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Mostrando entradas de agosto, 2011

VISITANTES

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Siempre que paseo por mi ciudad con un extraño, experimento la misma sensación: no soy yo quien guía al otro, sino el otro el que me fuerza a descubrir, a través de su mirada, lo que yo, por la venda que impone la costumbre, no veía desde hacía meses o años. Y el resultado es siempre una ciudad mejor, qué duda cabe, contra la que apenas cabe oponer los defectos suyos que tan bien conoces, y de los que ahora tan oportunamente se recata. *** Y es que a eso se reduce mi vida literaria -si es que así puede llamarse- durante el verano: casi todos los años recibo la visita ocasional -nunca más de una por verano- de algún amigo escritor que quiere verme. Casi podría enumerarlos, y designar los años por sus nombres, como los romanos hacían con los cónsules. Algunos -pocos- reiteraron sus visitas durante una serie de años, delimitando así un ciclo; otros han venido en una sola ocasión. Traen noticias de su predio, concuerdan con uno en la infalible constatación de que en todas partes cuec

DISIDENTES

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La mayor dificultad del diarista: la naturaleza cíclica de la materia de la que se ocupa, que hace que las impresiones de hoy se parezcan a las de hace un año, y a las de hace dos, y lo enfrenten a uno a una doble impostura: la de repetirse, o la de obviar lo inevitable de esa repetición. O lo que es lo mismo: todo diario prolongado avanza sobre la falsilla de lo ya escrito. Por eso el diarista es siempre un hombre melancólico: vive sobre lo ya vivido, constata lo constatado ya muchas veces. *** La dualidad de Blanco White -sigo con la biografía de Martin Murphy-: su descreimiento religioso y su inconformismo lo enfrentan a la España tradicional; pero, situado frente al primer intento reformista serio de cambiar esa España -las Cortes de Cádiz-, ese mismo inconformismo lo convierte en un crítico formidable de los muchos tropiezos y errores de la camarilla liberal gaditana, a saber: la mezcla de torpeza y estrechez de miras con que ésta afrontó el problema americano; su intolera

COLORES

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En la biografía que Martin Murphy ha hecho de Blanco White, y que acaba de publicar Renacimiento, leo esta frase de un corresponsal de éste, a propósito del sistema político que en torno a 1811 estaban debatiendo las Cortes de Cádiz: "Cualquier gobierno capaz de hacer una ley en media hora es un gobierno despótico, ya sea su forma monárquica, aristocrática o democrática". Y no puedo por menos que pensar en la reforma constitucional que gobierno y oposición españoles andan ultimando, y que parece fruto de una ocurrencia repentina. Leer las vidas de los viejos liberales españoles tiene esto: constata uno que se anticiparon a casi todos los males de la España contemporánea; y que resolver, lo que se dice resolver, no resolvieron ninguno. ***  Hasta hoy no había anotado nada aquí del sainete telefónico que me ha tenido distraído buena parte del verano, y por efecto del cual he perdido, creo, el número de teléfono móvil que llevaba usando desde hacía años. No seré prolijo e

INTEMPERIES

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También aquí, en la costa, se siente esa impresión general de retraimiento que, en los pueblos más pequeños, sigue a las ferias y celebraciones del puente de agosto. Las terrazas se van quedando vacías, y entre los paseantes predomina ya el elemento local, con presencia destacada de los recién regresados, los que vienen, pongamos, de dar la vuelta al mundo o de bañarse en aguas más prestigiosas que las que lamen estas orillas casi vecinales, y comprueban ahora cómo esas experiencias tan trabajosamente adquiridas, y a tan alto precio, quedan rápidamente difuminadas bajo el peso abrumador de lo conocido. Nosotros también, a escala más modesta: echamos de menos un matiz del silencio, determinada cualidad del aire, una tonalidad general del paisaje y la luz. Sabemos ya, por experiencia, que lo más inasible es lo que más tarda en borrarse, y tal vez por eso nos conmueve el desamparo de los que sólo traían en la retina, y ya casi lo han perdido, el equivalente a un puñado de fotografías ante

ASPIRACIONES

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Me enseña J.A.M. las acuarelas que ha pintado durante sus vacaciones en la costa. Sueltas, de trazo grueso, de tonos fuertes y contrastados, meramente abocetadas casi todas ellas, como si la esencia de esta pintura rápida fuera no perfilar en exceso, no tocar demasiado. Algo que va en contra, me parece, del carácter mismo de J.A.M., que es pintor detallista y perfeccionista, y en el que los arrebatos coloristas, el puro dejarse llevar por la emoción de la pincelada, hay que buscarlo, como en Velázquez, en los fondos, las tramas, los amasijos que no se dejan reducir al perfil y a la línea. Por eso descree de estas acuarelas: no se ve en ellas. Y, sin embargo, lo reflejan mejor que muchos de sus grandes óleos, porque representan, no un logro, no una repetición de sí mismo, sino una... aspiración. *** Como también lo son los tomates que saca de su huerta. Casi se disculpa por sus imperfecciones: "Es que..., como no les echo nada...". Sin embargo, están exquisitos, pese a su

PASOS DE BAILE

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Escribo en la mañana del domingo, lo que es también un acto desacostumbrado. Este agosto marca, definitivamente, un antes y un después. Que las vacaciones coincidan con un descanso efectivo de esas otras obligaciones ajenas a las laborales supone, desde luego, una diferencia. No hay horarios, no rigen las distinciones convencionales entre los días de la semana. Mañana lunes recalaremos de nuevo en la sierra. Por nada, porque sí. Dentro de un rato saldremos a tomar algo. Recién levantado, cuando la ciudad dormía, fui a la gasolinera a reponer la bombona de gas. Entre una cosa y otra, en fin, he tenido tiempo de anotar los nombres de los siete westerns que Budd Boetticher rodó con Randolph Scott, de leer los primeros capítulos de El niño de Samarkanda , de mandarle a J.S.M. el poema que me ha pedido para su revista... Mi rutina de siempre, sí, pero desubicada, espontánea, libre de ataduras. Y lo curioso es que el tiempo casi cunde más de esta manera. Tanto, que casi me estoy planteando

ARENA

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En este agosto sin obligaciones -ahora me alegro, en fin, de haberme librado de mis compromisos periodísticos-, casi he conseguido vivir sin horarios. Salgo a pasear al anochecer, ceno de madrugada, estoy levantado hasta las dos, las tres, las cuatro..., en consonancia con una realidad que ahora en verano también se desquicia un poco y se reparte las horas de modo desacostumbrado.  Al filo de las doce, por ejemplo, de regreso de mi paseo nocturno, entreveo entre dos edificios del paseo marítimo un apacible mercadillo. Me dicen que es el mismo de las mañanas de domingo, sólo que, en verano, por no sé qué extraña tabla de equivalencias, se ha trasladado a las noches de los jueves. A la quincalla que venden le sienta muy bien la luz amarilla de las farolas y el comedimiento general de la noche lenta y calurosa. Pasea uno la mirada por  la cerámica desparejada, la gusanera de relojes, los quinqués -no podían faltar-, las deshilachadas chaquetas de torero, los capotes acartonados, las

RECAÍDA Y JUSTIFICACIÓN

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¿Y dónde está escrito que un diarista tenga derecho a vacaciones?