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Mostrando entradas de diciembre, 2009

UN ESPEJISMO

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Le ha ido uno tomando cariño a U., el pueblo grande más cercano a éste en el que pasamos nuestros días de vacación. Al principio bajábamos a U. por razones exclusivamente utilitarias: para comprar todo aquello que no encontrábamos aquí. Eran visitas un poco accidentadas, que nos obligaban a circular con el coche por calles normalmente muy congestionadas, y a perder mucho tiempo en buscar aparcamiento. Luego, los ires y venires de la plaza de abastos al supermercado, de éste a la ferretería, de la ferretería al quiosco de prensa. Volvíamos de esas salidas agotados, estresados, y con el propósito firme de no repetirlas en semanas, si nos era posible. Pero poco a poco, ya digo, he empezado a tomarle cariño a este poblacho grande y un sí es no es destartalado, pero muy laborioso y serio para sus cosas. También, en los años que llevamos frecuentándolo, hemos descubierto su casco antiguo, que es uno de los caseríos más bellos de la Sierra, y que, frente a la zona comercial, respira una calma

LO PRINCIPAL

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Con tanta literatura, casi olvido anotar lo verdaderamente importante. Por ejemplo, la bajada al arroyo el sábado pasado, después de almorzar. Fuimos J.A.M. y yo, mientras las mujeres hacían la sobremesa. Las piedras del camino, normalmente sucias y polvorientas, estaban relucientes y, aunque estaban mojadas, ni siquiera resbalaban, porque no quedaba ni pizca de la sustancia viscosa que normalmente las cubre. Pese a que estaba lloviznando, nos cruzamos con algunos curiosos que iban a lo mismo: a comprobar con sus propios ojos cómo el arroyo, seco la mayor parte del año, corre ahora casi al límite de su capacidad, e incluso ha llegado a desbordarse, como puede verse en algunos tramos bajos del camino. Con esas expectativas llegamos al puente. La vista desde allí no defrauda: el torrente corre con una fuerza que nos hace dudar de la resistencia del modesto arco de piedra y argamasa sobre el que estamos parados. Corre tanta agua que las pronunciadas peñas que habitualmente trenzan y desha

A TORO PASADO

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La nueva entrega de los diarios de A.T., referida a 2002, me lleva a recordar los muchos dimes y diretes que siguieron a la muerte de Camilo José Cela, que tuvo lugar ese año; y que no fueron, en fin, sino una reedición de los muchos dimes y diretes que hubo en torno a la concesión a éste del premio Nobel unos años antes. Con un matiz: la polémica del Nobel tuvo lugar cuando el autor estaba vivo y sus corifeos ladrando, mientras que la otra fue a toro pasado. Acierta A.T. a señalar que detrás de algún titular aparentemente muy justiciero se agazapaba alguna que otra venganza personal; y que la polémica soslayó lo esencial: que lo que se debatía no era si Cela era o no buena persona, sino si era o no buen escritor (y muy pocos se atrevieron a decir entonces, contra la doctrina más o menos oficial, que no lo era, como es el parecer del propio A.T.). Leo la crónica de esos días y siento la misma incomodidad de entonces. La verdad es que la literatura de Cela no me gusta, y suscribiría sin

ESTO NO ES UNA RESEÑA

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A ver cómo lo digo sin que parezca que estoy haciendo una reseña. Las reseñas se hacen de cara a la galería. Y esto, me gusta recordármelo de vez en cuando, es un diario íntimo, aunque no del todo privado. Y causa cierto horror imaginar que uno se dirigiera a sí mismo, en su intimidad, en los mismos términos que emplearía para dirigirse a la galería. Se trata de la última novela que ha publicado esta conocida escritora octogenaria. A mí me gustan sus cuentos, pero hasta ahora no me había asomado nunca a sus novelas, quizá porque los cuentos dan la impresión de abarcar todo lo que la autora tiene que decir respecto a su mundo, y sus novelas tienen, ya desde el título, un cierto aire impostado. Los editores le siguen la corriente, y les ponen portadas que, como los propios títulos, remiten a las novelas de fantasía que leen los adolescentes, del estilo de Memorias de Idhún , por ejemplo. No sé si es coincidencia, o si la autora ha querido jugar esa baza oportunista. Da igual. Los motivos

