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Mostrando entradas de octubre, 2012

POR ESO

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Lo único positivo de un periodo de penuria como el que atravesamos es que clarifica, o debería clarificar, las cosas. Antes, por ejemplo, cuando abundaba el dinero público para ciertas actividades -incluso para la literatura, ay, esa parienta pobre de todas las artes, la que menos pide y la que menos necesita para subsistir-, algunos se llevaban la parte del león y los otros no protestaban porque también les tocaba algo en el reparto, aunque fuera la calderilla. Y todos contentos. Ahora siguen llevándose la parte del león los mismos que antes, y lo que no hay es calderilla que repartir. Con lo que, miren por dónde, debería quebrarse la regla de oro de las situaciones estancas e inamovibles, que es la ley del silencio. Pero no. Y eso sí que es raro. *** Esa conocida anécdota que se cuenta del escritor argentino E.S.: cuando se hallaba entre colegas, se dice, su mujer les pasaba a éstos de vez en cuando una nota para advertirles de que llevaban quince minutos sin extenderse en

SETAS

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Amaneció despejado. Pero bastó una insinuación de nubes -que, en estas altitudes, lo mismo podían derivar en lluvia que en niebla cerrada- para que el paisaje, tan acogedor al principio, se volviera de pronto amenazador. Íbamos en busca del paraje que aquí llaman Los Santos Lugares, imagino que por el aspecto de belén que, dicen, tiene el conjunto de refugios y habitáculos excavados en la roca que forman lo que debió de ser, en su día, una cortijada o un  poblado de pastores. Pero, como Moisés respecto a la Tierra Prometida, nos quedamos a las puertas. Para distraer la marcha, íbamos buscando setas, y también, pasada determinada cota, una cueva de la que uno de nuestros acompañantes había oído hablar. Y en uno de los repechos, atascados en medio de un canchal, desistimos. No así los otros, que alcanzan a rodear el peñasco dificultoso y llegan a la meta propuesta. Nosotros, mientras, volvemos sobre nuestros pasos. Y en los alrededores de la alberca de Casa Fardela, que hemos tomado co

GARBANZOS

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Leo que los españoles estamos volviendo a las legumbres y a los platos de cuchara. En estos tiempos de penuria, no hace falta decir más. Volvemos a la sanísima dieta de Don Quijote: la olla “de algo más vaca que carnero” y las lentejas de los viernes; dejando, en todo caso, el “palomino de añadidura” para los domingos. En eso, recordarán los lectores del maravilloso libro, se iban tres cuartas partes de la hacienda del hidalgo, y aun se consideraba afortunado. Hoy las tres cuartas partes de nuestras haciendas, si no más, se las llevan los bancos, y lo demás lo saquea el Estado para alimentar su desmesura. Y con el resto, que aun ayer llegaba para sufragar la malísima dieta de niños caprichosos que nos propinábamos –filetes, frituras, lácteos con propiedades mágicas, postres dulces–, hoy apenas da para lo que decíamos: la olla grande en la que borbotean los garbanzos, y de la que, bien administrada, salen dos comidas semanales; con el beneficio añadido de que la segunda, como todo el

CAIRO

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Caen en mis manos algunos ejemplares de la ya lejana revista Cairo , un cómic que tuvo amplia circulación a comienzos de los ochenta. Estaban en una caja de cartón, en un trastero, e iban a tirarlos a la basura. Y aunque no parecen muy baqueteados -se ve que no han  tenido muchos lectores-, sí presentan el tacto quebradizo y polvoriento del papel viejo. Los abro con ciertas precauciones, como si temiera que saliera de ellos..., no sé, un enjambre de lepismas, o el fantasma de algún moderno de aquellos años, despertado por mi torpe mano de su sueño eterno entre sábanas de papel. Y el caso es que me traen muchos recuerdos. Son del año 81; según la cronología de mis novelas sobre la Transición, estarían más cerca de la segunda entrega, Vida nueva , situada a finales el año 78, que de la tercera, Ronda de Madrid , que se ambienta en el otoño del 86.  Y, sin embargo, es en ésta donde se considera retrospectivamente ese momento de la evolución estética y sentimental del protagonista en el

JERARQUÍAS

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Un mar escalonado, sí, pero no con esa tendencia a sobreponerse que tienen las olas cuando las más avanzadas pierden velocidad y se ven alcanzadas por las que siguen. No: hoy todas guardaban las distancias, y venían a romper elegantemente en la orilla sin embarullarse con las demás. Hoy más que nunca el vaivén de las olas respondía a un compás. Y si uno aguzaba el oído, casi alcanzaba a oír la música. *** Uno debe empezar a preocuparse cuando el sentimiento de desafección ciudadana que uno experimenta empieza a minar las propias convicciones. Sobre todo, cuando esa desafección se deriva precisamente de la firmeza de esas convicciones.  *** Jerarquías literarias: entre principiante y senior , el periodo intermedio se parece mucho a esa edad en que dejamos de ser visibles a las personas del sexo contrario (o del mismo sexo, según) y, sin embargo, nos sentimos por dentro más pujantes que nunca. *** Aniversarios íntimos. Hay cifras redondas que son como un milagro que uno

