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Mostrando entradas de junio, 2018

GRANDEZAS

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Copié mi comentario del otro día a propósito de la poeta G. F. en una red social e inevitablemente ha tenido alguna mala respuesta. Es curioso: yo intentaba aportar matices, antes de entrar en el juego absurdo del enaltecimiento gratuito o la descalificación sin más. Lo que está en cuestión es esto: ¿Qué es un/a gran poeta? ¿Qué información aporta esta calificación cuando se otorga de manera más o menos unánime a algún escritor? Y no menos importante: ¿otorgar o negar esta calificación a alguien -a un escritor difunto, por ejemplo, al conmemorarse su aniversario o similar- supone hacer un juicio de valor sobre quienes lo leen, que de este modo reciben una especie de beneplácito general o, por el contrario, una descalificación de su particular apuesta estética?  Empecemos por esto último. Leer no consiste en adherirse sin más a un canon, ya sea el que proporciona la escuela o el que improvisan semana a semana con sus apresuradas opiniones los críticos de los periódicos. Leer es un a

VUELO BAJO

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Foto: JULIO GONZÁLEZ ( Diario de Cádiz ) Amanece de nuevo con olor a quemado y un horizonte de ceniza. Siguen ardiendo los pinos de Moguer y Mazagón. No es lo mismo saber de una catástrofe así por la televisión que despertarse bajo una evidencia palpable de que los campos arden no demasiado lejos de donde uno hace su vida cotidiana. Y lo curioso es que esta cercanía, más que disipar la vaga sensación de irrealidad que envuelve la mayoría de las historias que te llegan como meros relatos noticiosos, la aumenta. Ha terminado uno por no dar crédito a sus propias percepciones; que son, por así decirlo, como la neblina que se interpone entre el ensimismamiento y los inapelables aconteceres que suceden más allá de esa burbuja. *** No hago otra cosa que dar vueltas a qué hacer respecto a cierto compromiso familiar al que no me apetece asistir. Interrogado al respecto, respondo que lo que verdaderamente me molesta es que me hayan puesto en ese brete. A lo que mi interlocutora -este

CHAMUSQUINA

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Foto: JULIO GONZÁLEZ ( Diario de Cádiz ) Olor a chamusquina procedente de un incendio que devasta los pinares de Moguer y Mazagón y el contorno de Doñana. También el cielo se ha teñido de esa inconfundible tonalidad amostazada, que al principio parece resultado de las calimas de la estación, pero pronto revela su verdadera cualidad de indicio de una catástrofe. Pienso en las frecuentes alusiones a estos pinares en la obra de J.R.J. Ahora esa cualidad inconsútil ha adquirido un nuevo matiz: el fondo de los paseos del poeta y su asnillo es, literalmente, una pavesa. No arde sólo un paraje: toda una educación sentimental es pasto de las llamas. *** También para incendiar un poco el cotarro: "Francamente, me resulta imposible suscribir que Gloria Fuertes fuese una grandísima poeta a la que debemos tomar muy en serio", afirma Javier Marías en su columna semanal en El País. No suele uno prestarse a suscribir las opiniones de este escritor, quizá más por una cuestión de fo

LA BAÑISTA

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Cuando abandono la playa, ya con el sol declinante, la veo bajar por las escalerillas. Lleva un liviano vestidillo blanco, muy corto, bajo el que se transparentan las alas desplegadas, como de gaviota, de un eslip negro. La conozco de algo más que de vista -solemos coincidir en la terraza cercana donde habitualmente tomo el desayuno de media mañana-, por lo que con la mirada sigo sus pasos con cierta curiosidad, aunque no es muy difícil prever lo que va a hacer. Cruza la franja de arena, se detiene a unos metros de la orilla, se desenfunda el breve vestido, que deja caer al suelo, y se acerca a al orilla, donde la frialdad del agua la detiene e incluso la fuerza a un amago de retroceso, en el que gira hacia mí por un instante su torso desnudo, antes de continuar avanzando hasta zambullirse.  La forzosa proximidad de nuestras mesas en la terraza de marras me ha proporcionado algunos datos sobre su vida. En la animada tertulia que mantiene con sus compañeras de café se habla siempre

LA DIVA

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La diva -no es irónico: se trata de una verdadera cantante de ópera- no ha tenido un buen día hoy. La han convencido para que cante un par de piezas al cierre de un acto literario. Y ya desde el principio ha habido algún malentendido. "¿Sois primas?", he preguntado a la anfitriona, que tiene el mismo apellido. No hay ningún parentesco, me asegura. Pero he caído luego en la cuenta, pensando en la cara de póquer que la cantante ha puesto al oír mi bienintencionada pregunta, que hacerla era  tanto como dar a entender que ella no estaba allí por méritos propios, sino precisamente en virtud de ese presunto parentesco. Luego, mientras el acto se iba desarrollando, hemos notado alguna tensión entre bambalinas. Al parecer, la anfitriona ha perdido el pendrive que contenía el acompañamiento orquestal de las dos piezas que iba a cantar. El caso es que, llegado el momento, la cantante anuncia que, a pesar de todas las inconveniencias -la falta de acompañamiento musical, la imposibil

