EL LÍMITE
Me dice este conocido, a propósito del pintor cuya exposición hemos venido a ver, que un artista alcanza la plenitud creativa entre los cincuenta y cinco y los sesenta años. Tomo nota: aún hay margen; y conviene no olvidarlo, teniendo en cuenta los muchos momentos de desánimo que vendrán antes de que sobrepasemos ese límite y sólo toque resignarse.
Buñuel: La muerte en este jardín (1956), o cómo convertir lo que en principio parecía casi una película de Sergio Leone, con batallas campales entre federales y aventureros gringos, en una encerrona surrealista. Los protagonistas, finalmente perdidos en una selva que atrapa a las mujeres por los cabellos y depara a los huidos el inesperado hallazgo de un avión estrellado provisto como para una fiesta de disfraces, acaban entregados, como en L'âge d'or, a sus pulsiones más primarias; entre ellas, el deseo más o menos consciente de que vayan desapareciendo del panorama los representantes del orden burgués o la religión, e incluso la hembra indómita que ha sido capaz de embaucarlos a todos, y sólo sobrevivan el héroe sin escrúpulos y una bella muchacha... muda. Buñuel debió de pasárselo en grande filmando este calculado disparate. Tan parecido, por otra parte, a las películas más convencionales del género, que seguramente más de un espectador salió del cine sin notar la diferencia.
El viento sur despuebla la playa. Claro que también la desnudez abriga. Que se lo digan, si no, a las parejas emboscadas entre las dunas.
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Buñuel: La muerte en este jardín (1956), o cómo convertir lo que en principio parecía casi una película de Sergio Leone, con batallas campales entre federales y aventureros gringos, en una encerrona surrealista. Los protagonistas, finalmente perdidos en una selva que atrapa a las mujeres por los cabellos y depara a los huidos el inesperado hallazgo de un avión estrellado provisto como para una fiesta de disfraces, acaban entregados, como en L'âge d'or, a sus pulsiones más primarias; entre ellas, el deseo más o menos consciente de que vayan desapareciendo del panorama los representantes del orden burgués o la religión, e incluso la hembra indómita que ha sido capaz de embaucarlos a todos, y sólo sobrevivan el héroe sin escrúpulos y una bella muchacha... muda. Buñuel debió de pasárselo en grande filmando este calculado disparate. Tan parecido, por otra parte, a las películas más convencionales del género, que seguramente más de un espectador salió del cine sin notar la diferencia.
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El viento sur despuebla la playa. Claro que también la desnudez abriga. Que se lo digan, si no, a las parejas emboscadas entre las dunas.
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