión me preocupa: ¿será mi independencia puesta en cuestión por el hecho de que me guste más la rubia Scarlett Johansson que la morena Penélope Cruz, o porque me guste más el proletario y castizo coñac que el whisky capitalista y cosmopolita? Porque, de hacer caso a cierta encuesta que anda por ahí, ser partidario de las rubias lo hace a uno de derechas, mientras que preferir el coñac al whisky automáticamente lo encasilla a uno en las filas de la izquierda. Lo que precede no sería más que una broma, en fin, si no fuera porque, en los últimos tiempos, tiene uno la sensación de que hay una cierta presión ambiental para que creamos que la adscripción política es inmutable, y no algo que depende de la coyuntura y puede cambiar en función de determinados factores. Es una creencia que parecen fomentar los mismos partidos políticos, más interesados en conservar una clientela cautiva que en ganar adhesiones en un debate abierto. No les faltan al