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Mostrando entradas de abril, 2015

DRONE

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De pronto, a unos metros de la ventana en la que todas las mañanas me paro a ver el mar antes de empezar la jornada, un extraño artefacto volador. Parece una mesa puesta del revés a la que hubieran colocado hélices en los extremos de las cuatro patas. Su irrupción en el panorama se debe con toda seguridad a los trabajos de regeneración de la playa que se están llevando a cabo en las últimas semanas. Han extendido sobre ella un tinglado de tubos que deben de estar conectados, supongo, a las dragas que se ven operar mar adentro: las dragas extraen la arena del fondo del mar y los tubos la reparten por la playa. Y el dichoso aparato volador -el drone , digámoslo ya, a falta de palabra castellana para designar el invento- debe cumplir, imaginamos, alguna clase de función supervisora. No es la primera vez que nuestra desnaturalizada playa urbana necesita estos trabajos, por lo que la novedad reside exclusivamente en el uso de este aparatejo, que seguramente responde más a la novelería d

TEMPORALES

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Remitió el temporal de poniente que ha venido azotando la provincia en los últimos días, y permitió que se celebrara con lucimiento la ceremonia de inauguración de la estatua que le han hecho al poeta Carlos Edmundo de Ory en su ciudad natal, que es la nuestra. Extraña mezcla la que se produce en estas ocasiones en que las fuerzas vivas de la ciudad -políticos, periodistas, representantes de organismos oficiales- se confunden con ese difuso arco de individualidades no siempre bien avenidas que constituye lo que podríamos llamar -y nos equivocamos, sin duda- su clase artística. Extraña también la lógica de la que se hace uso para justificar lo que, de cualquier modo, parece inevitable: que el antiguo rebelde y bohemio reciba el merecido homenaje de los herederos del establishment contra el que alzó su voz. ¿Cómo hubiera reaccionado el poeta, en vida, ante la noticia de que le iban a alzar una estatua? No se sabe, porque el poder negador de la rebeldía rara vez supera el afán contempo

MILAGROS

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Quizá la revelación no sea otra cosa que una modalidad de la sorpresa, y de ahí que vaya frecuentemente asociada a la desorientación. Lo pienso durante los minutos, que se me hacen eternos, que tardo en reencontrar la senda, después de haberme desviado de ella por lo que me parecía un atajo seguro. He salido a correr, como suelo hacer en tardes alternas desde hace un par de semanas. El desvío me ha llevado, primero, a lo que era el corazón de esta finca que ahora es de propiedad pública, pero que antes fue una explotación ganadera. De la casa de los granjeros sólo queda el contorno, unos muretes de mampostería que delinean lo que antes fueron habitaciones y dependencias. Los rodeo rápidamente y me doy cuenta de que, más allá, no hay ya camino: el que he seguido terminaba en la casa. Al otro lado de unos setos se extiende un prado cubierto ahora de flores moradas. Lo atravieso siguiendo lo que me parece la línea de pasos que han dejado previamente otros paseantes. A un lado y otro sal

PRIMAVERA REVUELTA

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Primavera revuelta, como debe ser, y no esa simple transición sin matices que habíamos tenido en años donde incluso el clima se había vuelto dual y simple. ¿Quién niega que el macrocosmos no sea sino una proyección del microcosmos? Mar de un verde sucio, como agitado por mal disimuladas conmociones interiores, viento variable, temperaturas indecisas. También uno anda como desfibrado, con el ánimo laxo y la voluntad en suspenso. Si estuviera uno al mando de una plaza fuerte o un puesto fronterizo, los rendiría sin más al primer enemigo que se presentara, y todavía le daría las gracias. Transformación que es disolución, como en el centro hueco de un torbellino. Viene uno aquí a vaciarse, como la nube baja que descarga al topar con un macizo montañoso. Luego, esta ligereza que es, al cabo, nada. *** La floración del majoleto: una explosión detenida. Recorre uno el sendero y va dejando atrás como nubes de humo blanco en el momento de alcanzar su máxima expansión antes de disolverse

IMPOSTURAS

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Se va preparando uno para la invisibilidad. Hay que predisponerse a ella como quien se pertrecha para un largo viaje. Zanjar antes algunos asuntos pendientes, porque no se trata de una fuga, sino de un simple echarse a un lado para no proyectar la sombra propia donde debería brillar sin impedimentos la luz. O volverse transparente, que es lo mismo. *** En realidad, que uno se sienta más o menos obligado a asistir, en calidad de escritor, a las presentaciones de libros de otros escritores, y que espere que éstos hagan lo propio en el caso inverso, no deja de ser un error de planteamiento bastante considerable. Lo lógico sería que a los actos literarios asistiesen sólo lectores movidos por la curiosidad, y no escritores obedientes a un reflejo de solidaridad gremial. Ya sé que no es fácil hacer estos deslindes en una ciudad pequeña, por ejemplo. Pero precisamente es en esos ámbitos donde las cosas deberían estar más claras, y donde todo el mundo debería dar por sentado que, si u

