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Mostrando entradas de febrero, 2009

HACHES

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Han salido a la luz, a raíz del infame asesinato de la niña Marta del Castillo, las amenazas que el criminal le había dirigido meses atrás en uno de esos “foros sociales” de Internet en el que los dos participaban. Y ha llamado la atención, aparte de lo que el detalle añade al horror de lo sucedido, la torturada ortografía en que estaban expresadas esas amenazas. El dato, cómo no, ha animado fugazmente el siempre aplazado debate sobre el nivel de incultura en el que parece andar sumida buena parte de nuestra juventud, y el consiguiente fracaso de las instituciones encargadas de su educación y de los responsables de que éstas funcionen como es debido. Nadie niega, en fin, que existe una cierta correlación entre las carencias socio-educativas y los extremos de deshumanización y falta de valores que parecen apreciarse en algunos individuos, que vienen a ser la decantación última del desamparo en el que viven capas sociales enteras. Nada más desesperanzador que esas barriadas donde el solo

EL ARCA DE LAS PALABRAS

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Leo el prólogo-epílogo con el que Trapiello remata El arca de las palabras , y comprendo el legítimo orgullo con el que afirma que éste era un libro para el que había venido preparándose toda su vida. Preparándose, se entiende, en el sentido en el que uno se entrena para un combate decisivo: en este caso, nada menos que con el diccionario, que es la cantera y la caja de herramientas con la que trabaja todo escritor, pero en la que la mayoría mete la mano a ciegas para tomar la que le permita salir del paso, como el escayolista (uno fue aprendiz de ese oficio) que, pudiendo afinar una moldura con una espátula de cantear, lo hiciera con la punta de un destornillador, por no pararse a buscar la herramienta idónea. Trapiello pone aquí de manifiesto la insuficiencia de esa manera de tratar las palabras; porque las palabras no son meras portadoras arbitrarias de significados, como querían los lingüistas de la escuela de Saussure, sino que también acarrean consigo la mirada de quien primero n

GALLO

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No sé muy bien a qué ha obedecido este impulso de pasar varios días solo en la casa de la sierra. No cabe alegar el trabajo como excusa: no sólo porque aquí no disponga de ordenador, sino porque ahora mismo, recién ubicados los libros que tenía rezagados, no me hallo en disposición de empezar otro nuevo, aunque no me falten ideas al respecto (por ejemplo, las dos novelas, o la novela doble, ya veremos, que han de complementar la que sale ahora). Tampoco me vale el manido pretexto de "cargar pilas" -expresión chocante donde las haya, y acaso más cursi todavía que decir "inspirarse"-, ni el de poner al día mis lecturas: me he limitado a terminar los dos libros extensos en los que llevaba enfrascado varias semanas -el de Morla Lynch y El arca de las palabras -, y a seguir paladeando, a ratos, a Emily Dickinson-. Con lo que me he colocado, voluntariamente, en la rara situación de quien dispone por unos días de todo el tiempo del mundo y no tiene nada concreto en lo que

BUCÓLICA

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Me llama mucho la atención esa costumbre de elogiar al político dimisionario: si, por el mero hecho de dimitir, ha demostrado su valía, su altura de miras, su sentido de la responsabilidad, etc., ¿no habrá sido un error empujarle a la dimisión o aceptársela? En esto pasa como en las necrológicas: que no hay difunto malo. *** En dos mil años la poesía bucólica no ha perdido su vigencia, pero tan larga andadura dificulta no poco el hallazgo de términos nuevos y convincentes para expresar la experiencia de comunión con la naturaleza. ¿Cómo contar las sensaciones que tuve ayer, mientras pasaba buena parte de la tarde sentado sobre las piedras grandes que sorteaba un arroyo? ¿Y que la textura misma de ese silencio entretejido de mil rumores era infinitamente más compleja y sugerente que el libro que tenía en las manos, de cuya lectura me apartaba con frecuencia para intentar penetrar en el sentido de lo que me rodeaba? Tampoco la nota de aprensión que produce la soledad absoluta era del tod

