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Mostrando entradas de julio, 2008

MEDICINA NATURAL

La prueba de que eso de la madurez es un mito es que, en cuanto se derrumban las bases materiales y afectivas de esa madurez -no digamos ya las filosóficas o ideológicas- se vuelve al adolescente informe e impredecible (o demasiado predecible, quizá) que se era antes. Tengo a la vista algunos ejemplos, ay. *** Fedro, el protagonista del diálogo platónico del mismo nombre; y, después de Sócrates, uno de los personajes más creíbles de toda la serie: hipocrondríaco, partidario de los tópicos higienistas (hoy lo hubiera sido de la "medicina natural") y lector compulsivo de amplias tragaderas... Que Sócrates se deje arrastrar por él a un locus amoenus , a la orilla de un arroyo y a la sombra de un plátano, con objeto de darle ocasión de que se explaye a propósito de cierta pieza retórica que le ha entusiasmado, revela incluso cierta perfidia por parte del filósofo: pues no hará otra cosa, acto seguido, que desmontar los fundamentos filosóficos, morales y hasta psicológicos de la o

GASOLINA

Vida local. De vez en cuando estos amigos me ponen al tanto de lo que pasa en la ciudad. Y es curioso: cuánta gente hay que, en su medio, hace todo lo posible por imaginarse que mueve los hilos, y proyecta esta fantasía de poder a otros ámbitos; de modo que, por mandar en su despachito o negociado, se imaginan poco más o menos que controlan la ciudad. Ese complejo de próceres que tienen algunos (o de capos de la Mafia). Mientras que la ciudad, ese ente abstracto, vive absolutamente ajena a las pretensiones desmesuradas de algunos de sus habitantes. *** Tendría que haber una patrulla policial dedicada exclusivamente a perseguir a quienes tocan el claxon de madrugada o llevan la radio del coche a todo volumen. Con un protocolo de actuación bien definido: mientras dos agentes reducen y esposan al energúmeno de turno, un tercero le rocía el coche con gasolina y le prende fuego. *** No hay que abominar de los malentendidos: al fin y al cabo, esas segundas intenciones que otros nos atribuye

PATÉ DE CARABINEROS

También parecía una república utópica la humanidad congregada alrededor de la piscina de esta urbanización, a la que acudo por invitación de un amigo. No suelo frecuentar esta clase de sitios, por lo que no deja de llamarme la atención lo bien cuidado que está todo y el escrupuloso respeto que todo el mundo muestra hacia las normas. Todo lo contrario, en fin, de lo que sucede en la mayoría de las piscinas públicas, que son las que yo suelo frecuentar durante mis veraneos en la sierra. Y es curioso que una comunidad de vecinos (tal es, al fin y al cabo, el ente que gestiona esta piscina privada) sea más efectiva, a la hora de poner en marcha y mantener un servicio comunitario, que un ayuntamiento. Lo que, después de todo, no deja de ser una vergüenza para los ayuntamientos. *** Esa mujer se ha quitado y vuelto a poner el sujetador del biquini una docena de veces. Parece que no sabe qué hacer con sus tetas. O que las tetas, en fin, como otras proyecciones de nuestra realidad física y m

AL FILO DE LA PISCINA

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El impresionante relato de la muerte de Sócrates que cierra el Fedón me lleva a la Apología o discurso de defensa que Platón puso en boca de su maestro , y al Critón , el diálogo en el que Sócrates, en vísperas de su ejecución, rechaza una propuesta de evasión y justifica la necesidad de acatar las leyes de la ciudad incluso cuando éstas le son adversas a uno. Leer estos textos solemnes en vacaciones y al filo de la piscina podría parecer incluso poco respetuoso. Pero la piscina y la gente que en ella se congrega ofrecen una especie de modelo benevolente de lo que puede ser una sociedad civil bien ordenada; y éstos textos hablan de lo que hay detrás de esa apariencia benévola, de esa piel de cordero que tanto gusta de vestir el lobo. Lo malo de ciertas lecturas demasiado pasadas por el tamiz de la escuela -la Apología , que traducíamos en las clases de griego; el Critón , del que deriva el tópico de "antes morir que desobedecer las leyes de la polis "- es que con facilidad

