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Mostrando entradas de marzo, 2009

NOVELA SOLIPSISTA

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Noche mal dormida. Y me acuerdo de J.A.M., en la misma tesitura el domingo pasado (aunque por distintas razones), con la mirada turbia y la voluntad puesta en el propósito de dar algunas paladas a su huerta, en medio de una mañana que, por lo turbia y desabrida, parecía una proyección de la borrasca emboscada en su entrecejo. Y cada palada que daba, cada piedra que enderezaba, era como una rectificación de ese mal ánimo. *** Llama uno a Fulano, le pide parecer a Mengano, teje y desteje la trama de las relaciones sociales y humanas a las que habrá de renunciar y las que habrá de reconstruir si, finalmente, las decisiones tomadas llegan a buen término... Y como todo esto sucede mientras leo A la sombra de las muchachas en flor , siento respecto a este libro lo que sentí, en la adolescencia, cuando leía Un amor de Swann y me parecía que ese desencantado análisis del amor maduro describía punto por punto el desordenado batiburrillo de mi sentimentalidad de entonces. Nada más lejos de la r

MAJOLETOS

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Han florecido los majoletos (o majuelos, como dice el traductor de En busca del tiempo perdido ; o el espino albar, como dice el Romancero). Son lo más parecido que nuestro paisaje tiene al cerezo japonés; excluyendo, en fin, a los propios cerezos indígenas, que aquí no tienen ni la simbología ni la importancia iconográfica de sus hermanos del Extremo Oriente. Claro que tampoco los de allá tienen, en fin, esta sugestión narcotizante que emana del majoleto florecido, y que contribuye no poco a que los parajes en los que florece adquieran, para los sentidos de quienes los recorren, una cierta condición de lugares previamente visitados en sueños. *** Estado de ansiedad ante la necesidad de tomar ciertas decisiones importantes respecto a un posible cambio laboral. Se suceden todas las fases de este sentimiento: la impaciencia, primero; la sucesión de impulsos impremeditados; el sentimiento final de conformidad, casi de fatalismo, respecto a lo que resulte... Conoce uno bien el cuadro. Y lo

MALETAS

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Un millón doscientas mil maletas perdieron las aerolíneas en todo el mundo en el año 2007… Ve uno un titular como éste y se le acelera el pulso: por qué escribir sobre la crisis, sobre la corrupción política o sobre los flagrantes casos de maldad humana que acongojan el ánimo de quienes leen periódicos, cuando, sin salirse de lo que es noticia, puede uno lanzarse a imaginar nada menos que el millón largo de novelas no escritas que encierra esa cantidad ingente de maletas perdidas. Vivimos bajo el mito de la individualidad, y creemos firmemente que todo aquello que tocamos se convierte en un testimonio irrebatible de nuestro paso por la tierra. Y si nuestros propios desechos nos retratan (hasta el punto, en fin, de que ya hay municipios en los que la policía registra la basura para identificar a los autores de ciertas infracciones), cómo no íbamos a dar por sentado que aquello que elegimos llevar con nosotros en un viaje no había de ser sino un compendio de nuestros gustos e inclinacion

EN EL FONDO

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En la presentación de Partes de guerra , la espléndida antología de cuentos sobre la guerra civil que ha compilado Ignacio Martínez de Pisón, afirma éste que muchos autores competentes que vivieron y escribieron en España durante el franquismo fueron víctimas, con la llegada de la democracia, de una especie de pacto de silencio, que les llevó a desaparecer de la primera plana de la actualidad literaria, primero, y luego de las librerías, donde ya son prácticamente inencontrables. La nómina incluye a autores tan notables como Jesús Martín Santos o Francisco García Pavón, y engloba ya a otros que, como Delibes, siguieron escribiendo con éxito en los primeros lustros de la democracia, pero que, tras la inevitable ralentización de su producción en los últimos años, empiezan a sufrir el destino común de su generación. Le faltó a Ignacio señalar que de todos estos autores es fácil encontrar títulos en las librerías de viejo; y que son ellas las que, en estos tiempos de reivindicación de la &

