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Mostrando entradas de marzo, 2011

OCURRENCIAS

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Hay ocurrencias de Ramón que recuerdan a Gutiérrez Solana; por ejemplo, ésta sobre un objeto visto en el Rastro: Sillones de paralíticos pegados a su asiento: están pidiendo la escupidera. E imagino que, si me diera ahora por releer a Gutiérrez Solana, encontraría en él muchas cosas que anticipan a Ramón. *** Es éste del Rastro, de todos modos, un libro que a veces cuesta leer. Como casi todo lo de Ramón: no siempre tiene uno la cabeza para llenársela de cachivaches. Pero, por lo mismo, hay días en que la prosa discontinua de Ramón es la mejor música de fondo que se le puede poner al estado de ánimo de uno. Hoy ha sido uno de esos días: descoyuntado, rápido, contradictorio, frío y caluroso a la vez, con sus silencios y sus momentos de retórica, plácido y nervioso al mismo tiempo. Durante el trayecto de vuelta en el autobús he rematado este libro. Y me ha dado pena que se acabaran ambas cosas: el libro y el viaje. *** Tiene razón ese lector que me aconseja crear una &qu

OTRA LECTORA

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Va leyendo el Quijote y, como si fuera una desprejuiciada lectora inglesa del siglo XVIII, de vez en cuando suelta una carcajada. Inglesa no sé si será, pero de lo que no me cabe la menor duda es de que es extranjera, posiblemente centroeuropea: rubia, blanca como la leche, ojos acuosos, escurrida... No del tipo, evidentemente, con el que fantaseábamos los españoles en los tiempos de las películas de Alfredo Landa, sino de este otro que pasea su fingida inadvertencia por plazas y cafeterías, asombrándose y no asombrándose de todo y nada... Me he sentado a su lado en el autobús, como hago siempre que localizo a un lector o lectora silenciosos, que a su vez me permitan enfrascarme sin dificultad en mi propia lectura. De vez en cuando la miro de reojo y compruebo que su deleite es auténtico, y que sobre él no pesan los cuatrocientos años de sesuda exégesis acumulados sobre la magna obra cervantina. Me alegro por ella. Y me alegro también de poder alegar este ejemplo contra la extendida l

"BAJERITA"

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Hojeo este libro-homenaje a José Luis Acquaroni que me ha regalado una buena amiga mía, pariente del escritor sanluqueño, y que se abre con sendas semblanzas de Eduardo Mendicutti y Pilar Paz Pasamar. La primera remite a un universo que me es familiar, después de mi reciente lectura de Ronda del Gijón : el de la sociabilidad literaria madrileña, como centro o destino de todo el que quería llegar a ser alguien en el mundillo literario. En este caso, es Mendicutti quien reconoce el favor que le hizo su paisano al erigirse en mentor suyo, e incluso al facilitar -da a entender- que le fuera concedido el premio literario "Hucha de Oro"; por más que el escritor mayor asegurara que su influencia habría sido inútil si no hubiera habido "una materia prima merecedora de todo el éxito del mundo". Se agradece la sinceridad con la que Mendicutti narra esta curiosa transacción, que en ningún modo, entiendo, redunda en perjuicio de ninguno de los intervinientes, pero que sí da a e

VANITAS

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Voy dando cabezadas en el autobús, al mediodía. Observo que es algo bastante habitual en estos trayectos interurbanos. Y que también afecta a los más jóvenes, que son los que con menos recato se entregan a estas intempestivas siestas casi frailunas, previas al almuerzo que les espera en casa, o a la soporífera clase de primera hora de la tarde. Sin embargo, pese a la evidencia de que voy rodeado de veinteañeros que dormitan con la cabeza caída y la boca abierta, no dejo de avergonzarme un tanto cuando soy yo mismo quien experimenta una de esas sacudidas que ponen de manifiesto que los músculos de mi cuello habían alcanzado ya un punto de relajación en el que les era imposible sostenerme la cabeza... Soñarreras de viejo, me digo, creo que con razón, porque lo que verdaderamente caracteriza el sueño extemporáneo de los jóvenes no es que caigan en él, sino la facilidad con la que, una vez dormidos, mantienen el sueño sin dificultad ni remilgos (y, por supuesto, sin ninguna mala concienc