INTENTÁNDOLO

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De nuevo, como otros años, a hacer acopio de piñas secas para encender la chimenea. En lo que atañe al frío, hace uno sus preparativos para el invierno con cierto espíritu de montañés que se dispone a permanecer aislado en su cabaña durante meses, sin posibilidad de recibir suministros del exterior. Por lo mismo, la semana pasada llegó el camión de la leña y pasamos toda una mañana apilándola en el patio. Se aferra uno a estas recurrencias de las estaciones como a lo único permanente y seguro en estos tiempos inciertos. Y ni siquiera el tiempo defrauda: hoy, como hace un año en esta misma ocasión, el día ha amanecido nublado, pesaroso, amagando lluvia. Bajo la pinaza han crecido grandes setas de aspecto dudoso, que dan al pinar un cierto aire de bosque encantado. Nos cruzamos, aquí y allá, con paseantes que parecen los mismos de hace un año: una pareja madura que pasea a un perro, un matrimonio melancólico que intenta distraer a una piara de chiquillos con las rutinas de un domingo e

BAUMGARTNER

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Quizá lo más sorprendente del espectacular salto en caída libre desde la estratosfera que ha dado el ¿deportista? ¿astronauta? Felix Baumgartner sea que la noticia no ha generado la habitual contrapartida de reticencias, críticas y comentarios moralistas, del tipo "el dinero que se ha gastado en eso podría haberse empleado mejor en otra cosa"; lo que es casi tan llamativo como el salto en sí, y revela que el estado de ánimo mundial no está para muchos sermones, y sí abierto a cualquier realización humana que haga volar -nunca mejor dicho- la imaginación. Y no es del todo casual que, en el trillado caudal de metáforas que han pasado al lenguaje cotidiano, haya tantas que tengan que ver con el deseo humano de recorrer las alturas, aunque sea en caída libre, con la menor cantidad de aditamentos mecánicos posibles. Así parece haberlo entendido la opinión pública planetaria. La gravedad, lejos de representar una limitación, es una poderosa fuente de emociones de todo tipo. Inclu

PREMIOS

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Premios literarios: este último -el más popular y no sé si el mejor dotado de los que se conceden en el ámbito de la literatura en castellano- se lo han dado a un escritor que, por lo que me consta, es tenaz y trabajador -y amable, además-, por lo que seguramente lo merece más que cualquiera de los oportunistas y arribistas del medio escrito que lo han ganado en el pasado. Lástima que lo que escribe, en fin, no nos guste demasiado, más allá de sus concomitancias con cierta literatura popular -las novelas de Francisco García Pavón, por ejemplo- que sí me interesa. Pero quizá todo se reduce a una confusión de la que este mismo apunte adolece: el hecho de que casi nunca un premio literario de fuste premia algo que se pueda llamar literatura. 

DUDAS

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El miedo ante la pantalla en blanco, cuando se trata de un artículo -y a diferencia, o puede que no, de cuando escribimos un cuento o un poema-, no siempre viene aparejado a la falta de asunto. A veces, incluso, hay demasiados asuntos que parecen prestarse al repertorio de actitudes de uno; y lo que falta, verdaderamente, es... entusiasmo por alguno de ellos. Y sin esa condición, ay, es inútil empeñarse. Claro que el entusiasmo -en esto como en el acto sexual, pongo por caso- a veces surge... en el acto mismo. Y qué inexplicable resulta entonces la desgana previa. *** Otras desganas tienen peor arreglo. La que surge, por ejemplo, cuando uno se ve con un nuevo libro terminado y se plantea la necesidad de encauzarlo a una editorial. Otros, supongo, lo tendrán más fácil. Yo no me quejo. Pero... *** Y si el libro es de poemas, a la dificultad normal aparejada a su gestión se une un desmoralizador sentimiento de futilidad. Sueña uno con una sociabilidad literaria más intensa y

CUÁNTO CELEBRA UNO

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Todavía me duele la uña del dedo gordo del pie izquierdo, sobre la que me cayeron el otro día los tres tomos, contenidos en su caja-estuche, de los diarios de este escritor convecino, fallecido ya...  Precisamente esa tarde se le dedicaba un homenaje, al que yo, celoso de conservar para mí ese único hueco libre en una semana muy ajetreada, decliné asistir. El escritor en cuestión fue siempre una persona quisquillosa. Y no me cabe la menor duda de que la caída "accidental" de su obra más voluminosa sobre mi pie, mientras yo manipulaba unos libros del mismo estante, fue su venganza por mi desconsideración. Y lo imagino esbozando esa risita suya de conejo que le salía cada vez que se le ocurría alguna travesura y la llevaba a cabo. *** Viene una niña de catorce años a pedirme Rayuela . Y le pregunto si es porque se lo han mandado leer. "No, es por gusto", me dice, un tanto cohibida. Y yo, para congraciarme con ella, le digo que ha elegido muy bien, que es un li

