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Mostrando entradas de marzo, 2012

VIENTOS

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Entre unas cosas y otras, semana casi en blanco en lo que respecta a este cuaderno. Sería muy interesante, sí, leer el diario de alguien a quien le ocurran muchas cosas. Pero esa persona, ay, probablemente no tendría tiempo de escribir un diario. No quiero decir con eso que en esta semana mi vida haya tenido la intensidad de la de un aventurero, pongo por caso. Rutinas, pequeños deberes de amistad y algunas (gustosas) servidumbres del oficio, como la que me tuvo el martes encerrado en casa preparando unas notas que luego no leí en la improvisada, y acaso por ello más amena, presentación de mi novela. Y la posterior tarde en Sevilla, llevado por esa obligación, y la taza de café ingerida en una terraza en los aledaños del parque María Luisa, a resguardo del viento de levante que no ha dejado de soplar en toda la semana, expuestos (mi mujer, mi hija, yo mismo) al efecto algo mareante del canto de los pájaros, el olor del azahar y las idas y venidas de los jóvenes estudiantes de un ins
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LUZ PRESTADA

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De este fin de semana se me queda la visión fugaz de esta muchacha con cuyo camino coincido durante un rato, y a la que veo mirarse con evidente satisfacción en todos los escaparates ante los que pasa. Es carirredonda, culona, un tanto paticorta, comos suelen serlo la mayoría de las chicas de aquí, pese a su reputación de incomparablemente hermosas; pero le asiste, como no podía ser menos, el don de la juventud, que le infunde una especie de lozanía luminosa, más atractiva incluso que la mera belleza ajustada a los cánones. Y supongo que lo que le gusta de sí misma es esa luz prestada, que es la que la hace brillar en los escaparates; y la que el tiempo le arrebatará cuando menos lo espere. *** Escribo esto después de votar, y bajo el efecto desmoralizador de un incidente que, primero, me hizo buscar ansiosamente en Internet algún teléfono donde denunciarlo, antes de renunciar a ello en consideración a la evidente falta de malicia con que se cometió, y al posible daño que mi exc

AÑIL

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Estos estremecimientos del mar por efecto del viento sur, que tanto se parecen a los de la piel tocada por el consiguiente frío a destiempo. Y la opacidad resultante -añil-, que es la del ánimo resentido. *** La inmensa respetabilidad de los dos apretados tomos que contienen la poesía completa ("a excepción de Paterson" , dice la nota introductoria) de William Carlos Williams. Y mi extrañeza ante el hecho de que los poemas que más me gustan en una primera hojeada casi no parecen de W.C.W. *** Escribir a destiempo, y sin tiempo. Entre dos reuniones laborales. La lamentable inconsistencia del pensamiento a ráfagas.

EXCURSO

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Me veo, de pronto, en medio de aquel descampado en las afueras de un pueblo sevillano, en una desabrida tarde de ¿primavera? de hace treinta y cinco o treinta y seis años... Hemos hecho parada en este pueblo a la vuelta de una excursión escolar, creo recordar que a Itálica. Y, de pronto, la conmoción: unos golfillos locales han descalabrado a un compañero nuestro. Los mismos que ahora ensayan desplantes chulescos ante nosotros, a una cierta distancia, a la espera de ver qué resultado tiene su lamentable hazaña. Nuestra reacción, desde luego, no se la esperaban. Como no la esperábamos nosotros: el maestro que va al frente de la excursión se erige inesperadamente en general en jefe y nos dice que quiere ver "ahora mismo" cincuenta piedras en el aire. Obedecemos como un solo hombre, ajenos por completo al peligro cierto de que el enemigo reaccione con la misma contundencia y produzca nuevas bajas. Pero no. El contraataque ha surtido su efecto. Y el maestro, que es un hombre b

EFEMÉRIDE

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También de los localismos se saca algo. Por ejemplo, al hecho, normalmente incómodo, de que ayer fuera fiesta en la localidad donde trabajo y día laborable en donde resido debo una mañana de deliciosa inactividad, entregado a los placeres del paseante sin prisas, o de quien encuentra por fin el momento de darse algún capricho largamente demorado. Ya sé que debería estar en otra parte: en el bullicio, quizá, de la efeméride ciudadana -la celebración del Bicentenario de la Constitución de 1812- que ha motivado este inesperado "puente" festivo. Otra vez será. Quizá en el próximo centenario. *** De éste, en fin, lo que me asombra es que se haya celebrado sin polémicas, lo que quizá es signo de que vamos madurando. Pero, por lo mismo, me llama también la atención que no haya surgido ni una sola voz discrepante respecto al significado de la celebración o la interpretación de los hechos históricos a ella vinculados. Y que esta casi completa ausencia de disidentes en las ce