CUARTO DE SOLTERO

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Mis tomitos de Rubén Darío de la coleccion Austral, en la modesta biblioteca residual de libros repetidos que he dejado en casa de mis padres... Los releo en las sobremesas de mis visitas, o en los preludios de las siestas de los días en que me quedo allí a pasar la tarde. Tienen el tacto seco y quebradizo, y han adquirido ya un venerable color tostado, que anticipa lo que parece ya un principio de desintegración, que dicen que es inminente en los libros impresos en papel ácido. Con todo, son los libros en los que de verdad he acostumbrado la vista y el oído a los versos de Darío, a los que todavía no acabo de acostumbrarme en la tipografía apretada y el tacto de ala de mosca del papel biblia de las Obras Completas que publicó Afrodisio Aguado. Por ello, cada reencuentro con ellos me devuelve al momento del descubrimiento, del primer deslumbramiento ante poemas como "Cyrano en España", "A Phocás el campesino", "Epístola a madame Lugones", etc. Debía de

RITMO

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El pecado de Cluny Brown , de Lubitsch. O un estudio de la indefensión, de la absoluta ingenuidad en el trance de plegarse a las exigencias sociales, aun a sabiendas de que en ellas no encontrará otra cosa que infelicidad. Que la película tenga un final feliz no es, después de todo, sino una concesión a las convenciones vigentes; y un acicate, porque, si no, a quién le interesaría la historia de una criada dicharachera que sólo por muy poco se libra de casarse con un tipo sombrío... Podría ponerse en relación con Stella Dallas , de Vidor; que cuenta justo la historia opuesta: la de una desclasada que logra casarse con un brillante hombre de negocios y tampoco encuentra la felicidad, porque Vidor, al contrario que Lubitsch, es plenamente consciente de que las barreras sociales son poco menos que inquebrantables, y no quiere engañar a nadie al respecto. *** La sugestión del ritmo: leo versos medidos, predominantemente endecasílabos blancos, y el pensamiento empieza a traducirse en

AVIONES

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El mejor momento del día fue sin duda el intervalo tras la sobremesa en el que salimos al jardín de estos amigos a tomar el último sol de la tarde. Tumbado en una butaca, bajo el alero de la casa, veo evolucionar los aviones, esos pájaros tan parecidos a las golondrinas, y que, como ellas, construyen nidos adosados a los salientes de las edificaciones. Nos llama la atención el incesante despliegue de actividad y la aparente alegría con que la llevan a cabo: van, vienen, trazan airosas circunvoluciones, rozan el nido cada vez, como para aportar una brizna de hierba a su trama o comprobar la solidez del conjunto, entonan armoniosas escalas que suenan a arengas o a cantos de trabajo... Alguien se pregunta en voz alta si todo ese ajetreo no será como el nuestro: mero tráfago agotador. Desde luego, no lo parece; como tampoco da la impresión de que, como es nuestro caso, a todo ese movimiento haya de seguir, como merecido premio o necesario contrapunto, una fase de inacción o reposo. ¿Quién

UTOPÍAS

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Me pide esta compañera de trabajo un poema sobre la utopía, para ilustrar una lección sobre ese concepto. Y le digo, saliéndome quizá por la tangente, que la única utopía que los poetas hemos -me permito la coquetería de hablar en primera persona- defendido más o menos persistentemente a lo largo de los siglos es la que se articula en torno al ideal de la vida retirada; lo que, a todos los efectos, es más bien la materialización literaria de una anti-utopía, es decir, una negación explícita de la posibilidad de lograr la felicidad o la realización personal en la vida civil. Le pongo algunos ejemplos obvios: desde la "Oda a la vida retirada" de fray Luis de León, a "De vita beata" de Jaime Gil de Biedma. Menea la cabeza: "No, yo buscaba... algo más positivo...". Naturalmente, no se me ha pasado por alto el elevado número de poetas que, a lo largo de todos los tiempos, han cantado los ideales utópicos en los que se han basado determinados sistemas político

