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Mostrando entradas de julio, 2014

A QUEST

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Esa especie de lúcida fantasmagoría en que consiste la poesía de Shelley... ¿Podré pasar un verano entero en ella? Como antídoto, quizá, los muy razonables escritos de Thoreau. Que  también andaba un pelín pasado de rosca, no obstante. *** Para quienes disfrutan con ese tipo de aventura que los entendidos llaman quest , y que consisten sobre todo en una búsqueda: mi pesquisa de ayer en busca de un adaptador para un exótico enchufe con tres clavijas en línea, modelo que al parecer se fabrica y se usa en la India, de donde debe de ser oriunda la tostadora para la que necesito el mencionado complemento. Traía el suyo de fábrica, pero se ve que era de mala calidad y se agrietó con el uso, hasta que anteayer se me hizo pedazos en las manos; así que me lancé a buscar el correspondiente recambio por todas las tiendas de electricidad de la ciudad, incluyendo alguna que no conocía, situada en calles por las que tampoco suelo transitar, y por las que tuvo a bien conducirme un nativo a qu

AMANECERES

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"¿Qué? ¿Las golondrinas?", me espeta este vecino que me sorprende en actitud contemplativa a primera hora de la mañana, con el pan recién comprado en la mano y una cierta mala conciencia por no estar haciendo lo que se supone que debe hacer una persona que disfruta de sus vacaciones, que es dormir hasta el mediodía. Pero no: aquí estoy, ya no sé si mirando el ir y venir de las golondrinas -mi vecino ha leído lo que escribí al respecto en este cuaderno el otro día, y de ahí el sentido de su alusión- o el de mis propios pensamientos, que tienen para divagar todo el hondo paisaje que se divisa desde esta plaza-mirador. No es uno demasiado partidario de los arrobos fáciles. Pero la verdad es que la confluencia del frescor matinal, la luz que presta a todas las cosas una cierta cualidad de estar hechas de una semitransparente materia ingrávida, el sentimiento de complicidad con otros madrugadores, y hasta el olor del pan recién hecho, infunden en uno una especie de fundado optim

LA RESEÑA DEL VIERNES: 'LA VÍSPERA' de RODRIGO OLAY

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En LA RONDA DEL LIBRO, el blog de crítica literaria asociado a nuestra "columna de humo", publicamos hoy la reseña que nuestro colaborador José Luna Borge hace de La víspera , el segundo  libro de poemas de Rodrigo Olay, publicado por La Isla de Siltolá. En La víspera , nos dice Luna Borge, "encontramos a ese sabio poeta a quien no le importa exhibir a sus modelos o que el lector los vaya descubriendo. Nos topamos también con sus deslumbrantes ejercicios de virtuoso de minuciosa técnica depurada, o al erudito de múltiples lecturas y saberes y al poeta intimista y personal que nos habla del amor y de la muerte, de la familia o de sus compañeros de facultad. Sería difícil quedarse con una sola de estas voces, todas tienen algo suyo y nos lo recuerdan, pero ¿dónde encontrar su voz más verdadera?".

IN SUCH A NIGHT

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De vuelta a casa, después de una cena con amigos. Una de esas madrugadas tersas, fragantes, en las que no se mueve una hoja. Casi nadie en la calle: sólo la desesperada clientela terminal de un par de terrazas en las que ya han apagado la música y apilado las sillas desocupadas. Caminamos con determinación, casi contra nuestro impulso de sentarnos en cualquiera de los bancos vacíos y pasar la noche a la intemperie, disfrutando de esa especie de secreto esplendor al que el resto de la humanidad ha vuelto tranquilamente la espalda. Casi nos sentimos culpables por ir rompiendo el silencio de la noche con nuestros pasos; y, cuando uno de los dos se decide a hablar, teme que sus palabras alcancen la resonancia de esas conversaciones destempladas de borrachos -no es nuestro caso, o no del todo- que a veces se infiltran en el duermevela cuando es uno quien madruga mientras otros disfrutan. Pero prefiere uno la discreción: si acaso, amortiguar el paso, para que no se nos oiga. Que nadie sep

