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Mostrando entradas de noviembre, 2013

LA RESEÑA INVITADA: 'FALSA PIMIENTA' de AMALIA BAUTISTA

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Reseña de José Miguel Domínguez Leal.  Para leerla en LA RONDA DEL LIBRO ,  pinchar en la imagen.

INTENSIDAD

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No sé, puede que fuera efecto del calorcito que emanaba del aparato de aire acondicionado, o de haber delegado la responsabilidad de la actividad escolar que estábamos llevando a cabo -la lectura en voz alta de un cuento, en la biblioteca- en mis dos compañeras, que eran quienes marcaban los turnos y amonestaban a los distraídos. El caso es que me estaba dejando llevar por el runrún, por el vago interés que despertaba en mí el cuento -uno de Ana María Matute-, por lo agradable de la temperatura, incluso por una sobrevenida sensación de limpieza corporal que no sé a qué atribuir, porque no hay novedad ninguna en el hecho de que, en las primeras horas de la mañana, acuse aún los efectos benéficos de la ducha tomada nada más levantarme. El caso es que, de pronto, me siento inexplicablemente relajado, libre de apremios, cómodo y abrigado en mi algo despeluchado jersey de lana, e inusitadamente despierto y consciente de mi propia persona, de la luz que entra por los ventanales, de la pre

ROMÁNTICO

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El caso es que yo ya lo había pensado, cada vez que enfilaba en invierno el hueco de aire frío de las escaleras y sentía el olor a cloro del agua con lejía con la que acababan de fregarlas. Una sensación a medias estimulante y a medias reminiscente de esas horas de temprana oscuridad en las que uno se imponía el deber de hacer un poco de ejercicio físico, y con ello el de salir de casa, desnudarse en un vestuario, sentir el escalofrío de la ducha apenas templada, vencer la pereza con la que se encaran los primeros doscientos metros (ocho largos) de calentamiento... Este chico con el que me cruzo en las escaleras a primera hora de la mañana acierta a expresarlo mejor que nadie al espetarle a su compañero: " Quillo , huele como en la piscina." *** Más sobre las avispas. Que entren en la casa a curiosear, o a protegerse de la intemperie, o llevadas, como los gatos, por un impulso natural a explorar todo lo que se les presenta como una abertura al misterio, vale. Pero que

ORIENTE

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Tras el enésimo combate singular con las avispas -singular por mi parte: yo solo contra un enjambre entero- creo haber solucionado el problema al taponar la junta del marco del hueco de la persiana por la que creía que entraban en mi cuarto de trabajo. Y cuando, libre por fin de los molestos zumbidos y revoloteos que me han acompañado en las últimas semanas, procedo a hacer sitio en las estanterías a algunos libros -más bien unas decenas- que se me habían acumulado últimamente, soy objeto de una feroz venganza: una avispa que agonizaba entre los libros me clava su aguijón en el meñique. Rabio de dolor, pero lo tomo deportivamente: es una de las necesarias heridas que ha de lucir el vencedor. Pero tampoco: a la mañana siguiente, las avispas han vuelto a entrar, no sé si rompiendo el frágil precinto de cartón y cinta adhesiva con el que taponé la grieta o por otro conducto. Con lo que mi victoria de ayer fue sólo provisional y la guerra continúa. *** Todo esto contrasta con el e

PARA UNAS MEMORIAS DE LECTOR (2): ANTONIO RIVERO

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(Para leer el texto, publicado en La Ronda del Libro ,  pinchar en la imagen.)

CAUDALES

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Jueves y tiene uno todavía la sensación de que la semana acaba de empezar. Día veinte del mes e impresión idéntica de que éste apenas ha arrancado, cuando lo cierto es que ya casi se ha ido. También las mañanas, pese a que acarrean consigo las rutinas laborales, se pasan volando. Ya ni siquiera el aburrimiento es lento: se aburre uno menos de lo que quisiera, y lo aburrido apenas cunde... Aún recuerdo lo largo que se me hacía, de niño, un simple cuarto de hora: por ejemplo, a la espera de que comenzara el programa infantil de la tele. Contar ahora con un cuarto de hora por delante es antes un motivo de apremio que un margen para la demora. Cuántos cuartos de hora no deja uno pasar ahora a beneficio de inventario, en la certeza de que nada que merezca la pena puede hacerse en tan breve espacio. Sumados, todos esos cuartos de hora dan para muchas horas, muchos días. Es la paradoja del tiempo que se va: ante la imposibilidad de detenerlo, lo deja uno fluir, si acaso, más despreocupadame

