OBRAS COMPLETAS

El caso es que a la diputada de marras le han hecho llegar las obras del nobilísimo Juan Ramón, del luminoso Federico. Y es que los escritores lo mismo valen para un roto que para un descosido. Se ha pretendido hacerle saber a la ofensora que a los andaluces no hay quien pueda darnos lecciones de corrección lingüística, puesto que andaluces fueron los susodichos escritores. Lo que, después de todo, no deja de ser una generalización abusiva. Pero resulta, además, que tan peregrino argumento bien pudiera volverse contra quienes lo esgrimen. Porque tanto el escritor de Moguer como el granadino se expresan en sus escritos, no en sus respectivos dialectos particulares, sino en el castellano normativo que compartimos o aspiramos a compartir todos los hispanohablantes. Lo que, por otra parte, es reflejo de un hecho que quizá tampoco sea muy del gusto de los partidarios a ultranza de los particularismos: que los rasgos diferenciales tienden a atenuarse en la medida en que los hablantes se aproximan, por educación o por contacto, a ese ideal de lengua común.
Eso no significa, naturalmente, que nadie tenga que disimular su acento o ser objeto de burlas por tenerlo. En este sentido, habría que recordar con cuánto sentido común se expresaba el académico y lingüista don Fernando Lázaro Carreter cuando, en sus manuales escolares, aconsejaba a los hablantes de las variedades regionales del castellano que evitaran tanto los particularismos no sancionados por la norma culta como la afectación de imitar un acento ajeno. Lo que, en el caso andaluz, podría traducirse de este modo: ni usar, a fuer de castizo, el dialecto caricaturesco de las folclóricas ni esforzarse vanamente en remedar el castellano de Burgos.
Muchísimos andaluces manejan con soltura y elegancia esta modalidad culta del castellano, que no implica renunciar a la fonética propia. No es el caso, en fin, de esa ministra, ni de muchos otros políticos, andaluces o no. Pero no porque tengan un acento más o menos marcado, sino por causas que no me atrevo a aventurar, y que quizá tengan más que ver con la falta de ideas, o de sinceridad, o de cualquiera de esos dones que, en su máximo grado, llevan a la expresión purísima de Juan Ramón o a la precisión chispeante de Lorca.
Quizá también a la ministra habría que mandarle las obras completas de ambos.
Publicado el pasado martes en Diario de Cádiz
Comentarios
¿Qué pasa si hay unos candidatos, todos con currículums parecidos, pero sin embargo alguno que habla castellano de Valladolid y otro que habla con la zeta?
¿Qué efecto tendría esto para un puesto en Madrid? ¿Y en Sevilla?
Me gusta seguir tu blog, aunque apenas escribo; pero estas cuestiones lingüísticas, sabes que me motivan.
Una abrazo.
En cuanto a lo del ingeniero, no sé: gentes con prejuicios las hay en todas partes. También aquí, por cierto, respecto a los que hablan "fino". Y no hay que olvidar que, fingiendo un andaluz impostado, hay quien ha llegado muy lejos. ¿Alguien le conoce a la actriz María Barranco, por ejemplo, otro registro que no sea su modo de hablar? (Y cuántas mujeres jóvenes y no tan jóvenes han imitado esos dengues y ese presunto desparpajo, para parecer graciosas: a mí, personalmente, me parece un amaneramiento detestable.)
http://tropicodelamancha.blogspot.com
HUMO DE «BLOG». Tomo nota de unas cuantas de sus recomendaciones, como la película sueca Yo soy curiosa, como los poemas de Adrián González da Costa..., pero tampoco estoy muy de acuerdo con las ideas, también con cierta nostalgia, que expone José Manuel Benítez Ariza en su diario-blog Señales de humo (Diputación de Cádiz). No estoy de acuerdo con la idea de que «la última generación de intelectuales conscientes que conoció este país fue la del 98». Ni creo que los escritores, cuando nos reunimos, sólo hablemos «de dinero». Ni me gustaría que se hubieran destruido los Diarios (Emecé) de John Cheever. (Félix Romeo)
Naturalmente, los diarios personales son el territorio de la subjetividad, y yo creo que la sintonía ideal que puedan crear con un lector responde más al tono general que a las afirmaciones concretas. Creo apreciar simpatía en estas alusiones de Félix Romeo, de lo que me congratulo. En cuanto a los desacuerdos..., algunos son de fondo (lo del 98, por ejemplo), pero los otros son frases que, fuera de su contexto, yo tampoco suscribiría: lo de que los escritores sólo hablamos de dinero, por ejemplo, que era un comentario irónico que yo hacía a mi hija; en cuanto a lo de los Diarios de Cheever, ¡por Dios, claro que no deseo que se hubiesen destruido!; me hubiera conformado con que su publicación en España no hubiese ido tan unida a la de los cuentos, y en idéntico formato, propiciando una lectura en paralelo que empaña un poco la gracia de ambos.
Si lo de Félix fuera un "blog", y no una columna, podría decírselo directamente. Pero...