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Mostrando entradas de abril, 2010

PUERTO HURRACO

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Quizá no tendría que haber escrito este artículo, porque supongo que los aludidos en él tienen derecho a que se les olvide, y la última noticia referida al caso –el suicidio por ahorcamiento del último de los condenados– es ya de por sí lo bastante triste. Pero hojea uno la prensa dominical y, en medio del sostenido bostezo que produce la actualidad nacional, lo único que resiste una lectura serena y distanciada es esta noticia. Ha muerto, veinte años después de la célebre matanza, el último de los asesinos de Puerto Hurraco. Todo el mundo recuerda el caso. Después de incubar durante años un odio referido a oscuros conflictos de lindes, a unos amores contrariados, incluso a la muerte nunca aclarada de la madre de los futuros asesinos, un domingo de agosto de 1990 éstos se armaron hasta los dientes y mataron a nueve vecinos de su pueblo. Los crímenes horribles no son privativos de ninguna región o país ni de ninguna forma de vida particular. Ocurren en todas partes, y en todas partes op

NECROLÓGICA

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La calima se va cerrando en una bruma alta que enturbia la tarde. Hace sólo unos minutos el cielo estaba despejado. Ahora no, como contagiado de las emociones de quienes nos hemos ido congregando aquí, en el atrio de la ermita, a resguardo del sol de fuego. Asistimos a los funerales de un conocido. Un hombre joven, muerto de un infarto la madrugada del día anterior. Otro día contaré la novela de este hombre, o lo que sé de ella, y la curiosa relación que establecí con él, basada en ese magnífico pretexto para hablar que presta la afición al cine. En torno a ella seguramente se habrán cimentado amistades mucho más hondas que en relación a la literatura, pongo por caso, tan propicia a la discrepancia. No conozco a nadie que se haya enemistado con otro por causa del cine. Por causa de la literatura sí. Pero a lo que iba: abrigaba la expectativa de que con este hombre iba a tener una larga y profunda amistad, basada en ciertas querencias comunes. Ya no hay tal. Sólo un recuerdo y, como dec

INTRISTEZIDO

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Sigue la racha de languideces primaverales. Una compañera casi me lo afea: "¿Yo? A mí el sol y la primavera me llenan de fuerza y alegría". Otra, más comprensiva, me concede la mayor: "Sí, a mí también me va más el otoño". A uno le gustaría disimular sus debilidades y recibir el buen tiempo a pleno sol y con el torso descubierto, como lord Byron en Italia, mientras la procesión va por dentro. Pero... *** Aelita (1924), de Yakov Protazanov. Abordo esta curiosa película rusa sin otra información sobre la misma que el título y una vaga referencia genérica, que la sitúa como uno de las primeros filmes de ciencia ficción. Y como la desinformación es la madre del asombro, me sorprende que una cinta como ésta, en la que abiertamente se muestra la miseria ciudadana en los primeros años de la revolución comunista, el hacinamiento de la población en pisos comunales, la realidad del mercado negro, etc., pudiera filmarse y distribuirse en la Unión Soviética. Además de estas,

FATHER & SON

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La última novela del hijo me recuerda, quién lo diría, a la primera del padre, escrita hace más de medio siglo. Me refiero, claro está, a la recién aparecida The Pregnant Widow , de Martin Amis, y a Lucky Jim (que yo traduje como La suerte de Jim ), de Kingsley Amis. Las dos pretenden retratar una época -la Inglaterra de posguerra la segunda, los años de la "revolución sexual" la primera- a través del más elemental de los esquemas narrativos: las vicisitudes de un chico -trasunto del autor- que duda entre dos posibles amadas, que representan, respectivamente, lo viejo y lo nuevo, la continuidad esencial del estado de cosas vigente y la posibilidad de alterarlo. Hay que decir que la del padre está más lograda -es, por así decirlo, más clásica, más redonda-, mientras que la del hijo parece un tanto más deshilvanada. Pero también hay que decir, a favor de este último, que acierta a complicar el esquema argumental básico para adaptarlo a la ambigüedad esencial de la época que pr