LOGROS

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Terminó la huelga madrileña de basureros; que tiene para nosotros el valor añadido de ser el primer acontecimiento capitalino del que tenemos puntual noticia a través de C. El viernes sin ir más lejos nos describía el deprimente aspecto que ofrecían las calles del centro invadidas por las basuras, pero también nos daba cuenta de que el sentir generalizado de la población no era en absoluto hostil a los huelguistas, y que la opinión predominante era que éstos tenían razón. También ella, en su recién adquirida condición de ciudadana madrileña, era de esa opinión. Y nosotros, tan reticentes otras veces a tomar partido en estas cuestiones en las que el interés particular de unos tan flagrantemente entra en conflicto con lo que entendemos que es el bien común, esta vez le damos la razón, tal vez porque, de alguna manera, nos parece estar reviviendo, a través de su experiencia madrileña, la que fue la nuestra -la mía, en este caso- cuando teníamos su edad y Madrid era, como lo sigue siendo

UN SUCESO

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Consternación general en el pueblo porque han talado la morera centenaria. Lo han hecho mientras procedían a "remodelar" una plaza que, en opinión de todos, no necesitaba reforma alguna, y si acaso sólo requería mayor limpieza y cuidado. En cualquier caso, siempre habría sido posible edificar la plaza nueva en torno al viejo árbol, que daba una sombra generosa y era parte del paisaje sentimental de cuantos lo recordaban allí desde que nacieron hasta hace apenas unos días, cuando, a la hora en que todos hacían la sobremesa del almuerzo o descabezaban una siesta, unos operarios procedieron a cortarlo.  Me entero el viernes por la tarde, al pasar por la barra del Refugio a saludar a los amigos. Uno de ellos me hace la apología del árbol muerto. Las moreras, me dice, se adaptan bien al entorno urbano. Sus raíces no levantan las aceras ni rompen las tuberías. Cuando encuentran un obstáculo, lo rodean limpiamente, sin dañarlo... Lo dice en el tono en el que suelen enumerarse l

DIARIO DE LECTURAS: EL NUEVA YORK ÍNTIMO DE HILARIO BARRERO

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(Para leer la reseña, pinchar en la imagen)

FERNANDO QUIÑONES

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Quince años van a hacer ya de la muerte de Fernando Quiñones. Casi me parece verlo todavía cruzando el patio de mi casa en la calle Robles, muy cercana a la suya de Rosario Cepeda, de donde se descolgaba a veces para leernos, a M.A. y a mí, un cuento inédito, o invitarnos a una de las surrealistas cenas que preparaba y con las que nos amenizaba alguna que otra inolvidable noche de verano, o con la simple demanda de consultar en mi biblioteca algún libro de Borges que quizá tenía en su casa de Madrid y ahora necesitaba con urgencia, lo que con frecuencia se traducía en que se sentaba allí mismo, en nuestra sala de estar, a leernos en voz alta el texto en cuestión... Me cuesta separar estas impresiones íntimas de la alta estima que siento por su literatura, aunque me he esforzado en dejar testimonio más o menos razonado de esa admiración en todas las ocasiones en que he podido escribir sobre él, o prologar algún libro suyo -como hice con el que recogía sus crónicas de cine-, o cuando s

TEORÍAS

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Al otro lado del mismo ventanal que mencionaba ayer, un trasatlántico desplazándose sobre la línea del horizonte en dirección a la embocadura de la bahía. El sol no ha asomado aún, pero una luz polarizada, sin foco visible, rasa el mar y presta a su superficie un tacto de paño acariciado a contrapelo, del que surge, como por obra de la electricidad estática resultante, una fosforescencia irreal, atenuada aquí y allá por esos inexplicables virajes a un azul más profundo y apagado que a veces presenta el mar en calma.  Al otro lado de esa extensión, decía, el curso sereno del trasatlántico encendido como una verbena que transcurriese sobre una isla flotante. No es la primera vez que veo esta imagen, y siempre a esta misma hora al filo del amanecer, como si estos barcos se atuvieran a un estricto protocolo que los obligase a arribar a sus puertos de escala justo al comienzo del día, para que sus viajeros disfruten de una jornada completa en la ciudad de destino.  De este lado del ve