VEREDA DE LOS ALBAÑILES

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Breve paseo campestre hasta la Casa del Encinalejo, por la vereda que llaman "de los Albañiles", porque, a decir de nuestro guía, el amigo J.A.M., lo abrieron los susodichos que levantaron la mencionada casa. Los imagina uno por esta tortuosa senda, recorriéndola todos los días, como lo hace hoy el cabrero que tiene arrendada la finca, con sus herramientas y materiales a lomos de mula. Mulas, quizá, finas y curiosas, como la que encontramos hoy con las patas trabadas a la puerta de la casa, y que, cuando nos ve pararnos junto a su dueño y entablar conversación con él, se acerca a escuchar, con la cabeza gacha y las orejas bien aguzadas. También el perrillo del pastor es nervioso y juguetón, como un niño, y cuando su amo nos hace una demostración de tiro con honda, sale corriendo hacia la espesura en busca del proyectil. De buena gana se encastillaría uno en esta casa escondida y despacharía a pedradas a todo el que viniera a turbar nuestra paz de espíritu con noticias del m

INSTINTOS

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Siento un rechazo visceral hacia ciertas demostraciones masivas. Especialmente, las que evocan a las claras las coreografías multitudinarias en las que suelen arroparse los dictadores o los regímenes y organizaciones de inspiración totalitaria, o los imitadores populistas con los que cuentan en las democracias: miles de personas marcando el paso al unísono, levantando el puño o la mano extendida, agitando rítmicamente una bandera. La voluntad individual queda anulada en estas acciones, sustituida por un instinto no muy diferente del que gobierna las ciegas cabalgadas de una manada de ñus, pongo por caso. Los biólogos han estudiado ese instinto, y concluido que el hombre lo posee en medida no inferior a otros animales: regula, por ejemplo, los tránsitos que se dan en medio de una muchedumbre detenida en una plaza; que, vistos desde arriba, semejan los flujos internos de un banco de peces o una bandada de aves.  Pienso en estas cosas cuando presencio acontecimientos como el sucedido

BOMBONES

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Bombones. Los han traído al trabajo unas compañeras que celebraban su onomástica. No puedo evitar coger uno cada vez que paso junto a las dos cajas abiertas. Golosina, sí, y un cierto afán, demasiado notorio, quizá, de autogratificación... Cuando, por fin, yo y otros golosos hemos terminado con las dos cajas, nadie se atreve a retirarlas, siquiera porque el gesto de las anfitrionas siga siendo visible durante el resto de la mañana. Esas cajas vacías son como una acusación, y motivo de no pocas bromas  incriminatorias por parte de quienes no han catado su contenido. Me siento culpable. Y, a la vez, deliciosamente consciente de que pecados como éste apenas cuentan en la lista de los muchos de los que uno se acusa al cabo del día... *** Este Maurizio Serra, italiano nacido en Londres y que escribe en francés, difícilmente podría ser acusado de revisionista o connivente con el fascismo. Y dice, en su biografía de Malaparte, cosas que hacen pensar. "La cultura italiana era e

COMEDIA

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Viendo la última de Woody Allen, tan mala, se pregunta uno hasta qué punto un autor tiene derecho a malbaratar así su obra. Porque lo cierto es que los tics gastados, repetidos, de los que hace uso en esta anodina A Roma con amor extienden su efecto pernicioso a películas que nos parecieron buenas hace veinte o treinta años, y que ahora, vistas bajo el efecto de la pésima impresión causada por la última, tienden a parecérrnoslo menos. Deconstruyendo a Harry , por ejemplo, que ya era una película de vejez, tras la que esperábamos que Allen cerrase elegantemente el grifo de su ingenio. No ha sido así, y no sabemos hasta qué punto este contagio retrospectivo la herirá de muerte -y estaba entre mis preferidas-, como al resto. *** Impresión de que, a la salida del cine, de madrugada, en medio de estos aparcamientos desolados, puede ocurrirte cualquier cosa. Y que el cine y el complejo comercial donde lo han ubicado eran sólo una trampa para incautos. *** Respuesta de una s

