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Mostrando entradas de enero, 2019

EXOTISMOS

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Ha aparecido en la mesa de la sala común una cesta de frutas exóticas, entre las cuales hay una que me dicen que se llama "ojo de dragón". Es muy sabrosa; pero, como veo que el aspecto -algo así como una cereza envuelta en piel de patata- suscita algún recelo, explico a quien me quiera escuchar que en las selvas de Borneo los nativos utilizan el jugo de esta fruta para untar las puntas de las flechas envenenadas con las que cazan los monos, cuya carne aprecian mucho... Y hay quien, teniendo ya el fruto en la mano y a punto de llevárselo a la boca, lo vuelve a dejar en el plato. Ha sido uno de mis mayores triunfos, creo, en el campo de la ficción. Y con un toque conradiano que no dudo que la crítica sabrá apreciar. *** En general la gripe es favorecedora: quienes acaban de superarla regresan al trabajo con las facciones suavizadas de quienes han disfrutado por algún tiempo de una vuelta a la infancia, a los cuidados maternales y a la caprichosa falta de apetito usada c

UN RECITAL

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Tarde lluviosa, desabrida, de las que desaconsejan por completo cualquier veleidad de echarse a las calles. Pero aquí estoy, de camino a un bar en el que se supone que me esperan para que anime la velada con un recital de mi obra poética. Me costó mucho aceptar la invitación, sabiendo lo que me esperaba. Pero luego pesaron sobre mí consideraciones de otro tipo. El organizador, me dije, es amigo y me ofrece su local con la mejor voluntad; y ya me ha invitado varias veces y siempre he encontrado alguna excusa para evadirme, así que esta vez... Y aquí estoy. El día antes, el propio organizador me había dicho que él no iba a estar presente: "No, yo sólo organizo, a la mayoría de los actos no me es posible asistir. Ya sabes que trabajo fuera...". No hay problema, le dije. Daba por sentado que quien quedara al cargo me reconocería en cuanto me viera entrar; que estaría allí la clientela habitual, quizá ya acostumbrada a esos "actos de los jueves" que al parecer dan ren

NO CORRAS

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Estos días soleados de finales de enero tienen algo de claro presagio de la primavera. Y nos ponemos impacientes: hoy, desde el coche, M.A. me ha dicho que ya empezaba a echar de menos la floración de las retamas. "Es pronto", le digo, por decir algo, aunque lo cierto es que yo también establezco alguna clase de conexión entre la aparición de estas humildes florecillas blancas y las del almendro, de las que ya hemos visto alguna muestra en las huertas de Benaocaz, precisamente en los mismos días en que las montañas circundantes se han coronado de nieve. Los pétalos menudos, volátiles, de la retama, que a veces se acumulan al pie de las matas como la nieve en las cunetas, vienen a ser, por tanto, una especie de sustituto local del blanco elemento. "Sí, es pronto todavía", repito, como para aplazar la inquietud. Lo que es tanto como decir: "No corras, tiempo, que a donde hemos de llegar no van a dejar de esperarnos". (23/1/2018)

RESACAS

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En las resacas del cuerpo desea uno haberse cortado la mano con la que se sirvió las diez últimas copas; en las del alma, en cambio, que suelen ir muy unidas a las anteriores, lo que uno quisiera haberse cortado a tiempo es la lengua con la que dijo todo aquello que hoy sospecha que no debería haber dicho, aunque nadie haya venido a reprochárselo. *** En lo que parecen las vísperas -cruzo los dedos- de la publicación de dos libros nuevos, anoto aquí algunos de los proyectos todavía pendientes: el libro de relatos sobre la desnudez, el ensayo sobre literatura autobiográfica y la novela que se quedó descolgada de las dos primeras, con las que debería haber formado mi primera trilogía, la que yo para mis adentros llamaba "de la educación sentimental"... ¿Durará la racha lo suficiente para esos otros tres libros salgan adelante? Y, en el caso de que así sea, ¿qué será de mí, una vez tenga todos mis débitos editoriales saldados? O casi, porque alguna cosa más tengo en cu

