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Mostrando entradas de julio, 2012

DEBILIDADES

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Nublados de verano, con amenaza de lluvia. O no tanto amenaza como promesa de alivio de una tensión contenida. Y ese olor de la mampostería mojada cuando la tocan las primeras gotas. *** Confesaré una debilidad: he disfrutado con el pequeño ciclo de Tinto Brass que me ha deparado la televisión por cable. No tanto con la pretenciosa y muy conocida Salón Kitty , con su utilización artera de la parafernalia nazi como aderezo sadomasoquista -y, sin embargo, hay que agradecerle a esta película lo que tiene de parodia desaforada de productos de prestigio como La caduta degli dei , de Visconti, o Portiere di notte , de la Cavani-, como con otras dos que no había visto, y que tienen su gracia: Senso'45 , también una inteligente reductio ad absurdum de la famosa película de Visconti, con un tratamiento del nazismo (pues se trata de una traslación del argumento viscontiano a los tiempos de la república de Saló)  mucho más matizado que la mencionada Salón Kitty ; y, sobre todo, Mirand

GENTE

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Multitud festiva entre las montañas de desperdicios que se han acumulado en la calle por efecto de la huelga de basureros. Impresión de ciudad sitiada. Y, al mismo tiempo, de grato abandono, como si ya no fuera posible otra cosa que beber cervezas -que es lo que hacemos- y hozar en la basura. *** Me dice C. que lee este diario desde Boston. Será, supongo, como oír sermonear a su padre a la hora de comer. Y a una distancia en la que ese permanente discurseo resulta incluso entrañable. *** Me encuentro por la calle, por cierto, al padre de uno de sus compañeros de viaje. Fue amigo mío en la adolescencia, cuando los dos teníamos la misma edad que nuestros respectivos hijos tienen ahora. "Quién nos iba a decir a nosotros -le digo- cuando nos pasábamos las tardes dando vueltas sin ton ni son por la ciudad, que nuestros hijos harían lo propio, treinta años después, en una lejana ciudad norteamericana". "Y que aprovechen -me dice mi amigo, que siempre ha sido un hom

PLACERES

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Encuentro en Internet esta doble traducción al inglés de tagarnina , el exquisito cardo silvestre comestible que tanto juego da en la gastronomía del sur de España: common golden thistle o Spanish oyster thistle . Hay también quien la llama -erróneamente, por lo que puedo comprobar-  oyster plant -planta inglesa de la que se aprovecha más bien el tubérculo, y no las hojas tiernas-; y encuentro también que  el término general para el cardo comestible es cardoon -que equivaldría más bien, creo, a nuestros cardillos o borrajas, y no a la tagarnina propiamente dicha- ... Lo que explica, en fin, las dificultades que tuvimos para hacer entender a M., nuestro nuevo amigo inglés, cuál era exactamente la verdura que contenía la exquisita tortilla que estábamos comiendo en aquella terraza de Grazalema. Hicimos más bien una aproximación descriptiva: es la primera fase, dijimos, del crecimiento de cierto cardo silvestre, cuando las hojas espinosas, pero con el nervio central todavía  blando y j

FANTASMAS

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Mire hacia donde mire, el español medio siempre tiene cerca la pobreza. Nunca nos hemos alejado de ella lo suficiente. Hemos sido un país rico en términos estadísticos, pero eso sólo porque hay demasiados países pobres. Aun en los mejores momentos, nuestro nivel de vida siempre ha estado muy por debajo del que se disfruta en las naciones más avanzadas. Y a esa pobreza relativa se une ahora la amenaza cierta, o más bien la inminencia, de la miseria en términos absolutos, la que sobreviene a una familia cuando pierde su fuente de ingresos y sus ahorros.  Ésa es la realidad. Pero a la incidencia de la crisis en curso hay que sumar otro factor: el hecho de que, incluso en épocas más boyantes, una gran mayoría de los españoles nunca ha olvidado la realidad de la pobreza vivida, tal como la pudieron conocer en su infancia o por el testimonio directo de sus padres y abuelos. Es casi un obligado tema de conversación en las sobremesas de las comidas familiares. “¿Te acuerdas de cuando solam

