DOLOR

El dolor de este amigo ante la muerte de su padre. Me hace el relato desde detrás del mostrador de su negocio, al que he acudido urgido por la sospecha de que el temido desenlace debía de haberse producido ya. Uno no sabe nunca qué decir en estos casos. También lleva uno dentro sus propias penas, de las que no ha querido dar cuenta a todo el mundo: ni siquiera a este cuaderno, hasta hoy. Mientras asisto al dolor de R., pienso en el mío: y no por egoísmo o por un reflejo de anteponer los sentimientos propios a los ajenos, sino por una consideración de que el dolor humano es uno y siempre el mismo para todos: el de la pérdida, el de la impotencia ante el destino, el de asumir lentamente la evidencia de que sólo el tiempo acaba, si no aliviándolo del todo, sí suavizándolo hasta hacerle perder sus aristas más desgarradoras. (29/1/17)