BAJO EL VOLCÁN

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Por si no tenía uno pocas cosas en que pensar, se le ha colado de rondón entre sus preocupaciones el ánimo apocalíptico. Me lo refuerzan diariamente los documentales que veo a la hora de la siesta: entre las muchas confluencias de catástrofes que podrían acarrear el fin del mundo, una de las que cuentan con más probabilidades es el encadenamiento de erupciones volcánicas. Anda uno hecho todo un experto en el tema, gracias a los citados documentales de la hora tonta. A ellos debo el dato de que la civilización minoica fue borrada del mapa por los maremotos causados por la erupción del volcán de Santorini, en la homónima isla del Egeo. Y que el invierno más frío de Europa, el de 1783, se debió a las toneladas de cenizas que proyectó a la atmósfera el volcán Laki, en Islandia, y que la hambruna subsiguiente fue uno de los detonantes de la Revolución Francesa. El exceso de sabiduría, incluso de la adquirida con tan poco esfuerzo, conduce a la infelicidad. Ahora es uno más consciente de que

DIARIO DE BENAOCAZ

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Recibidos los primeros ejemplares de Diario de Benaocaz , mi último libro de poemas. Y lo digo sin que se me pase por alto el ominoso doble sentido de la palabra "último": el más reciente, sí, pero también el postrero; al final de un ciclo de escritura poética nunca se sabe, en efecto, si el impulso que se da por agotado en el momento de cerrar una colección habrá de renovarse en un futuro más o menos inmediato. Todo libro es un testamento. Y sólo uno sabe qué oscuro legado es el que pretende transmitir con cada uno de ellos: casi siempre, el recuerdo más o menos cifrado de una parte de su vida; pero, también, un balance provisional de la totalidad. Nunca un comienzo. Éste tiene el color -así lo quise, y los editores me han hecho caso- del cielo de Benaocaz algunos días. Ahora, a otra cosa. En la recámara, la segunda entrega de este cuaderno, a la espera de que su editor le dé el visto bueno y le asigne fecha. Y en el taller, la segunda parte de la trilogía que se inició con

TRAMPANTOJOS

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Copio esta frase del libro de José Carlos Llop (pág. 250): "Edificó su vida privada de una forma pública, sin dejar de levantar un formidable bastión de defensa alrededor de su privacidad". Con ella se refiere el autor a un respetado personaje de la vida cultural palmesana de su juventud. Pero cabría tomarla como divisa, e incluso como lema de quienes andamos a vueltas con la propia vida para transformarla en materia literaria. Un formidable bastión de defensa. Pero con los muros transparentes. *** También valdría para lo presenciado esta mañana. Estos dos jóvenes poetas amigos les leen sus poemas a mis alumnos, y uno le hace la consabida pregunta: "¿No les da vergüenza contar esas intimidades en público?". Dicho así, suena a reproche. Sin embargo, quien la hizo más bien parecía expresar cierta envidia por el hecho de que algunos pudieran disfrutar del privilegio de jugar al trampantojo con la propia intimidad. Esto le respondieron: con la madurez uno se atreve a se

ASTENIA

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Digan lo que digan, es imposible no sentirse secretamente halagado por la visita de ese mal del alma que llaman "astenia primaveral". Es como si te hubieran hecho socio del club que cuenta entre sus miembros a las plantas que florecen y a las bestias que sienten la llamada del celo o la pulsión de regresar del continente al que emigraron durante el invierno. Sí, el afectado se siente algo alicaído. Pero, también, inesperadamente abierto a fuerzas que te superan, que restan protagonismo a nuestra desmedida individualidad y, a la vez, dan sentido a nuestros actos, al inscribirlos en un plan mayor. Y conste que no lo digo por mí, sino por la muchacha que esta mañana me hablaba de inexplicables languideces, de una cierta propensión al desmayo, de un cansancio intraducible... Como una damisela de otro siglo, sí, pero en estos despiadados comienzos del XXI, que tan poco crédito conceden a estas cosas. *** Le pregunto a M.A. que cómo es que le gusta Mishima y, sin embargo, nunca le

