VIENTOS

Entre unas cosas y otras, semana casi en blanco en lo que respecta a este cuaderno. Sería muy interesante, sí, leer el diario de alguien a quien le ocurran muchas cosas. Pero esa persona, ay, probablemente no tendría tiempo de escribir un diario. No quiero decir con eso que en esta semana mi vida haya tenido la intensidad de la de un aventurero, pongo por caso. Rutinas, pequeños deberes de amistad y algunas (gustosas) servidumbres del oficio, como la que me tuvo el martes encerrado en casa preparando unas notas que luego no leí en la improvisada, y acaso por ello más amena, presentación de mi novela. Y la posterior tarde en Sevilla, llevado por esa obligación, y la taza de café ingerida en una terraza en los aledaños del parque María Luisa, a resguardo del viento de levante que no ha dejado de soplar en toda la semana, expuestos (mi mujer, mi hija, yo mismo) al efecto algo mareante del canto de los pájaros, el olor del azahar y las idas y venidas de los jóvenes estudiantes de un ins