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Mostrando entradas de mayo, 2012

CAINITAS

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Byron: siempre sale mejor parado en sus propios textos que en los que otros escriben sobre él; incluso cuando esos otros -entre quienes me cuento, porque también yo he escrito algo al respecto- quieren defenderlo y dejar clara la admiración que todavía despierta. No lo digo en detrimento, por supuesto, del prólogo que ha puesto mi amigo JLP a su excelente traducción de Caín . Pero, ¿acaso no resulta esta obra mucho menos cainita de lo que parecen indicar sus rasgos cuando se los enumera en un texto aparte? Porque, sí, en ella se justifica el incesto, se da cabida a alguna que otra teoría heterodoxa de la creación, se afirma bien a las claras la simpatía del autor por la desazón moral y metafísica del personaje... Pero todo eso es, en la obra, tan conforme a la, digamos, verdad poética del drama, que, leído en ella, no llama tanto la atención. Es como si Caín, visto en su salsa -que es como lo ve Byron-, fuera menos cainita  -y más comprensible y humano- de lo que lo pinta el parecer

LO QUE IMPORTA

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Poniendo la mejor voluntad posible, se podría admitir que un gobierno de orientación, digamos, "liberal" -y ojalá el que tenemos lo fuera en el sentido más hondo de la palabra- tuviera como proyecto modernizar a fondo la economía española y hacerla tan dinámica como, por ejemplo, la norteamericana, aun a costa de renunciar a cierto grado de protección social propio de las economías muy dirigidas... Bueno. Pero eso exige, como mínimo, una mentalidad empresarial parecida a la que rige en el mundo anglosajón, donde los contratos se cumplen escrupulosamente, las cuentas se llevan con absoluto rigor y la exigencia de responsabilidades, cuando se aprecian irregularidades de gestión, es implacable. Nada de eso se cumple aquí, y la prueba es la desastrosa gestión que se está haciendo de la actual crisis bancaria: nadie informa, nadie asume responsabilidades, nadie dimite o hace dimitir. Y ahí está el quid de la cuestión: sin empresarios -y políticos- mínimamente solventes, hacer r

ECONOMÍA INTERNA

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Creo que todavía no he mencionado en este cuaderno el bar de mi calle. El bar del barrio por antonomasia; porque, aunque hay otros, éste es el más popular; o, al menos, el que los parroquianos consideran casi una prolongación de su propia casa, al que bajan para ver el partido de turno o para aviar una cena improvisada. No hay refinamientos gastronómicos en este bar: lo que preparan son suculentos bocadillos, frituras de batalla, pizzas más o menos sui generis , hamburguesas generosamente guarnecidas... Con eso se quitan el hambre las nutridas tertulias familiares que ocupan la terraza cuando hace buen tiempo y no sienten ningún deseo de volver a sus pequeños pisos recalentados, o los grupos de hombres solos que ven el partido y en algún momento de la velada sienten que hay que echarse algo sólido al estómago para compensar la ingesta de cervezas. A mí no me gusta el fútbol, y ni siquiera lo entiendo, así que debo hacer un cierto esfuerzo interpretativo cuando me instalo en el mostra

ZAMBOMBAZOS

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El mismo día en el que mi sector laboral iba a la huelga me despiertan –dormía uno el sueño de los cargados de razón– unos zambombazos. Salté de la cama. ¿Habrá estallado la revolución social? Hace apenas unos meses no me hubiera planteado semejante posibilidad. Hace unos meses era la sociedad entera la que dormía el sueño de los satisfechos. Pero lo que ayer parecía inconcebible hoy no lo es. Y los españoles, que nunca hemos sido muy entusiastas de los formalismos democráticos, hoy nos volvemos a inclinar por el grito y la protesta callejera, y no digo yo que sin razón.   Pero a lo que iba: dormía uno el sueño de los justos y me despertaron unas explosiones. ¿Qué ocurrirá? Salí al balcón. No siempre tiene uno la oportunidad de asistir a la toma del Palacio de Invierno desde su ventana. Y cuando esperaba ver una multitud enfurecida avanzando tras una pancarta, lo que vi fue todo lo contrario. Un muy relajado desfile de señoras vestidas con trajes de lunares y con la cabeza rematada