INTIMIDADES

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Leo "Cuanto sé de mí", el primer poema de Cháchara , de Juan Bonilla. El autor, o la voz que habla por él, nos da su DNI, el PIN de su teléfono móvil, el número y clave de su tarjeta de crédito, las de diversas páginas de compras de las que es cliente, etc. Supongo que son datos ficticios. Pero lo que sorprende es la conclusión final: "Creo que nunca antes un poeta había puesto tanta intimidad al alcance de sus lectores". Y es cierto. La intimidad reducida a una serie de números y claves. Ésos son los datos que verdaderamente procuramos ocultar al prójimo. Y qué poco nos importa que se sepa todo lo demás (qué hacemos, qué nos gusta, con qué personas nos relacionamos y en qué términos, etc.). Incluso este diario abierto , tan recatado respecto a esas cuestiones de índole estrictamente personal, podría ser un ejemplo de la curiosa verdad que encierra ese poema. *** Lo que se relaciona con otra de las lecturas que me han ocupado este fin de semana sedentario. La de En

MILLONARIOS

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Si atendemos a lo que dicen los titulares, Como casarse con un millonario , la cínica película que protagonizó Marilyn Monroe, pasaría hoy por ser un título de ciencia ficción. Cada vez hay menos millonarios, dicen. Lo que, traducido a la precisión del dato estadístico, significa que se ha reducido espectacularmente la cifra de personas que disponen de un millón neto de dólares para invertir; o, trasladado a nuestra unidad monetaria, 750.000 euros contantes y sonantes. Los partidarios del igualitarismo a ultranza podrían pensar que, después de todo, ésta es una buena noticia: si el número de los que acumulan mucho dinero ha disminuido, eso debería significar que la riqueza está mejor repartida. Y también pueden estar contentos los partidarios secretos del exclusivismo y las aristocracias: que haya menos personas que alcancen el umbral estadístico de la riqueza significa que el número de arribistas, rastacueros y nuevos ricos que acceden impunemente al Olimpo del privilegio social ha di

TRILOBITES

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(Oído en el trabajo) "¿Te enseño mi trilobites?". Y el hombre chusco que habita dentro de uno no puede evitar... eso, hacer una asociación de ideas bastante impropia, en fin, de las pretensiones que uno abriga respecto a sí mismo, incluso sobre los asuntos propensos a ser entendidos de forma chusca. *** Y esta proposición, que me atrevería a tildar de indecente, y que me hace una compañera a la que presté hace unas semanas el DVD de Éxtasis , la película de Machaty que elevó a la fama a Hedy Lamarr: "¿Y si te pasamos un disco duro y nos grabas las películas que te parezca, y nosotros intentaremos imaginar cómo eres tú en función de esas películas?". No sé qué contestar. En caso de aceptar un reto así, ¿me esmeraría en quedar bien, grabando sólo películas de indiscutible calidad y prestigio? ¿O, por el contrario, me atrevería a incluir también las películas que veo por otros motivos? Y no me refiero sólo a mis cada vez menos frecuentes incursiones en los submundos d

INSTEP

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La misma calle de ayer. Catorce años pasando por ella y nunca había notado estas cualidades suyas: su capacidad de remansar el aire, de bajar un punto la intensidad de los ruidos circundantes, de aplacar los malos vientos (los vientos confusos, indecisos, de la primavera) y de preservar una tibieza más o menos inmune a la propia variabilidad estacional. Sensación de irrealidad, y también de dejá vu ; como si estuviera recorriendo un camino previamente soñado. Hasta que, como ayer, un extraño invade la calle. Un coche pequeño, ruidoso, que ha doblado la esquina y hecho sonar el claxon sin ningún motivo, sólo para anunciarse. Se ha roto definitivamente el hechizo. Y es que hay estados de conciencia que sólo pueden disfrutarse en soledad. *** Mi inglés casi eminentemente libresco y literario se ha enriquecido un tanto en el último viaje. Still water : agua sin gas. Pero también, pienso, aguas muertas, como las de esos mares malditos por los que navegan los barcos fantasmas. Tanto, que, pu