EN LA CIMA DEL MUNDO

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Top of the world, ma! ("¡En la cima del mundo, madre!"), gritaba James Cagney al final de Al rojo vivo ( White Heat , 1949), antes que los disparos de la policía lo hicieran volar por los aires con el tanque de gas al que se había encaramado para parapetarse. También ayer nosotros estábamos en la cima del mundo: por debajo de nuestra cota había cuajado una espesa niebla, que se extendía en un radio de hora y media en coche a la redonda. Pero aquí, a ochocientos metros sobre el nivel del mar, gozábamos de una envidiable mañana de sol, muy adecuada para el propósito que nos reunía, que era celebrar las fiestas del barrio. Ocupábamos, literalmente, una isla soleada en medio de un mar de brumas. Por eso no me extrañó que entre los allí congregados hubiera un nutrido grupo de personas que no se conocían entre sí, o sólo vagamente, o quizá en contextos que nada tenían que ver con éste, y cuyo único nexo de unión era ser amigos míos de distintas épocas y lugares: era como si la

PABLO GARCÍA BAENA

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Murió Pablo García Baena hace apenas tres días y ya ayer hubo quien aprovechó una desmedrada columna periodística para incluirlo en una posible nómina de poetas machistas, y todo porque hace unos años el fallecido se permitió criticar ese elusivo agrupamiento en el que algunos engloban lo que llaman "poesía escrita por mujeres". El caso es que la imputación de la que ha sido objeto estaba hecha, como saltaba a la vista en una simple lectura del artículo en cuestión, por alguien que ni conoce su poesía ni parece estar al tanto del panorama literario actual; que habla de oídas e informada -se trata de una mujer- por algún simple. Se ve que, para estos tristes cometidos incriminatorios, basta la doctrina desde la que se formula la acusación. Tristísima perspectiva la que se anuncia si este tipo de actitudes, como parece, se van extendiendo cada vez más y acaban siendo la norma en un mundo sin libertad de pensamiento ni respeto por las opiniones ajenas. *** Va uno, mient

VIDA LITERARIA

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¿Qué hacíamos allí los tres -dos escritores y un editor- en una desabrida tarde de enero en la que uno de los presentes había estado atendiendo sus obligaciones laborales hasta hacía poco, otro decía haberse perdido un concierto y el tercero, yo, sentía remordimientos por no estar enfrascado en la lectura del voluminoso libro que había de reseñar esa misma semana? Nos habían citado en aquella librería para participar en una "mesa redonda" sobre la edición en Cádiz y, más concretamente, sobre los proyectos que teníamos para el año entrante. Los escritores veníamos invitados por el editor, a quien a su vez había convocado la librería en cuestión... Y lo curioso es que, nada más entrar -yo fui el primero en llegar-, ya noté en la cara del encargado que allí no se nos esperaba. En vano le expliqué que se nos había citado allí, e incluso saqué el teléfono móvil para mostrarle el correspondiente mensaje. "Ah, sí, debe de ser cosa de mi sobrino". El aludido salió en ese

CARNABY

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"Daría cualquier cosa por volver a vivir una noche de aquellas", me dice M.A. durante la pausada cena del viernes y bajo la influencia de la música añeja que estamos escuchando. Acababa de sonar "Just the two of us" de Grover Washington Junior y yo había dicho que el álbum al que pertenecía esa canción - Winelight , de 1980- era uno de los que componían la banda sonora habitual en el Carnaby, un bar donde parábamos entonces. Sonaban otras cosas, desde luego, pero ese LP, junto con Return to Forever de Chick Corea y Magic Touch de Stanley Jordan, eran recurrentes y solían marcar la hora en la que en el bar sólo quedábamos los incombustibles, los de siempre, los que no veíamos necesidad alguna de ir a otra parte porque allí estábamos muy bien. Éramos estudiantes y teníamos poco dinero, pero el que había se compartía generosamente y, cerveza a cerveza, éramos capaces de hacerlo durar hasta altas horas de la madrugada. El grupo era siempre el mismo: un servidor y u

HORMIGAS

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La pesadilla de las erratas. Con las prisas y la vista cada vez más cansada, no hacen más que multiplicarse. Lo llevo mal: me parece un signo de imparable decadencia. Y aun así, lucho con ellas con la paciencia de quien, asediado por una marea de hormigas rojas, mata una aquí, otra allá...  *** Agotado después de una de esas subidas de adrenalina que siguen a una sucesión de pequeños logros encadenados. Las satisfacciones me dejan tan maltrecho como las contrariedades. La clave está en el sueño: todo aquello que me lo dificulta o arrebata acabo percibiéndolo como un elemento intruso. O quizá es que uno está hecho de un tejido que se estremece ante cualquier cosa y al que luego le cuesta mucho reponerse de la menor conmoción. Una mezcla de Des Esseintes y el Licenciado Vidriera. *** Oigo de labios de la gentil Bettany Hugues, en un documental de la BBC, que, según muestran los registros genéticos, entre un cincuenta y un noventa por ciento de la población masculina de la