UN BUEN MOMENTO

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Continúa la sensación de vaivén emocional: después del bajón de ayer, a mitad de la mañana alcanzo lo que percibo como un momento de absoluta plenitud física y mental. Las circunstancias que concurren no son en absoluto especiales: una hora libre, un rato de lectura en una terraza después del desayuno, a perfecto resguardo de la calima que castiga el otro lado de la calle y bajo el efecto del más benevolente de los vientos, el sur, que despeja la mente e infunde al cuerpo la sensación de no estar expuesto a ninguna contingencia que se traduzca en frío o calor, molestias o fatiga. ¿Dependerá la felicidad de cosas tan simples? No lo creo, pero sí está claro que esta confluencia de circunstancias ayuda a que aflore una especie de predisposición natural a la aceptación, a la justa consideración de la insignificancia de las contrariedades que habitualmente nos abruman, a la claridad de la mente en correspondencia con el bienestar físico. La consecuencia inmediata es una intensificación de

SOLANESCO

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M.A. ha partido de Madrid con hora y media de retraso, en un tren averiado que se detuvo al poco de salir de la estación, lo que obligó a repartir el pasaje entre otros trenes. Durante el trayecto se escacharró el aire acondicionado y la tripulación hubo de pedir un médico por megafonía para atender a un viajero que quizá no había aguantado tantas emociones. Eso sí: pasada Sevilla, donde se apeaba la mayor parte del pasaje, la compañía tuvo a bien repartir bocadillos entre quienes quedaban. Habría resultado incluso divertido, si no fuera por la sensación de naufragio colectivo que la reiteración de esta clase de incidentes en los servicios públicos y en otras esferas del acontecer ciudadano no hace sino afianzar. La realidad cotidiana se parece cada vez más a los panoramas de vida degradada a la que nos tienen acostumbrados las distopías del cine y la literatura: es el mundo averiado de Blade Runner , por ejemplo. A quienes nos criamos en los espejismos pequeño burgueses de la España

AVISPAS

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He confundido el tique de aparcamiento: el que llevaba en la cartera no es válido y ahora no puedo efectuar el pago que ha de franquearme la salida. En la caseta de vigilancia no hay nadie y tampoco responde nadie a la infinidad de llamadas que hago por los interfonos de las distintas máquinas que se ocupan del funcionamiento del negocio. El aparcamiento en cuestión es una parcela anexa a las instalaciones portuarias y el entorno es, a estas horas últimas de la tarde, la imagen misma de la desolación: una explanada desierta rodeada de vallas de malla metálica y ceñida por un horizonte de grúas y perfiles de naves de almacenamiento. Reconozco que estoy experimentando una sensación parecida al pánico: acaloramiento, aceleración del pulso, impulso a adoptar alguna solución expeditiva, como salir del aparcamiento por las bravas, llevándome por delante la valla que me veda el paso...  Antes de hacer eso, me dirijo al coche y miro en el salpicadero y debajo de los asientos. Encuentro ot

UN PERRO

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Al principio me da la impresión de que están haciendo algo nefando al pobre animal. La escena sucede en el parquecillo que se extiende frente a mi ventana. Un hombre joven trata de envolver a un perro, que parece no poder moverse, en una manta. A su lado, sentada en el césped junto a un cochecito de niño que han usado usado para llevar hasta allí al animal impedido, una chica lo mira en silencio. Poco a poco, el cuadro va adquiriendo un sentido distinto al que quisieron darle mis temores. Por razones que ignoro, el animal no se sostiene sobre sus patas y el hombre le ha pasado una manta bajo el tronco con la intención de sostenerlo poco menos que en volandas y ponerlo en situación de apoyar sus extremidades en el suelo. No quiero imaginar el origen del daño: un accidente, quizá, o malos tratos —y quiero suponer, en ese caso, que las personas que se esfuerzan por hacerle recuperar sus fuerzas lo han rescatado de un entorno cruel—. El caso es que el animal intuye que le están haciend

EXCEDENTES

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Como todo el mundo está en la feria, en el paseo marítimo los bares tienen la baraja echada. Habíamos salido con la vaga esperanza de que hubiera alguna excepción y pudiéramos sentarnos en alguna terraza a tomar el fresco. Ha habido suerte: hay un bar abierto, e incluso concurrido. Se ve, pensamos, que la docena escasa de personas que no han querido ir a la feria han venido a refugiarse aquí. Casi todas las mesas de la terraza están ocupadas. Pero hay algo más: de dentro del local, al que no llegamos a asomarnos, sale música y por el ventanal que da a la terraza vemos bailar en la semipenumbra a unas cuantas parejas de mediana edad. La camarera nos explica que se trata de un grupo de amigos que, en viernes alternos, se reúnen para merendar y pasar luego el resto de la velada bailando. "Puede sumarse quien quiera", nos dice la chica. Nosotros nos conformamos con saber que seguramente ha sido la certeza de contar con esa clientela asidua lo que ha hecho que el dueño del bar h

BARBAS

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Una mañana apacible, una terraza frente al mar, una hora libre y un libro que leer  —en desagravio, ay, por el que dejé ayer deshaciéndose a la intemperie en medio de un polígono industrial — ... La combinación no puede ser más favorable. Pero la mesa que he elegido está cubierta por una desagradable película salitrosa, de la playa sube a la terraza un soplo de boca de horno y bajo el toldo suena una insoslayable música machacona. El resultado es que salgo huyendo apenas termino mi desayuno. Y con la desalentadora impresión de que ciertos espejismos de la felicidad sólo lo son vistos a conveniente distancia y rara vez resisten la prueba de la realidad. *** Mi ya crecida barba merece una mención, la primera, en este cuaderno. Me ha deparado una curiosa sensación de pudor retrospectivo: ahora me resultaría incómodo volver a dejar al descubierto ciertas cicatrices faciales que tengo desde la infancia y que ahora, por primera vez desde el accidente que me las causó cuando tenía di