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Mostrando entradas de junio, 2011

NO FUTURE

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Te retiras temprano de la fiesta y, entre bromas y veras, los más jóvenes te lo reprochan. La verdad es que la compañía era agradable y la ocasión propicia. Hace años, eras de los incombustibles, de los que apuraban la fiesta hasta que literalmente no quedaba sitio ya donde prolongarla. Lo que entonces respondía a una suma de urgencias y ansiedades -no diré cuáles- ahora obedece simplemente a una ponderada curiosidad. Sigue siendo divertido alargar una sobremesa hasta que se te echa encima la tarde y la noche, y aun el  amanecer siguiente. Pero me temo, ay, que los acicates de la curiosidad son limitados. ¿Qué pueden darte estos buenos y joviales amigos que no te hayan dado ya? Mejor a casa, a rumiarlo. *** A un poeta sólo se le lee bien -y de modo rentable, además, dado el precio de los libros- cuando publica sus poesías completas. Lo demás -esos libritos de sesenta páginas que se leen en veinte minutos- no son más que anticipos, entregas provisionales, a veces de una escandalo

JOKER

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El miedo a la página, o a la pantalla, en blanco: el que se siente cuando te asomas a un espejo y no te ves. *** Ulysses , de Tennyson. Descubro que se suele leer en los homenajes a compañeros que se jubilan. Yo mismo voy a leer unos versos de este poema en una ceremonia de esta clase. Y me hace gracia que este poeta denostado -que, sin embargo, emocionó e inspiró al propio Verlaine- valga lo mismo para un roto que para un descosido; lo que no es, en absoluto, un demérito. *** También uno, con el tiempo, empieza a valer lo mismo para un roto que para un descosido. Y no me lo he ganado, como Tennyson, sobreviviendo a los gustos de toda una sucesión de generaciones más o menos iconoclastas. Uno es, más bien... un comodín. O mejor, haciendo uso del equivalente inglés,  a joker . Sin olvidar, por supuesto, las dimensiones trágicas que ese personaje alcanzó, digamos, en las historietas de Batman. 

EL DIABLO Y EL NOVELISTA

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"Hazme vivir en mi novela", pidió el novelista al Diablo. Y éste le hizo retroceder al pasado, propició encuentros con sus personajes e incluso le deparó fructíferas confidencias de éstos. "Hazme volver al presente", le dijo el novelista. "Nada de esto me sirve". Pero el Diablo no admite reclamaciones. Y, sobre todo, jamás regatea el precio. *** Era un diarista tan veraz que nunca anotaba nada que realmente le importara. *** "Os veo a todos igual que hace veinticinco años. En cambio yo...". Por una vez, tuve el reflejo de no devolver el cumplido. Porque decirle que hace veinticinco años era ya lo que hoy no hubiera estado nada bien, creo.

DITIRAMBO

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"Mi ditirambo brasileño es ditirambo / que aprobaría tu marido. Arcades ambo .", reza el pareado final de la segunda tirada de la "Epístola a Madame Lugones", de Darío, un poema que releo con frecuencia en mis siestas en la casa paterna, donde tengo una pequeña biblioteca residual formada básicamente por ediciones de Austral y otras colecciones populares de libros de Rubén Darío, Gerardo Diego y Rafael Alberti... Lo que, creo yo, aclara que mis recreos en esos intervalos familiares con básicamente métricos. No hace falta decir que los dos versos citados son alejandrinos, y que su gracia reside en la agilidad que ganan al saltarse el poeta la cesura y hacer recaer el acento final de cada primer hemistiquio en sílabas normalmente átonas, pero que, en la modulación del verso, ven notablemente reforzado el acento secundario que sobre ellas recae: " bra sileño", " tu marido"... La métrica, a veces, no se basa tanto en el número de sílabas que se pue

CICATRICES

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Mientras termina de cerrarse la última, hago recuento de mis cicatrices. No demasiadas, pero significativas. Una de ellas (o dos, mejor, porque es doble) dio lugar a toda una novela, Vacaciones de invierno , la primera de mi trilogía todavía en marcha. Otras son ya casi invisibles, como las heridas del alma, y sólo uno es capaz de discernirlas. De niño, como todo el mundo, he jugado a los médicos con alguna primita. Pero, que yo recuerde, nunca jugábamos a mostrarnos heridas o pupas ocultas. No las tenía yo entonces. Sigo sin tenerlas. *** Escribir un diario íntimo destinado a la lectura de otros: airear esas cicatrices, que no mostrarlas; porque mostrar, lo que se dice mostrar, sólo se muestra lo que previamente se había hecho algún esfuerzo por ocultar. *** O, lo que es lo mismo, preservar la privacidad, que a nadie interesa, para airear la intimidad, que es siempre algo impersonal y, en realidad, no compromete.  