CIEGO

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De este lado del cristal han aparecido ya las faringitis y afonías y empiezan a verse las primeras bufandas. Allá, al otro lado, a eso de las once de la mañana, una joven bañista ha extendido al sol un cuerpo largo como un horizonte de montañas bajas y cubierto sólo por una sucinta braga de biquini. Un optimista diría que no hay tal dualismo, y que la realidad abarca ambas cosas, toses y desnudez gloriosa, miasmas y horizontes diáfanos. Pero yo sé que no: que también la vista tiene sus escapadas hacia lo imaginario posible; y que lo otro, lo palpable, es esto que oprime el pecho como una flema imposible de purgar. *** Y hablando de lo visible y lo invisible: la pregunta por mis orígenes literarios que me hizo este hombre ciego en la última presentación de mi libro más reciente; a la que yo, ajeno a las cautelas y consideraciones pertinentes, contesté confesando los muchos "palos de ciego" que di en mis comienzos, y haciendo luego una apología de mi más constante quere

SOCIABILIDAD

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Hasta hace relativamente poco, la modesta sociabilidad literaria que uno se trae entre manos consistía sobre todo en asistir a las presentaciones y actos públicos de autores mayores que yo. Hoy sucede lo contrario: cuando me decido a asistir a un acto  literario -lo que ocurre cada vez con menor frecuencia-, éste suele estar protagonizado por un autor más joven. A los de antes los consideraba, en muchos casos, mis maestros. Con los de ahora, mi relación se reduce, más bien, a la constatación de una maestría de la que ya poco puedo aprender. Y qué melancólicas conclusiones extrae uno de este cambio de perspectiva.  *** En la presentación de La ciudad donde nunca llueve , la primera novela de un autor de treinta y dos años del que hace algunos años escribí esto en el prólogo de una multitudinaria y tumultuosa antología poética:  "Con Eduardo Flores (Cádiz, 1981) salimos del territorio de los poetas que se definen por sus referentes literarios para entrar en el de aquellos

REALIDADES

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Hay pensamientos que empequeñecen, por lo mismo que hay un no-pensar por el que el viejo utillaje mental se orea y se abre a la realidad circundante por la única ventana posible, que es la mirada. Basta con abrir bien los ojos, que es tanto como darle su oportunidad a la imaginación.  *** Quizá por eso me apetece ahora hallarme en medio de un bosque -por ejemplo, el encinar que se extiende ladera abajo a la derecha de la vereda que rodea el Parral, en Benaocaz- y detenerme en uno de esos espacios delimitados por la confluencia de cuatro o cinco árboles que entrelazan sus ramas y crean una ilusión de reclusión. Alrededor, ese clamor de que está hecho lo que llamamos el silencio del campo: rumor de fronda, cantos de pájaros, ladridos lejanos. Y esperar. *** La verdadera realidad no está ni dentro ni fuera: está en lo de dentro cuando uno lo encuentra fuera, no sé si me explico. *** No es que la crisis -añadamos un toque de irrealidad- haya terminado: es que quienes

LIMPIO

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Está el campo limpio. No hay mejor palabra para describirlo. Las lluvias de mediados de octubre barrieron definitivamente la capa de polvo y detritos que cubría los senderos y dispersaron los enjambres de insectos que prosperan con el calor y la descomposición de la materia agotada. Ahora las piedras se muestran perfiladas y nítidas, la vegetación despliega toda su gama de verdes, el contraste entre lo soleado y lo sombrío aporta claras líneas de fuga a las perspectivas que se extienden ante la vista, como si el espacio mismo se hubiera hecho más profundo y habitable, como si cada árbol y su sombra, cada mínimo anfiteatro limitado por un cerco de piedras y cada uno de los recesos perfilados por las circunvoluciones del camino, los recodos de las cercas o las caprichosas delineaciones de los arbustos fueran una de esas enramadas donde los poetas visionarios, de Spenser en adelante, creían descifrar recónditas epifanías. He llegado hasta uno de estos rincones en busca de ramas para