CADA UNO A SU RINCÓN

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Al sueño que estaba teniendo esta mañana, justo cuando sonó el despertador, le faltaba solamente lo que a algunos libros que se quedan en puertas de publicación: un poco de editing ;   y, quizá, una última corrección de pruebas. *** Hace meses consigné en este cuaderno -el comentario aparece en Pintura rápida , la entrega en libro que acabo de publicar- que ya no leía periódicos. Y ahora tengo que anotar lo contrario: que, beneficiándome de la llegada a mi centro de trabajo de remesas de ejemplares de diversos diarios, locales y nacionales, he retomado la costumbre de leer de cabo a rabo al menos uno al día. Sólo que este acto, que antes me resultaba tan placentero, ahora me resulta francamente incómodo y aburrido. Quizá porque ya no hay tan buenos columnistas como antes, o porque desconfío de los que hay, o porque, después de haberlas escrito yo mismo casi sin interrupción durante decenios, sé que una columna es poco más que un capricho, un desahogo, un exabrupto contagiado del h

ESPERO

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El mundo se ensombrece bajo el peso de las catástrofes, naturales o inducidas. Pero si se comparan las unas con las otras, la conclusión no puede ser más demoledora: entre las imágenes de las ciudades destruidas por los combates entre las tropas de Gadafi y sus opositores, por ejemplo, y las del Japón devastado por el terremoto, desde luego las que contienen una semilla de esperanza, y dan lugar a una cierta fe en la capacidad el hombre para sobreponerse a las adversidades, son las segundas. Francamente, dudo de que pueda salir nada positivo de una horda de desesperados dispuestos a morir matando, por elevados que sean los principios que los animen. Pero sí espero mucho del soberbio ejemplo de contención y disciplina que están dando los japoneses ante una catástrofe que sólo iguala -suprema ironía- las que ellos mismos imaginaron en sus películas de monstruos. Creo incluso que esas virtudes se traducirán en palpables beneficios económicos a medio plazo, digan lo que digan los agorero

YA NO LO DICE

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Leonora Carrington En la radio matinal, entrevistas sobre libros recién publicados. Y una doble sensación, de alivio y miedo al mismo tiempo: la primera, derivada del hecho de no ser uno, afortunadamente, el autor de esos libros, ni estar obligado a escribir libros como ésos para sobrevivir o estar en el candelero; la segunda, ante la posibilidad de que, cuando uno dice que escribe libros, alguien pudiera esperar que fueran libros como ésos, o suponerlo a uno implicado en ese tráfago, que tan poco tiene que ver con el trabajo literario tal como uno modestamente lo entiende. *** No sé de dónde vienen esas voces cruzadas, hasta que levanto la vista y veo la cabeza de una anciana asomada al ventanuco de su lavadero, y la de su interlocutora enmarcada por una ventana del edificio que hace ángulo recto con el anterior. Hablan de ventana a ventana, sobre el silencio de la plaza, en una mañana en la que la mayor parte de la población se repone de los excesos festivos del día anterior...

MADRID, ATOCHA

Unos días después del 11-M publiqué en Diario de Cádiz esta columna. Que, ahora que lo pienso, creo que tiene mucho que ver con mis actuales pesquisas madrileñas, relacionadas con la escritura de la novela que tengo entre manos. MADRID, ATOCHA Llegaba uno a Atocha con la muda en una bolsa de deporte, las señas de un amigo en el bolsillo y la cartera en un lugar donde uno pudiera palparla de tanto en tanto. Llegaba uno a Atocha con apenas veinte años y unas ganas hasta indecentes de comerse el mundo que empezaba en la otra orilla de aquella inmensa glorieta que era, es todavía, como un mar. Lo sorteaba uno como podía, obediente a los semáforos y a los flujos de gente, y llegaba a la acera donde empezaba la ciudad propiamente dicha: fachadas oscurecidas por la intemperie, bares económicos, trileros que jugaban el eterno juego del guisante escondido bajo una de tres cáscaras de nuez, vendedores de tabaco, desocupados. No era un comienzo muy prometedor, pero la sugestión del mar de as