LIU YU-XI

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Hoy se inclinan a un lado, mañana al otro. Me refiero a las palmeras bajo la acción de los dos vientos que suelen alternarse en estos pagos: el poniente, siempre un tanto respondón y antipático; el levante, ligero y volátil como dicen que es -y mienten- el carácter mismo de esta tierra. De cualquier modo, uno es partidario de otros vientos menos extremistas. El sur, por ejemplo, que unas veces refresca y otras suaviza los rigores del frío, pero que siempre aporta una civilizada nota de alivio a los excesos a los que tan proclives son los otros. *** Expresar el descontento cívico, político y social en un poema que no mencione otra cosa que ríos, montañas lejanas y el reflejo de la luna, y que se resuelva en una nota de nostalgia. Qué no daría uno por ser, en estos momentos, un poeta Tang. *** Como éste Liu Yu-xi (722-842) que escribe un poema sobre los melocotoneros que, según reza la nota a pie de página, "ofendió tanto a las autoridades que (su autor) fue obliga

ABARDELA

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El mal tiempo frustra nuestro plan de subir al monte a buscar lo que nuestros amigos nos han descrito, primero, como rosas silvestres, y luego han llamado abardelas ; lo que, consultado en Google, se traduce en una vistosa flor de pétalos rosados, dispuestos al modo de los de las amapolas alrededor de un cáliz bulboso rematado por una corona de pistilos dorados... Se trata de la Paeonia broteroi , a la que ya conocíamos de alguna excursión anterior. Esta vez dejamos su búsqueda para otro día; aun sabiendo que, en lo vertiginoso de la estación, es poco probable que lo nacido, como es el caso de estas flores, a mediados de mayo siga vivo y pujante, una vez cumplida su función, dentro de dos o tres semanas. Con esta melancolía, que se deja acompañar muy bien de un copioso chaparrón mañanero, volvemos a casa. *** Si acaso, ha venido uno preparando inconscientemente ese estado de ánimo a lo largo de todo el fin de semana. Me llevé para leer Cocktails , el libro del vanguardista

LA FERIA

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Una explicación de lo que nos pasa podría ser lo que me contaba el otro día un amigo librero, a raíz de la apagada marcha de la Feria del Libro de este año. El primer fin de semana llovió a mares y no fue nadie. El resto de los días sufrimos temperaturas africanas y una solana que no hacía aconsejable salir a la calle hasta el filo del anochecer, por lo que fueron también muy pocos los que se decidieron a dedicar las horas muertas de la tarde a pasear entre libros, a pesar de que la temperatura –lo puedo asegurar– en las antiguas casamatas en las que tiene lugar esa actividad era más que llevadera. Es decir: tan perjudicial fue la lluvia como los días despejados, tan malo el sol inclemente como las lluvias torrenciales. ¿Cuál hubiera sido la solución? Mi amigo se encogía de hombros: ¿adelantar la Feria, quizá? Pero ya sabemos que abril, por ejemplo, es el más impredecible –“el más cruel”, decía el poeta– de todos los meses. Quizá lo que sucede, simplemente, es que a la gente cada vez

NECROFILIAS

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Sólo hay una cosa tan complicada como convencer a un adolescente aficionado a escribir versos de que aprenda y emplee los recursos que la tradición literaria ha puesto a su alcance: convencer a un menor de veinte años aficionado al cine de que mucho de lo mejor de ese arte está en las películas en blanco y negro.  Hasta hoy no me había dado cuenta de la semejanza existente entre una y otra imposibilidad. Y de lo más curioso: que ambas pueden darse simultáneamente en un mismo individuo. *** Respecto a lo primero: el único camino por el que un poeta que no desee sujetarse a la métrica puede llegar a librarse de ella es... dominándola. *** Y respecto a lo segundo: tal vez lo que les repugna del cine en blanco y negro a los más jóvenes es que a lo que más se parece la pasión que algunos llegamos a sentir por figuras como Miriam Hopkins, por ejemplo, se parece mucho -en lo que tiene de atracción hacia un fantasma- a la pura necrofilia. Aunque nada más fantasmal, entiendo, que

APUNTE (2)

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De vuelta a casa, después de pasar la tarde en una dependencia universitaria y coincidir con la salida de los alumnos, o con ese revuelo en el que los estudiantes se mezclan con los que no lo son, y se unen todos en una cierta algarabía en la que destacan los shorts de estampado hawaiano, los torsos desnudos, las bicicletas invadiendo la calzada... Sensación de que algo queda en entredicho con esta escena. El concepto de futuro, quizá, ahora ya definitivamente subsumido en una reivindicación del eterno presente. Verano, playa (tan próxima). Libros arrumbados. Etc.  