MATICES

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Pues sí, estuvo uno en la manifestación local del 19 de junio. La tercera o cuarta, creo, en la que he participado en mi vida. No es uno demasiado partidario de las marchas multitudinarias. ¿Que hacía, entonces, un individualista convencido en esa manifestación? Muy sencillo: atenerse al argumento básico de la misma, que era expresar el descontento ciudadano. Uno también está descontento con muchas cosas; y, aunque no confía en que la solución dependa de una exhibición general de buenos sentimientos -y eso fue, básicamente, la manifestación-, sí cree que las protestas masivas de ciudadanos en la calle deberían hacer reflexionar a los políticos sobre las carencias del régimen representativo, y obligarlos a emprender las necesarias reformas: ley electoral, limitación del número de mandatos, eliminación de los privilegios de la clase política, supresión del Senado, etc. Lleva uno años haciendo carambolas con su sufragio para que éste no sea un simple voto en blanco a favor del triunfador

ANGLOFILIA

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"Todos esos aires de anglofilia que te das, y en realidad eres más español que nadie", me dice M.A., a propósito de mis reiterados desbarres en torno a ciertos acontecimientos político-sociales recientes. Y tiene razón: mi  opinión al respecto es más bien errática. Sobre las manifestaciones de descontentos, por ejemplo, primero las acogí con simpatía, luego dije que me parecían blandas; luego, cuando los incidentes frente al parlamento catalán, que habían cometido un serio error; y, por último, ante el hartazgo de condenas biempensantes e interesadas de esos incidentes, que no era para tanto... Lo único cierto es mi curiosidad ante lo que está ocurriendo, y una clara simpatía instintiva que, en el terreno de las adhesiones, podría traducirse en que estoy absolutamente de acuerdo con el deseo de regeneración democrática que se desprende de estas manifestaciones. Lo otro, la hispánica atracción hacia el contubernio y el abismo... Pues, sí, para qué negarlo. Y menos ahora, cuand

UN COLOQUIO

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Transcribo aquí, con algunos mínimos retoques, la animada conversación que tuvimos el otro día algunos lectores de este cuaderno y yo a propósito de un comentario de un editor que recogía José Luis García Martín en la última entrega de sus diarios. Lo hago porque creo que estos diálogos a veces quedan muy perdidos en la letra pequeña del blog , y es una pena que así ocurra. Lo pongo aquí para eso: para que no se me olvide, ni se pierda. Y porque queda mejor que en letra pequeña, creo. Y se me ocurre que con esto puedo abrir una nueva línea en este cuaderno: la transcripción de las conversaciones más interesantes. Con permiso de los interlocutores, claro. ANÓNIMO: Estos comentarios de JLGM, de uno en uno, tienen el mismo valor que los que te hace el taxista-tipo mientras escucha una tertulia radiofónica. De lo que se está hablando aquí es sobre todo de dinero, no de literatura. Marías y Vila-Matas con todos sus contratos, televisiones y reseñas internacionales corren el peligro de

EL VIENTO

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A lo largo de toda la mañana, sirenas en la calle, en dirección a la salida de la ciudad. A la tercera o cuarta que oímos, empieza a cundir la alarma: algo pasa. Luego nos enteramos de que ha ardido un local en una calle adyacente al Paseo Marítimo, y enseguida alguien localiza en Internet las fotografías del incendio, la columna de humo negro alzándose sobre la ciudad, la parafernalia policial... Pero lo más curioso me sucede apenas un par de horas más tarde. Estoy en una oficina de seguros, haciendo un trámite referente a mi coche, y veo que llega a la mesa de al lado una mujer muy sofocada que dice, casi sin aliento, que ha venido a hacer "un seguro contra todo riesgo" para su casa, que está en la calle del incendio, justo enfrente del local que acaba de arder. Y me acuerdo de cierta película española sobre dos hermanos, uno honrado y el otro sinvergüenza: el primero vendía pólizas de seguros a domicilio; y el otro, para animar a la clientela, los días previos se dedi