NECROFAGIA

Con la reducción del número de accidentes de tráfico, debida –dicen– al carné por puntos y al endurecimiento del Código Penal, han disminuido también las donaciones de órganos. Dicho crudamente: a menos muertos, menor número de vísceras que puedan remediar a los vivos. No es que me parezca mal que lo que ya no sirve a unos beneficie a otros. Pero no puedo dejar de apreciar en esta correlación la naturaleza esencialmente necrófaga del mundo en que vivimos. Es el mismo principio que rige en las herencias, cuando los afligidos herederos se reparten el ajuar del muerto. Y es también una metáfora de cómo funciona la sociedad en general, en la que no hay bien que no derive de una pérdida, ni daño que no proceda de un presunto beneficio. Sin ir más lejos, hay quien dice que la actual crisis económica deriva de ciertas bienintencionadas decisiones del gobierno norteamericano que datan de los tiempos de Carter. Este presidente, como es notorio, llegó al cargo con los mejores propósitos y no cos

PEQUEÑO REINO AFORTUNADO

En el garaje ha aparecido un gato siamés de no más de tres o cuatro meses. Y, como nadie sabe qué hacer con él, hemos recibido nada menos que dos embajadas con la pretensión más o menos disimulada de que nos hagamos cargo del mismo. La primera, meramente informativa y un tanto confusa, fue oportunamente interrumpida por una llamada de teléfono. Pero en la segunda, a cargo de una vecina más decidida, nos traen físicamente al gato intruso. Es la hora de la siesta, de la que nos han despertado. Soy yo quien abre la puerta. No sé, no sabemos qué decir. Como tengo la puerta abierta, sostengo a K. en brazos, para que no se escape. También ella tiene algo que decir respecto al asunto que nos ocupa. Después de mirar de refilón varias veces al extraño, en brazos de la vecina, y de aparentar más indiferencia que otra cosa, emite un temible bufido largo que no deja lugar a dudas, pero que, en el calor de la charla entre los humanos, pasa desapercibido. Suelta entonces un zarpazo que, de haber alc

NERUDONA

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Me resulta inesperadamente divertido el prólogo que J.R.J. le pone a La poesía cubana en 1936 , la singular antología (más que antología, un verdadero trabajo de campo) a la que dedicó los primeros días de su exilio, y de la que ahora publica Renacimiento una primorosa edición facsímil. Llama la atención, sobre todo, el tajante cedazo aplicado: En el profuso orijinal recibido abundaba lo "bien resuelto" fuera; cierto parnasianismo modesto, más o menos modernista todavía; una escritura sensual corriente, bastante redondeada (...). Todo eso quedó desde el primer instante, en mi montón, abandonado. Si en filosofía se habla de la famosa "navaja de Ockham" como principio tajante de eliminación de entes metafísicos innecesarios, habría que postular en poesía un equivalente juanrramoniano de ese mismo principio. Pero hay más: formula Juan Ramón su deseo de una poesía nueva, que esprese con frescura y calidad primitivas su hecho, no otra voz vieja o andrajosa, chocanera o

EN BALSA

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Las posibilidades de una cierta vida interior: Porque lo que se debe conseguir con respecto a dichas cuestiones [las relativas a la inmortalidad del alma, etc.] es una de estas cosas: aprender o descubrir por uno mismo qué es lo que hay de ellas, o bien, si esto es imposible, tomar al menos la tradición humana mejor y más difícil de rebatir y, embarcándose en ella, como en una balsa, arriesgarse a realizar la travesía de la vida, si es que no se puede hacer con mayor seguridad y menos peligro en navío más firme, como, por ejemplo, una revelación de la divinidad. Así le resume Simmias a Sócrates, en el Fedón , su visión del asunto. Y en este admirable párrafo podría decirse que se compendian todos los caminos abiertos a la espiritualidad humana, incluidos los que se atienen a un fundamento puramente laico. Es una tríada, además, ésta de Simmias, que invita a elegir: yo, por mi parte, no creo haberme ejercitado lo suficiente en estos asuntos como para poder alardear de haber aprendid

