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Mostrando entradas de julio, 2018

PILÓN (poema)

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PILÓN La vida está en el fondo verdinoso:  encuentras en su tacto la firme apelación de la materia informe  a la conciencia que interroga, a la mano que actúa como extensión de un individuo exento (y te estremeces al tocar las aguas estancadas). La superficie, sin embargo, sólo refleja formas nítidas,  e incluso invita a remedar el gesto de un yo desconocido que hace muecas para sí en una densa tiniebla con espejos.  Lo otro, el agua que corre, es sólo tiempo,  destellos que se funden en un solo destello y en su caída aciertan siempre en el exacto centro del temblor.

ABRIR CAMINOS

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Mientras el amigo I. cocina, hago fotos de su improvisada mesa de trabajo en el jardín, junto a la imponente barbacoa de hechuras galácticas. A la mañana siguiente hago el intento de utilizar una de esas fotos como modelo para una acuarela. Los objetos -la bandeja de salmón, la pata de pulpo, el frasco de cristal que contiene la sal, el pimentero- no me quedan mal; más complicado resulta el fondo, una pared cubierta de hiedra. Para consolarme, pinto a continuación una sencillísima marina y pongo a prueba un recurso del que hasta ahora no me había valido: utilizo el fluido de enmascarar -un producto específico que venden en las tiendas del ramo- para salvar las zonas del cuadro que deben representar con su blancura, que es la del papel, las crestas de las olas, los reflejos solares, etcétera. En realidad, hago un uso prudente de ese truco: sólo me valgo de él en una zona del cuadro, mientras que en las otras confío en mi ojo y en mi pulso para recortar los perfiles que deben quedar si

RELECTURAS

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Ruidos. Pasan coches por la calle que tienen por costumbre hacer sonar el claxon ante determinadas ventanas a nivel de acera y, en ocasiones, detenerse a efectuar sigilosas transacciones, todo ello a cualquier hora del día o de la noche. Imposibilidad de conciliar el sueño o de mantenerlo el suficiente número de horas. Es la eterna maldición del verano en un entorno que no destaca precisamente por el predominio de los buenos modales o el respeto a las normas elementales de civismo, cuando no a la mera legalidad. Pero cómo actuar contra eso, cuando nadie más parece molesto o alarmado y ni siquiera la policía parece responder a un patrón sociocultural distinto. Resignarse, qué remedio. Y procurar no dejarse llevar, en bien de la propia cordura, por esas extrañas fantasías apocalípticas en las que se recrea la mente desvelada. *** La chica que intervino en el funeral no se parecía mucho a la difunta, pero sí tenía el mismo gesto: resultado, quizá, de muchas horas de cercanía desde

UNA DE LOS NUESTROS

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Termino mi lectura veraniega de Mansfield Park : una lección magistral de cómo construir un argumento, desarrollar personajes y poner en pie un mundo autosuficiente, que es el milagro que uno espera del arte de la ficción literaria. Y un prodigio de ambigüedad y understatement , desde la espinosa cuestión de cuál es la fuente de la riqueza y estatus de la familia protagonista -sir Thomas, el dueño y señor de Mansfield Park, tiene propiedades en Antigua, en el Caribe, a las que tiene que acudir para resolver unas innominadas "dificultades", que posiblemente sean, si atendemos a la cronología de la época, un levantamiento de la mano de obra esclava- hasta la exquisita pudibundez, no exenta de picardía, con la que se alude a las "indiscreciones" cometidas por cierta pareja adúltera o al hecho de que los protagonistas, felizmente casados al final, alcanzan ese punto del matrimonio en el que cierto "acontecimiento" les exige "un aumento de los ingresos&q

RECOGIDA DE RESIDUOS (poema)

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Materia de desecho, ¿dónde tu otra oportunidad, tu reino afortunado, el gesto que te infunde nueva vida? Como un niño que toma una astilla del suelo y la convierte en refulgente espada. Y hemos venido aquí, donde los cobertizos, donde las cubas por llenar, donde los rótulos inapelables. Y esa ilusión de mejorar el mundo por el procedimiento de ordenar sus desechos. Las maderas podridas y su olor ancestral. Los oscuros meandros de los aceites viejos. Dilapidada pedrería de los cristales rotos. Y carcasas de coches de una edad geológica anterior a la era de las glaciaciones,  como diseminadas en un llano en el que vuelve a comenzar la ronda cíclica de las civilizaciones y un hombre envuelto en pieles interroga el sentido de lo que no parece tener explicación. También estos humildes enseres nuestros son vestigios de otra vida. Guardan nuestro calor y acaso algunas huellas dactilares. Y hemos venido aquí a depositarlos, como quien restituye el polvo al