GAFAS

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Foto de A.N. por Daniel Mordzinski Lo pensé la última vez que coincidí con él, hace un par de semanas, y lo pienso ahora, al saber que le han dado un importante premio de novela: no hay escrito de Andrés Neuman (como los poemas que leyó en la ocasión a la que me refería antes) que no esté tocado del don de la gracia, o del encanto, o de la felicidad, o como queramos llamarlo. En eso (y tal vez por influencia de su filiación granadina) me recuerda a Lorca, tal como lo evocan quienes lo trataron: juvenil e insólitamente maduro; inteligente y dueño, a la vez, de una simpatía y un encanto personal que parece aligerarle a la inteligencia su carga de gravedad; en la moda y ligeramente fuera de ella... Por eso me alegro de que le vaya tan bien, de que sus dones sean apreciados, de que su talento luzca. Enhorabuena. *** Y como si algunos sucesos recientes despertaran en la mente una cierta capacidad de encontrarles eco en cualquier circunstancia, por desconectada que parezca de esos sucesos, l

SE REBLANDECE

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Los adultos somos los últimos en enterarnos; los chicos lo sabían todos ya, gracias al Tuenti y a otros artilugios de esa sociabilidad suya, tan denostada por los mayores, pero tan eficaz, para lo bueno y para lo malo: uno de ellos -ésa era la noticia- había tenido un accidente de moto la tarde anterior, y amanecía en la U.C.I. del hospital, bajo los efectos de un coma inducido... El chico, todo hay que decirlo, pertenece a esa rara especie que goza del aprecio simultáneo de sus compañeros y de los adultos. Inmediatamente se crea ese extraño clima en el que se mezcla el nerviosismo que no encuentra palabras con el afán opuesto: el de explicar lo poco que se sabe, y pormenorizadamente, una y otra vez. Quienes hacíamos semanas, puede que meses, que apenas cruzábamos palabra, en virtud de esas diferencias aparentemente insalvables que a veces crecen en lo más nimio, intercambiamos informes por la escalera. Y extraña un poco comprobar, una vez más, cómo la desgracia singulariza, y cómo, po

CHAMPÚ

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Le pregunto al quiosquero, por mero protocolo, si el diario trae película hoy. Y el quiosquero, muy digno, me dice: "No, lo que ha venido hoy son estas películas eróticas", como dando por sentado que a un parroquiano tan aparentemente serio y respetable como yo no le interesan esas cosas. Para su sorpresa, le digo que me enseñe la de hoy. Me muestra la carátula: El imperio de los sentidos . Y como uno le tiene cierta ley a esa desnortada película de pasiones desaforadas, le digo, para su sorpresa, que me la voy a llevar. "Dos euros diez", me dice, en tono ofendido. Debo de parecerle un degenerado. Y allá que voy, con el periódico bajo el brazo y cierta sensación de culpabilidad: no por haber comprado la película (que, al fin y al cabo, distribuye el respetabilísimo periódico El País), sino por haber incurrido en este acto de autocomplacencia, en honor a quien fui que cuando, en compañía de otros que tal bailaban, nos apretujábamos en el incómodo cineclub local para

REBAJAS

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Ahora que somos más pobres, todo está más barato. O, mejor dicho, los precios han bajado lo justo para mantener la necesaria distancia relativa entre la capacidad de compra del cliente y el afán de enriquecerse del vendedor. El precio debe ser el máximo que el comprador esté dispuesto a pagar sin rebasar ciertos límites. Por eso hay tantos artículos cuyo importe acaba en nueve, o en noventa y nueve: si lo redondearan, entraríamos en una dimensión psicológica distinta, la que implica pasar de cincuenta y tantos euros, pongo por caso (aunque el pico sea de nueve con noventa y nueve) a sesenta, lo que supone convertir una diferencia real de apenas un céntimo en otra, subjetiva, de diez euros, que es a lo que equivale cambiar un dígito por otro en el lugar de las decenas… Con todo, el síntoma más evidente de la creciente apatía económica en que vivimos parece ser la mera resistencia del ciudadano a gastar, a consumir, a endeudarse de por vida para adquirir cosas que no valen ese esfuerzo.