LA BELLA Y LA BESTIA

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Que tras la ventana, donde habitualmente se alza el vacío, haya andamios y pintores, es un motivo de desconcierto, e incluso se diría que de espanto, para K. Acecha las ventanas y balcones desde el otro extremo de la habitación, sin atreverse a acercarse. Se da además la circunstancia de que, estando M.A. ausente, la gata parece haber perdido el apetito. Días raros, extrañamente "humanos" en su acumulación de misterios y añoranzas, que la gata sobrelleva con una especie de fatalismo resignado, como quien representa un papel que no le corresponde. *** Acaso el detalle de que Sócrates se dé friegas en las piernas, donde ha tenido los grilletes que acaban de quitarle en vísperas de su ejecución, sea más inmediato y vivo, más cercano a nosotros, que todo lo que dice sobre la muerte y el más allá. El Fedón está lleno de detalles de esta clase, que crean una singular tensión entre vida realmente vivida y pensamiento. Una tensión, por cierto, que contradice abiertamente la tesis

ACRÓBATAS

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Qué poco pesa cualquier mérito objetivo (no sé: títulos universitarios, logros profesionales o artísticos, etc.) en una de esas reuniones sociales en las que lo urgente e importante, de pronto, es cantar o contar chistes. Si en ese momento se presentara el diablo y propusiera el canje, cuántas carreras brillantes serían vendidas por el don de ser, durante unos minutos, el protagonista de la reunión. *** Estos pintores de fachadas, en cambio, no necesitan vender su alma al diablo para tener su cuota en la conversación ininterrumpida que mantienen en los aires desde primera hora de la mañana. Se parece, salvando todas las distancias, al canto de los pájaros. Tal vez porque tiene lugar en un espacio donde, antes de que estuviera su plataforma elevadora y sus andamios, sólo había pájaros. Los pintores, esos acróbatas resignados a que nadie les aplauda. *** Hay sólo dos viviendas habitadas en esta calle de casas nuevas; las dos, por gente que ha venido a pasar el fin de semana. En una, tres

INCENDIOS

Según el día y el ánimo, uno puede ver en las ciudades verdaderos milagros de convivencia o desolados campos de batalla. No depende de las estadísticas, sino del impacto que causan en nosotros ciertos pequeños detalles cotidianos. A mí me llena de optimismo, por ejemplo, ver que todas las mañanas alguien madruga para abrir el pequeño quiosco en el que compro el periódico. Y me causa una enorme desazón, en cambio, una simple pintada, que venga a sumarse a los muchos destrozos gratuitos que se pueden constatar durante un paseo, y que dejan en nosotros la impresión de vivir en un entorno hostil, rodeados de enemigos agazapados. Entre una y otra impresión, busca uno el término medio para ir tirando. Y supongo que ese término medio se basa en una especie de extrapolación optimista de las estadísticas. En la idea, por ejemplo, de que, por cada farola reventada a pedradas en una calle poco frecuentada, hay decenas que permanecen intactas en otras áreas más clementes de la ciudad. Una ley simi

TOPLESS

Escribo en unas tres horas la reseña para El Cultural y el artículo para el Diario. Sensación de haber trabajado a destajo. Pero, también, de que, calentados los motores, podría escribir siete artículos más, si fuera necesario. (Y la idea, un tanto preocupante, de que, si soy capaz de llegar a este estado de, digamos, productividad óptima, es porque la escritura constituye para mí, hoy por hoy, el único verdadero intervalo de reflexión que me permito; o, dicho más claramente: que no pienso de otro modo que escribiendo.) *** Aparece un señor por mi ventana, aupado en una plataforma elevadora. Es uno de los pintores que andan "bajándonos" la fachada. Lo saludo, le transmito algunos de esos tiquismiquis que solemos abrigar los afectados por obras, le pregunto si desea que quite las macetas o retire la tela metálica que impide que K. se pase al balcón del vecino... Y luego bajo la persiana con la sensación de que habrán de pasar muchos años antes de que pueda repetir un diálogo e

