Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2018

THE SNOTGREEN SEA

Imagen
La cena de la noche anterior ha tenido aires de ceremonia de despedida, cada cual ante su ración de pollo guisado y verduras cocidas y, en medio de la mesa, como novedoso añadido a la habitual mezcolanza de vasos, tazas, cosas del desayuno, envases de pan de molde y bollería, servilletas, etcétera, en que consiste la mesa en la que hacemos todas nuestras comidas,  una salsera de  gravy  (salsa de carne) . Con el paso de los días nos hemos ido habituando a ese desorden, tan característico de la casa como la presencia de la perrita y el gato o los cambios de humor de la dueña, que adivinamos relacionados con sus dolores de espalda, así como con cierta ansiedad por encontrar el momento de mantener largas conversaciones telefónicas o por ordenador con la hija que saca a colación cada vez que puede... Con cierta maldad, A. dijo el otro día que la hija no existe, que es una invención de la fantasía de esta mujer solitaria y un tanto abrumada de manías.  En cualquier caso las alusiones

AUSPICIOS

Imagen
A primera hora de la mañana, de camino a la parada del autobús, se dirige a nosotros una anciana que pasea a un perrillo y con la que ya habíamos intercambiado saludos en los días anteriores. Se ve que estaba deseando pegar la hebra. Le decimos que vamos a pasar la mañana en el centro y haremos una visita a Christ Church. “Ojalá tengan suerte y estén tocando el órgano cuando entren allí”. Lo que consideramos poco menos que una bendición por su parte, que queda reforzada por el presagio que leemos en el hecho de que nos crucemos a continuación con lo que aquí llaman una corneja o cuervo gris (grey crow) llevando en el pico una ramita que imaginamos es para construir su nido.  El auspicio de que el organista de Christ Church nos recibiera con una toccata e fuga en toda regla finalmente no se cumplió, y más bien resultó un tanto anodina la visita a ese modesto ejemplo de gótico insular en el que han tenido la humorada de exhibir, en el correspondiente museo parroquial, a

BRAY

Imagen
También la mañana de hoy amenaza lluvia. El tren de cercanías nos ha llevado a Bray, cuya remozada estación está decorada con unos mosaicos coloristas y un tanto naïfs que muestran distintos momentos de la historia irlandesa. En el que representa la época actual, un perrillo corre por el andén de la estación llevando en la boca un periódico en el que se lee Peace at last! A los pies del mosaico, y como para desmentir su bienintencionado mensaje, se sienta un hombretón ra-pado que viste un chaleco sin mangas cuajado de remaches e insignias. Sólo le falta la moto para parecer un Ángel del Infierno. Pero cuando una de mis compañeras le indica que quisiera hacer una foto del mosaico, le falta tiempo para hacer el amago de apartarse. Mi acompañante fuerza un poco más su suerte: le dice que no es necesario que se quite, siempre que no le importe salir en la foto. El hombre parece encantado de posar para la forastera, y si acaso frunce un poco más el ceño, como para acentuar la

HOPEFULLY!

Imagen
La llovizna intermitente me ha hecho refugiarme, primero, en los semisótanos de la National Library, que acogen una sugerente exposición sobre el poeta W. B. Yeats, y luego en la cercana National Gallery, donde veo la colección de pintura europea y compro algunos libros. Finalmente, después de aprovechar unos claros para sentarme a ver pasar a la gente en el paseo que bordea la orilla del Liffey, me hago un hueco en The Palace, el histórico pub con resonancias literarias que abre sus puertas a Fleet Street. Ante la consabida media pinta de Guinnes –no son más de las cinco–, anoto impresiones. Mi agrado, por ejemplo, al encontrar en la National Gallery el cuadro Stella in a Flowered Hat de Kees van Dongen, un fauvista al que me he aficionado desde que vi algunos cuadros suyos en una muestra reciente en Madrid; o la sorpresa de ver, en la exposición sobre Yeats, el ejemplar que el poeta tenía de Walden de Henry David Thoreau, cuya lectura le inspiró su más famoso poema, "Th