Y NO ESTAR LOCO

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Por unos segundos, la solitaria calle peatonal que me lleva de la parada del autobús a mi casa se reviste de una inopinada serie de atributos primaverales: olor a madreselvas, cantos de pajaros, y un sol tibio y vagamente matizado por una ligerísima calima brumosa. Me dejo acariciar por estas sensaciones, a una hora en la que uno no desea otra cosa que abandonarse a cualquier impulso grato que le permita aparcar momentáneamente las preocupaciones del día. Duró, ya digo, un instante. Un toque de claxon y el rebufo de una boca de riego me devuelven a la realidad. Son las tres y media de la tarde y aún no he almorzado. *** Ya lo cantaba Machín, refiriéndose a otra cosa: es posible leer dos libros a la vez (o tres, o cinco) y no estar loco. *** Y hasta escribirlos.

EL HONDÓN

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Guarda uno todavía, del reciente viaje, una cierta saturación museística y pictórica. Por eso no sé si hago bien en acudir a esta exposición de mi amigo Manolo Morgado , en el claustro del antiguo Convento de los Capuchinos, en Ubrique. Traigo, por así decirlo, la vista cansada y la conciencia escéptica. Y no, como bromean los amigos aquí congregados, por estar recién llegado de Londón -como ellos dicen, para que suene como El Hondón, que es un paraje cercano-, sino por todo lo contrario: porque la experiencia de la pintura viva, todavía no consagrada por los libros de historia, es siempre más intensa y arriesgada que el cómodo asentimiento a los valores reconocidos. Se planta uno ante un Turner, por ejemplo, y puede uno poner en suspenso todas sus cautelas y entregarse a la admiración sin reservas: lo que tiene uno delante es una obra maestra garantizada, no hay posibilidad de error. Y aunque el deslumbramiento sea sincero (y lo fue más, contaba el otro día, porque acababa de pasearm

SOLTEROS

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Aumenta el número de “solteros definitivos”, leo en este periódico. Es decir, lo que antes se llamaba solterones y solteronas. Como es de rigor, el dato viene acompañado de la correspondiente interpretación sociológica: toda una generación, dice, ha antepuesto su carrera profesional y el disfrute de una libertad individual antes impensable a las ataduras presuntamente aparejadas al matrimonio. Dicho así, suena bien, y se alegra uno de que solterones y solteronas no respondan ya al viejo arquetipo de personas retraídas y reprimidas, a las que se miraba con cierta conmiseración. Leo la letra pequeña de la noticia, en la que se asegura que la moderna soltería no implica que quienes la padecen se vean privados de los aspectos más gratos de la vida en pareja; mantener relaciones sexuales, por ejemplo. Con lo que el estigma principal que antes recaía sobre los solteros, a saber, su presunta privación sexual, queda definitivamente descartado. Nada dice la encuesta de cómo se las apañan, de qu

THE SEVEN DIALS

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No sé si lo de Chinatown fue el mismo día del British Museum. Los hechos se ordenan caprichosamente en la memoria y crean sus propios vínculos, no necesariamente coincidentes con la cronología o la realidad de los hechos. Y es la sensación de garganta seca la que me lleva de la tienda del coreano cercana al museo, donde compré una botella de agua mineral, a The Crown, un hermoso pub situado en una placita muy apropiadamente llamada The Seven Dials - las siete manecillas - por estar las siete callejuelas que allí confluyen dispuestas respecto al centro de la plazuela como lo estarían otras tantas agujas de un imaginario reloj. Enfrente está el Cambridge, un añoso teatro donde llevan años representando el musical Chicago . La cerveza inglesa es extraordinariamente clemente con quienes padecemos afecciones de garganta. Especialmente la ale , o cerveza tostada, que aquí sirven a temperatura ambiente, y que, con su consistencia de zumo cereal, resulta más reconstituyente que otra cosa. Ent