SANTO

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Últimos retoques a las pruebas. Si hay un momento en el que uno tiene alguna confianza en los libros que escribe, es éste: cuando los ve recién duchados y vestidos, limpios de polvo y paja, como quien se dispone a salir a la calle en una mañana de primavera... Luego, a lo mejor va y les cae un chaparrón. Pero eso es otra historia. *** ¿Qué celebra uno cuando celebra su santo? Quizá la momentánea suspensión del hecho de que, en otras circunstancias, no encontraría uno ningún motivo fundado para invitar a desayunar indiscriminadamente a todo el mundo... En esto, el calendario católico funciona como esos cinco minutos de fama que Warhol quería asignarnos a todos. Sólo que, en este caso, ese intervalo de relativa notoriedad, de palmaditas en la espalda de los compañeros, besos de las compañeras y pequeñas atenciones familiares dura un día entero. *** La gata K. ha vomitado por todo el pasillo. A saber qué porquería habrá comido esta noche. La encuentro agazapada, contrita, debajo de un mue

RUINAS

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Lo peor, en el caso de que este autobús naufragara (no me pregunten cómo) cerca de una isla desierta, y que quienes viajamos en él nos viéramos en el difícil trance de establecer en ella una sociedad de nueva planta, sería el capítulo bibliotecario: ¿cómo sobrevivir con una colección compuesta por un título de Pombo, otro de Saramago, éste de Proust? Con libros tan mal avenidos, qué futuro se le puede augurar a esa sobrevenida colonia de náufragos, en la que no tardarían en surgir las disidencias. *** La fatigosa tarea de dar un último repaso a las pruebas de imprenta de mi novela me tuvo ayer apartado de este cuaderno. Con el que ya tengo una especie de adicción: no poder recalar en él me causó una ansiedad palpable, y la sensación de que lo que dejaba de apuntar (la tarde de anteayer, rica en impresiones; más observaciones sobre mi lectura de En busca del tiempo perdido ; e incluso algunas notas de trabajo sobre la novela y sobre el propio proceso de corrección de pruebas en el que

ERRORES INDUCIDOS

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Los errores que más lamenta uno son los inducidos por alguna inseguridad propia. Y eso explica lo de ayer. Siempre me ha llamado la atención lo poco que me gustaba la traducción de En busca del tiempo perdido que hizo Pedro Salinas; pero ayer, cuando fui a consignar esa opinión aquí, tuve el escrúpulo de confirmar el dato: y lo que me saltó a la vista, en la página de copyrights de la edición en Salvat de Unos amores de Swann (la novella casi independiente que se incluye en el primer tomo de la obra proustiana) fue el nombre de los herederos de Salinas. Por un prejuicio fácilmente explicable, creí que era yo quien hasta entonces había estado equivocado respecto a esa autoría, y que el habitualmente lúcido poeta y crítico no era el responsable de la versión objeto de mis reproches. Naturalmente, no es que abrigue ningún prejuicio contra los herederos de Salinas, pero sentí alivio al descargar en ellos la culpa que no quería atribuir al poeta. Un lector de este cuaderno tuvo a bien re

COGOLLITO

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"Tenía en el alma esa falta de agilidad que algunas personas tienen en el cuerpo" (Proust, a propósito de Swann enamorado). *** Y, hablando de esta nueva traducción de En busca del tiempo perdido , a cargo de Carlos Manzano: es mejor que la casi agramatical versión que firmó Pedro Salinas, y de cuyos múltiples errores no me atrevo a acusarlo, porque, como es evidente por otros escritos suyos, era dueño de una prosa correcta y ágil... Pero echa uno de menos algunas ocurrencias de esa traducción: por ejemplo, la de llamar "cogollito" a lo que en esta otra llaman el "pequeño clan" de los Verdurin. *** Siempre que cuento un chiste me paso luego tres días penando por ello. Y es que uno no aprende a resignarse a la carencia de determinadas habilidades sociales. *** Gran Torino , la última película de Clint Eastwood, o cómo plantear un asunto perteneciente a la agenda de lo "políticamente correcto" con los recursos, guiños y maneras del cine más incorre