UNA CRÓNICA

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El levante sofocante de los últimos días cambia en la tarde del jueves a un agradabilísimo viento sur, que hace que la manifestación de ese día contra la política del gobierno no sea, como temíamos, una marcha de gente sudorosa y al borde de la deshidratación sobre el asfalto recalentado, sino un grato paseo vespertino. El airecilllo levanta los ánimos y termina por infundir al acto cívico una inevitable atmósfera festiva, a lo que contribuye no poco el carácter mismo de la ciudad, y el hecho de que cada una de estas ocasiones multitudinarias -y ya van demasiadas, ay, por motivos que no son para enorgullecer a nadie- se convierta en una interminable sucesión de encuentros. Me pongo al día del cambio de situación sentimental de X., de las vicisitudes laborales de los vástagos de Y., de la apurada coyuntura editorial de Z... La provincia entera y su menudo acontecer cabe en una calle. En una calle en la que, dicen los cómputos periodísticos, hay en ese momento treinta y seis mil person

PRELIMINARES

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Arranca el día con cierta dificultad, y de hecho no me siento ante el ordenador -que es el momento que puede señalarse como el inicio de mi jornada efectiva- hasta pasadas las once, a pesar de que llevo levantado desde las siete. Se entiende que los alemanes no se fíen de nuestra productividad. En mi caso, puedo justificarme. Si estuviera escribiendo una novela, como he estado haciendo en los últimos años, hubiese iniciado la labor a primera hora de la mañana y no hubiese parado hasta la hora de almorzar. Y es que la escritura de una novela tiene algo de trabajo de peón: hay que fajarse y apencar durante seis o siete horas seguidas. Lo que estoy haciendo ahora, en cambio, es de naturaleza discontinua, y avanza por tanteos. Antes de emprender un nuevo relato hay que jugar un poco con las ideas, releer lo escrito en los días anteriores, retocar, dar por descontado que puede haber -aunque no siempre- algún que otro arranque en falso. Lo mismo pasa con la escritura de los poemas, y por e

REESCRITURAS

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La escritura del libro de relatos va entrando en velocidad de crucero; es decir, en el momento en el que las ideas hasta hoy postergadas en nombre de otros proyectos afloran de nuevo y nutren un ritmo de trabajo que ya no quiere interrupciones ni admite vacilaciones. Es el momento más intenso de la escritura, no sé si el más feliz, porque también incluye el vértigo de no poder permitirse todavía la reescritura minuciosa, las reconsideraciones demasiado exigentes, la vuelta atrás. Ahora el monstruo se limita a crecer. Ya vendrá la poda. *** Poder decir lo anterior lo justifica a uno. No sé ante quién o a efectos de qué, pero te quedas más tranquilo. Como a salvo de una acusación de impostura que nadie, que yo sepa, ha formulado. *** Mi padre: "Mentalmente, no me parece que tenga la edad que tengo". A mí me pasa lo mismo. Difícilmente puedo ponerme en la piel de un hombre que frisa los cincuenta. En el mejor de los casos, voy dando por resueltas algunas cuestio

EXTREME COOKING

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A primera hora de la mañana el soplo del levante es fresco. Sentado junto al balcón, con la persiana a medias, siento la corriente fría envolverme las piernas y, por así decirlo, vivificarme, después del embotamiento del sueño. Uno quisiera empezar el día siempre así, en armonía con la luz y el clima, y con el ánimo predispuesto, digamos, a una gradual aceptación de la realidad. Pero no es lo habitual. Lo normal es caer en ella como un gato caería en un perol de agua hirviendo.Y salir escaldado y maullando. *** Pruebo una bárbara delicatessen local, que aquí llaman "tachuelas": un higadillo de conejo aplastado y asado a la plancha, metido entre dos finas y crujientes rebanadas de pan... Está exquisito, y tiene un sabor impensablemente delicado. Quiere el azar que haga este descubrimiento en compañía de un inglés, amigo de amigos, con el que hemos compartido buena parte del fin de semana. "I don't mind extreme cooking", me justifico, mientras él, más sens

