LEVEDADES

La levedad del caldo de caracoles, según lo hacen en mi tierra: infusión de hierbas, más que caldo. Y con un sabor muy peculiar, que no tiene parangón en ningún otro plato que yo conozca, ni de aquí ni de ningún otro sitio. Un punto oriental, quizá -algunos añaden un poco de jengibre al paquete de hierbas-. En ningún otro sitio comen estos caracoles pequeños, de indisimulada textura invertebrada. Alimento de nómadas hambrientos, de cazadores-recolectores de alguna remota edad de la humanidad... Ya casi nadie los prepara en sus casas, por lo que su consumo, en esta época del año, se asocia a la eclosión del buen tiempo y a la posibilidad de pasarse la tarde sentado en una terraza, al aire libre. Son también, por ello, un símbolo del ocio. Y uno, que suele andar bastante atareado en estas fechas, sólo los come en ocasiones contadas, aunque tampoco deja pasar la temporada sin probarlos. Comerlos es más un rito que otra cosa. Sientan bien, quizá por la sugestión de que, al ingerirlos, está