SIMETRÍAS

Primero me llama el librero J.M., para decirme que tiene allí delante, en su local, al personaje que hemos dado en llamar el libridinoso , por una anécdota que conté en su día en este cuaderno, y que se publicó en mi libro Señales de humo . Debe de ser un hombre bienhumorado, y por eso el librero no ha dudado en decirle que la referida anécdota anda en papeles, e incluso se ha decidido a regalarle el libro... Me llama para decírmelo, e incluso me pasa el teléfono para que yo pueda saludar al aludido. Con lo que me siento casi como Unamuno cuando decidió presentarse él mismo en las páginas de Niebla , su famosa nivola , e interpelar directamente a sus personajes. Y aún me dura esa sensación de divertida extrañeza cuando, por la tarde, me decido a hojear la nueva entrega de los diarios de A.T., que recogí esa misma mañana en correos; y, para mi sorpresa, me saltan a la vista unas páginas en las que se habla de una visita que ese escritor hizo a Cádiz en el 2002, y se menciona al buen am