FELICES

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Como la felicidad no admite otro patrón de medida que el que cada uno quiera darse, no hay nada menos digno de confianza que las declaraciones que se puedan hacer al respecto. Le pregunta uno a alguien si es feliz y éste invariablemente dirá que sí, porque lo contrario equivaldría a reconocerse inferior al vecino, o carente de los atributos y habilidades necesarios para el goce de ese bien esquivo que es la felicidad. O, por el contrario, dice uno congratularse de los bienes del prójimo y éste, deseoso de ocultar todo aquello en lo que pueda cebarse la envidia ajena, alega toda clase de contrariedades para conjurarla… Ni la felicidad ni la desgracia resultan del todo fiables en primera persona. Por eso llama la atención que la demoscopia, que dice ser una ciencia seria, acepte ocuparse de estas cuestiones. Que una población afirme ser feliz no demuestra que lo sea. Como tampoco, creo, cabría otorgar demasiada fiabilidad a un sondeo en el que a los encuestados se les diera la oportunida

NIEVE

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NIEVE Quien espera la nieve no se conforma con la lluvia caída a la redonda; ni le vale el granizo en el umbral, ni las nieves de antaño por recordar. Que es nieve sólo este blanco silencio caído en copos; y sólo es nieve este latir del tiempo sobre tus sienes. (Mientras el poemilla navideño de este año alcanza a sus destinatarios, va aquí el sonetillo en seguidillas que escribí en diciembre de 2008, mientras esperábamos las primeras nieves sobre Benaocaz -que no llegaron, y hubo que aguardar a febrero del año entrante para ver nevar, y abundantemente, sobre Madrid-. Con mis mejores deseos para todos. Y un especial agradecimiento a quienes hasta la fecha me han hecho llegar sus villancicos de este año: Juan Antonio, Pepín, Aquilino, Enrique. Que no decaiga esta costumbre. FELICIDADES A TODOS LOS LECTORES DE ESTE BLOG; Y A LOS AMIGOS DE FACEBOOK.)

MALPARADO

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A K. le inquieta el mal tiempo. Se acerca al balcón, se alza sobre sus patas traseras y golpea el cristal con las manos. Es su gesto habitual para darme a entender que desea que le franquee el paso. Así lo hago. Pero, antes de exponerse a la dura intemperie, otea desconfiadamente la apertura. Llovizna. O, más que lloviznar, parece que las gotas finísimas, sustentadas en su propia ligereza, flotan en el aire. A la gata esta manera de llover no le parece del todo intolerable. Sale al balcón y bebe de la fina película de agua que cubre las losetas. Entre la aversión que le produce mojarse y el instinto que le lleva a identificar todo aquello de lo que pueda beneficiarse ha triunfado lo segundo. Bebe, digo yo, como lo hace un animal salvaje cuando encuentra la ocasión de hacerlo... Pero apenas he tenido tiempo de garrapatear estas líneas -este apunte, por así decirlo, del natural- cuando vuelvo a sentir sus manos golpeando el cristal, esta vez desde fuera: ya ha tenido demasiado y desea vo

LO VERDADERO

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Me reprochan veladamente que aluda en este cuaderno a situaciones vividas con otros. Y entiendo que lo hacen por ese mismo instinto de recato que lleva a algunas personas a esconder el rostro cuando les sacan una fotografía. Sin embargo, hay una diferencia: en este cuaderno nunca se cita a ningún particular por su nombre, a no ser que el motivo de la alusión sea de naturaleza pública (ser el autor de un libro publicado, por ejemplo). El único sujeto reconocible de mis apuntes soy yo. Y quizá el reproche más fundado que pudiera hacérseme es que me saque a veces demasiado... favorecido. O lo contrario, porque también hay una coquetería consistente en menoscabarse, en quitarse importancia. *** El pequeño ciclo cinematográfico de este fin de semana consiste en el visionado consecutivo de dos películas sobre el forajido Jesse James: Tierra de audaces ( Jesse James , 1939), de Henry King, y La verdadera historia de Jesse James ( The True Story of Jesse James , 1957), de Nicholas Ray. Ha me

EL TRANVÍA

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No, quien esto escribe no tiene mucho que decir al respecto: ya quisiera uno entender de todo. Pero ahora que toda la ciudad habla del tranvía, encuentra uno cierto placer en tropezarse con esa palabra en los periódicos. Tranvía… Sobreviven en algunas ciudades europeas, más por haberse fundido con la imagen sentimental y turística de las mismas que, supongo, porque por ellas no haya pasado la ola pseudomodernizadora que los borró de todas las demás a finales de los cincuenta o principios de los sesenta. Con respecto a la idea de resucitarlo ahora, tiene uno sus dudas: ¿acaso no supondrá recargar las ya de por sí bastante castigadas calles de la ciudad con un artefacto más, seguramente feo –como el espantoso “Metrocentro” de Sevilla– y más bien poco práctico? ¿O se atreverán los diseñadores del mismo a resucitar las formas y proporciones de antaño, y a poner en circulación una de esas entrañables tartanas sobre raíles que todavía circulan sobre Lisboa, por ejemplo? No se sabe. De moment

