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Mostrando entradas de diciembre, 2012

MI RESUMEN DEL AÑO

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Me siento ante esta página a las once menos cuarto, después de un relajado desayuno y de haber levantado las persianas para que la casa se ventile y solee, que es también una manera de abrirla a la limpia serenidad de estas mañanas despejadas de invierno. Quiere uno para sí esa serenidad y esa limpieza, y por eso procura que todos sus gestos en esta mañana pre-festiva sean así: precisos, económicos, medidos, pero también lentos, descansados, predispuestos a esa clase de felicidad que consiste en sentirse en paz con uno mismo y con el entorno. No soy demasiado fiestero, pero sí algo partidario de los ritos de paso. Y despedir el año viejo y recibir el nuevo como es debido exige, por lo menos, cierta predisposición de ánimo. Parecen inevitables los balances. Pero también hay que evitar, por obvias, esas declaraciones rencorosas por las que uno pretende dar violento carpetazo a lo malo pasado en nombre de las presuntas bondades por venir.  Sí, el 2012 fue un año malo, incluso muy malo

GALERÍA

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Quizá el único gesto sincero de rebeldía que se pueda tener a partir de los cincuenta años sea... pedir disculpas por la contribución de uno al estado de cosas contra el que ahora es preciso rebelarse. *** Miro a  mi alrededor: de las cincuenta personas allí congregadas, al menos a cuarenta y cinco las conozco desde hace decenios. A la mayoría incluso les tengo cariño: hemos envejecido juntos. Sin embargo, qué poco hemos hecho los unos por los otros, más allá de intercambiar cordiales saludos durante treinta años o más. Con qué pocos de ellos podría contar para, por ejemplo, confiarles una cuita o hacerles partícipes de la alegría de una ilusión cumplida. Más bien lo contrario: lo procedente es ocultarles lo uno y lo otro, en aras de una buena educación que es también cálculo y prudencia... Seguiremos saludándonos otros treinta años, si es que (hoy me he levantado optimista) duramos tanto. *** Y esta extraña película, Les valseuses (1974), de Bertrand Blier, aquí

LOS SOPRANO

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Termino de ver Los Soprano -a buenas horas, dirán algunos; pero es que uno suele llegar a estas cosas siempre tarde, y con frecuencia empujado por recomendaciones ajenas-: un trimestre entero he tardado en trasegar esta especie de largometraje seriado de casi setenta horas de duración... Ha valido la pena, ante tal despliegue de buenas interpretaciones, aciertos de guión y otros primores, como la escogida banda sonora o un cuidado en la realización poco frecuente en las series televisivas. Ha supuesto, también, mi vuelta a la condición de espectador de esta clase de productos, después de décadas evitándolos en nombre de no sé si bien o mal fundados prejuicios. Ahora no tengo más remedio que sumarme al coro de alabanzas que la serie ha suscitado: es, efectivamente, una gran comedia humana , en la que, como en los buenos novelones, los protagonistas son sometidos a una aguda disección que deja al descubierto todas sus facetas, así como algunos aspectos de la sociedad a la que pertene

NAVEGANDO

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De nuevo con la mesa flanqueada por el Webster , el Diccionario marítimo del contraalmirante Enrique Barbudo y otros trebejos del oficio, y con una decena de páginas especializadas abiertas en la barra del navegador -y es curioso que aparezca aquí este término marinero, tan apropiado a lo que me traigo entre manos-. Otra vez en el tajo, en fin, empujado, no tanto por motivos mercenarios, como por la necesidad de poner un poco de rigor en mi trabajo, todavía aquejado de esa sensación de vacío que sigue a los años que he dedicado a escribir mi trilogía novelística. Éste de traductor no es mal oficio. Un tanto obsesivo y solitario, quizá, y no sé si compatible con esos niveles de sociabilidad que tan buenos serían, si los alcanzara, para el rumbo general de mis asuntos, pero que ya, ay, al filo de mis cincuenta años, sé que no voy a alcanzar nunca. *** Paso los tiempos muertos de la víspera de navidad espigando viejos cuadernos y copiando los versos sueltos, ideas para poemas, et

MI VILLANCICO DE 2012

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Navidades dickensianas: en el asilo de pobres, sopas de pan y castañas. En un cajero automático un San José sin papeles monta su belén de trapos. Y en la ciudad desigual la policía de Herodes mantiene la paz social. Que no falte la alegría: Salomé baila su danza ante la faz del Bautista. (Mi villancico laico de 2012. Un poco triste, sí. Pero vayan por delante mis mejores deseos para todos los lectores de este blog. Que el 2013 no sea tan fiero como lo pintan.)

