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Mostrando entradas de octubre, 2015

Y UN DEDAL

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De regreso, parada en Loulé. Nunca habíamos estado allí y ni siquiera teníamos constancia de que tal sitio existiera, a pesar de que no es la primera vez que hacemos este camino y seguramente los carteles que anuncian esa ciudad nos habrán salido al paso en otras ocasiones. Cosas del Internet: unas habilidosas fotos en las que no se ve más que un modesto caserío acurrucado a los pies de un castillo... y aquí estamos. Pintoresquismo fácil, sí, pero quién va a negar que ésta es la clase de señuelos por los que se deja atraer un turista. Y lo que no esperábamos era encontrarnos, después de dar muchas vueltas y no hallar aparcamiento, en el corazón de una ciudad grande, populosa, llena de comercios, de reclamos culturales y de vida. Todo lo contrario, ay, de la melancólica Silves, con sus comercios abandonados, sus fábricas saqueadas, sus calles desiertas y su enorme cine de los años cincuenta cascado y roto como un viejo decorado.  Entramos en el pulcro mercado, nos asomamos a los cal

LA CHAIR EST TRISTE

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Ya en nuestro primer paseo por Silves, reparo en un par de comercios que parecen ropavejerías o modestas tiendas de antigüedades, y que me llaman la atención por mostrar en el escaparate, entre otras muchas cosas, algunas pilas de libros. En el rótulo lucen la poética inscripción "Castillo de Sueños", que es el nombre de la asociación benéfica local que los regenta. No me hago muchas ilusiones sobre la clase de libros que puedo encontrar en ellos: por lo que atisbo, decenas de malas novelas de quiosco en inglés y otros idiomas, de las que, por su abundancia, se han convertido en una especie de elemento decorativo de muchos establecimientos turísticos, en los que tal vez se acumulan por el descuido más o menos intencionado de los viajeros que las van olvidando o abandonando aquí y allá. Deben de ser muy populares en sus países de origen. En Gibraltar, recuerdo, hay una enorme librería de viejo en la que prácticamente no se encuentra otra cosa. E igualmente he ido tropezando

SILVES

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Ni siquiera en Portugal la lluvia favorece siempre, y por eso nuestra llegada a Silves -transcribo aquí mis notas de un breve viaje durante el pasado puente del Pilar-, en medio de una mañana lluviosa, resulta más bien decepcionante. La carretera general rodea el pueblo y facilita la entrada por una rotonda que desemboca directamente en una manzana de modestos bloques de viviendas, desde la que tratamos de reorientarnos. Cuando, al día siguiente, comprendemos lo pequeño que es el pueblo y la imposibilidad de perderse en su breve trama, nos asombra ese desconcierto nuestro inicial. Pero uno se asusta siempre de lo que no conoce, y de ahí lo interminable de los escasos minutos -no fueron más- que empleamos en identificar la plaza en la que hemos venido a desembocar -el Largo da República- y localizar la calle en la que se ubica nuestro hostal. Ahora la lluvia ha arreciado, como para complicar las cosas. Con la diferencia horaria, además, resulta que la mañana se

LONDRES O TÁNGER

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Se va haciendo sentir el otoño, no tanto por las temperaturas, que siguen siendo altas, como por la luz, que ya ofrece decididamente las tonalidades propias de la estación. Mañanas apenas veladas por brumas que no acaban de ser nublados, pero que anticipan los cielos encapotados de los días oscuros por venir; tardes bañadas en toda la gama que va del amarillo al morado, antes de disolverse en una penumbra plomiza. Sintoniza uno bien con este tiempo: la cabeza se mantiene despejada y el fresco -relativo- mantiene el cuerpo en buena disposición para cualquier esfuerzo, e incluso para ese tipo especial de inactividad consistente en no hacerse notar cuando es la mente la que trabaja. Días buenos para hacer proyectos, porque hay predisposición a sentirse en condiciones de cumplirlos. Por estas fechas, recuerdo, hace cinco años me pedí un mes de licencia laboral y me fui a Madrid a empezar una novela, la tercera de mi trilogía autobiográfica. Si hoy me sintiera igual de optimista, no sé a