PIRATAS

Leo que el flamante académico Javier Marías se muestra en desacuerdo con que se supriman del diccionario aquellas acepciones consideradas hoy políticamente incorrectas. Que “mujer pública” no sea el equivalente femenino de “hombre público”, argumenta, no es culpa del diccionario. Éste no hace más que consignar los usos del lenguaje, y cumpliría mal su función si incurriera en criterios de oportunidad política para eliminar algunos. Quienes piden que así se haga, además, parecen dudar de que el lenguaje y, de paso, la sociedad que lo habla, sean capaces de cambiar. Lo que casa mal, por cierto, con las posiciones ideológicas desde las que se suelen hacer estas imputaciones. Hace cincuenta años, una madre de familia podía confiarle a su vecina que el petimetre al que saludaban todas las tardes en la escalera venía a “hacerle el amor” a su hija: la vecina no dudaría de que el chico en cuestión venía a requebrar a la muchacha, y quizá a traerle flores... Algo bien distinto de lo que ahora i