UN SUEÑO DENTRO DE OTRO

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EXEQUIAS

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Tal vez si uno se conociera mejor sabría con más exactitud que ven en él y en lo suyo los demás. No siempre es el espejo lo que falla: ni siquiera del mejor se puede esperar que aporte nitidez a una imagen borrosa. *** Exequias (literarias, se entiende) por un escritor cercano fallecido recientemente. No sabe uno muy bien qué pensar: emoción (genuina) y reivindicaciones grupales andan de la mano. Uno de los oficiantes declara sin rubor que el difunto, amigo suyo desde la adolescencia, presidió el jurado que le concedió cierto premio literario... Lo que podría entenderse, supongo, como un acto de esclarecimiento o un gesto de sinceridad. No sé. Quizá a estos efectos lo mejor sería no mezclar sentimientos y literatura. Llórese ahora al difunto y déjese que el tiempo fije su biografía y sus logros. Pero no siempre es posible hacer esas distinciones, claro. *** Literariamente hablando, andamos sobrados de muertos que celebrar. Como en el caso de Cervantes, parece que la única m

TRAYECTORIAS

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Los dos ilustres difuntos de los que la prensa se ha ocupado en las últimas horas tenían una cosa en común: llevaban mal la fama, o eran muy sensibles al diferencial existente entre los posibles merecimientos que creían poder aducir para merecerla y lo que el público veía en ellos. Uno, Günther Grass, incluso conoció un amago de linchamiento público cuando se conoció que había servido en las filas de las SS en las últimas semanas de la guerra; lo que no fue óbice para que los mismos medios que contribuyeron a propagar la noticia infamante -que no lo era tanto, si aceptamos las explicaciones bastante razonables que el autor dio al respecto- siguieran recurriendo a él en su papel de fustigador de conciencias. El otro, Eduardo Galeano, hubiera querido ser más admirado por su literatura creativa que por su papel de publicista político, pero eso no ha impedido que los medios unánimemente lo recuerden hoy como autor de un lejano tratado sobre la miseria en Hispanoamérica. Las necrológicas

EN LA LUNA

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Me he hecho el propósito de correr al menos tres tardes por semana. Me noto algo oxidado y quiero recuperar un poco el tono... Propósitos de viejo, claro. Nunca he sido un gran deportista, pero tampoco le he tenido miedo nunca a una gran caminata o a una excursión que implique la subida de unas cuantas cuestas, por ejemplo. Y ahora me noto en baja forma: la factura, quizá, de muchos años de trabajo sedentario, y muy especialmente de las grandes maratones literarias que me he impuesto en los últimos seis o siete: la trilogía, primero, la traducción del periplo americano de Kipling, el último empujón a mi estudio sobre Poe... No es que me queje: he disfrutado con todos esos trabajos, y sólo retrospectivamente me duele un poco, quizá, la idea de que hayan podido suponer otras tantas renuncias.  Así que pongo el pie en la calle, un tanto avergonzado de mi desacostumbrado atuendo deportivo; echo a andar a buen ritmo, como he leído que deben hacer los aspirantes a corredores en sus prim

IRREALIDADES

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Florecidos el tojo y el majoleto o espino albar. A los lados de la carretera se alternan los arbustos enguirnaldados de amarillo o blanco. Parecen ramos sostenidos por una multitud que espera a un emperador victorioso o al campeón de una vuelta ciclista, tanto da. Digo esto último porque también, al reclamo de las horas adicionales de luz y el buen tiempo, los ciclistas han salido a la carretera. Adelantamos a dos o tres que pedalean trabajosamente cuesta arriba. Los perdemos de vista. Pero el aplauso, el clamor unánime de las guirnaldas de flores, es para ellos. ***  Las tardes largas son más acogedoras, quién lo niega. Hace apenas unas semanas, llegábamos a la sierra ya anochecido y no cabía hacer otra cosa que encender el fuego y procurar caldear rápidamente la casa antes de irnos a dormir. Ahora tenemos varias horas de luz por delante, y hasta da tiempo de echar una mano al amigo J. en los cuidados de la huerta. Me encomiendan sembrar en macetas unos dudosos plantones d

