PROFESIONALES
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Este cuaderno: siempre abierto, siempre disponible, incluso cuando las ocasiones de acudir a él se espacian. Pero no es que vida y escritura sean, como dicen algunos biempensantes del vitalismo per se, inversamente proporcionales. Hay vida que te aleja del cuaderno, sí, pero lo que deja a cambio no vale lo que el cuaderno por sí mismo elige para sí y cree digno de preservar. Ni tampoco es que escribir te quite de vivir. Vives escribiendo. Lo otro es pasar los días.
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En las presentaciones de Panorama y perfil: leo mejor -quizá porque me entiendo mejor, y me siento más desembarazado para explicar lo que se suele explicar en estos casos- ante desconocidos que entre amigos; o ante públicos en los que los primeros son más abundantes que los segundos, y no al revés. Quiero pensar que porque esa circunstancia se asemeja más a las condiciones ideales en las que sucede toda escritura: un diálogo en el que la presencia del interlocutor queda aplazada a un momento de recepción en el que el escritor ya no está delante; o, si lo está, se atiene a una especie de distanciamiento pactado, como ocurre en las lecturas públicas ante desconocidos. Pero tampoco puedo descartar que el motivo no sea otro que una inoportuna reaparición de... la timidez; y la sospecha de incomprensión por quienes, al fin y al cabo, te tratan en otros contextos e interpretan tu condición de escritor como una curiosa y quizá disculpable anomalía.
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(Suicidas) El caso Costafreda, sobre el que leo algunas notas en una apretada biografía de Valente: entre las razones que le llevaron al suicidio, la insidiosa e insistente postergación de la que fue objeto; lo que no es tanto una acusación contra el inclemente medio literario como un testimonio, entiendo, de que hay quienes juzgan mal sus fuerzas a la hora de adentrarse en esa selva. "Quizá el suicidio es la decencia última", dijo Jaime Gil de Biedma a propósito del suicidio de su amigo. Pero no se sabe si estaba refiriéndose al suicida propiamente dicho o al amargo reproche que reciben de él quienes lo sobreviven.
Lo que me lleva a otro suicida también mencionado en el libro: el cubano Calvert Casey. Apenas dos semanas antes de su muerte escribió una carta a Valente en la que había explícitas alusiones a proyectos a medio y largo plazo en los que ambos estaban implicados. Lo que tampoco debe extrañarnos: a veces la proyección social es más larga y voluntariosa que la pobre voluntad vital, y propone cosas ante las que la otra guarda el silencio de quien sabe más.
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Burt Lancaster en Los profesionales, el desgarrado western de Richard Brooks: "Quizá sólo haya una revolución: la de los buenos contra los malos. La cuestión es: ¿Quiénes son los malos?". Lo que me recuerda muchas reflexiones al mismo efecto que se hacen en España en los últimos tiempos.
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