UNA MAÑANA PLÁCIDA

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Al final de la mañana de playa, y cuando me dispongo a sacar el coche del apretado aparcamiento improvisado en una explanada entre dunas, me veo de pronto en medio de una enconada discusión entre otros dos conductores que se disputan el hueco que estoy a punto de dejar. El caso es que, en su afán de impedir que el otro ocupe la plaza, entre los dos me impiden salir y ninguno de ellos parece dispuesto a ceder un ápice. Me bajo del coche y le digo a la mujer que viaja en el asiento de copiloto de uno de ellos -el que, para llegar a la plaza, ha tomado el carril a contramano y, por tanto, no parece que sea el que más derecho tiene a ocuparla- que haga el favor de franquearme el paso; y la señora, con gestos desaforados, me replica que por qué se lo tengo que decir a ella, y que no se piensa mover de allí en toda la mañana... Sin perder demasiado la compostura, le digo que, en ese caso, llamaré a la policía para que solucione el problema. Dicho lo cual, y mientras hago el amago de sacar

OTRA NECROLÓGICA

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En el funeral de... No pongo siquiera, como hago otras veces, las iniciales. Por pudor, quizá. La conocí hace casi treinta años y trabajamos juntos -lo que significaba vernos diariamente y desarrollar una especie de asiduidad en el trato que a veces no se alcanza siquiera con personas más allegadas- a lo largo de dos décadas. En los últimos años andábamos distanciados: la coyuntura laboral propiciaba, si no los enfrentamientos -nunca los tuve con ella-, sí la desconfianza mutua. Pero antes de eso hubo un largo periodo durante el cual lo que percibía de ella era la contagiosa energía que irradiaba. Éramos todos nuevos en el lugar, jóvenes y sin compromisos. A ella le gustaba lo que ahora llamamos fotografía analógica y entonces era fotografía sin más: la consistente en impresionar carretes y luego revelarlos en un cuarto oscuro. Tenía conocimientos de ello y quiso compartirlos con sus nuevos compañeros, y por eso organizó una especie de cursillo no oficial, que impartía por las tardes

¿NUEVA POESÍA?

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Oigo en la radio una entrevista a uno de esos nuevos poetas que se han dado a conocer en las redes sociales y que, se dice, venden miles de libros entre los jóvenes y son buscados afanosamente por las editoriales que quieren sacar alguna tajada del filón. El entrevistado, por supuesto, no olvida mencionar a algún que otro santón de la poesía, digamos, más ortodoxa: "Como dice el maestro Tal...", "Como me dijo un día Fulano...". Sentido de las jerarquías literarias no le falta, desde luego. Remata la entrevista con la lectura de un poema en el que no se aprecia otro recurso constructivo que la mera reiteración de un mismo pie retórico, al estilo de las letanías, ni ningún atisbo de un mundo imaginativo propio, más allá de un puñado de referencias oportunistas tomadas de esa visión algo simple de la realidad que tienen quienes la conocen a través de los latiguillos que se repiten en las redes sociales. Sin embargo... Merece la pena pensarse lo que viene después de

LO PEOR

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Otra vieja deuda de lectura: Mansfield Park de Jane Austen, que acabo de empezar. Ya la primera página casi asegura al lector uno de los más infalibles acicates para mantenerlo enganchado a una lectura de más de quinientas: el acierto tonal. ¿Es la ironía la que dicta frases como éstas: "Hace unos treinta años, la señorita Maria Ward de Huntingdon, con sólo siete mil libras, tuvo la suerte de cautivar a sir Thomas Bertram de Mansfield Park (...) y elevarse con ello al rango de esposa de baronet (...). [S]u propio tío el abogado reconoció que le faltaban tres mil libras al menos para tener justo derecho a él"? Podría hablarse incluso de cinismo: "[L]o cierto es que no hay tantos hombres acaudalados en el mundo como mujeres bonitas dignas de ellos". Ya sabe uno que, sea la historia la que sea, el mero placer de oír a la narradora va a merecer la pena: el espectáculo de la inteligencia aplicada al desentrañamiento de una situación mundana que quizá, al cabo, no nos