CAUSAS Y EFECTOS

Leo que la disminución del número de accidentes de tráfico ha provocado un descenso de las donaciones de órganos jóvenes. Y me parece oír, de fondo, el aullido de licántropo del experto que ha relacionado los dos hechos. Ah, la ley de la causalidad. *** Oigo también que los bancos norteamericanos en cuyo auxilio ha tenido que acudir la Reserva Federal solían incurrir en la curiosa práctica de prestarles dinero a los insolventes para, en el momento en que dejaran de pagar el préstamo, embargarles las casas y venderlas por una suma siempre superior a la prestada... Con lo que esta crisis muestra su lado moral: es una crisis merecida. Lo malo es que quienes más van a pagar las consecuencias serán los de siempre. (Esto, al menos, es lo que oí en la radio: pero, a los pocos minutos de haber publicado esta entrada, me recuerda el amigo Baltanás [ver "Comentarios"] lo que él publicó al respecto hace unos meses , que sitúa la cuestión en términos más comprensibles. Lo que no descart

MERCADILLO

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"Mercadillo de intercambio" en la biblioteca local; es decir, la biblioteca propone canjear los fondos expurgados por libros relativamente recientes aportados por los visitantes. Aprovecho para deshacerme de parte de la alta montaña de "novedades" que me mandan de aquí y de allá, y que en su mayor parte no me interesan lo más mínimo. Tampoco es que las posibilidades de canje sean demasiado atractivas, pero algo hay: un ejemplar de la espléndida Antología de poesía norteamericana de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal, que publicó Aguilar en 1962 y que yo había leído de prestado en mi juventud; una antología de cuentos cubanos, con algún nombre interesante, editada en La Habana en 1980, y que lleva, en su portadilla, una viñeta con el anagrama del II Congreso del PCC: me lo llevo en parte porque me hace gracia lo naïf de la edición, y en parte por ese mismo afán que llevaría a Van Helsin a guardar en su gabinete un clavo del ataúd de Drácula; un ejemplar de La

MANÍAS

Hay que cultivar las manías propias, parece querer decirme JM: son la única manera de que los demás se vean obligados a hacer con nosotros esas pequeñas excepciones que requiere la singularidad de cada cual, y sin las cuales podemos decir que nos vemos reducidos a la inexistencia... Al menos, esa parece ser la moraleja de las anécdotas que me cuenta, relacionadas con los cuidados que prodiga a su garganta delicada. "En Sevilla -me dice-, en un mes de agosto especialmente caluroso, le pregunté a un camarero si me podía servir una cerveza natural . El camarero, por supuesto, creyó que yo estaba de broma, y me dijo que no tenía. Entonces le sugerí que me calentara un vaso con el chorro de agua hervida de la máquina del café. Me dijo que estaba apagada. Le sugerí entonces que pusiera a calentar el vaso en el microondas, y que me sirviera la cerveza en ese vaso. No pudo negarse. Abrió el horno y puso un vaso dentro. Toda la concurrencia estaba pendiente de los giros del vaso tras el c

VICTORIA PÓSTUMA

A K. le aterroriza el ruido de la aspiradora. Huyendo de la misma, se refugia en el patio y se encarama a los palos de la leñera. También yo acabo allí, empujado por el estruendo. Observo que mi presencia la tranquiliza. Se tumba a mi lado, roza su lomo contra mis piernas, ronronea. Teoría del afecto: una especie de apartamiento buscado, o de reducción del mundo a la esfera de la privacidad compartida, mientras fuera ruge lo desconocido. *** Sigo con la correspondencia entre Huidobro y sus acólitos españoles. Lo más divertido de la misma: el despertar de ciertos caracteres, en su lucha por llamar la atención del maestro. Larrea, por ejemplo: en cuestión de semanas pasa de ser un muchachito tímido, encerrado en su papel de poeta secreto, abrumado de modestia, a convertirse en un locuacísimo corresponsal que, entre otras cosas, aprovecha la ocasión para marcar distancias y reservas respecto a su hasta entonces inseparable compañero y amigo, Gerardo Diego. Pero Huidobro estaba demasiado a

