ALGO QUE DECIR

En la que acabo de presenciar, el protagonista es el hombre que me antecede en la cola que se ha formado ante la mesa de "Atención personal" del banco, a la que el común de los mortales suele acercarse normalmente solamente para pedir aclaraciones sobre cobros presuntamente erróneos o indebidos. Ése es mi caso. Pero él no: él va allí, por lo que se ve, para despachar la contabilidad completa de su negocio. Cuando llega su turno, los demás comprendemos que es una temeridad seguir esperando, y nos pasamos a otra cola. Por el rabillo del ojo veo como este hombre, ya sentado ante la empleada de la mesa correspondiente, saca una resma de papeles de una de esas maletillas de plástico que dan a los asistentes a cursillos. Y cómo, para mi sorpresa, extrae de su bolsillo una bolsa de supermercado y saca de ellas dos sellos, que aplica inmediatamente a algunos de los papeles que tiene delante. También él, como el empleado de Avanti!, lleva la oficina encima.
Por mi parte, permanezco en la nueva cola más de una hora, y cuando salgo del banco con mis asuntos más o menos encarrilados, veo que el hombre sigue en la otra mesa, sacando papeles de su maletilla y sellando recibos y volantes, que la empleada toma diligentemente de su mano y agrupa en montoncitos que cose con una grapa... Deduzco que se trata de un promotor inmobiliario, y entre los papeles entreveo cheques y hojas orladas de diverso tipo, que puede que sean letras de cambio, pagarés o qué se yo. Veo también que algunos ilusos hacen cola ante esa mesa. No me atrevo a desengañarles: el tipo que les antecede no saldrá de allí, me temo, hasta que él solito haya resuelto los embrollos de la actual crisis inmobiliaria.
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Me deprime extraordinariamente el retrato del escritor fracasado que hace Bolaño en "Henri Simon Leprince", el segundo relato de Llamadas telefónicas. Releo en concreto el segundo párrafo, de doce líneas, que no copio aquí por no entrar en conflicto con las leyes de la propiedad intelectual. Para animarme, busco los rasgos objetivos de esa descripción que no coinciden conmigo. Son tres: a) la prensa con la que colaboro no es precisamente parisina, b) no estoy soltero, y c) no he leído a Léon Daudet (aunque sí a Alphonse)... No sé si ese estrecho margen diferencial me exime de algo.
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La verdadera pregunta respecto a la relación entre los blogs y la literatura es ésta: Después de vaciarme diariamente en este cuaderno, ¿me queda algo que decir?
Comentarios
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Vicente Garcia
Me ha gustado mucho el tema del promotor inmobiliario con la oficina a cuestas. En el fondo parece un relato de fantasmas, en estos tiempos hay un individuo así en todos los bancos. Quizá el mismo individuo.
Pero, naturalmente, las cosas no son tan simples: también sucede que en el "blog", como en cualquier otro tipo de cuaderno de anotaciones o taller de escritor, saltan liebres que luego son aprovechables para otro tipo de escritos. Aunque esto no despeja del todo la posibilidad de que también se quemen asuntos e ideas que tendrían mejor desarrollo en otros ámbitos; por ejemplo, en el artículo periodístico.