APAGÓN

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Empezamos el día con un apagón, coincidente con una fuerte tromba de agua. Deben de ser poco más de las siete. M.A. está en la ducha y yo preparando el desayuno. Al irse las luces, me extraña no oír ningún sonido procedente del cuarto de baño. En vez de preguntar a voces qué ha pasado, M.A. termina lo suyo a tientas con admirable calma, mientras yo, a la luz del débil resplandor nocturno que entra por la ventana, retiro del fuego la cafetera y el cazo de la leche y me siento a desayunar. M.A. ha encontrado unas velas, por lo que la escena adquiere de pronto una curiosa cualidad temblorosa, como de cosa soñada. Sabemos que el apagón va a suponer una merma del escaso tiempo que tenemos para llegar puntuales al trabajo, pero eso es lo que menos importa ahora. Coloco una de las velas en un vaso y me dirijo al cuarto de baño. Nunca me había duchado bajo esa luz, y la verdad es que resulta mucho más agradable que el resplandor inclemente del foco bajo el que lo hacemos habitualmente. Es co

OTRA TARDE DE DOMINGO

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Una cosa lleva a otra. Y así, nuestro pequeño ciclo buñueliano me conduce, por eso de que el rabo de una cereza engancha a otra, a La chute de la maison d'Usher (1928), de Jean Epstein, en la que Buñuel hizo de ayudante de dirección... Todas estas películas, las de Buñuel y la de hoy, las hemos visto en el ordenador, sobre mi mesa de trabajo. Frente a ella sitúo un butacón y unas sillas con cojines, y allí nos acomodamos M.A. y yo de la mejor manera posible. C., que anda a lo suyo, nos mira con cierta desaprobación: ver a sus padres allí encerrados, a oscuras, ante un monitor en el que se proyectan imágenes más bien sombrías, acompañadas de una música intranquilizadora, le da que pensar. Parece que andamos oficiando alguna clase de ritual siniestro. Y el caso es que la película de Epstein lo es: consigue transformar el cuento de Poe -que trata más bien de la hipersensibilidad y la neurastenia- en una verdadera historia de vampiros: desde el comienzo, en el que los lugareños, como

CACERÍAS

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Maullidos angustiosos de K. Hay una salamanquesa en el techo del salón. La gata se ha encaramado en el respaldo del sofá e infructuosamente se estira hacia el techo. Su instinto no le ha fallado: en una casa de campo, hubiera sido una eficacísima cazadora de ratones. Me siento orgulloso de ella. Pero, como no puedo rebajarme a participar en sus cacerías, pido que la sujeten mientras con un cojín intento derribar a la salamanquesa. Ésta desparece en cuanto cae al suelo. K. -en esto si se nota su condición de gata casera- no es capaz de encontrar su rastro. Al cabo de las horas, vemos a la salamanquesa en el marco de la ventana, seguramente buscando salir por donde mismo ha entrado. Me levanto para abrirle la ventana, pero mi proximidad la asusta y vuelve a esconderse bajo el mueble del televisor. Le dejo la ventana abierta. No sabemos si ha logrado escapar, o si algún día encontraremos su cuerpecillo tieso debajo de algún mueble. Miro de reojo a K., por si ella sabe algo que nosotros no

CRUCIFIJOS

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La anunciada “guerra de los crucifijos”, como aquella “guerra de Troya” de la que hablaba el drama de Giraudoux, finalmente no tendrá lugar, con lo que las aguerridas huestes de uno y otro bando dispuestas a enzarzarse en todo tipo de escaramuzas, dialécticas o no, para atacar o defender el viejo símbolo se han quedado, de momento, sin casus belli . No parecía, de todos modos, una batalla con mucho fundamento. Quien esto escribe lleva un cuarto de siglo trabajando en la enseñanza y jamás ha visto un crucifijo en una escuela pública… Supongo, en fin, que la anunciada polémica se refería sólo a esos centros, porque extenderla a los concertados, como pretendían algunos, hubiera sido tanto como negarles la razón de ser, lo que no parece que quepa en los modos de proceder de una democracia. Y que conste que quien esto afirma –en voz baja, para no molestar a nadie– no pertenece a ninguna confesión religiosa, ni cree que éstas deban dictar normas a la sociedad civil. Crucifijos, ya digo, no h