DELICATESSEN

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Pasea uno por una calle comercial y hay tiendas que inspiran una piedad infinita. No es sólo que nadie entre en ellas: es también el hecho indiscutible de que responden a expectativas propias de tiempos mejores. Ayer entré en una: una especie de charcutería que, por mor de esas fantasías que la población cultiva en las épocas de prosperidad, se anuncia todavía como tienda de delicatessen . Yo sólo quería comprar un poco de fiambre para el desayuno. Pero la dependienta, mientras cortaba aplicadamente unas lonchas de jamón de York, no cejó en su empeño de llevar mi atención a otras exquisiteces. “Tenemos unos postres riquísimos”, me decía, señalando un expositor. “¿Conoce usted este vino?”, “¿Y nuestras conservas?”. En su insistencia había una nota de angustia. Parecía decirme: “Hoy no ha entrado nadie más en la tienda. Mañana pasará lo mismo. Y pasado, si no ocurre un milagro, igual. Y usted me dirá qué hago con todo esto”. Yo entendía esa angustia. Y, al mismo tiempo, sentía que poc

EL HUMO CIEGA TUS OJOS

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Irene Dunn cantando Smoke gets in your eyes en Roberta , una película musical de 1935. La canción todavía  no se ha convertido en la pieza de repertorio soul  que estamos acostumbrados a oír principalmente en voces negras. Es más: por otros números musicales de la misma película, sabemos que la Dunn no tiene el bendito desparpajo -y, por qué no decirlo, la vulgaridad, en este caso beneficiosa- de, por ejemplo, su compañera de reparto Ginger Rogers. Canta con una insufrible voz de mezzosoprano , absolutamente impropia del estilo desenfadado que hoy esperamos en una comedia musical. Su propia presencia física -le pasa a otras actrices de la época: Mary Astor, por ejemplo- añade engolamiento a su personaje; que, para colmo, es el de una aristócrata rusa en el exilio... La canción, sin embargo, se impone a todos estos factores.  Es bellísima. Y tiene ese ingrediente de naturalidad que parece indisociable de la gran canción popular americana (y también, por cierto, de la española): e

MARCHA NEGRA

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Los mineros marchan sobre Madrid. También en el ánimo de uno los sentimientos marchan por delante de la razón, cada vez más inoperante y desarmada. Porque la verdad es que al principio pensé que lo que defienden -el mantenimiento, contra toda lógica, de una minería subvencionada y ruinosa- era un puro disparate. Pero ahora su causa se ha convertido en algo más: son la expresión de un descontento mucho más amplio y profundo, como demuestra el clamoroso recibimiento que les han tributado los madrileños. Y eso que no han andado muy cuidadosos con las formas y con las connotaciones simbólicas: el franco aire de revuelta que la protesta ha adoptado en sus comarcas de origen, e incluso las previsibles resonancias fascistoides del término "Marcha negra", con el que han denominado su desfile por las calles madrileñas... Pueden perdonárseles esas tosquedades, que bien pueden servir de advertencia a quienes creen que la población está dispuesta a sufrir cualquier desafuero sin protes

SACO

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Salgo de casa con un libro para leer en el autobús. En correos había otro esperándome, una novela policíaca que me envía una editorial. En la librería recojo uno que tenía encargado, Molloy , de Samuel Beckett, y me hago cargo de algunos ejemplares de un libro propio que los editores me han dejado allí. El librero se burla. "¿Quieres otra bolsa?", me dice, viendo mis esfuerzos por encajar mi cargamento en una sola. Salí de casa con un libro y vuelvo con un saco. Y me acuerdo de la ominosa advertencia que me hizo un amigo arquitecto a propósito de que los pisos modernos no están preparados para soportar el peso de todas sus paredes cubiertas de estanterías llenas de libros. *** A propósito del que recibí en correos, le comento a mi amigo librero que no sé qué hacer con determinados libros que no me interesan especialmente -aunque nunca se sabe-, y a los que me gustaría dar un destino digno. Se encoge de hombros. "Si se fuera a vender -me dice- te lo cambiaba por o

OLYMPIA

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En la sierra. Las rutinas se ralentizan. Tal vez porque C. está en su viaje de estudios -nos manda una foto de un lugar con mucho verde y un pabellón victoriano al  fondo-, porque los amigos están de vacaciones, porque el pueblo parece despoblado -aunque de noche, milagrosamente, aparece gente para nutrir las modestas iniciativas hosteleras con las que los empresarios locales pretenden salvar el verano: un concierto de blues en una terraza próxima a casa -desde nuestro patio oímos al bluesman desgranar cansinamente sus melopeas-, el bar de la piscina se ha dotado de un DJ, en la plaza han sacado las barbacoas a la calle... Miramos todo este trasiego con divertido escepticismo, pero también con simpatía. Al mediodía, nos apuntamos a una de esas iniciativas del  marketing local y, por un módico precio, nos tomamos unas cuantas cervezas servidas en lotes en un cubo de hielo. Luego siesta, cine ( Notorious , de Hitchcock), lectura ( El pájaro y la flor. Mil quinientos años de poesía c