ABANICOS

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Eduardo Arroyo Los gatos no toman el sol: se recargan. *** Nos explica esta amable representante de una editorial que las empresas del ramo no saben aún qué decisión tomarán las autoridades respecto a la prevista renovación de los libros de texto "gratuitos" que se usan en los colegios desde hace cuatro años: al parecer, alguna comunidad autónoma ha ampliado ya en un año el periodo de utilización de dichos libros, para aplazar el gasto, y alguna otra incluso ha anunciado la suspensión total de los llamados "programas de gratuidad". Ante la incertidumbre, la editorial ha optado por estar preparada para cualquier eventualidad: ha comenzado a imprimir los libros que podrían necesitarse para el año entrante, ha dispuesto la infraestructura necesaria para distribuir esos mismos libros en formato digital, en caso de que ésa sea la opción finalmente elegida por las autoridades, y ha previsto también toda una gama de opciones intermedias... Sea cual sea el desenla

REFORMULACIONES

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Días de extraña hiperactividad, combinada con un desusado apetito a las horas de comer y una también desacostumbrada energía. Y cuyo correlato anímico, en caso de que éste pudiera diagnosticarse con claridad, no puede ser otro que... la impaciencia. *** Alguien da la voz: en la playa ya hay gente tomando el sol. Nos asomamos inmediatamente al ventanal, incrédulos. Y lo que hay es un corro de chicos en camiseta, encogidos bajo el viento y el frío, posando con poca convicción para este amago de espejismo que no llega a cuajar. *** Reformulación de aquel cínico apotegma del príncipe de Salina: Que todo cambie para que todo siga igual... que antes de que nosotros percibiéramos su manifiesta inadecuación a nuestras expectativas.

BATALLITAS

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Fiesta local; es decir, fiesta que parte en dos a quienes, como es mi caso, vivimos en un municipio y trabajamos en otro. En esta ocasión estoy en la parte beneficiada: es decir, me toca no trabajar, mientras todo a mi alrededor se organiza en torno a las rutinas de un día laborable. Dedico la mañana a escribir, mientras un fuerte viento de levante invernal despeina las palmeras y me reafirma en mi idea de que salir a pasear, por ejemplo, aprovechando el día libre, no habría sido una buena idea. El único inconveniente, quizá, es que, al caer la tarde, el ánimo es ya del todo el de un día cualquiera. Escribir es una fiesta, sí; pero en el transcurso de una sesión de escritura se toman siempre más decisiones y se resuelven más problemas que en la más intrincada jornada laboral. De ahí este cansancio (agradecido, eso sí), que me invade a media tarde. *** Gaddafi recupera posiciones. Hubo una época frívola en mi vida en la que me gustaba decir que lo que me gustaba de los periódicos era

PESADILLAS

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Cuando llegó la carga de leña, en octubre, ya advertimos que algunos t roncos venían infestados de hormigas. No le dimos demasiada import ancia: ya se irían, pensamos, o ya acabaría con ellas la lluvia. Pero el caso es que el sábado, una vez encendida la chimenea, vimos que uno de los troncos gruesos que empezaban a arder tenía todo un costado recubierto de hormigas con alas. El tronco estaba ya mordido por el fuego, por lo que no era posible retirarlo. Y resultaba muy angustioso ver que todos aquellos puntos vivos, palpitantes, no hacían absolutamente nada por escapar de su destino. C. estaba horrorizada. Improvisé una lección de entomología: "Son hormigas macho", dije, "y sólo vuelan en pos de la reina, cuando ésta abandona el hormiguero". La reina, por lo que se ve, debía de haber muerto ya, o no se decidía a salir en medio de aquel infierno. Así que no podíamos hacer otra cosa que contemplar el lento suplicio de aquella legión de machos caballerosos. En un mome
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Ha aparecido esta reseña de Vida Nueva , a cargo de José Vicente Pascual. Y Juan Carlos Palma ha hecho esta semblanza  de nuestros encuentros y de su lectura de las dos entregas de mi trilogía en curso. 