PALOS

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Como estoy pasando unos días en la sierra y no dispongo de ordenador, estoy corrigiendo las pruebas de mi novela en casa de mi amigo J.A.M., el pintor. Inevitablemente, me pregunta qué me traigo entre manos, y por qué se me ve tan apurado. Le enseño el original revisado por el corrector (con ejemplar minuciosidad, todo hay que decirlo): "¿Ves? Donde uno pone comillas altas, el corrector sugiere ponerlas bajas, y así...". J.A.M. asiente, comprensivo. "¿Cuál es el problema entonces?". Y le enseño un párrafo donde el corrector, al parecer disconforme con el fraseo breve de algún pasaje mío, ha metido un "pero" entre dos frases que, en su opinión, son claramente adversativas... (tan claramente, en fin, que por eso no he creído necesario poner el "pero"). J.A.M. se queda pensativo: "A ver si me aclaro... Es como si un galerista me dijera que debo enmarcar mis cuadros de tal manera... Hasta ahí, conformes. Pero que, al verme sumiso ante esas prime

TRIBUTO

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De la intimidad vulnerada, en general, sólo se habla cuando alguna celebridad denuncia que ha sido fotografiada en circunstancias y actitudes que previamente no habían sido negociadas. La intimidad, en esos casos, es mero valor de cambio, y lo que discuten los tribunales, cuando las denuncias llegan a ellos, es quién es el titular de los beneficios que pueda generar. Hay otra intimidad, en cambio, cuya vulneración es más sutil, porque viene enmascarada en grandes polémicas políticas o periodísticas, o nos llega como el inevitable efecto de acontecimientos cuya resonancia anula cualquier reparo previo. Para que una cámara de televisión, por ejemplo, entrara en el dormitorio de la adolescente Marta del Castillo, tuvieron que mediar las espantosas circunstancias de su desaparición, primero, y luego del posterior esclarecimiento de su asesinato. Lo verdaderamente conmovedor de la intimidad expuesta no es, como algunos puedan pensar, que se descubran secretos de nadie, sino que quede al des

BOBO

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Muerte al dela naris dobla , leo en una pared de una de esas barriadas horribles que parecen regirse por los determinismos de los que hablábamos ayer. Y se me ocurre que "el de la nariz doblada" tiene motivos serios para preocuparse, porque quien utiliza semejante ortografía para amenazar parece que ha empezado a ejercer la violencia contra las propias palabras, que no tienen culpa de nada. *** A mis años, y después de una veintena de libros a las espaldas, resulta un tanto ridículo andar nervioso y excitado ante los preparativos de la aparición de uno nuevo. Y sin embargo, es así. Y se siente uno como un viejo verde en vísperas de consumar sus amores con una muchachita. *** A K., como a mí, no le gustan las medias tintas. Este sol bobo , que decía García Márquez, que ni calienta ni luce con la intensidad debida, envuelto en una sucia bruma deshilachada, no es suficiente acicate para salir al balcón, pero tampoco se inhibe lo bastante como para que las gatas frioleras descar

HONDO

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También en esta desengañada labor de bibliotecario que ejerzo a ratos, por infundir un poco de variedad a mis rutinas laborales, hay momentos de desánimo contra los que de nada valen las prevenciones asumidas de antemano: por ejemplo, cuando les pongo tejuelo y número de registro a uno de esos libros que sé que nadie va a leer jamás; y al que, sin embargo, no puedo negarle su lugar en el orden cerrado de la biblioteca; porque una biblioteca sin ciertos libros sería como ciertos bosques sin la presencia de determinadas criaturas al borde de la extinción. *** A Hondo , el melancólico western de John Farrow en el que echó una mano John Ford, apenas se le nota que fue rodado con esa técnica fotográfica que buscaba la ilusión del relieve, y cuyo logro más característico era que ciertos objetos lanzados contra la pantalla hacían el efecto de traspasar la misma e ir a estrellarse contra el espectador. Como si uno fuera al cine, en fin, para que le lanzaran puñales o puñetazos a la cara. La p

ZÁNGANO

Si uno contrapone lo que esta sociedad dice querer transmitir a sus jóvenes y lo que realmente transmite, la distancia descomunal entre lo uno y lo otro revela bien a las claras la inoperancia de los mecanismos de transmisión, o el sinsentido de llamar "educación en valores", o como quiera llamársele, a lo que es simplemente un vacuo bombardeo de eslóganes propagandísticos, contra los que la población aprende a blindarse rápidamente. El nihilista contemporáneo tiene ya el perfil que corresponde a los estímulos que ha recibido: su emblema es el zángano, mantenido por el Estado o por un modelo familiar degenerado, que sólo asume como función propia la de proporcionar guarida y pesebre a sus cachorros y afines. Entre los que a veces, como demuestran ciertos acontecimientos recientes, se cría un asesino. O toda una camada.