SMALL TALK

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Un tercio de los españoles, leo en un periódico, ha cambiado su dieta por culpa de la crisis... Supongo que para bien: la verdad es que estábamos demasiado gordos. Lo que, no sé por qué, me trae a la cabeza otro dato peregrino: el de que, hace unos años, la inmensa mayoría de los españoles se definían como "de clase media". Eso somos ahora: clase media empobrecida. Y me acuerdo del legítimo orgullo que sentía mi madre, como otras amas de casa de clase trabajadora, cuando comparaba su bolsa de la compra con la de las mujeres de los oficinistas y demás trabajadores de cuello blanco. Lo propio de éstas era escatimar. "La cara que pone el pescadero cuando piden media pescadilla, la mitad para freír y la otra para guisar". Ahora, por lo visto, andamos todos con esos tiquismiquis. *** Le enseño a este compañero, que es buen lector de poesía, el poema que compuse el martes para distraer la mañana de convalecencia que me ha valido mi operación de espalda. Es, le digo, el

COWBOY

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Leo en Para entregar en mano , la última entrega de los diarios de José Luis García Martín, una semblanza de un conocido editor en cuyos labios el diarista pone el siguiente comentario, a propósito de un autor que ganó el premio Nadal y, según el editor, se hallaba en el trance de revalidar el éxito con su siguiente novela: "Es su oportunidad de situarse definitivamente con los Javier Marías y los Vila Mata, o quedarse en el nivel de los autores de Pre-Textos, buenas críticas y una miseria como derechos de autor". Posiblemente este planteamiento se ajuste bastante bien a la realidad; pero acaso, por mera precisión terminológica, habría que añadir que los autores que pertenecen a ese imaginario Olimpo y los que cobran escasos o nulos derechos de autor en editoriales más o menos pequeñas no constituyen dos categorías diferenciadas dentro de la profesión literaria, sino, más bien, dos profesiones distintas. No quiero decir que una sea mejor que la otra; simplemente eso: que ha

APETENCIA DE SOL

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La casa, que llevaba tres semanas cerrada, estaba fría, y también sentía uno anímicamente una cierta apetencia de sol, así que, después de desayunar, cogí el libro que estaba leyendo y me fui a un recoleto parque infantil que hay al final de la calle, casi siempre desierto, y al que el relativo abandono ha hecho aún menos apetecible para su presunta clientela. Cruzo entre los columpios enmohecidos y las hierbas recrecidas y me acomodo en un banco de piedra, tras cuyo respaldo, que hace de muro de contención, se extiende un prado que en cuestión de semanas será un secarral, pero que ahora, en la plenitud de la estación, se adorna de amapolas, campanillas, lavandas, margaritas, espinos florecidos y doradas espigas de trigo silvestre. Pero, ay, he tardado demasiado, y la mañana está ya tan avanzada que, aunque voy provisto de un sombrero de paja, en cuestión de minutos me arde la piel y me veo obligado a buscar la sombra. En eso se ha quedado el capricho: iba en busca de sol y, sin habe

UN LAPSUS

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En el autobús, mientras voy rumiando mis cosas, caigo en la cuenta de que, en mi charla universitaria del otro día, nombré a Manet cuando quería nombrar a Cézanne. Y veo con toda claridad el origen del lapsus, que se remonta a mi adolescencia, cuando llegaron a mis manos sendos libros de reproducciones de uno y otro, editados por la meritoria casa Sarpe. Manet me decepcionó un poco: no veía que en su pintura ofreciera una diferencia clara respecto a la amanerada pintura decimonónica en general; si acaso, lo avalaba su descaro: el que desprende, por ejemplo, su magnífica Olympia , a la que yo eché no pocas miradas que tenían más que ver con ciertas típicas avideces adolescentes que con un genuino interés por la pintura. El aprecio por Manet vino luego, cuando empecé a entender su honrado intento de emular a los grandes maestros (a Velázquez, sobre todo) sin cargar con el peso de una tradición estancada.  Y con ese libro, ya digo, yformando parte de la misma oferta promocional (uno