EN PIJAMA

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Primer viernes en el que no pego en este cuaderno mi artículo semanal, y en el que tampoco habré de dedicar la tarde a escribir el de la semana entrante. Valga lo uno por lo otro. Y quizá, al cambio, salgo ganando; porque, si algún inconveniente tiene esto de escribir en pijama , como quien dice, es que acaba uno por perder el hábito de  vestirse para salir, que es lo que hace cuando escribe para un periódico. Ahora estoy a mis anchas. Demasiado, ay. *** La verdad es que, para besarse, cualquier lugar es bueno. Sobre todo si, como es el caso de la pareja sobre la que hago esta anotación, se es joven y sano y se encuentra uno en ese estado de fascinación que provoca la conciencia de intimidad con la persona que te acompaña. Pero, en cualquier caso, no deja de ser chocante asistir a esta intimidad en según qué lugares. Por ejemplo, en un banco, mientras hacemos cola ante la ventanilla. *** Leo la encuesta volandera que el autor de Sólo se vive una vez envió a una serie de per

MANADA

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Esta coquetería de la primavera en ciernes, que juega a irse sin haber llegado, a estar y a no estar. Uno siempre ha pensado que es el ánimo quien más sufre los efectos de esta variabilidad. Pero no: también es el cuerpo; quizá porque uno va para viejo, y a los viejos siempre se les hacen un poco cuesta arriba los inviernos. O quizá porque, también por efecto del tiempo, predisposición física y predisposición anímica vienen a ser lo mismo. *** Ejemplares humanos como sólo pueden producirlos ciertas inefables barriadas de nuestra Andalucía irredenta. Por ejemplo, esta muchacha que acabo de cruzarme, y que lo mismo podría tener veinte que treinta y cinco años, porque hay fisonomías en las que un cierto encallecimiento prematuro tiene el mismo efecto que una inmadurez prolongada en exceso y no llevada a cumplimiento. Viste unos vaqueros sucísimos, zapatillas de deportes, la chaquetilla de un chándal descolorido y pasado de moda. Camina por la calle con una mano en el bolsillo y una e

VIDA

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Nada más opuesto a la realidad que la famosa contraposición vida-literatura, o la idea de que cuanto más tiempo se dedica a la segunda más menoscabada queda la primera. En mi caso sucede justo la contrario: los días en que no me siento a escribir suelen coincidir con aquellos en que tampoco he dedicado tiempo a ningún otro aspecto significativo de mi vivir, digamos, pleno. Días dedicados a todo tipo de servidumbres, a ninguna de las cuales merecería la pena dedicar una sola línea de este cuaderno.

MI SEGUNDO TRAJE

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Una de las conclusiones que se pueden sacar de los libros de vidas madrileñas que estoy leyendo ( Ronda del Gijón , que he acabado hoy; y  Sólo se vive una vez ) es que, en la capital como en el resto del estado, no hay carrera artística o periodística posible sin que haya valedores o padrinos que intercedan por ella. Todos los entrevistados en esos libros mencionan el momento decisivo en el que conocieron a tal o cual personaje influyente, o en el que esos tales o cuales los llamaron a determinados medios o les ofrecieron una oportunidad más o menos definitiva. Esto, naturalmente, no prejuzga la valía de nadie: a muchos otros les ofrecieron las mismas oportunidades y no supieron aprovecharlas: Ni es, por supuesto, una atenuación de la responsabilidad que cada cual pueda tener en la marcha general de sus asuntos: a lo mejor, no contar con ningún valedor en un mundo tan amplio y plural como el nuestro significa, simplemente, que en el trabajo de uno no hay atractivos suficientes com