POR ESO

Lo único positivo de un periodo de penuria como el que atravesamos es que clarifica, o debería clarificar, las cosas. Antes, por ejemplo, cuando abundaba el dinero público para ciertas actividades -incluso para la literatura, ay, esa parienta pobre de todas las artes, la que menos pide y la que menos necesita para subsistir-, algunos se llevaban la parte del león y los otros no protestaban porque también les tocaba algo en el reparto, aunque fuera la calderilla. Y todos contentos. Ahora siguen llevándose la parte del león los mismos que antes, y lo que no hay es calderilla que repartir. Con lo que, miren por dónde, debería quebrarse la regla de oro de las situaciones estancas e inamovibles, que es la ley del silencio. Pero no. Y eso sí que es raro. *** Esa conocida anécdota que se cuenta del escritor argentino E.S.: cuando se hallaba entre colegas, se dice, su mujer les pasaba a éstos de vez en cuando una nota para advertirles de que llevaban quince minutos sin extenderse en