EL MIRLO

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Es una frase corta, de no más de diez sílabas, creo, suponiendo que el canto de un pájaro pudiera dividirse en sílabas -aunque éste articula con tanta precisión y claridad que su canto casi podría transcribirse-. Y termina en una especie de coda ascendente, como en tono interrogativo. Lo oímos a la hora en que solemos despertarnos los días laborables. Las paredes del pequeño patio cuadrangular hacen de caja de resonancia. Se ve que a él también le gusta oírse: repite su frase lo menos diez veces, siempre idéntica a sí misma, siempre igual de clara, siempre dejando en el aire la misma pregunta sin respuesta. Luego se va, tal vez porque mi mujer se ha levantado y ha encendido una luz.  A media mañana, mientras paseamos, nos parece oír una frase parecida al pie de unos arbustos, junto a la carretera. En esto lo vemos aletear y elevarse sobre la mínima espesura. Es un mirlo. Vemos luego otros aquí y allá. Nuestra guía de pájaros -tenemos una, como para atestiguar nuestra ignorancia al

LAMPANDO

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Gente en la playa tomando el sol. Chicas en topless - las primeras, las más impacientes-. Salen sus pechos a la luz -diría un cursi- casi al mismo tiempo que las primeras flores. Como una floración más de esta no sé si anticipada primavera, que nos sorprende todavía con la guardia baja y el ánimo acatarrado. *** Paso junto a un portal y sorprendo a un repartidor de propaganda electoral engañando a la señora que ha contestado su llamada al portero automático: "Información del ayuntamiento". Y el caso es que el partido del que reparte publicidad es, efectivamente, el que manda en el ayuntamiento. *** Rebelarse, sí. Pero no para preservar un status quo definitivamente fracasado, al que nos aferramos simplemente por miedo de lo por venir, sino para reclamar -como hacen incluso nuestros vecinos del Magreb- la definitiva incorporación a ese Occidente avanzado en cuyas puertas estamos todavía, lampando -no se me ocurre mejor verbo-. Y dejar atrás  para siempre esta espe

LA GARZA

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Una garza -o una garceta, o garcilla, que de todas estas maneras las llaman los que entienden de estas cosas- caminando por la senda de pavimento duro, para deportistas, que atraviesa el parquecillo que tengo al pie de mi balcón. Se la ve despistada, y sus andares desgarbados resultan cómicos contra el fondo característicamente humano que forman los parterres y la senda recta. Pero llega un momento en que su desconcierto y su desorientación me resultan angustiosos. Y casi estoy a punto de bajar para tomarla entre mis manos y llevarla a un lugar menos conspicuo. Una ráfaga de viento parece ayudarla a reaccionar. Levanta el vuelo y se posa durante unos instantes en el techo de una casetilla de electricidad, antes de perderse, en una nueva remontada, tras unos edificios altos. Me ha dejado pensativo. Un ser inmaculadamente blanco, perfectamente dotado para el vuelo, dando tumbos de borracho en un lugar expuesto. Ni siquiera su huida a destiempo me asegura que su despiste haya sido puram

TRIESTE

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Hojeo mis álbumes del Teniente Blueberry . De niño, cuando estas historietas más o menos para adultos venían seriadas en tebeos infantiles -en Mortadelo , recuerdo, y en Super Pulgarcito -, me llamaban la atención por su estética -para mí, difícil- de la deformidad, la suciedad y la miseria. Yo era inconsciente entonces de su correlato cinematográfico, porque incluso las películas convencionales del Oeste tenían para mí un acabado más limpio y elegante; y sus héroes, desde luego, eran ajenos al cinismo desastrado de Blueberry. Pero, por eso mismo, aquellas historietas me fascinaban, y me intrigaba el hecho de que el autor de aquellas caras contrahechas y feas, de aquellos encuadres violentos y de esa manera de narrar elíptica demostrara ser, cuando quería, un dibujante de una gran escrupulosidad realista, amigo de los detalles e incluso generoso en aquellos que eran capaces de entusiasmar a un niño -cuarteles, edificios ruinosos, cabalgadas en el desierto, soldados uniformados-. La

TEATRO Y CINE

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En el teatro, para ver el montaje que el actor Rafael Álvarez "El Brujo" ha hecho del relato-monólogo El testigo de Fernando Quiñones. Con cierta aprensión, todo hay que decirlo, porque conozco bien el texto original y lo he oído en más de una ocasión en labios de su autor. El testigo , recuérdese, desgrana los recuerdos que un anciano cantaor flamenco de no demasiada nombradía guarda de Miguel Pantalón, un personaje insociable y mal encarado que, sin embargo, tenía lo que nunca llegó siquiera a rozar el narrador: el don del cante, la capacidad de alcanzar, aunque fuera en contadas ocasiones, y sin que ello se tradujera en reconocimientos o beneficios tangibles, esos momentos en que la ejecución artística supera a su artífice y conduce a éste, casi involuntariamente, a una innominada dimensión superior en la que se vislumbra la grandeza del arte mismo, su inefabilidad y la propia impotencia humana para ir más allá de estos vislumbres ocasionales y parciales.  En sus lect

