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Mostrando entradas de enero, 2014

LA RESEÑA DEL VIERNES: 'UN FUEGO INESPERADO' de RICARDO RODRÍGUEZ

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Este viernes nuestro blog de crítica literaria LA RONDA DEL LIBRO ofrece en exclusiva la reseña que el narrador, poeta y articulista Manuel J. Ruiz Torres hace de Un fuego inesperado , el último libro de poemas del autor jerezano Ricardo Rodríguez, publicado por Libros Canto y Cuento.

AHORA QUE

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Ahora que al capitalismo se le ha vuelto a caer la máscara, puede que no esté de más recordar que, en lo referente a la literatura, el papel del capital -de capital sin capital, a veces- corresponde a las editoriales, y que los autores no somos más que mano de obra abundante y barata; tan barata, en fin, que la mayoría de las veces ni cobramos; y tan abundante que, a las primeras de cambio, la empresa nos pone de patitas en la calle...

YOUR REVOLUTION IS OVER

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La muerte de un poeta es también su acto promocional más importante: en ningún otro momento de su trayectoria le habrán dedicado tanto tiempo en los telediarios, y ninguna reseña de sus libros publicados en vida habrá tenido el alcance y el afán totalizador de las necrológicas apresuradamente escritas para la ocasión. Y qué decir, en fin, de las editoriales que, estando todavía el poeta corpore insepulto , anuncian la inmediata publicación de los libros que tenían en la nevera desde hace años... *** He aquí lo que le dice el millonario Lebowski al ex- hippy Lebowski, conocido por sus amigos como The Dude ("El Nota" en la traducción española), cuando éste acude al despacho de su homónimo para reclamarle una compensación por los daños sufridos por su alfombra, sobre la que se han orinado unos matones que intentaban extorsionar al primero: Your revolution is over, Mr. Lebowski -grita el millonario- Condolences. The bums lost. My advice is to do what your parents did;

MUCIÉGALOS (SIC)

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Los padres van absortos en su conversación a tres, en la que la voz cantante parece llevarla el teléfono móvil de uno de los dos, que no para de emitir esos pitidos que anuncian un nuevo mensaje; el niño va unos pasos por delante.  Me los he cruzado en la pasarela que salva uno de los entrantes que la marea forma en este accidentado estuario que hace de modesta playa local. A uno y otro lado de la lengua de agua, unas avanzadas de pinos. El niño imagina que acaba de salir de un bosque y va a entrar en otro; que es justo lo que, salvadas las proporciones, está haciendo: acaba de dejar atrás un macizo de pinos y se dirige al siguiente. Lo dramatiza en voz alta: "El bosque me da miedo", dice, "porque hay muciégalos , y los muciégalos me asustan, pero si me atacan yo los mato". Y agita en el aire, amenazadoramente, una rama de pino. Debe de tener cuatro o cinco años. Nosotros hemos salvado la pasarela y descendido a la orilla del caño, donde C. quiere tomar algunas f

DILUIDO

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De cuatro a cuatro y media. A esta hora normalmente estoy en casa, amodorrado, esperando el fatídico momento en el que me puede la mala conciencia y me incorporo para, si no hay otra cosa que hacer, pasar dos o tres horas ante el ordenador, mi banco de galeote. Pero hoy no. Hoy otras obligaciones me han llevado a almorzar fuera de casa, y luego a dar este paseo mediano hasta el momento en que me reclaman mis deberes. Hay vida en la calle a esta hora desabrida. Y hay, sobre todo, como ocurre siempre que uno frecuenta los márgenes de sus rutinas, una especie de repliegue de la realidad hacia imágenes o impresiones que parecen ancladas en algún receso del pasado que, precisamente por esa condición de espacio relegado, ha quedado milagrosamente preservado en su luz propia, en su sonoridad peculiar, en una lejanía que apenas parece resentirse de tu inesperada irrupción en ella. Unas madres jóvenes hablan de lo guapo que estaría el hijo de una de ellas con cierto corte de pelo que han vist

COMME UN COUVERCLE

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En la capa de nubes que cubre el mar hasta el horizonte, un roto: un inmenso siete como otros tantos campos de fútbol, por el que se deja de ver un trozo de cielo perfectamente azul, limpio y claro, como el que se divisa desde un avión cuando éste remonta el vuelo sobre el nublado. Y se agradece esa especie de trampilla abierta hacia la luz; sin la cual sería muy posible que, en días como éste, tuviera razón Baudelaire cuando dice que el cielo de la ciudad pèse comme un couvercle . En todo caso, una tapadera rota, por la que respira lo que se cuece abajo.  *** Natural: es decir, material: es decir, espiritual. Por cuanto un orden trascendente que no fuera natural sería casi un contrasentido. *** La independencia del escritor: poner una panadería, como Baroja; y luego una editorial propia, lo que viene a ser lo mismo.