AMIGOS

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Nadie más optimista que esos pájaros que empiezan a barruntar la primavera desde las mañanas soleadas, o no tanto, de diciembre. Para ellos lo peor, que es el crudo noviembre, ha pasado ya. Deberían servirnos de ejemplo. *** Me reprocha cariñosamente mi amiga I.M. que no le haya acusado recibo de Tres maneras de estar sola , la antología de Mascha Kaléko con la que nos ha dado a conocer la deslumbrante obra de esta poeta alemana, que hasta ahora nadie había caído en traducir al español. El libro, creo recordar, lo pedí yo mismo a la editorial, por lo que me di por eximido de ese deber de cortesía. Pero, aún así, no me hubiera costado nada poner unas letras a la traductora felicitándola por su trabajo, y más cuando ella tuvo conmigo la deferencia de hacerme partícipe del mismo desde el momento en que empezó a gestarse... Decididamente, soy un desconsiderado. Examino la pila de libros recibidos en las últimas semanas. Antes de leerlos, deberé ocuparme del que reseño mensualmente

WILL

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El conferenciante trata de insuflar un poco de optimismo en el público juvenil, al que ha venido a instruir sobre los intríngulis de la vida universitaria a la que la mayoría de los presentes parece querer dirigir sus pasos. Pero el pesimismo es palpable. Todos piensan que su destino natural es el paro. Con buen sentido, el conferenciante les dice que hacia 2020, que es cuando, en términos estadísticos, esta generación se incorporará al mercado de trabajo -dicho en plata: se verá abocada a ganarse el pan-, lo más probable es que el ciclo económico haya cambiado, y estemos en una época boyante. Este moderado pesimismo apenas hace mella en el público, que sigue recibiendo las palabras del conferenciante con toda clase de aspavientos derrotistas. Pero no hay más remedio que darle la razón: también en mis tiempos de estudiante, que transcurrieron cuando todavía coleaban los devastadores efectos de la "crisis del petróleo" de finales de los setenta, el futuro parecía bastante n

SOLEDADES

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Homenaje público a Rafael Alberti, con motivo del ciento diez aniversario de su nacimiento. Allí estábamos, convocados por el organismo competente, varias decenas de escritores gaditanos, cada uno con la encomienda de no gastar más de cinco minutos en su intervención; a pesar de lo cual, y de la visible preocupación del anfitrión -el propio director del organismo, y buen amigo nuestro- por que el acto fluyera, hubo quien se extendió en largos preámbulos o quien creyó conveniente leer dos piezas del homenajeado, en vez de una sola. Aguantamos dos horas y media, y todavía quedaba gente por intervenir cuando, incurriendo en una tan evidente como inevitable descortesía hacia ellos, nos marchamos, porque nos esperaban en casa y porque no era cuestión de dejarse llevar por esa natural tendencia de los domingos a descoyuntarse y a destejer los biorritmos y a traducir los excesos en un malestar que a veces impide conciliar el sueño y se extiende a la mañana del lunes...  Pero no era eso, n

LAS IDENTIDADES

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Leer por primera vez un libro de poesía -quiero decir, un libro que desde el primer verso cumple todas las expectativas favorables que pudiéramos haber puesto en él, y cuya lectura por tanto se nos impone por sí  misma, y no responde a un mero acto de paciente voluntarismo por nuestra parte- se parece mucho a esas visitas apresuradas que los turistas hacen a un museo de una ciudad a la que van por vez primera: les atenaza, a un mismo tiempo, la impaciencia por todo lo que les queda por ver y la ansiedad de constatar que el vistazo rápido que dedican a cada una de las piezas que les salen al paso no es suficiente, y no satisface en absoluto el instinto de apropiación que nos asalta ante la presencia de lo que juzgamos valioso. El turista fía la satisfacción de esas demandas a una segunda visita, por lo mismo que el lector, mientras recorre un poco atropelladamente los poemas en una primera lectura, se remite al reposo y a la decantación de impresiones que le deparará la segunda. Alg

ETC.