REVOLUCIONES

Imagen
Annie, diecinueve años, pelirroja y con pecas. "Nadie diría que mi madre es española; y lo curioso es que mis otros tres hermanos son morenos como ella. Yo soy la única que ha salido así". Dejó sus estudios de Filosofía a mitad del primer año y ahora trabaja en lo mismo que Max, mientras espera el comienzo del próximo curso, en el que hará Economía ("Business"). "Al fin y al cabo –dice, ensayando un cinismo que quizá no cuadra del todo con su cara de adolescente asustada–, las dos carreras se ocupan de lo mismo: de cómo manipular a la gente". No sé qué responder. Es su primer día de monitora y mira con aprensión al grupo de estudiantes, no mucho más jóvenes que ella, al que le han encomendado pastorear por las calles de Dublín. Ha pensado en llevarlos a Temple Bar, el barrio más antiguo de la ciudad, presuntamente construido sobre las trazas del primitivo asentamiento vikingo. "Hay muchas tiendas y seguro que les encanta comprar recuerdos para sus f

LAS PALABRAS DE MAX

Imagen
“Dicen que la crisis ha terminado, pero la verdad es que la gente joven no lo nota”, afirma Max, de veinticinco años, que alterna sus estudios de psicología –esta semana anda ocupado con sus últimos essays o trabajos fin de carrera– con su empleo de guía para grupos de estudiantes extranjeros que vienen a Irlanda a aprender inglés. El espléndido día de sol con el que ha querido sorprendernos la imprevisible primavera irlandesa nos ha traído a Glendalough, un hermoso paraje a apenas una hora en coche de Dublín. Hemos comido el parco almuerzo que nos ha preparado Jennie y ahora descansamos sobre la hierba. A Max le fascina, entre otras cosas, la "psicomagia" del chileno Alejandro Jodorowsky, de quien recomienda vivamente La danza de la realidad –ahora no sé si el libro o la película–. Parece feliz de haber encontrado interlocutores leídos y se expresa con la ufanía de quien tiene recientes sus descubrimientos y no ha tenido tiempo de reconsiderar sus entusiasmos iniciales

LOS CEREZOS

Imagen
A mis pies la bahía de Dublín: el avión en descenso la ha rodeado trazando una curva tangente a los dos accidentes geográficos más conspicuos del mapa del lugar: la península de Howth y el puerto de Dún Laoghaire (Dunleary), que es precisamente la localidad aledaña en la que vamos a alojarnos. Llevo en el bolso de mano un mapa impreso del lugar, en el que he señalado mi dirección, a tres o cuatro paradas de autobús del centro del pueblo y a media hora a pie de la mencionada torre. Hemos tenido alguna demora en el aeropuerto. Algunas de las maletas presentan signos evidentes de haber sido arrojadas desde una gran altura o sufrido tremendos golpes: una de ellas trae el asa rota; otra, lo sabremos luego, ha sufrido daños en su mecanismo de cierre, lo que obligará a su dueña a romper el pestillo para acceder a sus pertenencias. Esas pequeñas contrariedades retrasan considerablemente nuestra llegada, lo que parece ser la causa, intuimos, de la aparente hosquedad inicial con la que nos

DUBLÍN

Imagen
Mi equipaje preparado para el viaje a Dublín; C. a Barcelona, a no sé qué concierto y a una prometedora velada con amigos -cueros, chatarra, crestas teñidas de amarillo, pinchos e imperdibles por todas partes-  en un bar donde este fin de semana ponen, me dice, la discografía completa de los Smiths; y M. A. a Córdoba, acompañando a sus alumnos norteamericanos. Unidos por llamadas, por las mensajerías electrónicas de hoy, por ese hilillo invisible que nos ata sentimentalmente. Un amor que abarca centenares, miles de kilómetros.  *** La torre Martello en Sandycove –hoy llamada James Joyce Tower, en homenaje al escritor que situó en ella el principio de su espléndida y todavía incomprendida novela– se encuentra muy cerca de mi alojamiento en las inmediaciones de Dublín. Me las prometo muy felices: tal vez un paseo por la línea de costa, rememorando el de Stephen Dedalus al principio del Ulises . Aunque espero que no movido por un desaire: Dedalus, recuérdese, abandonó la t

UN BOHEMIO

Imagen
En el mercadillo, como (casi) todos los domingos que no voy a la sierra. Compro por dos euros Taurocracia , un librito de chistes gráficos publicado en 1973 por el dibujante Serafín. En sus últimos años, recuerdo, puso a la venta, o quizá subastó, sus famosas "marquesas", delirantes criaturas de su invención con las que caricaturizaba determinados arquetipos femeninos de la aristocracia y la alta burguesía. El negocio no debió de salirle muy bien: años después, esos mismos dibujos aparecieron, a precios irrisorios, en el Rastro madrileño. En la nota de contraportada del libro que he comprado, seguramente redactada por Álvaro de la Iglesia, director de la colección, se dice que Serafín es "peripatético. Ha viajado algo, no mucho -París, Italia...- (...). Su vida es eso: pintar, viajar, dibujar, beber tintorro, celebrar exposiciones que la crítica toma a chufla...". La descripción se ajusta bastante a los hechos. Fue uno de los últimos representantes de la vieja boh

