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Mostrando entradas de febrero, 2018

CALIBÁN

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Cinco días de niebla y nubes bajas, coincidentes con el puente festivo. Traíamos apetencia de sol y sobremesas al aire libre, pero en algunos bares ni siquiera se han tomado la molestia de sacar a la calle las mesas y sillas, que permanecen apiladas junto a las fachadas. También las sábanas están frías y húmedas: acomodarse en la cama requiere un largo periodo de adaptación, hasta que el cuerpo traspasa su calor al envoltorio. Al principio, resulta grato permanecer sentado junto al fuego con un libro en la mano y dejar pasar las horas. Pero llega un momento en que la inactividad y la vista cansada se traducen en tedio y en una sobrevenida sensación de tristeza. Sin embargo, se asoma uno a la ventana y lo primero que llama la atención es la presencia radiante de los almendros florecidos. El invierno gusta de despedirse con estos efectismos. Canta en alguna parte un pájaro despistado. Hay un instante incluso en el que un rayo de sol enciende la ventana. Dura sólo unos segundos: la grie

PARTE DEL MILAGRO

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Carezco de sentimientos de pertenencia. No presumo de ello; más bien lo lamento, en cuanto que entiendo que percibir las propias aspiraciones como parte de un proyecto colectivo -la patria grande o chica, por ejemplo- aportaría al vivir unas certezas de las que carece por completo mi idea de la existencia como una perpetua interrogación en torno a quién se es o el sentido de los propios actos. En todo caso, uno no puede elegir su textura sentimental: es la que es, y conviene no violentarla en nombre de una deseable sintonía con el sentir colectivo. Otra cosa es la percepción de ese sentir como un conjunto de ficciones no siempre inocentes, contra las que quizá convendría apercibirse. Pero allá cada cual con las mentiras o medias verdades en las que cree justificar su modo de estar en el mundo. Yo me aferro a un puñado de dudas. Y me encojo un poco de hombros, como quien se previene de un golpe. *** Puente de carnaval. Atrincherado en la casa de la sierra, entre brumas e inmin

UNA VIEJA RESEÑA...

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Una vieja reseña aparecida en la revista Jugar con fuego , cuya recién publicada edición facsímil ando hojeando con gran aprovechamiento estos días, me lleva a releer, o quizá a leer por vez primera con el detenimiento que merece, la antología de la poesía de Ricardo Defarges que Renacimiento publicó en 2011. Treinta y seis años mediaban entre la mencionada reseña, de 1975, y esta antología, y en esos años el casi desconocido y muy parco poeta tuvo ocasión de renacer y publicar varios libros que añadir a las "apenas cien páginas" a las que el reseñista reducía su obra editada hasta entonces.  En contra de lo que podría pensarse, merece la pena leer viejas reseñas -si éstas han sido escritas, se entiende, por un crítico lúcido, como lo era este "Bernardo Delgado" tras el que se ocultaba un entonces descollante José Luis García Martín-: añaden al juicio crítico una nota de frescura tentativa que se pierde cuando las opiniones se asientan y se convierten en latiguill

CONCIENCIA SUCESIVA

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Definición de Dios que esboza JRJ en el aforismo CXXVIII de Río arriba , la selección incluida en la edición de las Obras del poeta de Moguer a cargo de Javier Blasco y Francisco Silvera: Dios como "conciencia sucesiva del mundo, la suma de conciencia que los hombres clarividentes han ido acumulando para el futuro de cada día". Se muestra agradecido el poeta a "cada uno de los hombres que han ayudado a formarla", desde la certeza de que también él -como quizá todos nosotros- es uno de esos hombres y titular, por tanto, de ese agradecimiento.  En el siguiente aforismo, añade JRJ que "no es necesario adorar ni levantar templos a la Conciencia", y que "hay que suprimir esa idolatría de la adoración al Principio". "Lo que debemos -concluye- es adorarnos nosotros mismos y por amor". Lo que, se me ocurre, no se diferencia demasiado de lo que oímos decir el otro día al desengañado párroco de B., que viene de Hispanoamérica y está de vuelta

