CONTRASTE

La enfermera S.: la única que se ha presentado con su nombre en los días que llevamos aquí. Fiado a su simpatía, acudo a su mostrador para que me cuente algunos pormenores que no tengo del todo claros. Tiene una sonrisa ingenua, bonita, algo quebradiza, como si fuera el resultado de un precario triunfo del optimismo de la voluntad sobre el realismo de la razón. La oigo hablar y pienso que, después de todo, no estamos en malas manos. No sé por qué, al dirigirme a ella me sale una cortesía antigua. La llamo "señorita". Y me da la impresión de que a ella le hace gracia. *** El esperpento político nacional, en su versión televisiva: mi rutina discontinua de estos días anómalos me impide sentarme a ver tranquilamente un buen documental en la sobremesa o una película después de cenar, que es a lo que se reduce mi uso del monitor de televisión, así que, en los breves intervalos en los que consumo una comida apresurada ante el aparato, me conformo con esa apariencia de rele