UNA VELADA

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Siempre me ha llamado la atención lo distinta que es esta plaza a otras de la ciudad. Irregular, presidida por una fuente (ésta, de reciente construcción) y rodeada de edificios relativamente bajos, parece una plaza de pueblo. El hecho de estar situada a espaldas de la universidad y a medio camino entre la Alameda y la Plaza del Falla no le presta ningún cosmopolitismo añadido, sino que, por el contrario, acentúa su radical diferencia, su condición de isla en medio de zonas de más empaque y prestigio. También conozco algo a la gente de aquí, por ser parte de la población escolar que atendía mi antiguo centro de destino; y son, o parecen,  gente de pueblo; gente que apenas sale de su barrio, pese a estar éste situado en el centro geográfico de la ciudad y tener aperturas a los cuatro costados de la misma. Gente, también, humilde y algo esquinada, con la que es mejor no entrar en pendencias.  Mentalmente, voy anotando estas cosas mientras escucho a mi locuaz interlocutor, que ha sid

RELECTURA

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Relectura de Cernuda, de la mano de la biografía que le ha hecho Antonio Rivero. No me decepciona, desde luego. Desde el deslumbramiento inicial, a mis veinte años, hasta hoy, cada relectura de este poeta me ha deparado nuevos matices, nuevos vislumbres de una obra que, sin ser la de uno de esos brillantes poetas-transformistas que tanto abundaron en su generación, es bastante más rica y variada de lo que parece. La abordo ahora por la que me ha parecido siempre su etapa mejor, la que abarca los poemas escritos durante su estancia en Inglaterra, hasta poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Si Darío incorporó a la poesía española la sonoridad de la francesa de la segunda mitad del siglo diecinueve, y Garcilaso la de la gran poesía italiana de los siglos XIV y XV, a Cernuda corresponde el honor de haber traído a la poesía española las inflexiones de la poesía meditativa inglesa, en una gama que abarca el Romanticismo, por supuesto, pero también un perceptible eco de la poes

PRÓRROGAS

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Cena de despedida para los alumnos que terminan sus estudios. Alguien, desde la mesa de los mayores, plantea la consabida cuestión de si se cambiaría uno por alguno de esos jóvenes que ahora lucen ante los viejos su realzada lozanía, su vitalidad, sus planes todavía no devaluados o contradichos por la realidad. Y la respuesta es, decididamente, no. A lo más, aceptaría uno una prórroga indefinida de su actual estado -a pesar de la presbicia, las canas, la evidente disminución del vigor físico-; o, a lo sumo, un breve retroceso de no más de diez años, por ejemplo -siempre que uno pudiera conservar algunas cosas valiosas aprendidas o constatadas en esos últimos diez años-. Pero volver sin más a la adolescencia, o al final de ella, eso nunca. Demasiadas inseguridades, demasiados interrogantes por resolver, demasiada dependencia de una afectividad desbordada o mal dirigida... Uno empezó a constatar la progresiva superación de ese estado carencial permanente a partir de, pongamos, los vein

EL VERDADERO

Evaluaciones, lecturas atrasadas, preparación de una conferencia. Ni un minuto para acudir a este diario. No pasa una hora, sin embargo, en la que no vuelva a él, aunque sea imaginariamente, porque se ha convertido en la pauta ideal de lo que pienso y no llego a escribir, o de lo que pienso a secas... Y casi me parece que el verdadero diario es ese otro.

CÚMULO-NIMBOS

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Este empleado de gasolinera me pregunta qué ha pasado con mis columnas periodísticas. Y caigo en la cuenta de que, desde finales de febrero, cuando interrumpí la colaboración con el Diario , es la primera persona que me ha preguntado directamente por esa cuestión. La única, en fin, que dice echarlas de menos. No sabe cuánto se lo agradezco. Y, también, que esta muestra de interés venga de una persona a la que no cabe atribuir otro afán en este asunto que el propio de un simple lector. Tiene uno pocos, descontando los colegas, para quienes estar al tanto o no de lo que escribo no es sino un modo de sondear los abismos del oficio. Desde anteayer, cuando tuvo lugar esa humilde muestra de interés, voy con la cabeza más alta. Hay quienes venden más libros que uno y quienes gozan de mayor predicamento. Pero no sé si esos podrán vanagloriarse de lo que yo: de que los lea el chico que les sirve la gasolina. No es mal balance para diez años de colaboración en un periódico. *** El campame