INCÓGNITAS

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La industria editorial, al fin y al cabo, no es más que el medio del que se vale la literatura para llegar a un público más o menos amplio, como las botellas y los tetrabriks son los medios de los que se vale la leche para llegar a quienes la consumen donde no hay vacas a mano. Pero a nadie se le ocurriría pensar que entre un litro de leche de vaca y ese extraño híbrido de cartón, plástico y metal del que están hechos los tetrabriks haya alguna afinidad esencial; ni que, a falta de leche, uno pudiera alimentarse de tetrabriks, pongo por caso. Por eso no deja de llamarme la atención que, de vez en cuando, haya quien confunda una cosa y otra. Que se piense, por ejemplo, que el premio Nadal que la industria editorial acaba de conceder a una conocida periodista pueda tener algo que ver con la literatura. En ese sentido, los que verdaderamente ponían el dedo en la llaga eran los periodistas que ayer se hacían eco de los pronósticos: el premio obedecía a una fórmula; tenía que ser mujer; tenía que ser personaje mediático, ma non troppo; tenía que haber escrito una novela de asunto actual, que lo mismo sirviese de alimento a los bobos apocalípticos que a los partidarios del sensacionalismo descarnado. Sólo había que despejar la incógnita. Que no era tal, por otra parte.
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Causa una lacerante tristeza este texto de Bolaño sobre "Literatura y enfermedad". Y más cuando se adivina que el autor no quería provocar esa tristeza, sino arrancar unas cuantas sonrisas cínicas a un público predispuesto. Él, enfermo ya por entonces de literatura, que es un mal congénito del alma, y de enfermedad corporal, y a pocos meses de la muerte.
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