Y UN DEDAL

De regreso, parada en Loulé. Nunca habíamos estado allí y ni siquiera teníamos constancia de que tal sitio existiera, a pesar de que no es la primera vez que hacemos este camino y seguramente los carteles que anuncian esa ciudad nos habrán salido al paso en otras ocasiones. Cosas del Internet: unas habilidosas fotos en las que no se ve más que un modesto caserío acurrucado a los pies de un castillo... y aquí estamos. Pintoresquismo fácil, sí, pero quién va a negar que ésta es la clase de señuelos por los que se deja atraer un turista. Y lo que no esperábamos era encontrarnos, después de dar muchas vueltas y no hallar aparcamiento, en el corazón de una ciudad grande, populosa, llena de comercios, de reclamos culturales y de vida. Todo lo contrario, ay, de la melancólica Silves, con sus comercios abandonados, sus fábricas saqueadas, sus calles desiertas y su enorme cine de los años cincuenta cascado y roto como un viejo decorado. 

Entramos en el pulcro mercado, nos asomamos a los callejones adyacentes, miramos los nutridos escaparates y saboreamos un programa de conciertos con los que nos podríamos haber deleitado, de haber sabido que a tan corta distancia de nuestro destino había este otro sitio tan distraído y prometedor. Ahora sólo nos queda tiempo para tomar un café negro y unos pastéis de Belém, que son para nosotros la esencia misma del desayuno de media mañana en una ciudad portuguesa. El día antes habíamos hecho lo propio en Monchique, un animado pueblo de sierra cuajado de excursionistas. No da para mucho un puente de tres días. Tras el almuerzo en Tavira, antes de abandonar definitivamente Portugal, el camarero insiste en servirme la copa de Oporto de cortesía, a pesar de mis protestas de que tengo que conducir y no quiero beber alcohol. "Le pongo media copa entonces", me dice, socarrón. Y pienso que ese dedalito de vino generoso, que apenas ha servido para dejarme el sabor en los labios, es un símbolo apropiado de este breve viaje. No ha dado para más, pero nos ha abierto el apetito.  

Comentarios

Setefilla Almenara J. ha dicho que…
Gracias por este viaje desde el asiento, José Manuel.
Saludos.

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