DESCORPORIZARSE

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Excursión a pie desde casa a la venta M., a unos doce kilómetros, atravesando pinares y marismas y bordeando un viejo cauce fluvial ahora convertido en caño sujeto a las mareas, Espléndido día de anteprimavera, apenas empañado por una leve bruma que descorporiza las distancias. Constatación de ese curioso automatismo por el que el pensamiento se sincroniza con el ritmo del andar. Vamos por ello callados la mayor parte del camino y sólo abrimos la boca para manifestar pequeñas sorpresas: la larga carrera de despegue, como la de un avión, de un cormorán desde un estero; la súbita irrupción de una pareja de urracas; el salto de un conejo en un herbazal; las frágiles floraciones amarillas entre las plantas bastas, resistentes a la salinidad, que cubren las llanuras circundantes; el olor al principio imperceptible y luego un tanto mareante de las retamas. Trata uno de mantener la atención abierta a estas impresiones, sin dejar que se imponga en la mente el bullebulle habitual. Dejar de se

JAULAS

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Circula por las sentinas de internet, me dicen, un vídeo que muestra un cadáver descuartizado y descompuesto hallado en la escollera de Cádiz. Me consta el genuino horror sentido por algunas personas que lo han visto sin tener noticia previa de lo que contenía. Pero casi más horror causa pensar en la persona que ha efectuado y difundido la grabación, no sé si por sacar partido a esa espuria ocasión de notoriedad que las "redes" brindan a cualquiera que tenga algo que exhibir, aunque sea literalmente una carroña. *** Alguna consecuencia no precisamente tranquilizadora ha de tener la creciente certeza de que el ciudadano común es estafado sin la menor consideración por todo el que puede, ya sea la compañía que le suministra electricidad, la que le provee de servicios telefónicos o el banco al que confía sus ahorros. Sensación, como mínimo, de desafección ciudadana, en la medida en que el estado es parte necesaria en todos estos abusos, si no el primer perpetrad

AL PESO

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Los virajes del clima son como los del ánimo: ayer, temperaturas de verano; hoy, brusco descenso térmico y amago de temporal. Los confiados que han salido a a la calle en mangas de camisa tiemblan de frío, como suele ocurrirles a quienes ponen su confianza en las promesas halagüeñas de una breve coyuntura favorable. Yo también me he puesto hoy un jersey más fino, pero no he olvidado el chaquetón de cuero, por si las moscas.  *** Un antiguo editor mio que ya ha cerrado el quiosco me llama para ofrecerme los restos de edición del libro que me publicó hace diez años. Se vendieron doscientos ejemplares de una tirada de quinientos; lo que, en la modesta esfera en la que se mueve uno, casi hubiera podido considerarse un éxito: recuperar los gastos de impresión. Pero algo hay que hacer con los ejemplares sobrantes. Le digo que no tengo espacio para almacenarlos, lo que es estrictamente cierto. Llamo a un amigo librero de viejo y le pregunto si quiere hacerse cargo de ellos. Me dice q

ZAS

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No me cabe la menor duda de que soy una persona tímida; a pesar de que llevo treinta años dando clases, no hay día en que no me asalte en algún momento el miedo escénico. También lo noto en mi trato diario con la gente, en la incomodidad ante el mero intercambio de comentarios insustanciales en nombre de un elemental principio de sociabilidad. Soy más bien insociable, y lo soy precisamente por la dificultad para el trato cotidiano que supone la timidez. Y sin embargo, y pese a que, a todas luces, no tengo aptitudes oratorias, no me cuesta nada hablar en público, e incluso tengo a gala hacerlo sin llevar el discurso escrito. Me ocurre, por ejemplo, en las presentaciones de mis libros -ayer tuve una-. Y lo más curioso es que ese aparente desparpajo también supone un cúmulo de tensión y un palpable desgaste, que se manifiestan retrospectivamente: después me siento excitado, como cargado de adrenalina, y me cuesta conciliar el sueño. No es una sensación del todo desagradable, pero sí un

