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Mostrando entradas de mayo, 2017

... Y TENDRÁ TUS OJOS

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(Para una galería de actrices.)  Leo el poema de Antonio Jiménez Millán sobre la actriz Constance Dowling, incluido en su último libro,  Clandestinidad  (2011), y reproducido también en su reciente antología  Ciudades (Rencimiento, 2016). El poema consiste en una sobria pero muy efectiva versificación de los datos que pueden encontrarse en cualquier nota bibliográfica de la actriz: que fue amante de Elia Kazan, que tuvo una discreta carrera como actriz secundaria antes de marchar a Italia, donde alcanzó notoriedad como protagonista de varios filmes y conoció a Cesare Pavese, quien se enamoró de ella, y que volvió luego a los Estados Unidos, donde protagonizó una mediocre película de ciencia ficción,  Gog, el monstruo de cinco manos  ( Gog , 1954) y se casó con el productor dela misma, Ivan Tors, tras lo cual "se retiró del cine, tuvo hijos, / seguramente la olvidaron todos"; por más que ella, quizá, pudiera no haber olvidado que inspiró el verso y título más famoso de Pav

¿AUTOAYUDA?

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Evitar que la curva emocional del día se parezca a una montaña rusa. Y hacerlo, por supuesto, en detrimento, no de los momentos de perfecta felicidad, sino de aquellos en los que dominan las sensaciones de desaliento, pánico o estrés. Algo me dice que ese logro tiene que ir necesariamente aparejado a un cierto grado de desconexión, de ecuánime distanciamiento: conocerse a uno mismo lo suficientemente bien como para saber hasta qué punto ciertas contrariedades que parecen causar una gran conmoción en las capas más superficiales de la propia sensibilidad en realidad no calan lo suficiente, y por tanto no merecen la atención y preocupaciones y demanda de tiempo que normalmente suscitan. Cultivar, digamos, una especie de porosidad selectiva, por la que solamente nos dejemos impregnar de determinadas cosas externas y no de otras. Parece un programa asequible, aunque quizá sólo a tan largo plazo que, una vez logrado, casi no queda tiempo y vida para disfrutarlo... Pero quizá este último pe

UNA NECROLÓGICA

Me entero hoy de la muerte de M. Un 23 de abril, Día del Libro, lo que no deja de tener su ironía, si se considera que el difunto se ganaba la vida en un establecimiento del ramo; en concreto, en nuestra librería de cabecera, en la plaza Mina de Cádiz. No sobrevivió al azaroso proceso que supone superar el trasplante de un órgano vital; aunque, por las noticias que tenemos, luchó hasta el final, o al menos mantuvo el tipo y transmitió cierta esperanza a los más cercanos: "Me canso mucho", decía, "pero según los médicos es lo normal". Deja mujer y dos hijas estudiantes, una de ellas todavía en el instituto. Su jefe y compañero de trabajo en todos estos años me comenta que se le echa mucho de menos en la librería, cuyo buen orden en gran medida dependía de él: tales debían de ser los misteriosos asuntos que lo mantenían ocupado en la mesa del fondo, mientras J., el dueño, atendía a la clientela desde una especie de puesto de avanzada situado junto a la puerta. Ayer, m

CON LAS GANAS

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(Para una galería de actrices). Lucía Bosé en Ceremonia sangrienta (1973) de Jorge Grau. Actriz con algo de mascarón de proa: hierática, contenida en unas facciones que antes parecen talladas en piedra o madera que resultado del modo en el que el tiempo y la gesticulación de las pasiones van modelando el rostro. Aquí, sin embargo, aporta justo la fisonomía que requería el papel: el rostro vampírico de la infame condesa Báthory, reinterpretada, para el cine español de la época que presagiaba el destape, según los cánones del nuevo desenfado que habían aportado al género las producciones de la Hammer. Se suponía -así lo declaró el propio Grau- que la clave de los crímenes de esta asesina impenitente de doncellas había de ser el miedo de la mujer madura (e insatisfecha) a perder su juventud y su atractivo sexual. Y lo curioso es que la caracterización de Lucía Bosé para el papel aporta el punto justo de carnalidad al filo de una cierta decrepitud: turgencias del color de la cera,

QUE TANTO NOS DICEN

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(Para una galería de actrices) . Lo más conmovedor de ver a Nadiuska en cualquiera de sus películas -el otro día tropecé en un canal temático con La amante perfecta (1976) de Pedro Lazaga-, es la constatación del esfuerzo que hace la actriz por obedecer las indicaciones del operador para dejar asomar un pezón por el escote, pongo por caso, al mismo tiempo que intenta seriamente poner rostro y expresión -no digo voz, porque a esta actriz siempre la doblaron- a la circunstancia más o menos dramática del personaje que interpreta: en este caso, una desairada actriz echada a perder por culpa de unos amores contrariados con un truhán interpretado por ese magnífico pero desaprovechado actor que fue Arturo Fernández... No voy a entonar aquí la apología del cine ínfimo. Pero qué mejor, para desintoxicarse un poco del cine de pretendidos altos vuelos, que ver de vez en cuando una de estas conmovedoras películas malas. Que tanto nos dicen, por cierto, de cómo funcionan las otras: por ejemplo,

UNA EXPLICACIÓN (PEDIDA)

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Justificadamente, un lector me comenta que le desconciertan las entradas "amputadas" que he publicado en los últimos días. He aquí la explicación.  Como saben quienes siguen este "diario abierto", el 31 de diciembre de 2015 anuncié su fin, después de diez años de escritura continuada, en lo que pretendía ser un experimento sobre la viabilidad de un diario personal que fuera a la vez íntimo y público, y además inmediato, puesto que las entradas se hacían públicas en el momento mismo en que se escribían. En realidad, el objeto de la anunciada parada de finales de 2015 era permitirme un intervalo para reconsiderar ese planteamiento. ¿Se beneficiaría un diario de esta clase si, por ejemplo, su autor se concedía un tiempo para releer sus anotaciones antes de hacerlas públicas? ¿Acaso no afloraría, en ese intervalo, una cierta conciencia de que ciertas entradas se encadenaban e iban generando tramas que podría merecer la pena poner en valor? ¿Supondría ese tiempo inte