VISITANTES

Siempre que paseo por mi ciudad con un extraño, experimento la misma sensación: no soy yo quien guía al otro, sino el otro el que me fuerza a descubrir, a través de su mirada, lo que yo, por la venda que impone la costumbre, no veía desde hacía meses o años. Y el resultado es siempre una ciudad mejor, qué duda cabe, contra la que apenas cabe oponer los defectos suyos que tan bien conoces, y de los que ahora tan oportunamente se recata. *** Y es que a eso se reduce mi vida literaria -si es que así puede llamarse- durante el verano: casi todos los años recibo la visita ocasional -nunca más de una por verano- de algún amigo escritor que quiere verme. Casi podría enumerarlos, y designar los años por sus nombres, como los romanos hacían con los cónsules. Algunos -pocos- reiteraron sus visitas durante una serie de años, delimitando así un ciclo; otros han venido en una sola ocasión. Traen noticias de su predio, concuerdan con uno en la infalible constatación de que en todas partes cuec