CORBATAS

Hay corbatas que son como una soga de ahorcado y corbatas que parecen una lengua sacada en son de burla. Depende de quien la lleva, y no de la corbata en sí. La del comisionista que tiene que ir trajeado en pleno verano, por exigencias de imagen, pertenece al primer tipo. La del director del banco con el que hemos firmado una hipoteca de por vida pertenece, más bien, al segundo. Al primero lo vemos como a un pobre hombre atado a un ronzal (que es la versión no letal de la soga); al segundo, como a un bromista genial que nos saca la lengua para animarnos a reírle la mala pasada que acaba de jugarnos. Tampoco el color tiene nada que ver: a veces, una corbata llamativa no hace sino subrayar la esclavitud de quien la lleva; y una circunspecta corbata negra suele ser, en ocasiones, el uniforme de trabajo del ladrón de guante blanco. Digo todo esto para dejar claro que no estoy ni en contra ni a favor de las corbatas. No las uso con frecuencia: en mi juventud estuvieron de moda entre los “mo

EL VIENTO

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Hay dos maneras de abordar la historia de la literatura: como una sucesión de prodigios (que es, quizá, el modo apropiado de abordarla) o como una sostenida confrontación de vanidades de la que, casi por azar, se desprende de vez en cuando alguna obra estimable, como pudiera caer un fruto maduro de un árbol empeñado en disputar con el viento. Empiezo a leer la correspondencia que cruzaron Huidobro, Guillermo de Torre, Gerardo Diego y Juan Larrea, en uno de esos primorosos volúmenes que edita la Residencia de Estudiantes en su colección Epístola. Y ya desde las primeras páginas (quiero decir, desde las primeras cartas cruzadas) afloran los motivos de discordia; que podrían reducirse a uno: la inaceptable exigencia de Huidobro de que lo consideren un genio fundacional, sin precedentes ni filiaciones. Que le digan, por ejemplo, que su modo de considerar la imagen poética tenía como antecedente la poesía de Herrera y Reissig, o que se le considerara (y esto sí es abiertamente injusto) dis

ESTRATOS

Lo primero que hizo en el piso que acababa de comprarse fue quitar el papel pintado. Debajo había otra capa de papel pintado, y debajo otra, y cada una de ellas reflejaba el uso que el piso había tenido en distintas etapas de su existencia; hasta llegar, en fin, a la capa correspondiente a cuando fue una casa de citas o un burdel. Qué cosas habrán visto estos papeles pintados. El dueño lo cuenta con una cierta ufanía no exenta de asombro. Es un hombre mayor, que vive solo, y al que uno, sin saber por qué, asigna al punto la consiguiente ración de melancolía. Su acción de arrancar los papeles pintados borra la historia del piso, pero no la detiene. Y él mismo -el color que finalmente decida dar a las paredes, los clavos de los que cuelgan sus cuadros, el perfil de sus muebles- será antes o después un estrato más de esa historia, que otro se complacerá en imaginar mientras destruye sus huellas.

MONTEJO

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Me entero ayer, en la presentación de un acto literario, de que el poeta venezolano Eugenio Montejo murió hace justo un mes. De nuevo, la ley de las casualidades: precisamente estos días ando releyendo la amplia muestra de la poesía de Montejo que se incluye en la compilación Conversación con la intemperie - Seis poetas venezolanos , que ha publicado Galaxia Gutenberg. Decía el presentador del acto de ayer que ese mismo día se celebraban varios actos simultáneos de homenaje al poeta venezolano en diversos lugares de España. Mi homenaje, inconsciente, era esa lectura, que ahora adopta un inesperado sesgo necrológico. Conocí la obra de Montejo casi cuando desesperaba (más por falta de información mía que por otra cosa) de encontrar algún poeta hispanoamericano actual que coincidiese de alguna manera con los postulados en que se ha basado la poesía peninsular desde mediados de los ochenta. Esos poetas existían, y no han hecho otra cosa que aflorar desde entonces. Pero, cuando llegaron a

