GRILLOS
Mientras charlamos animadamente en esta terraza a pie de playa, oímos cantar grillos. Y de pronto reparo en un detalle en el que hasta entonces no había pensado: ¿puede haber grillos en una playa? ¿De qué se alimentan? Porque hierba no hay, ni nada que se le parezca. Y entonces caigo en la cuenta de que a lo mejor no son los grillos, sino que es la propia noche, henchida de sí misma, la que canta. *** Tal vez a alguien pueda parecerle extraña esta afirmación, pero el hecho es que estas vacaciones me han parecido más largas que otras, y que, en su modesta variedad -los días de julio en casa, trabajando en mi nueva novela, el breve viaje a finales de julio, las semanas en la sierra, la vuelta a casa y el reencuentro con amigos- casi equivalen más a un periodo vital diferenciado, caracterizado por sus propios ritmos y estados de ánimo, que a una simple pausa entre dos cursos. Supongo que el hecho de cambiar de destino laboral contribuye a difuminar cualquier expectativa de mera reanudació