TEORÍA DE EL PALMAR

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Vuelve uno siempre a El Palmar con las expectativas de quien sabe que el lugar no es, no puede ser el mismo que le fascinó hace treinta años. Y, sin embargo, esa predisposición pesimista casi nunca se confirma del todo. Cierto, el lugar no es exactamente igual que cuando el núcleo de población apenas contaba con un puñado de casas dispersas y la hostelería se limitaba a dos ventorros, que hasta que no empezaba la temporada de playas no solían tener en el menú más que el plato del día, frecuentemente un filete de pez espada con patatas fritas o cualquier otra cosa así de simple. El puente sobre el río Salado, que hace de límite entre este paraje, perteneciente al término de Vejer, y el caserío de Conil, que empieza allí mismo, era apenas una plataforma cuyo ancho sólo permitía el paso de un vehículo cada vez. Además, cuando el río venía crecido, con frecuencia la plataforma se veía superada por las aguas.  Cuando la sustituyeron por un puente propiamente dicho, con cabida para do

¿UN SUEÑO ERÓTICO?

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Conversación sobre sexo. Esta amiga me dice que, llegado el caso, pagaría por tenerlo con un profesional. Yo le comento mi sospecha -por fortuna, no puesta a prueba- de que el deseo insatisfecho sólo puede llegar a ser acuciante hasta cierto punto, más allá del cual la curva desciende y el ansia se atenúa e incluso desaparece. No es que me parezca apetecible ese posible estado indiferente del reprimido conforme o el asexuado; pero quizá sea, después de todo, una respuesta lógica del cuerpo y la mente a ciertos estados de carencia. Digo yo.   *** La aporía moral que parece exponer Sydney ( Hard Eight, Sydney , 1996, de Paul Thomas Anderson) reside en la paradoja de que la búsqueda de redención personal -eso en lo que andamos empeñados de un modo u otro todos los adultos, a partir sobre todo de la edad en la que puedes dar por seguro que has apurado al menos la mitad de los años que teóricamente podrías vivir- frecuentemente conduce a la comisión de nuevos errores, de nuevos cr

QUIMBAMBAS

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Le he llevado a este conocido un cargamento de libros, los que han cabido en el carrito de la compra que me ha servido para transportarlos -y no era hoy el día más adecuado, por el calor- del aparcamiento a la cafetería en la que nos habíamos citado a primera hora de la mañana, lo que ha añadido a este día de verano la ligera variación que supone haber madrugado expresamente para responder al compromiso. Se trataba de dar una salida digna a una parte de los libros que recibo y que no puedo acomodar en el ya colmado espacio de almacenaje del que dispongo. Ahora estarán a disposición de los socios de cierta benemérita asociación cultural, en la que mi interlocutor tiene un papel destacado. Después del desayuno, hemos llevado los libros a su coche, aparcado en un garaje cercano. Luego he pensado: "¿Me daría este hombre un recibo por el valor aproximado de la donación? No me vendría mal para desgravar el porcentaje correspondiente en la declaración de la renta". Pero son cosas

LECCIONES

Vengo de comprar papel para cumplir la encomienda de mi maestro en esto del acuarelismo extemporáneo, que me ha impuesto la obligación de pintar al menos una cada dos días. ¿Me servirán de algo las indicaciones que me ha hecho en la semana en la que he pintado en su estudio? Supongo que sí, porque, a diferencia de otros maestros, que "tocan" y corrigen el cuadro del aprendiz y le hacen creer que el resultado se debe a sus propios progresos, y no a las intervenciones decisivas del profesor, J.A.M. jamás pone el pincel en la pintura de su alumno: se limita a observarla con atención, se diría que incluso con curiosidad, como si se preguntara por qué extraña ceguera el susodicho no ha advertido lo que falta o lo que sobra, y luego sugiere oscurecer una zona, aclarar -cuando eso es posible en la acuarela-, añadir un toque de luz o sombra. Pero la indicación se hace siempre sobre el modelo -normalmente, una composición de objetos dispuestos al pie de una ventana, que es la que dete

BREVAS

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Brevas recién cogidas y comidas casi al pie del árbol en el que han crecido. La conversación en torno a tan exquisita merienda se alarga casi hasta el anochecer. Luego, cena en casa de los propios hortelanos, que nos han frito unos huevos de sus gallinas y unos delicados pimientos recolectados esa misma tarde. La velada se ha prolongado hasta pasada la madrugada. A la vuelta, comentamos que tenemos que devolver la invitación. Pero qué ofrecerles a quienes comen de lo suyo y saben que no hay en el mundo alimento comprado que sepa mejor. *** Satisfago una vieja deuda de lectura: Una vida de Italo Svevo. No sé. Tal vez sea la traducción, descuidada y plagada de erratas, lo que me ha impedido el goce pleno de este presunto clásico de la literatura del siglo XX. La trama me es familiar: la historia de uno de esos jóvenes "incapacitados para la vida" que pueblan las literaturas europeas de aquellos años: nuestro barojiano Andrés Hurtado, el protagonista de El árbol de la