RETAMAS

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A las retamas, cuando no están demasiado concentradas, les pasa lo que al majoleto o espino albar: su olor se intuye, más que se siente. Y cuando aciertas a percibirlo con claridad, se tiene la sensación más bien perturbadora de haberle arrancado un secreto a quien no deseaba revelarlo. *** Lo más llamativo de las páginas que Morla Lynch dedica a los aciagos meses finales de 1934 es cómo en ellas se alternan las frivolidades mundanas (excursiones, comilonas, soirées literarias, etc.) con las noticias de la espeluznante violencia política. Lo que quizá se explica porque también la violencia, en determinados ámbitos (y, sobre todo, en los ambientes intelectuales que frecuentaba este diplomático chileno) gozaba de una cierta consideración de frivolidad mundana, de buen tono. Sólo así se explica los afanes de tanto señorito por declararse partidario de un extremo u otro. Más o menos, lo que hacen ahora muchos vástagos de la clase media con respecto a ciertos movimientos protestatarios. Má

BILLY BONES

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No se me va de la cabeza esta escena que presencié el viernes, en el tren de Cádiz a Sevilla. En Lebrija sube una mujer con aspecto desastrado y expresiones y movimientos de persona -digámoslo así, a falta de la bendita precisión cervantina- privada de sus facultades. No debe de tener más de treinta o treinta y cinco años, aunque es difícil asegurarlo. El revisor, que se ve que la conoce, la acoge con ironía benevolente: "¿Otra vez aquí? ¿A que tampoco hoy has comprado el billete?". La aludida, cuyo destino es Dos Hermanas, dice que no tiene dinero y que está mala del pecho. "Anda, anda, siéntate por ahí y no te muevas mucho". La mujer recorre el vagón, dejando a su paso un inconfundible tufo a miseria. Se sienta al final. Al rato la oímos vomitar. Levanto la cabeza, por si veo al revisor. Pero reconozco que no me atrevo a hacer lo debido en estos casos, que hubiera sido levantarse e interesarse por la suerte de la enferma. Al rato, la mujer se levanta, con el mism

EL TORNADO

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El tiempo se puso feo y saltó la alarma: había riesgo de que se produjera un tornado en nuestras costas, como el que había tenido lugar días atrás en Málaga, que había arrancado tejados de edificios y provocado importantes trastornos. Se tomaron, por tanto, las medidas pertinentes. Se evacuaron colegios y centros de trabajo. Se cruzaron mensajes entre angustiados y noveleros entre quienes emprendían el camino de vuelta y quienes les esperaban en sus casas. Y no había pasado ni media hora desde el inicio de este zafarrancho desacostumbrado, cuando el sol asomó entre las nubes y alumbró a los grupos de ciudadanos que, lejos de sentir miedo y encerrarse, se habían congregado en las playas para ver el prodigio. Y ahora sí, ahora la gente definitivamente volvía a sus casas, decepcionada, con la sensación de que este gobierno, o este ayuntamiento, o Dios sabe qué eslabón de la cadena administrativa, nunca da lo que promete. Mejor así, claro. Y quizá no habría que hablar más del asunto, si no

LA ALCOBA DEL FETICHISTA

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Primavera anticipada, con resabios de frío en las esquinas expuestas a vientos cruzados y en los rincones sombríos. Uno, con su faringitis crónica a cuestas, sigue saliendo de casa con el cuello bien abrigado. Pero todas estas muchachas que ya empiezan a descubrir sus brazos y piernas no son, evidentemente, de la misma opinión. *** No lo es, desde luego, esta chica minifaldera que, en el autobús semivacío de media mañana, sostiene una lata de refresco, que adivino muy fría, entre sus muslos, mientras mueve los labios sin emitir sonido, como siguiendo las melodías que le susurra al oído el aparatito de música que le cuelga del cuello. De imágenes así debe de estar empapelada la alcoba del fetichista. *** Hoy las colas que se han adueñado de las calles desde que empezó la crisis tienen un aspecto menos tétrico. De todos los remedios universales que se han probado contra la pobreza, el sol sigue siendo el único efectivo.