VIENTO SUR

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Viento sur. Mi favorito, sin duda. Sin llegar al frío, su frescor hace soportable incluso la flama de un mediodía de verano. Tampoco levanta grandes polvaredas. Y recibido de cara, en plena frente, se tiene la sensación de que te refresca el pensamiento y te orea las ideas. A primera mañana, por muy inclemente que haya sido la noche, basta su soplo para disipar las brumas del sueño y proporcionarte una especie de sobreconciencia que, unida a la nitidez que las cosas ganan bajo una atmósfera renovada a fondo, te hace ver más claro y más lejos. Y si te entregas a él, digamos, de cuerpo entero -dejando, por ejemplo, que te arrulle mientras descabezas una siestecita en la playa-, el efecto es de caer en una especie de túnel de sueño en el que te orean las brumas de otra dimensión.  Su único defecto: es caprichoso y tornadizo, y fácilmente cede su lugar al empuje molesto del levante o al soplo gélido del poniente vespertino. Pero se entiende que quiera prodigarse poco: bajo su perezoso

PÁJAROS

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Andan revueltas las golondrinas a esta desacostumbrada hora en la que el calor debía mantenerlas recluidas bajo los aleros de las casas. Yo mismo escribo al amparo del pico de sombra que alcanza a cubrir un extremo de una de las mesas de la terraza. A mi llegada, las vi posadas en un cable telefónico, mudas y expectantes, como los pájaros de la película de Hitchcock. Casi parecía que era a mí a quien acechaban. Pero no. Durante los primeros quince minutos (el tiempo que tardo en arrancar mi lento ordenador portátil y poner en marcha mi aún más lenta maquinaria mental) permanecen quietas y calladas; está claro que mi presencia no las perturba. Pero de pronto, como obedeciendo a una señal para mí imperceptible, se lanzan al cielo de la plaza y lo recorren en un sinfín de vuelos cruzados, picados, contrapicados y hasta arriesgados loopings de piloto acrobático, a la vez que emiten esa especie de carcajada entre interrogativa y sarcástica en la que consiste su canto de una sola nota. N

LA HUERTA

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La flor del granado: una especie de falda de cabaretera, roja y con mucho vuelo, como sacada del atrezzo de una corista… Con el tiempo, no obstante, lo que era airosa ligereza se va volviendo prieta gravedad, como a una mujer a la que se le van compactando las carnes, y el fruto emerge a expensas de esa especie de nada perfumada que es el corazón de la flor. En un mismo árbol pueden verse todas las fases del proceso: desde la flor plena al fruto ya formado en trance de madurar. Nos lo muestra el orgulloso propietario de la huerta. Hay también perales, melocotoneros, higueras, naranjos, limoneros, membrillos. Hay árboles que han tenido que ser apuntalados antes de que la cargazón de fruto les quiebre las ramas. Casi duele esta explosión de fertilidad, que uno quisiera… más lenta, gradual, controlable. Pero no: todo estará en su sazón –al pensarlo, miramos con aprensión las cargadas tomateras– desde mediados o finales de agosto hasta principios de octubre. En apenas mes y medio la hue

JARDINES DE PIEDRA

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Nos muestra L. su jardín de piedras; que no obedece a ningún principio zen, sino que es simplemente la azarosa reunión de las que ha ido encontrando en sus paseos por el monte y le han llamado la atención. Las hay de muy diversas formas. Una, un poco más grande que un pisapapeles, recuerda a una paloma. Otras dos, del tamaño aproximado de una lámpara de mesa, hacen pensar en un primer esbozo en basto de la Venus de Milo y en una de esas atormentadas figuras de esclavos desnudos que Miguel Ángel dejó sin terminar. Hay dos que deben de pesar doscientos kilos cada una, y que, para ser llevadas a su emplazamiento, a ambos lados de los escalones que dan acceso a la vereda que ciñe la huerta, han requerido el esfuerzo conjunto de tres hombres…  Las fotografiamos, pensando en que estos ejemplos de escultura espontánea pueden ser del interés de C., que anda iniciándose en el difícil arte de la escultura. Pero estas piedras sugieren mucho más. Por ejemplo, que el arte en general  –y no sólo

MODOS

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Primer día de verdadera inactividad, después de semanas vividas no exactamente en tiempo presente, sino en el de la inminencia…; digamos, en una especie de futuro desiderativo , que es un modo verbal del que carece el idioma, pero que el ánimo encuentra muy útil para explicarse. *** En la ciudad el silencio es un zumbido; en el campo, un clamor. *** Rumores de taberna: el sonido de la soledad en compañía. Entiendo que algunos prefieran esta circunstancia incluso para aquellas tareas que parecen exigir la soledad absoluta: por ejemplo, escribir. Como hago ahora: el televisor encendido, conversaciones de fondo, ajetreo de vasos que van y vienen... Lo que escribo me llega como de un receso del yo capaz de actuar al margen de estas circunstancias, mientras que el resto no pierde puntada... Y quizá ése sea el meollo de la cuestión: encontrar a ese otro yo capaz de defender los privilegios de la soledad incluso en la más ruidosa compañía.