MADRID

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Después de ver el Pasolini de Abel Ferrara en el Renoir de Martín de los Heros, nos sentamos a tomar unas cañas en una cervecería de esa misma calle. A C. le divierte pasearnos por los escenarios de sus rutinas madrileñas, sin saber acaso que ya rondábamos esos mismos lugares cuando teníamos su edad y, en vez del Renoir o el Golem, el cine que se alzaba en esa calle era el mítico Alphaville. También nosotros buscábamos, como ella, los bares baratos, y nos gustaba confraternizar con los camareros, los pianistas tronados y los poetas pedigüeños que te dejaban una fotocopia manoseada en la mesa y luego volvían por la propina... Madrid siempre me pone melancólico. Hemos hecho parada aquí por dos noches, de camino hacia Cuenca, y hacemos lo que se supone que un provinciano viene a hacer en Madrid. Ver alguna exposición, por ejemplo: la que el Reina Sofía ha dedicado a las colecciones Im Obersteg y Rudolf Staechelin, con piezas de Soutine, Redon, Pissarro, Picasso, Modigliani, Gauguin,

ABSTRACTO

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A más de uno le extrañará leer aquí algo parecido a una apreciación de lo que suele llamarse "pintura abstracta". No van por ahí los gustos de este diarista, pero tampoco quiere uno sentar plaza de absoluto reaccionario en cuestiones de arte. Entiendo la vanguardia como un paso más (y no necesariamente tan importante o decisivo como algunos creen) en el largo camino trazado por la tradición. Y, en esa sinuosa ruta, no deja de llamar la atención que, en la España cerrada y conservadora de lo años cincuenta del pasado siglo, surgiera un grupo de pintores devotamente entregados al cultivo de la abstracción. Fue, como el Postismo en literatura o ciertos experimentos cinematográficos, una de las flores de vanguardia que discretamente crecieron en aquel ambiente enrarecido y contaron con un inesperado apoyo oficial por parte de unas autoridades que quizá encontraron en ellas ocasión de exhibir una oportuna fachada de modernidad. La vinculación de algunos de esos pintores con la

CUENCA

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De Cuenca a Baeza, cuatro horas de carretera: las mismas que de Baeza a Cádiz. Ninguna etapa de este viaje debía abarcar una distancia superior a la que pudiéramos cubrir en el hueco de una mañana. Dormir cada pocas noches en un lugar distinto, bajo la idea de que el recorrido hubiera podido alargarse indefinidamente, como en esas películas en las que el protagonista es siempre un vagabundo a quien espera una aventura en cada parada. La escenificación, quizá, de una huida, que es también la respuesta a un hartazgo: las rutinas domésticas, las obligaciones laborales, el cansancio de uno mismo... No descarto que algún día esta fantasía se haga realidad. De momento, el ensayo ha sido satisfactorio. Cuenca, decía. De nuevo, la llegada por una fría avenida y la parada de rigor para orientarnos y encontrar nuestro alojamiento en el caso antiguo. Dificultad para aparcar, debido a las procesiones. El almuerzo tentativo, como corresponde a la inseguridad del turista. Y luego tres l

BAEZA

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Sobre los olivares qué bien navega, buscando su reflejo,  la luna llena. Es como un mar el lomo plateado del olivar. Y en un escollo Baeza alza sus mástiles de piedra al fondo. Cómo se ondulan los campos de Baeza bajo la luna. La monotonía de la carretera me va dictando estas coplillas más o menos machadianas. Hemos salido de Baeza a media mañana. A nuestra espalda, al igual que cuando llegamos, nada: una desolada estribación urbana en torno a una explanada trapezoidal presidida por el hotel en el que hemos pasado la noche. Nadie diría que la hermosa ciudad está a menos de diez minutos a pie. Pero así es: nada más superada la pendiente, los acogedores soportales del Paseo de la Constitución, con su decimonónico quiosco de música y sus terrazas atestadas, desmienten esa primera impresión descaminada. No, no nos había engañado la publicidad del hotel. La ciudad está ahí, al alcance de la mano, y en cuanto ponemos el pie en ella nos asalta u

CUADERNO DE CAMPO

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En estos dos vídeos, producidos por Pintores de Ubrique a partir de fotografías de Rafael Domínguez, puede hacerse un recorrido completo por  Cuaderno de campo , el diario pictórico-literario a cuatro manos que hemos confeccionado el pintor José Antonio Martel Guerrero y yo, y que puede visitarse todavía en el Restaurante Angélica de Ubrique.  

LA RESEÑA DEL VIERNES. 'LOS SIGNOS DEL DERRUMBE' de ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ

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Esta semana LA RONDA DEL LIBRO comparte con CaoCultura mi reseña del poemario Los signos del derrumbe , de Antonio Rodríguez Jiménez (Albacete, 1978).