FUNDAMENTOS

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En las tempestades la naturaleza se pone siempre al borde del ridículo. De ahí ese cielo cariacontecido que suele venir después. *** Como la crisis ya ha terminado -dice un anuncio radiofónico-, ya podemos acudir alegremente al comercio del anunciante y gastarnos el dinero que, al parecer, vuelve a afluir a nuestros bolsillos... Bastará para ello, como sucedió al principio de la crisis, un poco de sugestión colectiva. La publicidad siempre tiene razón. Incluso -o sobre todo- cuando nos engaña. *** Un amigo músico me pide un poema sobre la fe, al que quiere poner música para un concierto basado precisamente en ese enunciado: poesía y fe, puestas en música. Y como me conoce, me advierte que no es necesario que el poema hable de la fe desde el punto de vista del creyente. Le contesto que la poesía siempre es una expresión de fe en algo, aunque no sea más que en el propio valor de la poesía como modesta y a menudo insuficiente expresión de los anhelos humanos. Que tantos

CITAS

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Se me mezcla con el sueño el fragor del temporal que resuena afuera. Que, sin embargo, no llega a desvelarme. Duermo, más bien, con una sensación añadida de seguridad, como si la tormenta fuera, no una amenaza cierta, sino una especie de despliegue defensivo de mí mismo contra otras amenazas que quedan del otro lado de la propia tormenta. Acompasada al ritmo de mi sueño, la tormenta es mi cáscara, mi capa protectora, mi coraza. La gobierno con mi respiración, por así decirlo. Y esa parte callada y recóndita de mí que no se encrespa ni aúlla ni doblega las palmeras del paseo marítimo ni alza olas ridículamente furiosas contra la escollera es mi yo esencial, el que duerme y sueña mientras el otro ruge. *** Revisando apuntes de este cuaderno de hace cinco o seis años, descubro una horrenda falta de ortografía; y descubro, sobre todo, mi espanto y vergüenza de que esa falta haya estado ahí, a la vista de todos, durante años. No creo que sea la única: cada vez que reviso un tramo de

CRÓNICAS

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Quienes mejor nos entendieron fueron nuestros escritores de los Siglos de Oro -que fueron también, en lo que a la vida cotidiana se refiere, siglos de harapos y miseria-. Fuenteovejuna y El alcalde de Zalamea son casi crónicas de actualidad. Como lo son también, aunque algunos fueron escritos hace más de cien años, muchos artículos de Julio Camba; como uno en el que habla del bien fundado escepticismo de los madrileños hacia las obras públicas que, con el pretexto de mejorar la ciudad, no son  más que una excusa para subirles la contribución y los alquileres. Que la primera gran revuelta urbana contra los abusos de la actual clase dirigente haya tenido lugar en Burgos, y no en Madrid o Barcelona, dice mucho de en qué regiones de nuestra geografía sentimental siguen todavía vivos los restos del viejo pundonor hispano. Por algo se pone tanto empeño en que se deje de leer a los clásicos en las escuelas. *** Todo invita a desistir. Que es también una manera de triunfar, aunque sól

THRILLER

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Julio Camba. "Como unos amigos me hubiesen escrito este verano a Galicia pidiéndome mi opinión acerca del mar, yo les contesté colectivamente por medio de un artículo. 'No puedo hablar del mar -les dije-, porque no lo conozco todo. Sólo he visto un pedazo de la ría de Marín'".Y luego: "¡Esos ingleses de la Agencia Cook's que pasean su melancolía por todas partes, desacreditando a Inglaterra tanto como a la melancolía misma!". ¿De qué está hecho este estilo aparentemente tan simple, y que, sin embargo, rara vez deja de lograr su propósito de obligarnos a esa doble clase de asentimiento -de la inteligencia, de la emoción- que se trasluce en una sonrisa? Encuentro las dos muestras en el primero de los muchos artículos contenidos en Crónicas de viaje , la espléndida selección de textos viajeros de Camba que acaba de publicar Fórcola Ediciones. Como todos los libros de este autor que han caído en mis manos, me ha causado esa clase de avidez lectora que te i