COREOGRAFÍAS

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De dónde saco el tiempo, me preguntan, para escribir libros, para mantener este cuaderno, para terminar una tesis doctoral -que, al fin y al cabo, no es más que un libro-. Pero no hay secreto: se trata simplemente de una suma de pequeños empecinamientos, de una cierta inevitable ansiedad ante las cosas a medio hacer, y puede que también de un no reconocido temor a la parálisis que sobreviene cuando todo está hecho. No hay más. Salvo la evidencia, quizá, de ese abismo que se abre bajo el cuerpo del nadador de fondo cuando éste deja de mover los brazos. *** Juventud: divertida, intensa, desde dentro; a menudo sórdida desde fuera; o al revés, según.  *** Mi cura veraniega de desinformación: no leer periódicos., no oír boletines informativos, no ver telediarios; al menos, durante dos meses; al cabo de los cuales lo más asombroso es comprobar que las historias siguen siendo las mismas, que todo sigue igual. Lo que -me dice una amiga- al fin y al cabo es un alivio. ***

EL LÍMITE

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Me dice este conocido, a propósito del pintor cuya exposición hemos venido a ver, que un artista alcanza la plenitud creativa entre los cincuenta y cinco y los sesenta años. Tomo nota: aún hay margen; y conviene no olvidarlo, teniendo en cuenta los muchos momentos de desánimo que vendrán antes de que sobrepasemos ese límite y sólo toque resignarse. *** Buñuel: La muerte en este jardín (1956), o cómo convertir lo que en principio parecía casi una película de Sergio Leone, con batallas campales entre federales y aventureros gringos , en una encerrona surrealista. Los protagonistas, finalmente perdidos en una selva que atrapa a las mujeres por los cabellos y depara a los huidos el inesperado hallazgo de un avión estrellado provisto como para una fiesta de disfraces, acaban entregados, como en L'âge d'or , a sus pulsiones más primarias; entre ellas, el deseo más o menos consciente de que vayan desapareciendo del panorama los representantes del orden burgués o la religión,

WHY WE FIGHT

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El operario retira la caperuza de la chimenea exterior de la caldera del agua y mete la mano en el tubo. Era lo que temíamos: saca primero varios manojos de paja, y luego el característico amasijo circular, también de paja, en cuyo centro reposa media docena de huevos moteados, del tamaño de la yema de un dedo. Ése era el motivo por el que la combustión se venía abajo al cabo de unos minutos, dejando sin agua caliente al incauto que en ese momento hacía uso de la ducha. Inmediatamente nos sentimos culpables: poder ducharse con más o menos comodidad es algo absolutamente irrelevante, en comparación con el pequeño milagro de la vida que acabamos de destruir. Como adivinando nuestros remordimientos, el fontanero nos tranquiliza: "Lo milagroso es que todo esto no haya salido ya ardiendo. Han tenido suerte". Resignados, depositamos el nido en un plato hondo, que colocamos sobre la pila de leña, al pie mismo de la chimenea, por si la madre de la media docena de huevecillos aparec

DESBANDÁ

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Sombras en desbandada, o desbandá , que es la forma coloquial que el pintor Antonio Rodríguez Agüera ha decidido utilizar en el título de su última exposición, que se inauguró el pasado viernes en su Ubrique natal. "Si se hubiera quedado en Madrid", me dice uno de los asistentes, "habría triunfado". Y aduce como testimonio los cuarenta y tantos cuadros "que se vendieron antes de la inauguración" en cierta exposición que el pintor celebró en la capital a mediados de los años noventa, cuando empezaban a desinflarse tantos prestigios artísticos efímeros surgidos en la década anterior. Los veinticuatro cuadros que componen ésta de hoy muestran otros tantos perfiles de figuras o grupos de figuras que parecen correr hacia alguna parte o huir de algo, todas ellas recortadas contra un fondo ocre en el que se distinguen algunas manchas de tono más oscuro que le prestan relieve.  Sabemos que Agüera empezó a entrever esas figuras fantasmales en lo