EN BLANCO

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Veinte telas en blanco. Sabíamos ya lo que íbamos a ver, pero la verdad es que la imaginación había añadido a la cosa un misterio que no tenía, y que tampoco le hacía falta. Porque no, no se trataba de una exposición conceptual , en la que el adorno e intríngulis de lo expuesto corriera a cargo de la capacidad especulativa del espectador, o de su capacidad para decir vaguedades supuestamente profundas mientras sostenía una copa de vino en una mano y un canapé en la otra... Aunque la verdad es que tampoco había canapés, sino un honradísimo jamón de la tierra, cedido por un comerciante del pueblo, y unas apetitosas patatas fritas, aportadas también por un obrador local. Y no, no se trataba de ninguna chorrada vanguardista, por más que los veinte lienzos en blanco no dejaran de provocar cierto desconcierto entre las cincuenta personas allí congregadas. Tanto, que hubo quien, como yo, distinguió sutilísimos matices diferenciales entre una tela y otra. "Antonio, ¿por qué la trama de

IMAGEN

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Tenemos un problema de imagen. Pero no, como creen los ingenuos, porque el New York Times haya publicado un par de editoriales tremendistas sobre España y su apurado presente, ni porque las imágenes de la policía apaleando manifestantes tengan más impacto en el extranjero que, pongo por caso, las noticias de los muchos trasplantes que nuestros cirujanos logran resolver con éxito, ni porque hayan transcendido en el exterior (qué vergüenza) las bravatas independentistas del sector más intratable e irresponsable de nuestra degradada clase política. No, nada de eso. La mala imagen de España es, por así decirlo, inmemorial, y quizá lo sorprendente es que, durante un intervalo de poco más de un cuarto de siglo, hayamos gozado de un inopinado prestigio de nación abierta y tolerante, capaz de culminar sin sobresaltos una transición política sin precedentes, de poner de moda en el mundo a sus artistas, o de ascender discretamente en el escalafón de las naciones industrializadas hasta ocupar

PAISAJE LITERARIO

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Se me olvidó el otro día anotar que había leído la necrológica de Sven Hassel, el autor de todas esas novelas de aire tremendista sobre la Segunda Guerra Mundial vista desde el lado alemán. Las encontraba uno en los grandes almacenes, en los expositores de la benemérita colección Reno, en la que podían encontrarse cosas de Chesterton, de Erskine Caldwell, de Pearl S. Buck e incluso de Borges (ese preciado volumen que incluía El informe de Brodie e Historia universal de la infamia , y en el que leímos por primera vez, con manos temblorosas, "El hombre de la esquina rosada")... Ahí, en ese estimulante batiburrillo, estaban los libros de Sven Hassel, con sus portadas coloristas, en las que casi siempre se veía una trinchera, unos sacos terreros, uno o varios soldados con el inconfundible uniforme alemán, algún que otro tanque despanzurrado al fondo.  No he leído ninguna, pero forman parte de ese primer paisaje literario, junto con los libros, que tampoco he leído, de Leon U

ANACREÓNTICA

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Olores. La suma de los de la sierra, ayer -la tierra mojada, las primeras tufaradas de las chimeneas, la mezcla de los olores de todas las hierbas circundantes-, era un perfume hondo, intenso, vagamente mentolado, fresco y vivificante. El del mar, hoy, dominado por el de las algas que el temporal ha arrojado a la orilla, es picante, más animal que vegetal, y con un estimulante componente yodado que despeja las fosas nasales y parece repercutir en alguna zona primitiva del cerebro, aquella donde se guardan, para los usos más o menos inconfesables que cada cual  les quiera dar, los olores primigenios de los que está hecha la memoria instintiva de la especie. No sabría uno con cuáles quedarse. Tiene uno el corazón tan dividido como el olfato. *** Y un sabor para las tardes invernizas por venir: el del vino que llaman oloroso . Seco.   *** En cuanto a alimento sólido, ayer lo apuntábamos: morcilla de hígado. Que sabe a pobreza sabia y bien administrada, como corresponde a los

LO HACEN

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Como venimos hambrientos, paramos en la fábrica de embutidos a comprar una morcilla de hígado para el aperitivo. Nos atiende un hombre mayor, lento, quizá un poco desbordado por la responsabilidad que le han dejado sus hijos, que son quienes suelen atender el negocio. Para abonar el módico precio, le alargo un billete de veinte euros. "No tengo cambio", nos espeta, y nos quedamos todos mirándonos sin saber que hacer. Mi mujer sugiere traerle el dinero un poco más tarde. "No se preocupe", le dice. "vivimos aquí cerca, esta tarde nos acercamos". El hombre parece pensárselo y al final acepta. Nos vamos un poco cariacontecidos, como si sobre nosotros recayera una inmerecida reputación de timadores. Ya en el coche, le pregunto a mi hija si tiene algún dinero suelto. Y como la respuesta es afirmativa, mi mujer vuelve al comercio a solventar la incómoda deuda que acabamos de contraer. Al entrar, sorprende al encargado en conversación con otro viejo, que también