ERROR HUMANO

En las películas de antes, que son un referente cultural tan bueno como cualquier otro, cuando un médico creía que no había hecho lo adecuado para salvar a un enfermo, o un abogado a un inocente, veíamos a ese médico o a ese abogado (o policía, o boxeador, o capitán de barco, porque ese drama tenía tantas variantes como oficios hay) entrar en una complicada crisis personal, que lo llevaba a recluirse en sí mismo, a romper con los suyos, a emprender un largo viaje de expiación y reencuentro… Pienso en esos viejos argumentos de melodrama ante ciertos preocupantes sucesos recientes. Y siento una enorme compasión, por ejemplo, por la enfermera que cometió el trágico error de ponerle a un recién nacido una inyección equivocada y fatal. Nadie está libre de cometer errores que puedan tener gravísimas consecuencias. Los hay de todas clases: domésticos, laborales, de tráfico. Y a casi todos puede buscárseles algún atenuante, porque no hay descuido o error tras el que no quepa apreciar cansancio