BURROS

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Y pensar que "lencería" viene de lienzo, y evoca, en su primera acepción, el olor áspero y limpio de las sábanas y el buen orden doméstico. *** Sólo en una cosa estoy de acuerdo con los republicanos declarados que conozco: a mí tampoco me gusta la monarquía. Todo lo demás lo tendríamos que negociar. *** Me dejo llevar a una de esas absurdas conversaciones en las que uno acaba alardeando de haber visto el reparto de gaseosas en carros tirados por burros, y de no haber conocido un cuarto de baño propiamente dicho hasta casi tener uso de razón. No sé por qué presumimos de estas cosas. Tal vez por el prurito de haber atisbado un mundo que los más jóvenes ni siquiera imaginan. Y por pensar, más o menos inconfesadamente, que tales antecedentes nos justifican, aunque no sé de qué. *** Cuánta atención hay que dedicarle a alguien para escamotearle el saludo. Porque la máxima de "a nadie se le niegan los buenos días" obedece, ante todo, a un principio de comodidad.

TOO GOOD

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Han puesto en las mamparas de las paradas de autobuses unos anuncios de lencería. Y me he acordado de ese poema de Philip Larkin que describe un cartel de esta clase y, después de constatar las injurias que en él van causando los elementos, los gamberros, etc., concluye diciendo que era too good for this world . El que yo vi esta mañana, a eso de las siete y media, también era demasiado bueno para este mundo. O, al menos, para esta hora y este lugar concreto: todos los que estábamos en la parada veníamos embozados en nuestras prendas de abrigo, muchos con la boca tapada por una bufanda. Algunos tosíamos. Había unas cuantas mujeres, y hasta puede que alguna fuera guapa, pero a esta hora todas daban la impresión de andar como destempladas y de tener los párpados pegados. Al lado de ese triste panorama humano, la visión de esa mujer irreal, turgente y luminosa, ataviada con lo que parecía ser la más fragante y delicada de las lencerías, venía a ser una especie de sarcasmo. Si el anuncio i

CALDO

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Antes de ponerse uno el termómetro, la enfermedad sólo es una sensación por confirmar. Y a veces, sobre todo ante ciertos malestares comunes que parecen llegados expresamente para dificultar la sagrada rutina, es mejor no darse por enterados de su presencia. *** Pero lo que no puede evitar uno es esa curiosa textura que adquiere el mundo a ojos del afiebrado. En general, es un mundo mejor, pintado con colores más suaves y hecho como para ser tratado más despacio, o para no darle importancia a lo que, por rápido, se te escapa. También hay lecturas que parecen especialmente indicadas; y otras que, como la poesía demasiado leve y punzante -la de Emily Dickinson, por ejemplo- hay que evitar, porque sus insinuaciones, a poco que uno se descuide, terminan multiplicándose y amplificándose en los duermevelas del enfermo, y convirtiéndose en pesadillas. *** Ah, el don de las sopas blancas. No es posible hacer un caldo de puchero sin ponerle un poco de amor.

CARCOMA

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En medio del nublado, una grieta de sol, por la que la luz del atardecer irrumpe en el paisaje y se posa justo sobre el valle y castillo de Tavizna, que desde la carretera se ven teñidos de rojo, en contraste con los tonos grisáceos del entorno. Un poco frívolamente, pienso en Infierno de cobardes , la película de Clint Eastwood en la que el personaje interpretado por éste hace pintar todo un pueblo de rojo, para desconcertar a unos bandidos que piensan atacarlo. Un poco más adelante, el efecto ya ha desaparecido, y M.A. comenta que, a esa hora de la tarde, el mundo es blanco y negro. Cierto. Pero recuerdo entonces que, a primera mañana, justo antes del amanecer, es azul. *** Este cuadro ha hecho un doble viaje de ida y vuelta. La carcoma atacó uno de los listones de pino con los que lo había enmarcado su autor. Descubrí la injuria ya en casa, semanas después, cuando me disponía a colgarlo: se ve que el bichito había incubado en la bolsa de plástico en la que la pintura había estado en

FISONOMÍAS

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Todavía se habla de la comparecencia televisiva del presidente del gobierno ante un grupo escogido de ciudadanos elegidos expresamente para la ocasión. Se discute la pertinencia de las preguntas de éstos o el contenido de las respuestas presidenciales. Pero a mí lo que me mantuvo atento al cansino desarrollo del ritual no fue ni lo uno ni lo otro, sino la fascinación que siempre ha ejercido sobre mí el mero despliegue de una serie más o menos amplia de fisonomías. Y más, cuando se afirmaba que las de los cien ciudadanos allí congregados representaban con toda exactitud la compleja variedad de la población española. Estudié esas cien caras con la máxima atención. No dudaba de que todos mis rasgos sociológicamente significativos debían de hallarse representados en esa respetable muestra. Efectivamente, entre esos ciudadanos los había varones, como yo; había no pocos cuarentones, imagino que aquejados de las mismas perplejidades y melancolías de uno; y los había, también, con estudios y p