NOS DISTRAEMOS

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Llevado por las lecturas filosóficas de los últimos días, releo este fin de semana El banquete de Platón . De nuevo, la desasosegante evidencia de que es necesario releer casi todo lo que uno daba ya por leído: a los dieciocho o veinte años, una lectura de este calado no aporta más que la satisfacción de haberla hecho, amén del cumplimiento de alguna que otra exigencia académica. Y no porque ahora me vea más platónico que antes; sino, tal vez, por todo lo contrario: porque lo que menos me interesa ahora de una lectura de Platón es la doctrina, lo extractable, el pequeño hatillo que puede uno hacerse a base de subrayados y notas al margen. Naturalmente, no es que ahora me parezca desdeñable esa doctrina. Pero disfruto mucho más el hecho de que venga, digamos, tan bien servida; que se nos brinde el curioso pormenor de que el texto no es más que el relato que ameniza una larga excursión a pie (la que hacen un tal Apolodoro y un acompañante entre el puerto ateniense de Falero y la urbe)

BOMBILLAS

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Si prospera la propuesta aprobada por el Parlamento hace unos días, los españoles tendremos un plazo de tres años para sustituir las tradicionales bombillas de filamento por las llamadas “de bajo consumo”. Esta medida, dicen, supondrá un gran ahorro energético. A lo que uno, naturalmente, no tiene nada que oponer. Si me preguntaran, en cambio, si prefiero la luz blanca, fría y sanitaria de las bombillas de bajo consumo a la luz amarilla y cálida de las de siempre, ya no sabría qué decir. Entramos en el ámbito de las subjetividades; como ocurrió, en su día, cuando los discos de vinilo fueron sustituidos por los cedés, y a uno le dio por echar de menos el ruidillo del roce de la aguja en el surco, y por pensar que éste era un requisito indispensable para una buena audición musical, y que sin ella los sonidos parecían surgidos directamente de un limbo electrónico, sin calor ni alma… Y es que ese runrún de fondo de los discos de surco me servía para imaginar los trebejos de los músicos, el

PERFIL

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El hijo del caballo y la caballa es el caballito de mar. (O de cómo hacen falta tres inteligencias, trabadas en una conversación casual, para poner en pie esta tonta ocurrencia; que, en buena ley, no se le puede imputar a ninguno de los tres.) *** La mayoría de los cuerpos desnudos fallan en el perfil. *** Cada vez que clavamos el palo de la sombrilla en la playa tomamos posesión de un continente. Y lo colonizamos cuando colocamos alrededor las sillas plegables y las toallas.

SOBREACTUACIÓN

Lo que llamamos "sobreactuación" no es sólo un defecto en el cine o en el teatro, sino, sobre todo, en la vida. Veo ayer 091, policía al habla , de José María Forqué: lo peor de la película, y lo que casi la invalida, es la interpretación de Adolfo Marsillach. Más que sobreactuar, exagera cada gesto, hasta hacerlo inverosímil. Pero, pensándolo mejor, he visto peores actuaciones en situaciones reales, algunas muy recientemente. El énfasis excesivo, los golpes de pecho, las entonaciones sibilinas, los gestos de falsa conmiseración... El pan de cada día. Y es que hay personas a las que, después de oírlas, habría que dedicarles un sonoro abucheo, siempre. *** Las vacaciones empiezan siempre con alguna avería doméstica. Como si las cosas, ahora que tenemos tiempo, exigieran que les dedicáramos la atención que les hemos negado el resto del año. *** El final del libro de José Luis Pardo es una elegía por el estado de bienestar . Quizá una de las pocas realizaciones políticas realme

BATALLAS

Como siempre, el primer día de vacaciones resulta más bien anodino. Cuesta desprenderse de ciertas cargas, y se tiene la sensación de que el uso que se hace del tiempo libre no justifica, ni mucho menos, la ansiedad que sentíamos por disponer de él. Pero también sabemos, a Dios gracias, que esta sensación es pasajera, y no es más que un síntoma de la descomprensión progresiva que experimentamos. En realidad, lo absurdo es esperar hacer grandes cosas con el tiempo libre. Lo mejor que se puede hacer con él, seguramente, es perderlo. *** Descubre uno el carácter de juego de poder que tienen muchos aspectos de la vida justo cuando no tiene la menor intención, ni la más mínima gana, de entrar a competir en esos juegos de poder. *** Sí, amigo Pardo : la intelectualidad de los 60 condenó a Hitler y a Trujillo (que ya estaban bien condenados, por otra parte) para ensalzar, en su lugar, a Castro, Giap o Pol Pot. No sabemos todavía qué consecuencias se derivan de esa preferencia, ni en qué medid