CAMPANA DE CRISTAL

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Se ve que el nublado ha creado confusión. A la hora de la siesta el coro de pájaros suena como al amanecer, e incluso ha cantado el gallo. También yo, bajo el influjo de esa banda sonora desubicada, he tenido un sueño más profundo que otras veces y he despertado bajo la impresión de hallarme al principio de un nuevo día. Y son las cinco y media de la tarde. *** Por la mañana he estado pintando una acuarela en el estudio de J.A.M. Es un privilegio, y no tanto porque mi amigo pintor ejerza de profesor -anda ocupado en lo suyo, un cuadro de gran formato que piensa presentar a un concurso- como porque participa uno, casi sin proponérselo, de ese curioso estado entre la extrema concentración intelectual y la presteza física en el que se resuelve el acto de pintar. Como ciertas modalidades de ejercicio físico -nadar, por ejemplo-, la pintura exige que la mente se ponga enteramente a disposición del resto del cuerpo, y en ese sentido contribuye poderosamente a mantener a raya cualqu

UN GESTO

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En el estudio de J.A.M., pintando una de mis modestas acuarelas. Tardo apenas una hora, que es el tiempo que mi anfitrión emplea en montar el lienzo para un futuro cuadro de gran formato. Lo que, en cierto modo, califica mi pretensión: lo mío es sólo un gesto, en contraposición a lo suyo, que es un empeño. *** Ya casi da pereza escribir sobre esto. Pero llama la atención el hecho de que, con todo lo que se ha dicho y escrito a propósito de la polémica desatada por el artículo de J.M. sobre Gloria Fuertes, nadie se haya fijado en uno de los aspectos más preocupantes de éste y otros casos: el creciente ensañamiento de ciertos sectores de la opinión pública con quienes expresan pareceres contrarios a los suyos. Ha ocurrido siempre, porque el respeto a la opinión ajena, por desgracia, no es un don que se haya prodigado nunca demasiado en nuestro país. Pero el fenómeno ha alcanzado en los últimos meses una virulencia que empieza a resultar preocupante. Pienso en otros casos, además

CONVERSACIÓN

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Por hablar de algo mientras se prepara la cena, pregunto a mi anfitrión si ha oído una detonación que sonó en la calle a media tarde. Me dice que seguramente fue un disparo de una escopeta de aire comprimido y que el autor debió de ser cierto vecino que se complace en enseñar a su nieto este tipo de habilidades. Ese mismo vecino -me cuenta mi interlocutor, mientras me sirve una copa de vino- fue, al parecer, quien remató hace tres años a la venada herida que, huyendo de sus perseguidores, buscó refugio en las calles del pueblo -en su día ya di cuenta de ese extraño incidente  en este cuaderno-. "Nunca he entendido ese tipo de caza", me dice L., ya sentado y paladeando su copa. "En los años del hambre todo el mundo cazaba, pero era por necesidad. Yo mismo ponía perchas para pájaros y lazos para conejos. También me gustaba mucho la caza con hurón" -que él pronuncia aspirando la hache-. "Un animal muy especial el hurón: cuando encuentra algo que no es de su agra

SUERTE

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He vuelto a ver en el café a la muchacha de la playa. Haber sido partícipe de su baño del otro día -un acto estrictamente privado realizado a la vista de todos, como las anotaciones de este cuaderno- no ha hecho sino acentuar el evidente desequilibrio en que consiste la relación entre una persona cuya belleza nos llama la atención -algo que. por otra parte, sucede todos los días- y otra en la que esa persona posiblemente ni siquiera había reparado. Desnudarse ante una multitud anónima es un acto tan íntimo como hacerlo en la soledad de un cuarto de baño; sólo que de esa soledad a la vista de todos participaba la otra tarde un espectador para quien la visión fortuita de la bañista desnuda remitía a un contexto cotidiano -la cafetería de nuestros desayunos de media mañana- donde ese acto es sencillamente inconcebible, o sólo puede concebirse como una indulgencia no confesable de la imaginación. En el animado grupo en el que la chica toma café, constato los evidentes esfuerzos de los m