VENIDOS A MENOS

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¿Y si todo este ánimo de crisis no fuera más que la consecuencia de un invierno largo y sombrío? ¿Y si, ahora que parece que han cesado los temporales y el buen tiempo promete durar, la gente se decide a salir, escamondada y sonriente, como quien estrena ropa nueva, y se anima a comprar una corbata aquí, un helado allá, unas entradas para el cine o para un concierto, o un frasco de colonia a granel, de ésa que se usa cuando, más que dejar tras uno una pegajosa estela de animal en celo, sólo se pretende oler a honradez y a limpieza? Por poco se empieza, y no descarto que a esa primera jornada de optimismo primaveral, serena y ordenada como un día de elecciones, sigan otras en las que esas mismas personas, más confiadas aún, se acerquen a una inmobiliaria, por ejemplo, a preguntar (sólo a preguntar) el precio de ese pisito en el que la vida con sus seres queridos sería un poco más ventilada y luminosa… En tiempos de crisis se tienen fantasías como éstas, dignas de un argumento de Frank C

CON PAPELES

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Con apenas treinta años, este joven escritor ya tiene a sus espaldas una brillantísima trayectoria, cuajada de logros. Así lo constata el escritor algo mayor que él que lo presenta, y al que, no obstante, se le escapa el adjetivo "prometedor", que parece inevitable cuando se habla de un autor de estas características. Aclara de inmediato que no se refiere a que éste no haya deparado ya obras plenas y maduras, sino a que, dada su juventud, cabe preguntarse "a dónde llegará". Es una presentación justa y elocuente. Pero a mí me deja pensando en el significado de ese "prometedor", y en que no hay autor que, a sus veinte años, y hasta a sus veinticinco y treinta, no lo haya oído alguna vez, o muchas veces. Naturalmente, cuando un libro se publica y se ofrece al público, no se hace con la intención de que éste aprecie lo que esa obra pueda tener de promesa, sino lo que en ella debe haber de definitivamente logrado y valioso por sí mismo. Nadie más convencido de

VICIOS

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Ese extraño alfabeto, entre cuneiforme y cirílico, en el que están escritos todos los libros que, inadvertidamente, abrimos del revés. *** A todos se nos divide el universo en "el lado de Swann" y "el lado de Guermantes", según el día o el estado de ánimo con el que salgamos a su encuentro. Sólo que no todo el mundo necesita siete tomos de apretada prosa y toda una vida para contarlo. Y ellos se lo pierden, porque es de estas constataciones elementales de las que suelen salir las únicas obras que merece la pena escribir y leer. *** Una doble mentira: "¿Vicios? Todos. Ninguno..." (Manuel Machado). Vicios: los estrictamente necesarios; que no son pocos, ni muchos, pero siempre parecen demasiados.

DESTINO DESCONOCIDO

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Me cuenta M.A. que en la medina de Tetuán hay una calle que llaman "de los pobres", porque en ella se vende, barato, lo que nadie quiere: la fruta un poco picada, las verduras pochas, lo que está a punto de pasarse. Con cuatro desechos siempre puede aviarse una comida. Y cuánta dignidad en esta pobreza que todavía se rige por principios de mercado, y en la que unos céntimos todavía significan la posibilidad de comer caliente. *** He impreso los dieciséis folios que ocupa la liste de personnages que la Wikipédia francesa (¿no tendría que ser Wikipédie ?) incluye en la entrada correspondiente a À la recherche du temps perdu . Más que nada, porque me ha divertido la curiosa advertencia que el redactor anónimo de estas páginas dirige al lector "que no haya tomado notas" en las primeras fases de su lectura. Y porque, por el mero hecho de tener a mano esta especie de guía, me siento como en los lejanos tiempos en que, para no perderme en la lectura de Cien años de soleda

SIN SABER

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Frente a otros momentos de incertidumbre económica y social, en los que el sentimiento predominante era el de que unos tenían que destapar o denunciar lo que otros celaban, y viceversa, el estado de ánimo que parece imperar ahora es el de desconcierto compartido. Los empresarios, oigo, dicen que, en caso de que se convocara una huelga general "contra la crisis", se sumarían a la pancarta que encabezara esa hipotética protesta; pero -añaden- sin saber contra quién va dirigida. Y creo que dicen la verdad. *** La eclosión de un lector. Hoy esta casi niña que en los últimos dos años ha devorado colecciones enteras de literatura juvenil viene a pedirme Cumbres borracosas , y se muestra decepcionada cuando le digo que no lo tengo... Naturalmente, esta misma tarde me echaré a la calle a buscárselo. Ignoro los mecanismos secretos por los que se pasa de leer esas noveluchas oportunistas, plagadas de tópicos, que hoy ocupan la mayoría de las colecciones literarias para jóvenes, a leer

