DRONE

De pronto, a unos metros de la ventana en la que todas las mañanas me paro a ver el mar antes de empezar la jornada, un extraño artefacto volador. Parece una mesa puesta del revés a la que hubieran colocado hélices en los extremos de las cuatro patas. Su irrupción en el panorama se debe con toda seguridad a los trabajos de regeneración de la playa que se están llevando a cabo en las últimas semanas. Han extendido sobre ella un tinglado de tubos que deben de estar conectados, supongo, a las dragas que se ven operar mar adentro: las dragas extraen la arena del fondo del mar y los tubos la reparten por la playa. Y el dichoso aparato volador -el drone , digámoslo ya, a falta de palabra castellana para designar el invento- debe cumplir, imaginamos, alguna clase de función supervisora. No es la primera vez que nuestra desnaturalizada playa urbana necesita estos trabajos, por lo que la novedad reside exclusivamente en el uso de este aparatejo, que seguramente responde más a la novelería d