SENTINAS

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Escribo estas líneas con un fondo musical de martillazos: un fontanero está literalmente echándome abajo la cocina, para encontrar el origen de un atasco pertinaz. De vez en cuando me llama para hacerme alguna observación crítica sobre el estado de, digamos, mis sentinas. Y yo lo acepto con humildad, como quien sabe que, sin estos repasos periódicos, seguidos de la consiguiente penitencia, no hay conciencia ni cocina que aguante.
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Claro que lo mejor fue cuando los golpes del fontanero atravesaron la pared y K., desde la otra habitación, vio confirmadas sus sospechas de que la fuente de todos esos ruidos no podía ser otra que un ratón inconcebible, que ahora asoma su manaza por el agujero.
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