UN PESO

Imagen
Parece que el acomodo definitivo de los restos de edición a los que me refería el otro día no va a ser fácil. Pensaba yo que, después de que les allanase yo el camino y consiguiese que un amigo librero se hiciese cargo del remanente en cuestión, el editor lo llamaría y se pondrían de acuerdo. Pero no hay ya lugar para la sociabilidad literaria en esta historia de liquidación por derribo: en un escueto mensaje por whatsapp, mi antiguo editor me da la dirección a la que el destinatario del fondo ha de enviar al transportista que lo recoja. Añade escuetamente, en una de esas burbujas en las que se van repartiendo esta clase de mensajes: "5 bultos". Eso es todo. Parece como si me los hubieran echado a las espaldas, en castigo por alguna inextricable culpa. Veremos en qué queda la gestión. *** Llueve y hace frío, pero es ya lluvia de primavera y los fríos sobrevenidos no parecen asustar a nadie. Coinciden con los primeros síntomas de mi ya inveterada astenia primaveral. P

HALAGADO

Imagen
Semana intensa la que dejo atrás, anticipo sólo de las que vendrán. Y es curioso que la primera víctima de estas rachas de ajetreo sea siempre este diario. El año pasado, recuerdo, sufrió un parón precisamente por estas fechas. El curso escolar llega a su punto álgido, surgen también algunos compromisos literarios que van pautando las semanas, y las pocas tardes que quedan libres apenas bastan para cumplimentar la reseña del mes, la columna de cine de la semana, la página que leerá uno en tal o cual presentación, etcétera: esa no-vida tan frecuentemente asociada a la vida literaria propiamente dicha, que no es otra cosa que horas de trabajo ante un ordenador.  Aún así, me las arreglo para acudir a este cuaderno en la tarde de un sábado. La semana ha girado en torno a la presentación de mi libro de cine el jueves pasado. ¿Cómo fue?, me preguntan los editores, incluyendo una referencia expresa al número de asistentes. "Cincuenta o sesenta", les digo. "La sala llena&quo

CARNÍVOROS

Imagen
No, el diario íntimo no es un subgénero narrativo, como creen algunos. Le falta la perspectiva de que los hechos que en él se consignan lleguen alguna vez a articularse como relato, como narración. Pesa sobre ellos la indeterminación misma de la vida: ¿sabemos si la pequeña anécdota de hoy, el cruce con un extraño, unas palabras dichas u oídas al azar, tendrán alguna continuidad en otros hechos por venir, llegarán a ser elementos de una historia? Cabe la posibilidad, desde luego, de que esa trama se haga visible retrospectivamente: por ejemplo, en el momento en el que el autor de un diario lo revisa para darlo a la imprenta. Pero eso es otra cosa: eso es la creación de una novela a partir de la materia prima que proporcionan los diarios. Una novela con características propias, por supuesto, y que plantea problemas específicos: por ejemplo, el tratamiento que hemos de dar, desde una perspectiva de ficción, a los personajes reales que han venido compareciendo en nuestro diario en una f

DIES IRAE

Imagen
Bastaría con aplicar una cerilla y todo sería más sencillo. Pero hay como una especie de logro de la supervivencia en el hecho de encender el fuego a partir de las brasas de ayer; como quien reafirma que en la vida no hay saltos ni recomienzos, sólo un esfuerzo continuado por mantener vivo y pujante lo que, sin ese empeño, tiende por sí solo a extinguirse. *** Un poema de Defarges sobre la película Dies irae de Dreyer me lleva a buscarla entre mis viejas cintas de vídeo y volver a verla. Y me impresiona más que las otras veces que la he visto, tal vez porque el cine de Dreyer se acompasa bien a las enseñanzas de la edad, que permiten entender mejor las enormes complejidades de este drama aparentemente simple. Una mujer acusada de brujería denuncia, antes de arder en la hoguera, a la difunta madre de la joven esposa del propio párroco que la ha condenado, lo que eventualmente pondrá a ésta en la tesitura de confundir su creciente desapego de su marido y su enamoramiento del hij