ENTONCES

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Recién llegado a esta celebración familiar, en la que concurren parientes cercanos y lejanos, esta desconocida, amiga o pariente a su vez de un pariente político mío, me recuerda benévolamente una escena no del todo gloriosa protagonizada por mí hace casi treinta años, cuando yo era poco más que un adolescente. Era nochevieja y bebí más de la cuenta; mucho más, en todo caso, de lo que estaba acostumbrado, y con el mal criterio que suele tenerse a esas edades. Resultado: caí redondo. Ocurrió en casa de un familiar, y esa mujer, al parecer, estaba entre los presentes, aunque yo no la recuerdo. No nos hemos cruzado en todos estos años. En el intervalo uno ha estudiado una carrera, sacado unas oposiciones, publicado una veintena de libros. Me he casado y tenido y casi criado ya a una hija. Nada de eso existe, ni tendría por qué, para esta presencia extraña e inesperada, para la que sólo soy... alguien que protagonizó una sonora borrachera hace seis lustros, a una edad respecto a la cual te

VILLANCICOS

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Aprovecho un hueco del sábado por la tarde para escribir el villancico de este año. Ya sé que a más de uno le extrañará esta confesión. No parece que escribir villancicos sea el modo más seguro, a estas alturas, de ganarse la posteridad poética. No sé cuántos años llevo haciéndolo: nueve, calculo, con alguna intermitencia. Empecé siguiendo el ejemplo de mi amigo José Mateos, que fue el primero de quien recibí esta clase de felicitaciones. Luego las he intercambiado con Aquilino Duque, con Inmaculada Moreno, con Enrique García-Máiquez... El modelo de todos, creo, fue Pablo García Baena, que en 1984 dio a la imprenta sus Gozos para la Navidad de Vicente Núñez , una deliciosa recopilación de los villancicos que el primero fue remitiendo al segundo en los diez años precedentes. A diferencia de la mayoría de los poetas mencionados, si no todos, no tengo creencias religiosas asentadas o canónicas, aunque sí mantengo una cierta idea, que no sabría fundamentar, de que ciertos afanes humanos r

EL RODAJE

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Con éstos del cine pasa lo que con esos visitantes de fuera que, a fuerza de ponderar lo exótico y curioso que les parece lo que a nosotros dejó de sorprendernos hace años, terminan contagiándonos su asombro. Por eso es bueno tener los brazos abiertos a esa clase de visitantes: te hacen ver, cuando vienen, que también tu entorno inmediato, las calles que ya ni ves, e incluso la luz y el cielo en los que ni siquiera reparas, albergan bellezas que quizá merezcan el esfuerzo de ser miradas con otros ojos. Y eso es justo lo que pasa, en fin, cuando una turba de carpinteros, electricistas, figurantes y demás invaden tu ciudad y la convierten, por unos días, en otra. La nuestra fue la Habana allá por el año 78, cuando se filmaron en ella y en los alrededores algunas escenas de Cuba , una película de Richard Lester; y fue Beirut en una de acción cuyo nombre he olvidado; y hasta se disfrazó de sí misma para albergar El amor brujo de Rovira Beleta. Y ahora, por uno de esos vislumbres que sólo

MUSARAÑAS

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Pese a ser hoy uno de esos días en los que tengo el tiempo medido para llegar al trabajo, se me va el santo al cielo mientras estoy en la ducha: no creo haberme quedado dormido, porque eso no me parece posible en pie y bajo un chorro de agua, pero hay unos minutos de los que no puedo dar cuenta, y en los que he tenido la mente no sé dónde: los suficientes para que empiece el día con prisas y con el paso cambiado. Luego, frente al ventanal de marras, el que da al mar, la mente se me va de nuevo a las nubes (literalmente: a la trama del cielo aborregado que tengo delante). No sabría decir qué musarañas he perseguido entre esas nubes o bajo el chorro de la ducha. En todo caso, no las creo más consistentes que las que persigo con la mente despejada. Ésas también están hechas de viento. Y no parecen deparar mayores beneficios que las otras. *** Hoy jueves (20.00 horas) presento en la librería Pérgamo de Puerto Real mis Vacaciones de invierno .

LICÁNTROPO

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La literatura del siglo XX nos ha acostumbrado al victimismo. Es más: lo ha impuesto. Casi no se puede encontrar a un escritor que no escriba en tono de queja. Lo que, más que favorecer el derecho a la misma, cuando ésta es pertinente, sume en el descrédito a todos los que han hecho de ese tono (facilón, por otra parte) su más recurrente artificio literario. No fueron quejumbrosos Galdós, ni Cervantes. No lo fue tampoco, pese a la melancolía que a veces destilan sus versos, Antonio Machado. Hoy el victimismo se disfraza de agresividad. El quejica no sólo se queja: te arrea una patada. Y qué puede esperar uno de una literatura escrita a coces. *** Este hombre es partidario de los gatos. Hemos descubierto que tenemos eso en común: los dos tenemos una gata en casa, y a los dos nos fascina esa especie de devoción egoísta, entretejida de indiferencia y oportunismo, que los gatos manifiestan hacia quienes conviven con ellos. Habíamos intentado antes otras conversaciones: política, sociedad,