A BENEFICIO DE INVENTARIO

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Me llega desde varias fuentes la idea, bastante extendida, de que la muerte no es tanto la extinción de todo lo que nos constituye como la mera pérdida de su principio unificador, que es la individualidad. De ahí la insistencia de algunas filosofías y doctrinas religiosas en sugerir una especie de entrenamiento que nos haga capaces de anticipar conscientemente esa pérdida y vivir por adelantado la experiencia de la anulación del yo, de una comunión con la realidad no basada en el principio de postularse como espejo unívoco de la misma.  Anoto la posibilidad a beneficio de inventario. Pero ¿realmente cabe pensar en alguna clase de relación con la realidad que no pase por el filtro del yo, omnipresente e inevitable? Pero piensa uno en el sueño, en la experiencia del olvido de uno mismo, en los raros momentos en que la conciencia de ser quienes somos no perturba innecesariamente otras percepciones. En la educación de la mirada implícita en la contemplación diaria del mar, por ejemplo,

DEL MAR

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Escribir un diario que no contuviera otra cosa que una impresión diaria del mar: asunto inagotable, desde luego. Otra cosa es que la perspectiva de enfrentarse a un diario así desanimara a muchos posibles lectores. Pero ¿acaso no dicen los expertos en el ramo que los únicos diarios que merecen llamarse así son los que se conciben desde el propósito de que nadie los lea? *** El de esta mañana: de un azul añil claro, luminoso, un poco falso, como de fotografía lograda con filtros y sobreexposiciones muy calculadas. La línea de horizonte un tanto diluida en el azul del cielo, aunque no tanto que no se distinguieran las tonalidades de uno y otro. En esa zona intermedia, como superpuesto, el perfil opaco de un barco extrañamente sobredimensionado, como si el responsable del cuadro se hubiera equivocado al encajarlo, o como si el barco tuviera un cierto carácter fantasmal y la desproporción fuera el modo de hacer sentir su pertenencia a un orden anómalo. Naturalmente, se trata de

UN PESO

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Algo aturdido, me he escapado de la fiesta con el pretexto de asearme un poco y descansar. Aún me zumban los oídos de la música estruendosa. ¿Qué tiene que celebrar un descreído como tú en unas fiestas patronales?, me pregunta el interlocutor imaginario que siempre me vigila por encima del hombro en estas ocasiones. No una simple fecha del santoral, desde luego, sino algo quizá de alcance más amplio, e incluso yo diría que de un sentido religioso más profundo, si es que a un incrédulo se le permite apelar a esas honduras, que son también las del misterio y la poesía. Se trata, le digo, me digo, de una invocación festiva al genius loci , o a lo que el poeta Valente llamaba "el dios del lugar". El muñeco de madera que pasean al ritmo de rumbas y pasodobles, y al que incluso hacen bailar al son de las canciones de moda, resulta a todas luces una representación de un gozo de vivir que el invierno apenas reprime, y que se manifiesta en las floraciones adelantadas que anuncian la

UNA REUNIÓN

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Me he acordado mucho estos días de esas tardes de invierno en las que F. irrumpía como un vendaval en nuestro piso de entonces, en una finca antigua en las inmediaciones de la plaza de abastos, no muy lejos de donde él vivía: igual venía a invitarnos a una de sus cenas surrealistas, en las que lo mismo servía unas incomibles albóndigas en lata que un aromático café traído del Yemen, que a consultar algo en nuestra biblioteca -la suya estaba en su piso de Madrid-, o a leernos un cuento inédito. No podíamos imaginar entonces lo que los años venideros habrían de traer: su enfermedad, los reticentes homenajes oficiales que se le tributaron cuando empezó a cundir la especie de que se nos iba, su muerte y la creación improvisada de la fundación que lleva su nombre.  De todo esto van a cumplirse pronto veinte años . También de aquella fundación, de cuyo consejo asesor acepté ser miembro, y que empezó con cierto ímpetu y luego languideció, como suele pasar con estas cosas. Y anteayer, cuan