APIO

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La función del apio en la ensalada Wardorf: hacer que el bocado cruja mientras se mastica. Igual que la de ciertas palabras en la prosa de algunos escritores. *** La pintura de J.A.M.: el empeño de acotar un mundo propio . Me comenta el otro día que quiere ampliar esa pesquisa al campo histórico: documentar ciertas tradiciones locales, o determinados hechos entre históricos y legendarios que pesan sobre la memoria local... Lo oigo con interés, pero le digo que no veo posible dar ese paso sin retroceder a la pintura de hace ciento cincuenta años, por lo menos. Seguramente de las vanguardias hemos aprendido muy poco, casi nada. Pero todo ese juego, a veces suicida, con los fundamentos del arte nos ha enseñado a darles a las obras concretas un valor, diríamos, más conceptual que representativo. Y ese aprendizaje es válido incluso para nuestra lectura del arte anterior a las vanguardias: apreciamos en cualquier cuadro el problema técnico que resuelve y su indagación en ámbitos que exceden

EXILIADOS

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A algunos puede que les moleste. Pero el hecho es que, si ya a las patrias grandes les cuesta mantener la fidelidad de sus respectivas clientelas, a las chicas no digamos. Para consternación de quienes creen que el mundo termina en los límites de su barrio o en el confín del término municipal, hay quienes alegan motivos de mero bienestar para sentar sus reales en el hasta ayer odiado o despreciado barrio o municipio vecino, sin prejuicio de que sus intereses sigan estando en su lugar de origen: el mundo se ensancha notablemente cuando uno acepta tomar todos los días un autobús Lo mismo puede decirse de esas grandes ocasiones de reafirmación local que son las fiestas: igual que existe un sector de población que se desvive por ellas, hay otro que las detesta de todo corazón; y que, antes de pasarse varios días sin conciliar el sueño, o pisando calles infectas, o viendo como la rutina cotidiana e incluso algunos servicios públicos esenciales quedan irremediablemente alterados, prefiere ap

MURMANSK

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¿Por qué molesta menos el estruendo de una hormigonera, pongo por caso, que la radio del vecino? Porque lo primero pertenece a la esfera de lo ajeno inevitable, como el ruido del viento o el rumor de una multitud en una playa; mientras que lo segundo no puede verse sino como la intromisión de una intimidad en otra. Y eso sí que fastidia. *** Este coleccionista de radicalismos irredentos: hasta ayer, venía al trabajo con una camiseta en la que se veía a Bush con una nariz de payaso (que tenía su gracia, todo hay que decirlo); y hoy, en sintonía con la actual coyuntura política, viste una camiseta del Atlético de Bilbao. *** De todas las películas de guerra podría decirse que las invalida el hecho de que conocemos de antemano su final: la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, la perdió el totalitarismo nazi y la ganaron las democracias liberales en coalición con el totalitarismo estalinista, por lo que cualquier película en la que aparezca algún episodio, real o ficticio, de esa guerra te

PAN CON PAN

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La lectora de hoy (¿quién ha dicho que no se lee en este país?) lleva sobre el regazo una biografía de Lennon. Pero, a diferencia del aplicado lector de Sófocles con quien coincidí ayer, no logra enfrascarse en su libro, y al cabo prefiere contemplar el paisaje. Y uno, metido en lo suyo y todavía bajo los efluvios de la magdalena mojada en tila o café que empezó a deshacérsele en el paladar cien páginas atrás, la compadece. No por una cuestión de jerarquías literarias: cada uno es muy libre de leer lo que le parezca; sino por la genuina impresión de que enfrascarse en una desabrida vida contemporánea en medio del desabrido paisaje suburbano, también contemporáneo, que atraviesa este autobús es como comer pan con pan. *** Coloco en el estante de novedades El espectador , de Ortega y Gasset, en un bonito volumen en papel biblia que encontré en un baratillo, y que he traído a mi biblioteca escolar en atención a una compañera que me lo había pedido encarecidamente. Qué raro y solo veo este

LA NOVELA DE K.