ARABESCOS

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Me agradó volver a ver Barton Fink , dentro del ciclo dedicado a los Coen que está emitiendo el canal TCM. Pasa con esta película un poco lo que con Cien años de soledad : igual que el "realismo mágico" de García Márquez se queda en realismo a secas desde el momento en que uno se apercibe de que la desmesura de la realidad en ciertos países hispanoamericanos sólo puede describirse en esos términos, la aparente  extravaganza de los Coen deja de serlo en cuanto uno cae en la cuenta de que casi todo lo que en ella se dice sobre la creación artística en general y sobre la mera asimilación de la experiencia vivida es bastante certero. Barton, a pesar de ser un dramaturgo concienciado a quien el éxito en la culta y cosmopolita Nueva York le ha abierto las puertas de Hollywood, no deja de ser un papanatas a quien la realidad, la tan cacareada realidad a la que como artista quiere prestar oídos, supera siempre; entre otras razones, porque, a pesar de sus altisonantes declaraciones

LABERINTOS

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Me cuentan esta extraña anécdota acaecida el sábado previo a Reyes. A primera hora de la mañana un inesperado revuelo de ladridos hace que los vecinos del pueblo se asomen a las ventanas o a las puertas de sus casas. Los perros van persiguiendo a una venada herida. Nadie sabe qué hacer, e incluso hay quien tiene el impulso de interponerse entre el animal acosado y sus perseguidores. Pero la venada sigue su instinto y trepa la ladera del monte a cuya falda se extiende la parte alta del pueblo, desde la que el triste espectáculo sigue siendo visible. Tanto, que los estremecidos espectadores ven cómo la venada finalmente pierde pie y rueda ladera abajo. Todo parece haber concluido. Y es entonces cuando, sin que nadie previamente los hubiera advertido, se presentan los dueños de la jauría y de alguna manera logran que la venada se incorpore de nuevo y se aleje en dirección al valle, hacia donde la siguen, y donde se supone que el sangriento drama tendrá su último acto. Nos enseñan fotos

CÓCTELES

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Esos extraños cócteles que mezclan, con mano tan arbitraria como efectiva, los azares del día. En el coche, los Beatles,en un doble álbum recopilatorio de canciones que en su día sólo circularon en discos sencillos -y que, a mi modesto entender, siguen sonando mucho mejor en discos de 45 r.p.m. que en la gélida limpieza sin matices del CD-; en casa, Walden and Other Writings  de Henry David Thoreau, un regalo de Reyes que ha llegado con cierto retraso, y con el que espero satisfacer una deuda de lectura que mantengo desde al menos los trece años, cuando un profesor me habló de este clásico de la literatura norteamericana y yo me prometí -y demoré luego ad infinitum el cumplimiento de esa promesa- hacerme con la traducción española que figuraba en el catálogo de Austral... Hasta aquí, todo más o menos concuerda: los compases de The Ballad of John and Yoko , por ejemplo, y ese lejano precursor del espíritu hippy . Hasta que, en la sobremesa, recalo casualmente en un documental sobre C

ARTE MENOR

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Días tan limpios que hacen sospechar que afectan esa clase de bienintencionada impostura por la que una persona que normalmente suda y se mancha en sus labores habituales se presenta ante sus conocidos recién duchado y afeitado y luce una camisa impecable, especialmente estrenada para la ocasión. *** Ser tan grande, tan grande -como escritor, me refiero- que la expresión natural de uno fuera el verso en arte menor... *** Y qué difícil es que un alejandrino, por ejemplo, no resulte ampuloso. Aunque hay excepciones, claro. 