PAYASO

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De este "raro", Máximo José Kahn, de quien acabo de leer una biografía, me quedo con dos rasgos: su gusto por la mistificación -en una nota de La Gaceta Literaria lo presentan como "aviador" en la Gran Guerra; y se conserva una carta suya en la que trata de embaucar nada menos que a Lorca, para conseguir que éste le mande unos inéditos- y los títulos de sus dos novelas: Año de noches y Efraín de Atenas -. De esta última, además, me quedo con su final, digno de que lo filmara Murnau: el protagonista, empleado como payaso en un circo, impresiona al público contándole su tormentosa biografía, y luego muere... Se queda uno con ganas de leerla. *** Terminar siendo un "raro" de tercera o cuarta fila; y fiar tu fama póstuma a que la Diputación te reedite los libros olvidados... *** Lectura, melancolía. Mejor escribir; que, en determinadas circunstancias -ay, quién me mandaba a mi terminar mi última novela, con la que tanto he disfrutado- asegura, al

SOBREEXCITACIÓN

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Por tres veces oigo en el informativo horario de RNE la noticia que da cuenta del afán gubernamental  por defender la necesariedad   (sic) de los recortes presupuestarios. Y a la tercera vez me pregunto seriamente si la fealdad del palabro contrahecho no será consustancial a la mezquindad del concepto, a ese esfuerzo mendaz de la realidad contable por presentarse como la única y más trascendente realidad, al precio que sea. *** Ante mi evidente falta de tono vital -¿será la astenia primaveral, que se ha anticipado este año?-, estas simpáticas compañeras me preguntan qué me pasa. "Nada, que necesito cariño". Sigue una bárbara explosión de carantoñas burlonas, acompañada de las correspondientes protestas por parte del elemento masculino. Y el caso es que la broma tiene su efecto, porque la verdad es que, una vez confesada la debilidad, me siento más animado... Y acaso ese sea un inmejorable síntoma: el momento en que los achaques se convierten en comedia sostenida por

SANGRE DE HORCHATA

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En este "club de lectura" estudiantil debaten hoy La metamorfosis de Kafka. Y la conclusión es unánime: a nadie le ha gustado. Sin embargo, en cuanto los bisoños contertulios vencen la timidez primera, empiezan a afluir comentarios que dan cuenta de la insospechada complejidad de la obra; y casi podría concluirse que, a los pocos minutos de comenzado el debate, todos los participantes están de acuerdo en una cosa: la obra es fea, sí; pero es también sumamente interesante... ¿Basta eso? La pregunta incide nada menos que sobre la validez estética de todo el arte nacido a contrapelo de ciertas intuiciones básicas del espectador. Si La metamorfosis es bella, lo son también todos los adefesios, monstruos y monigotes con los que nos ha obsequiado la pintura contemporánea desde los tiempos de las vanguardias hasta la actualidad. Y no es una cuestión tan ingenua como podría parecer a primera vista, porque esa idea predeterminada de lo bello, lo terminado, lo armónico, era ya, a f

DOMINGOS

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A lo que de verdad se parece una tarde de domingo es a la jornada del convaleciente. El mismo malestar, la misma temerosa expectativa de tener que hacer frente pronto a las obligaciones sin estar del todo preparado o repuesto, la misma prórroga inefectiva de los presuntos privilegios del descanso y la inactividad. Acude uno a este cuaderno para conjurarla. Y es que ésa es la virtud de la escritura gratuita: fruto del ocio, proporciona a éste una coartada. Y ya no es éste el tiempo del convaleciente, sino el del cansado. *** En el sendero, grupos de domingueros que portan grandes bolsas de comida y bebida. Ha pasado la hora temprana del paseante y el deportista. Privilegios de pobre: una comilona al aire libre, seguida de una siesta. Pensábamos que íbamos a envejecer para ver un mundo extraño, acaso irreconocible. Pero no: los años nos han llevado justo al punto de partida: a aquellos irredimibles domingos de nuestra infancia, con sus digestiones pesadas y su vago malestar de tie

DISAPPOINTING RESULTS

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Mañana de convaleciente. Desde detrás de los cristales del balcón, como una planta de invernadero, contemplo a los escasos paseantes que cruzan el parquecillo que tengo frente a mi casa: una pareja de ancianos, un hombre joven de aspecto patibulario que anda como recelándose de algo o alguien, una de esas incongruentes cuarentonas de leggins y melena rubia que dedican el hueco de la mañana a cultivar el tipo... Los mira uno como a fantasmas, en esa irrealidad de las cosas que parecen levemente descabaladas por el mero hecho de no ajustarse a los horarios y rutinas propias. Tampoco la luz es firme: oscila según las concentraciones de brumas altas -que no nubes- consiguen o no tapar el sol. Veo los penachos de las palmeras estremecidos por el viento de poniente y siento erizarse mi propio vello, como si el aire frío me rozara a contrapelo. Fiebre, sí, pero no en mí: en las cosas, en las que he ido depositando, como quien se libra de una carga, todo aquello que me estorbaba. *** E