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La errata salta donde menos se la espera: "Girar en el sentido de la fecha " (por flecha , supongo), leo en el mando de apertura de la salida de emergencia del autobús. Y uno, que en cuestión de fechas suele ir siempre un poco a contramano, siente que el aviso va por él. *** K. ha saltado a la mesa todavía sin quitar -acabo de levantarme de la siesta- y se ha llevado consigo una tira de piel de pez espada con un buen trozo de carne pegada a la misma -C. aprovecha muy mal el pescado-. Consigo arrebatarle la presa antes de que salga con ella de la cocina y lo ponga todo perdido. Lo hago con pena: este momento de quitar la mesa es el único de genuina emoción en su vida de gata hogareña, y estas presas arrebatadas deben de resultarle mil veces más sabrosas que el pienso que tiene siempre a mano. *** Y, hablando de robos: de la biblioteca escolar de la que me ocupo han desparecido tres películas: Alatriste , Troya y King Kong . Paso toda la mañana disgustado por el incidente. Del

HASTA LOS CUERNOS

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Creo que tiene razón José Miguel Desuárez en su Escritores y editoriales, modo de empleo (Hipálage, 2008) cuando afirma que "A todo escritor le vendría bien ser editor por un tiempo razonable". Sí, y también antólogo alguna vez, y crítico con cierta frecuencia, y director de suplemento literario, y hasta librero, si me apuran. Y, por qué no, el que da las subvenciones en tal o cual covacha administrativa. Sólo así se curará ese escritor de todas esas fantasías que le hacen soñar con un destino mejor que el suyo. *** Esa muchacha, de cerca, olía a toallitas higiénicas, de las que se usan para limpiar a los bebés. Lo que, no sé por qué, me inspiró una enorme e inesperada ternura. *** No he leído el relato de Scott Fitzgerald en el que dice estar basada El curioso caso de Benjamin Button . Ignoro, por tanto, si el asunto del que trata esta historia fantástica es abordado allí con la emotividad a flor de piel, tramposa a veces, que destila la película. Pero una cosa está clara:

EL FARDO

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La última mañana de mi estancia en la sierra -lo anoto ahora, antes de que se me olvide-, el pintor J. y yo hacemos una excursión a un cercano puerto de montaña. A este J., que es fumador empedernido, se le acaba pronto el resuello, y resulta penoso oírlo jadear durante buena parte de la ascensión, que no es difícil -una cuesta escalonada-, pero sí un tanto prolongada. Alcanzamos el puerto y nos sentamos cara al sol al pie del murete de piedra que delimita un antiguo horno de cal. Se ve el pueblo, casi al ras de nuestra mirada -el camino, antes de subir, descendía un buen trecho-, y también vemos unos buitres volando a la altura de nuestras cabezas. También nuestra conversación es sinuosa y oscilante, como el vuelo de esos buitres, y gira en torno a algunas cuestiones que J. y yo ya hemos discutido muchas veces, pero que, sin proponérnoslo, afloran siempre que estamos juntos. Esta vez, el punto de partida es la obra de J.A.M., pintor como J., aunque de muy distinto estilo, y con quien

MÁSCARAS

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Después de ver, en la noche carnavalesca, todos estos ramilletes de muchachas disfrazadas de gatos, o de gatas (que es el disfraz más simple, y más acorde con la naturaleza alocada de esa edad: maillot negro, medias negras, orejitas, bigotes pintados, rabo), cuando vuelvo a ver a K. le descubro no sé qué nueva faceta oculta de muchacha en flor. Ella, la gata, también se disfraza a veces. *** Estas lluvias repentinas de carnaval, empeñadas en limpiarlo todo. *** Y esas madres cluecas, que siempre disfrazan a sus bebés de polluelos. *** En todo grupo numeroso de enmascarados siempre hay uno que viene de cometer un crimen.