AGUA MINERAL

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También hicimos la inevitable visita al British Museum, en atención a la curiosidad adolescente de C. y su afán por abarcarlo todo. Fue, con diferencia, el momento más decepcionante del viaje. Hace veinte años, recuerdo, el British era todavía abarcable. Sólo al cabo de algunas horas dentro te asaltaba esa sensación de saciedad e irrelevancia que los aficionados a las citas cultas llaman "síndrome de Stendhal". Había un cierto control a la entrada; y aunque la visita, como hoy, era gratuita, uno se sentía compelido a echar algunas libras de donativo en la urna dispuesta al efecto. Hoy el British es, literalmente, una extensión de la calle. La gente entra y sale libremente, y no hay una solución de continuidad clara entre, pongamos, el Starbucks que hay justo enfrente de la puerta y el museo propiamente dicho. Y aunque la cúpula de cristal añadida por Norman Foster al severo edificio neoclásico crea una diferencia palpable entre el exterior, casi siempre desabrido y frío, y el

VER CLARO

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El barco que une las dos Tate, la Modern y la de siempre (que ahora se llama "British", a saber por qué, puesto que también incluye cuadros de pintores no ingleses) une también dos mundos. El recorrido, muy largo sobre el papel -ambos museos están situados prácticamente en los extremos del centro urbano, según queda este definido por las "zonas" que recorre el metro-, dura apenas unos minutos. Pero las realidades que pueden apreciarse en uno y otro extremo son, ya digo, diametralmente opuestas. Algo así como lo que puede apreciarse cuando uno pasa, en un mismo intervalo, del Museo del Prado, tan diáfano, al Reina Sofía, que sigue conservando el aire de lo que fue, un hospital de desahuciados. La Tate Modern, hay que reconocerlo, no recuerda en nada a un hospital. El edificio que la alberga fue hasta hace muy poco una central eléctrica, la de Southwark, y mantiene el aire de destartalada eficiencia propio de estas instalaciones. Lo que contiene está también clasifica

CHILD

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Seguramente dedicaré varios días a pasar a este cuaderno las notas tomadas durante el viaje a Londres. Un diario, entiendo, no debe ser retrospectivo, por lo que es posible que esté violando alguna de las convenciones del género al escribir de este modo, sustituyendo lo inmediato por lo recordado. Pero no hace falta darle muchas vueltas. Lo inmediato, mientras reescribo mis impresiones de viaje, puede darse por supuesto: el trabajo, la rutina. Lo que se me impone a la hora de escribir es lo otro. Vive uno bajo el peso de una especie de arritmia: para vivir, a veces, hay que dejar de escribir (¿podría haberme encerrado a escribir en estos apretados días de Londres?); y luego, para dar cuenta de esos días, es necesario sacrificar el presente inmediato, que desaparece. Llevar un diario es vivir en dos velocidades: una, la de los acontecimientos, te sobrepasa inevitablemente; la otra, la de la escritura propiamente dicha, contiene siempre un débito y una renuncia. *** Los libreros de viejo

SE ACABÓ

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Parece claro que los días dorados de Internet están contados. El diario británico The Times ha anunciado que pondrá en marcha un “innovador” sistema de pago por el cual acceder a su página web costará más o menos lo mismo que comprar el periódico en un quiosco. Y se pagará de la misma manera: en calderilla, es decir, abonando en el momento una cantidad similar a la del precio del periódico de papel. En otros lugares del mundo, como en China, se ensayan con éxito mecanismos de censura global, que remodelan la Red a la medida de los designios del gobierno. A unos les preocupa perder dinero, a otros perder el monopolio ideológico. Quien esto escribe se siente tentado, en principio, a condenar tajantemente lo segundo y a otorgar una matizada aprobación a lo primero. Pero ¿y si una y otra cosa fueran lo mismo? Pasa con esto lo que con la revolución sexual de los años setenta: llegó el SIDA y se acabó la fiesta. Claro que, apoyándose en el mismo símil, habrá quien diga que la fiesta puede