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Mostrando entradas de agosto, 2015

SOLOMILLO AL ROQUEFORT

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Último viernes de agosto. En principio, la calle engaña, y es difícil evitar la sensación de que, con el cierre por vacaciones de muchos negocios, la resaca de las ferias y el regreso a casa de los turistas, la segunda quincena de este mes tiene algo de prolongación artificial de días mejores. En este estado de ánimo, ocupamos una mesa en una terraza cuyos dueños parecen estar haciendo un esfuerzo suplementario por atraer al público. Han instalado unas parrillas y obsequian a todos los clientes con una ración suplementaria de carne asada. No estoy seguro de que sea una buena idea, porque su efecto más visible es que la mayor parte de la clientela, a la espera del bocado de cortesía, no pide nada, pese a que la modesta carta de la casa no carece de atractivos: los muergos, por ejemplo, son exquisitos. Pero tardan en servir, hay niños correteando entre las mesas y la clientela parece estar tan a sus anchas en el lugar que los no habituales nos sentimos como intrusos que hemos venido a

CONCIERTO DE VERANO

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Concierto de verano. Mientras los músicos afinan sus instrumentos, una mujer joven alecciona a dos niñas que ocupan otras tantas sillas en el improvisado patio de butacas: "No os mováis de aquí. Estamos ahí al lado y ya vendremos de vez en cuando a daros una vueltecita". Sin más, deja allí sentadas a las niñas, que no tendrán más de siete años, y se pierde tras los árboles que ocultan el costado opuesto de la plaza. Las niñas, naturalmente, alborotan y no parecen entender que el medio centenar de adultos circunspectos que las rodean no hagan lo mismo. ¿Acaso no estamos en un concierto? ¿Acaso en los conciertos no se salta y se grita y se jalea a los músicos? Evidentemente, no se trata de esa clase de concierto, pero las niñas no lo saben. Unas ancianas las reprenden con amabilidad, en vano. Y así transcurre la primera media hora, al cabo de la cual aparece la misma mujer de antes. Ahora tengo ocasión de fijarme en ella. Debe de tener poco más de treinta años y es guapa, aun

HÍGADOS

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Olor a matorrales secos, a adelfas, a tierra removida, a pan. Los olores de agosto. Y este cambio en los matices de la luz, como un presentimiento de días por venir, más breves y oscuros. Acaso esta sobrevenida elasticidad del ánimo sea también consecuencia de la mutabilidad meteorológica. Si el año tiene una cumbre, es ésta. Una cima que es también el punto de máximo reposo de un cuerpo que toca fondo. *** La cocina de J.: todo al alcance de la mano y siempre bajo control. Lo sorprendemos en el momento en que termina de aviar las brochetas de pez espada y  langostinos, especialidad de la casa. No se inmuta ni se apresura. Mientras tomamos la primera caña, cubre la fuente con una lámina de plástico transparente y la guarda en la nevera. Será el primer aperitivo que nos ofrezca, al que seguirá una ensaladilla en su punto básico de sencillez, unos hígados a la plancha, un revuelto de morcilla. De fondo, música de hace cuarenta años. "Es la misma que suelo escuchar en el c

BIDIMENSIONALES

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Calimas de agosto, o lo contrario de los días soleados de invierno: calor espeso bajo una especie de difuso nublado, sin que el sol propiamente dicho pese. Tampoco hay sombras, por lo que la posición de los cuerpos en el espacio adolece de cierta bidimensionalidad: figuras recortadas que se mantienen precariamente en pie gracias a una peana. A un paso de la inmaterialidad, que sería tener sólo una dimensión: durar. Pero no caerá esa breva. *** Dones inesperados del ocio: cuatro poemas desde mediados de julio, lo que viene a suponer una media de más de uno por semana, cuando lo habitual es que me salgan, en mis épocas inspiradas, uno o dos al mes, como mucho. Los repaso incrédulo. No digo que sean definitivos, pero se presentan ya con esa pretensión de inevitabilidad que distingue al poema que ya no puede ser otra cosa de la mera tirada de versos forzados. ¿Por qué ahora, por qué en estos días en los que la mente parece adormecida para otras muchas cosas quizá más estimulantes y

UNA EXCURSIÓN DE CINE

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¿Quién dice que los libros llevan al sedentarismo y la inacción? El de Francisco Reyero sobre Sinatra y España me ha llevado este fin de semana a un paraje que, pese a lo cercano, no conocía: el pantano de El Chorro y alrededores, en las sierras de Málaga. En esa zona, y concretamente en el Desfiladero de los Gaitanes, se rodaron algunas escenas de  El coronel Von Ryan , una olvidada película de acción que dirigió Mark Robson y en la que Sinatra interpretó el papel principal.  Llevados de esa referencia nos echamos a la carretera. Sobre el papel la ruta es un tanto enrevesada y no se sabe muy bien a dónde acudir entre los muchos reclamos turísticos y paisajisticos que ofrece la zona. Pero quiso nuestra suerte que, casi por azar, nuestra primera parada en la zona fuera al pie de las ruinas del poblado e iglesia mozárabes de Bobastro, en donde los amables chicos que atienden la caseta de información, bajo un sol de fuego y el canto ensordecedor de las chicharras, entendi