APUNTE

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Mujeres en topless  en la playa, vistas desde el ventanal de la biblioteca escolar en la que paso tantas horas. Apenas unas gotas de azogue en la extensión incandescente de la arena sin sombra. De una naturaleza tan gaseosa, que uno se consuela con la idea de que, si alargáramos las manos lo suficiente para tocarlas, se nos escurrirían de entre los dedos, como humo.

VIDA SECRETA

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Por sus "escritos públicos" sé de su vida secreta , dice J.R.J. a Alfonso Reyes en carta del 8 de agosto de 1929; lo que, se me ocurre, podría aplicarse perfectamente al tipo de escritura que se practica en este cuaderno.  *** Y este intento -tímido- de definición política, uno de los pocos que pueden rastrearse en esta correspondencia: Pienso que es necesario ponernos de manera más evidente entre las izquierdas claras (en carta a Enrique Díez-Canedo, 1 de octubre del mismo). Una exigencia de claridad que, viniendo de J.R.J., deja fuera la práctica totalidad del espectro político hispano, presente y pasado. *** Mientras tanto, termina la Feria del Libro, para mí, con un acto en el que presento a F.I., escritor y amigo, y al que sigue una grata velada en la terraza de un bar sito en una populosa plaza gaditana. Mis interlocutores -escritor, editor, escritores y amigos que han venido a acompañarlo- dan la espalda a la acera de enfrente, en la que tiene lugar -yo sí

SUPERLUNA

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Tuvimos "superluna", que es como decir que tuvimos lo que cada cual quisiera ver en ella, porque, si algo caracteriza al astro vecino, es su capacidad de transmutarse en la fantasía privada de cada cual. Pudimos verla en toda su plenitud el sábado por la noche, después de un día de abundantes lluvias que dejaron un cielo lavado y cristalino. No sé qué verían otros en ella. Ortega y Gasset, el filósofo que tanto gustaba a las duquesas, comparó una vez el sol a una tortilla de patatas, y se imagina uno los aspavientos que harían las damas enjoyadas ante esa comparación grosera. Claro que en España la aristocracia, y hasta la monarquía, han sido siempre muy de tortilla de patatas y taquitos de jamón, preferiblemente ingeridos en un palco de plaza de toros. Pues bien: la luna del otro día parecía eso: una enorme tortilla metafísica hecha para alimentar a los hambrientos de este mundo, que los hay, y no sólo de pan, porque también hay quien tiene hambre -digámoslo, a riesgo de p

UNA ANÉCDOTA

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Casi cuatro años después de que me la contaran de viva voz -y  así quedó plasmada en este cuaderno -, leo hoy en letra impresa los documentos y las correspondientes anotaciones referentes al caso: la reclamación por deterioro de equipaje que presentó Juan Ramón Jiménez a la Compañía Transatlántica a su llegada a Cádiz, después de su boda en Nueva York, en 1916. Juan Ramón, que se alojó en esa ocasión en el todavía existente Hotel de Francia y París -y que entonces se llamaba Hotel de France et Paris -, se salió con la suya: consiguió que le abonaran las cuatro mil pesetas en las que estimaba el valor de lo deteriorado, y no sólo las quinientas que la compañía solía pagar en esos casos. El propio Marqués de Comillas, propietario de la naviera, zanjó la cuestión a favor del poeta. Y lo que yo no sabía, y de lo que me entero ahora, es que el hallazgo de las cartas que ilustran el caso, tanto las de J.R.J. como las de los empleados de la compañía, dio lugar, en su día (1986, fecha del re