PIPANDO

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La primera vez que leemos un libro, no hacemos otra cosa que acopiar, como cuando los camellos beben agua para almacenarla en la joroba. Ya llegará el momento en que nos aproveche. Y habrá que esperar a la segunda lectura, por lo menos, para paladearlo, como un vino. *** Han venido a inspeccionarme. Lo que me parece muy bien, porque no hay trabajo que no sea susceptible de degenerar en mera pantomima de trabajo, especialmente cuando quien paga es el erario público. Pero lo curioso del caso es que, bien mirado, un inspector sólo se ve plenamente justificado cuando descubre una irregularidad: cuando, por ejemplo, sorprende al empleado leyendo el periódico, o le dicen que salió a desayunar hace horas y todavía no ha vuelto. Cuando no, la situación que se produce es más bien embarazosa, y se resuelve en cumplidos forzados o en frases de puro trámite, que traslucen bien a las claras el azoramiento del importuno, por una parte, y la sensación de agravio del importunado; y también puede pasar

CASI METAFÍSICA

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A diferencia de otras manifestaciones de la meteorología, que tan bien se corresponden con determinados estados de ánimo, el frío va más allá: es una concepción del mundo. Y en estos días de tiempo caprichoso e inconsecuente, casi echa uno de menos esa seriedad casi metafísica del frío verdadero. *** Ese pesimismo -me dice M.A.- es que hace días que no te da el sol. *** En ciertas personas de pasado estalinista, llama mucho la atención que sigan siéndolo incluso en ámbitos que poco o nada tienen que ver con la acción política, o cuando la que ejercen nominalmente en la actualidad se ha despojado ya formalmente de los caracteres del estalinismo. Por eso abundan tanto, no sólo en los partidos de derechas (donde ejercen una especie de estalinismo a la inversa) y en los socialdemócratas (donde, todo hay que decirlo, se les recibe mejor), sino también en los consejos de administración de las empresas privadas, en las asociaciones de vecinos, en los claustros escolares. Y su modo de actuació

IMPOLUTO

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Para los que tenemos cierta afición a la glosa -y qué literatura no lo es-, un libro como El arca de las palabras no deja de ponernos en el poco airoso trance de tener que reprimirnos, porque hay brevedades que, glosadas, lo pierden todo. Como ésta, por ejemplo, que copio aquí (y será la última vez, por lo que dije ayer) en homenaje a K. y al gato del autor: "Hay cosas de las que nunca se habrá dicho la última palabra: la luna, la rosa, el gato". *** Quizá nevó tanto el domingo para tapar con un manto impoluto aquella ignominiosa meada que vimos echar a un vagabundo contra un contenedor de basura en plena calle Ventura Rodríguez, el sábado por la noche. *** Nadie tan exhibicionista como ese cormorán que se sumerge en el agua a nuestro paso por el puente, y que aguanta sumergido lo suficiente para que nosotros, llevados por el autobús, no podamos constatar su salida de nuevo a la superficie, y nos quedemos en la duda de si no se habrá excedido en el alarde.

IZQUIERDA

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Visto desde el tren, este poblachón manchego, a medio camino entre Madrid y Cádiz, da pánico. No imagina uno peor suerte que ser abandonado aquí. Pero no descarto que esta impresión sea un espejismo, y que el pueblo pueda encerrar insospechados atractivos. De ser así, deberían demandar a la RENFE. *** Distinto sería que te obligaran a bajar en medio de este páramo melancólico, tal hora como ésta, y te dejaran como únicos recursos un yelmo abollado, una adarga, un rocín viejo y flaco. Y un simpático escudero. *** Oído ayer por la mañana en una panadería madrileña: -De esta nevada nos cargamos a la ministra. -No caerá esa breva. *** Pero aquella nevada, dicho sea con todos los respetos hacia quienes desean desbancar a algún miembro del gabinete, no traía consigo ningún programa político. Vista desde la calle Martín de los Heros, ponía un noble telón de distancia y fantasía entre el balcón del sañudo edificio en el que habíamos dormido y las desabridas rectas de la mole que alberga el com