SIN SABER

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La eclosión de un lector. Hoy esta casi niña que en los últimos dos años ha devorado colecciones enteras de literatura juvenil viene a pedirme Cumbres borracosas, y se muestra decepcionada cuando le digo que no lo tengo... Naturalmente, esta misma tarde me echaré a la calle a buscárselo. Ignoro los mecanismos secretos por los que se pasa de leer esas noveluchas oportunistas, plagadas de tópicos, que hoy ocupan la mayoría de las colecciones literarias para jóvenes, a leer un rancio y respetabilísimo novelón que exige lo que podríamos llamar una puesta de escena interior, esa especie de predisposición favorable sin la cual permaneceríamos refractarios a los mundos anímicos e intelectuales que despliegan ante nosotros los sucesivos autores a los que vamos teniendo acceso. Esta chica posee ya esa predisposición, como yo mismo empecé a percatarme de que la tenía cuando, de buenas a primeras, en mi adolescencia, pasé de los libros de Enid Blyton a los de Cortázar o García Márquez (haciendo escala previamente, debo confesarlo, en algunos de Frederick Forsyth y otros autores de best-sellers de la época). Pero no sé en qué consiste ese proceso, que no se da en todos los lectores, y ni siquiera tiene que ver con el mero hábito de leer, que en muchos no implica nunca el impulso a ampliar el campo y a salirse de los caminos ya trillados.
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Y esta otra chica que, en el autobús, va leyendo... Cyrano de Bergerac, en verso. O quizá es que uno sólo ve lo que quiere ver.
Comentarios
Saludos.
Lo que sí es cierto es que para llegar a ser un buen lector, el único camino es ser primero un lector. Y esperar que se dé el misterioso paso, si así debe ser.
Quizás a esa jovencita le ha llegado la hora del ensimismamiento necesario, para darse cuenta, finalmente, de que lo mejor de la Literatura le esá esperando.
Un abrazo