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Platón, que decretó la expulsión de los poetas de su república ideal, se acerca mucho a la perfecta definición de en qué consiste leer poesía cuando describe el conocimiento como reminiscencia . Es justo lo que siente el lector de un buen poema: la sensación de que lo que éste dice, y que en su materialidad -en sus detalles concretos de dicción, sintaxis, vocabulario, ritmo, etc.- es absolutamente nuevo para el lector, aviva un conocimiento que el lector ya tenía, pero que no hubiera recuperado - recordado - de no ser por la acción de ese poema concreto. El poema siempre dice algo ya conocido por el lector -de lo contrario, éste no sabría reconocerlo-; pero, en su novedad de verdad reformulada, se le presenta a éste como una evidencia nueva que se incorpora a las verdades básicas de su existir. Naturalmente, puede olvidarse de nuevo -cuántas lecturas decisivas no habremos olvidado con los años-; pero siempre queda la posibilidad de que el milagro se repita; de que otro poema, o la re

COMO TODOS

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También el correo ha disminuido. Es quizá uno de los efectos más curiosos, por inesperado, de la penuria que nos envuelve. Y casi lo agradezco, acostumbrado como estaba a recibir cantidades de libros que exigían, para acomodarlos, muchos metros lineales de estanterías nuevas al año. Pero, aun así, me apena volver del apartado de correos con las manos vacías, y constatar que pasan semanas enteras sin que ningún amigo escritor me quiera hacer partícipe de un libro nuevo, ninguna editorial me envíe sus novedades, o ni siquiera el periódico en el que publico mis reseñas haga lo propio. Me entristece este nuevo testimonio de la parálisis general, y me inquieta en particular el desalentador indicio que me da respecto a mis propias expectativas editoriales. Porque, en este contexto, ¿se atreverá algún editor a publicar un libro mío, pongamos, de aquí a diez años? Al mismo tiempo, me reconforta una como recién adquirida sensación de ligereza, de ausencia absoluta de obligaciones y compromiso

TRAS LOS CRISTALES

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Foto de Antonio Serrano Cueto Al aire libre todo es distinto. Más sano, quizá, pero también más expuesto. Los libros, por ejemplo, evidencian la fragilidad que corresponde a los delicados materiales de los que están hechos, y en la que no reparamos ya quienes estamos acostumbrados a manipularlos en espacios normalmente cubiertos y cerrados. Al aire libre -en una plaza como ésta en la que hemos instalado nuestro tenderete con los libros que hemos venido a presentar en este "mercadillo de arte" de Benaocaz-, la acción alterna del sol y la humedad comban ligeramente algunas portadas, al mismo tiempo que las rachas esporádicas de viento -hubo una que tumbó varios caballetes de la exposición aledaña de pintura y arrancó de sus pies de hierro algunas de las pesadas sombrillas de la terrazas circundantes- pasan con cierta impaciencia las hojas, como cuando un lector olvidadizo busca y no encuentra algún pasaje en un libro ya leído. Luego está esa curiosa atracción que las s

ARTE PARA TODOS

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Toda la información AQUÍ.

TRANCHES DE VIE

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De esta pila de viejos ejemplares de Vértigo , el tebeo que se anunciaba como la "edición española de Pilote ", me fascina la serie de historietas titulada "Crónicas de la Isla Grande", a cargo del francés Gérard Lauzier. Lauzier, me dice Wikipedia, murió en 2008, a los setenta y seis años, por lo que estas historietas,  publicadas treinta años antes, se corresponden con su momento de plenitud vital y artística, y son una verdadera crónica en directo de los sentimientos de un hombre que, al filo de la madurez, pone en práctica el sueño escapista al que se habían consagrado algunas de las mejores mentes de su generación y se va a vivir a una aldea de pescadores de Brasil. Las historias resultantes desprenden una cierta nostalgia y traslucen un imposible ideal idílico de sociedad al margen del consumo, en la que imperan maneras sencillas de relacionarse y una sensualidad natural mal reprimida por las convenciones. Pero, al mismo tiempo, el dibujante y protagonista

DESAIRES

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Avalancha de artículos pesimistas en los periódicos del domingo; no todos, claro, del mismo pelaje ni igualmente legibles, pero sí  emparentados por un mismo sentimiento de desánimo. Si seguimos así, el problema del país no será sólo económico, sino también mental: una vasta depresión colectiva de impredecibles consecuencias. Y como ya se sabe que la mejor manera de abordar el macrocosmos es escrutar el microcosmos, me basta como muestra un botón, que ni siquiera es literario: al final del paseo matutino por una ciudad que, pese a la espléndida y cristalina mañana invernal, parece despoblada, me encuentro a mi animoso tío A., que ha sacado a pasear a su mujer enferma; y que, en su deseo de agradarla, ha recorrido ya, en lo que va de mañana, los lugares de paseo de todos los pueblos aledaños. Todos, me dice, igualmente desiertos. "Debe de ser el frío", digo, desmintiendo la evidencia de que es el frío, precisamente, la principal razón para salir de nuestras mal acondicionada