ANDARES

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Qué pena dan estas cartas de Juan Ramón Jiménez (las leo en el segundo tomo de su Epistolario , recién publicado) en las que desnuda tan a las claras su hombría de bien y su delicadeza en un mundo de halcones desalmados. Y no lo digo por retratar al poeta en su tópica imagen de inadaptado: J.R.J. no lo fue, en absoluto; y si algo demuestran estas cartas, escritas en sus años de plenitud creativa y humana, es que sabía muy bien lo que se hacía, y sólo esperaba de los demás la misma probidad estricta que él aplicaba a sí mismo y a sus relaciones con los otros.  Leo, por ejemplo, las cartas que intercambió con Archer M. Huntington, director de la Hispanic Society de Nueva York. Al parecer, éste le ofreció sufragar la edición de una antología de la poesía de J.R.J. que elaboraría y cuidaría el propio poeta, a cuenta de la mencionada Sociedad norteamericana. Ni corto ni perezoso, J.R.J. puso manos a la obra, y, contra viento y marea -porque no era fácil disponer de papel bueno, cuya pa

O LIVRO MAIS TRISTE

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Se pasó uno la mañana como los toreros: mirando el cielo, a ver si escampaba. Y, milagrosamente, escampó, y la Feria (la del Libro, no la otra, la del Puerto, también deslucida por la lluvia, como lamentaba alguna que otra adolescente que yo me sé) recuperó su pausada normalidad, en la que se incluía que yo firmara ejemplares de mis libros esa tarde. Y firmé alguno, claro. Aunque lo verdaderamente divertido fue constatar, una vez más, que un hombre de casi cincuenta años en una ciudad pequeña no tiene más que sentarse en un sitio concurrido para ver pasar por delante de él, literalmente, su vida entera. *** Al día siguiente, en cambio, no faltó el sol, que se hizo notar sobre este modesto mercadillo de quincalla en el que distrajimos la mañana. No me atreví a rescatar de la basura, por la roña que lo cubría, una novela de cierto autor local que fue famoso en los años cincuenta y sesenta; pero sí me llevé, por cincuenta céntimos, una edición facsímil de Só , el emblemático libro

CARACOLES

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No traería uno a esta columna al humilde caracol si no estuviera convencido de que los acontecimientos estacionales son también noticia. Y lo son, digamos, porque no ocurren nunca exactamente del mismo modo en distintos años, y porque la diferencia, por sutil que sea, sólo se explica por el modo en el que esos acontecimientos interactúan con la otra actualidad, la que depende del capricho humano y no del sucederse de las estaciones. Así, no será lo mismo tomar una taza de caracoles en año de vacas gordas que en año de vacas flacas. Para los primeros tenía el llorado gastrónomo y periodista Xavier Domingo una receta insuperable: caracoles a la langosta. “Cueza los caracoles con una langosta y déles luego la langosta a los criados…”, empezaba. Era, como se ve, una receta ideal para tiempos de dinero fácil, como, por ejemplo, los que se vivieron en este país cuando era posible vender el piso heredado de la abuela por una fortuna inconcebible. Ahora no. Ahora me dicen que los cocineros s

PEREZA

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En el segundo tomo de Libros de Madrid , de Juan Ramón Jiménez, me encuentro un documentado prólogo de José María Conget sobre J.R.J. y... Nueva York. ¿Será una confusión? Espero que la lectura me lo vaya aclarando. Claro que, a tenor de lo que M.A. me ha dicho del prólogo que han puesto a una reciente edición de los cuentos de Lafcadio Hearn, una cosa parece clara: hay un duende que anda trasteando con los prólogos, y que gusta asignar a según qué libros lo primero que encuentra por ahí. *** Primeros caracoles del año, comprados en un bar que no ha cambiado nada en los últimos cuatro decenios, y en el que yo no entraba desde mi tierna infancia, cuando el "coche de línea", que era como entonces llamaban al autobús interurbano, paraba justo a su puerta. De ahí el nombre del bar: "La Primera", por ser la primera parada del autobús. Siguen allí los mismos azulejos, las mismas mesitas con lustrosos mantelitos de hule, los mismos borrachos. Y hasta estos caracole