SOBREMESA

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En la sobremesa del excelente almuerzo entre amigos, T. hace gala de su buen oído y mejor voz y se anima a entonar Over the Rainbow y Moon River , dos canciones que, por razones muy diversas, me traen esa clase de recuerdos que suponen la constatación de otros tantos momentos felices. Éste también lo es, aunque quizá -la edad lo impone- por esa clase de felicidad vicaria que está compuesta de la memoria palpable de otras felicidades pasadas. Explicaré al menos la primera: una canción, como todo el mundo sabe, de la película El mago de Oz , que fue la primera que vimos de cabo a rabo con C. cuando era una niña... Hoy es ya una mujer, a la que esta misma mañana hemos ido a despedir al autobús que la devuelve a sus estudios en Madrid. Para que luego digan que la sociabilidad literaria -al fin y al cabo, ése es el pretexto de esta comida entre amigos a quienes unen ya muchas otras cosas que apenas tienen que ver con la literatura- no tiene también sus recompensas. Me alegro de poder des

POUR HOMME

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La impresión -puede que sea sólo una impresión- de que las bolsas de regalos que llevaba ayer la gente por la calle eran más pequeñas o menos abultadas que las de otros años... O que había menos gente en ese trance, por lo mismo que las aglomeraciones en las tiendas han sido menores. Lo que concuerda, por esas inesperadas armonías que a veces se establecen entre cuestiones más o menos disímiles, con los muy pregonados datos presuntamente alentadores que empiezan a darse en la economía. Baja el paro, por ejemplo, sin que suba el número de empleados, sino porque cada vez hay más gente que simplemente desiste de buscar trabajo, o se marcha a buscarlo a otro país. Saldremos de la crisis, sí, pero por atenuación de nuestras expectativas, por desistimiento, por una especie de acuerdo general para vivir con más estrechez y menos ínfulas de país rico. Lo que estaría incluso bien, si no fuera porque ese modo de vida es incompatible con los fundamentos mismos del sistema. Porque a ver qué econ

ALGUNAS PREGUNTAS RETÓRICAS

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Cada vez tengo más claro que, si la literatura ha de sobrevivir, lo hará en círculos cada vez más restringidos, casi entre amigos o iniciados, o en la estricta soledad del escritor enfrentado a sus obsesiones. La crisis económica ha acabado con los circuitos en los que todavía alentaba una literatura indiferente a los requerimientos del mercado. La edición, a partir de ahora, se parecerá cada vez más a la autoedición. No es que las editoriales convencionales no publiquen, de vez en cuando, algún libro que cumpla las exigencias de la más alta literatura. Pero también en esos libros irreprochables, o incluso admirables, se advierte una dolorosa propensión a agradar , a halagar la inteligencia del lector medio, a trasegar sin  mucho escrúpulo los valores de la corrección política imperante o la incorrección de buen tono. De ahí que pocos escritores desentonen al lado de, pongo por caso, un ministro de cultura, de cualquier ministro de cultura. Y no, no estoy haciendo profesión de margi

ULISES

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En la oficina de correos. Un joven senegalés intenta enviar veinticinco euros a su país, posiblemente a un pariente. La gestión se revela complicada, porque el hombre no tiene la tarjeta de Western Union y utiliza -explica en su español trabajoso- la de un amigo, por lo que al sistema informático no le es posible registrar la verdadera identidad del remitente. Al parecer, éste no tiene tampoco domicilio fijo, o no sabe el nombre de la calle en la que vive. Ante las repetidas preguntas de la empleada, una compatriota suya que aguarda cola para otra gestión le espeta el nombre de una calle local, no sabemos si para refrescarle la memoria al apurado chico o, simplemente, para permitirle salir del paso. La gestión se alarga y ante la ventanilla se va formando una larga cola. Sin embargo, nadie protesta ni da muestras de impaciencia. Más bien, parecemos todos intrigados por el desenlace de la gestión. ¿Logrará la empleada burlar las cautelas del sistema informático y dar curso al giro pos

DE ALUSIÓN

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En el aparcamiento del supermercado, por la mañana, un conductor que maniobraba para sacar su vehículo roza el mío. No pasa nada: mi coche tiene ya esa edad venerable en la que un arañazo más o  menos en el parachoques no importa mucho.Luego, en casa, cuando enciendo el ordenador, éste emite un mensaje apocalíptico e inmediatamente deja de funcionar, lo que me lleva a pasarme la hora siguiente apretando clavijas e intentando reiniciar el aparato, hasta que consigo que éste responda. Por la noche, al dar la segunda vuelta a la llave al salir de casa, noto un chasquido sospechoso, que bloquea la cerradura y me impide volver a abrir la puerta, lo que por unos instantes nos haca vislumbrar la aciaga tesitura de tener que llamar a un cerrajero en Nochevieja; lo que, finalmente, después de no pocos intentos, queda en una falsa alarma... Así despedimos 2013. Lo que no sé si tendrá alguna moraleja. *** Me sorprende el tono del prólogo que el traductor antepone a  Madre marchita , la no