SEDATIVOS

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Para mí que toda esa alegría era, si no falsa, sí impostada. Al menos, si la comparábamos con la de otros años. Es lo que tiene celebrar lo mismo –en este caso, una importante victoria futbolística– tres temporadas seguidas. No sé. Diría uno que, por ejemplo, cuando la gente se echó a la calle en el verano del 2010 a celebrar que la selección nacional había ganado el mundial de fútbol, la alegría de entonces, con ser grande, fue más ponderada y serena. No sé qué pensar de la de ahora: se asomaba uno al balcón a ver pasar las caravanas de coches que hacían sonar sus cláxones y agitaban banderas, y tenía uno la impresión de estar asistiendo, no ya a la celebración de una victoria deportiva, sino a la clase de emoción desatada que se produce cuando un país entra en guerra o triunfa en él una revolución. En el 2010 la gente se dijo: todo va mal, pero de vez en cuando nos podemos permitir una alegría de ésas que no hacen daño a nadie. La del pasado domingo fue distinta. Los exaltados pare

REGENERACIÓN

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La voz pausada de este hombre es parte de su estrategia. Cuando estás confiado, ¡zas! te toma la cabeza entre las dos manos y la tuerce bruscamente, hasta hacer chascar las vértebras del cuello. Este tipo de cosas, sospecho, son también parte del repertorio. Como  lo es la subsiguiente sensación de que una tensión antigua acaba de liberarse. Se siente uno un muñeco roto. O, mejor dicho, uno de esos muñecos viejos a los que, para ponerlos presentables, hay que recomponerles las articulaciones. *** Lo de Bankia es sólo el principio. Y me alegra que haya sido un pequeño partido que preconiza la regeneración del sistema quien haya conseguido llevar a los antiguos responsables de ese banco a los tribunales. Entre los encausados, personas procedentes de los partidos y sindicatos mayoritarios, componiendo una imagen que dice mucho de la clase de rebatiña a manos llenas en que ha consistido hasta ahora la gobernación del país. El fin de la crisis no llegará hasta que se hayan efectuad

COBALTO

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A las dos de la tarde pasadas me llama este amigo pintor que, junto con otros de la Sierra, ha venido a exponer a Cádiz. "Verás, que hemos decidido por unanimidad que seas tú quien diga unas palabras en la inauguración". La inauguración es esa misma tarde. Así que, sin papeles y sin haber tomado una sola nota, improviso un discursete ante la concejala de turno y los invitados. Meto la pata, claro. Confundo "cadmio" con cobalto", por ejemplo. Pero sólo el aludido -un pintor al que caractericé por su uso de los azules- se da cuenta. El resto elogia mi "facilidad de palabra", lo que no deja de causarme cierto estupor. Facilidad de palabra es otra cosa: una cierta capacidad de encantar a los demás con un discurso no necesariamente original ni profundo, pero sí bien dicho. La tiene mi amigo L.M.D., por ejemplo, a quien siempre nombramos portavoz del jurado literario en el que coincidimos. Lo mío es otra cosa: una cierta facilidad para hilar las ideas qu

BOMBARDEOS DIURNOS DE PRECISIÓN

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Las vacaciones no terminan de arrancar. Flecos laborales todavía por resolver, idas y venidas, tiempo que, sin ser propiamente de otro -el tiempo propio que uno le alquila a otro-, tampoco es de uno. *** Otros se han ganado ya el derecho a gestionar absolutamente su propio tiempo. Almuerzo para despedir a compañeros que se jubilan. Parabienes, discursos emotivos. Y hostelería defectuosa, a pesar de que el evento corría a cargo del que, dicen, es el mejor restaurante de la ciudad. Pero el menú es más bien justito, amén de archisabido; la bebida se administra con cuentagotas -hasta el punto de que, a la hora de los brindis finales, muchos brindamos con la copa vacía-; y el personal, como suele ser norma, muy maleducado: las camareras no paran de charlar entre ellas mientras los homenajeados pronuncian sus discursos. Luego, para la copa de sobremesa, nos sentamos en un añejo bar atendido por camareros septuagenarios. Como es mi costumbre, huelo la ginebra -me gusta  hacerlo-,