TRUEQUES

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Del mar, como de ninguna otra cosa, puede siempre decirse, incluso en sus momentos de mayor ensañamiento con los designios humanos: no es nada personal. Es más: su furia parece siempre resultado de un íntimo rebullir, del doloroso ajuste de una cuenta pendiente consigo mismo. Eso sí: conviene no ponerse a su alcance cuando dirime esas cuitas, de las que nada sabemos y que en nada nos atañen. *** Tener respecto a casi todo esa tranquila voluntad de renuncia de la que hacemos gala, por ejemplo, cuando tratamos con alguien que nos atrae, pero a quien nunca quisiéramos dar a entender que nos gustaría que esa atracción fuera siquiera un punto más allá.  *** Para agradecer a esta compañera que haya puesto a mi disposición una remesa de papel que no servía para otra cosa, pero que parece que soporta bien la pintura al acuarela, le he traído precisamente una de las acuarelas que he pintado en esas hojas. Y piensa uno que, más allá de la satisfacción que me ha producido su aleg

CULPABLE

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A M. parece que le agrada que me haya pasado a su terreno, aunque sea en la condición de mero aspirante sin posibilidades. Quiero decir que le gusta que me haya dado por pìntar y que lo haga en su estudio, donde no parezco estorbarle y donde es grato que haya dos personas absortas en lo suyo, en silencio la mayor parte del tiempo, sin sentirse obligados a alimentar el fuego de la conversación o a interactuar de alguna manera. De vez en cuando, no obstante, mi amigo pintor deja lo suyo y se acerca a ver qué hago. Casi nunca dice nada. Y sólo alguna que otra vez se permite hacer alguna sutil indicación, siempre certera: "Oscurece esto, acerca aquello, no detalles tanto". Estos consejos no convierten mis acuarelas en obras maestras, pero siempre las mejoran apreciablemente, y me deparan la certeza confiada de que también en este recuperación tardía de una vieja afición tengo todavía campo para mejorar. Y si no, para mí se quedan estos buenos ratos, que tanto me distraen de mis

NO ME ENFADARÉ

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Hoy reparaciones domésticas. O, mejor dicho, expectativa de que alguien venga a hacerlas, porque uno está ya mayor para según qué menesteres. Cuánto he peleado con esta persiana. Es muy pesada y por eso se parte siempre por las bardas altas, que son las que soportan el peso de todas las demás. Antes era yo mismo quien la arreglaba: abría el compartimento, metía la cabeza y, con ayuda de M. A., que tiraba de la cinta o sujetaba la persiana a media altura mientras yo operaba arriba, sacaba la barda averiada y con mucha dificultad encajaba la nueva. A veces no me acordaba de si la cinta debía de quedar enrollada arriba o abajo al final del proceso y despejaba la duda por el procedimiento de prueba y error, con lo que el trabajo se multiplicaba. También era frecuente que, al no tener manos suficientes para sujetar la tapa del hueco, las bardas en cuestión, la cinta y lo que hiciera falta, a veces el tingladillo de mis reparaciones en curso se venía abajo estrepitosamente, con el consigui

UNA VIDA

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Desde que dejé de raparme la cabeza con una máquina, hace medio año, habré venido a esta peluquería tres veces, y en cada una de ellas el peluquero me ha contado una sección de su vida. Es como una novela por entregas; de la que, además, no hay que imaginar el final, que es el de todas las historias contadas retrospectivamente por su protagonista: lo que se cuenta es cómo se ha llegado hasta el momento y la situación presentes, considerados puertos de arribo.  Es un hombre que viene de vuelta; si no, no se explica que haya venido a recalar aquí después de haber cumplido los cuarenta y parezca no tener otra ambición que sobrevivir a cuenta de su negocio, que atiende él solo, sin ayuda de empleados, y que es más bien modesto. Tampoco parece que tenga mucha clientela: de las tres veces que he venido, sólo en una he tenido que esperar unos minutos a que terminara de cortarle el pelo a un cliente anterior; luego, en el tiempo que tardó en atenderme a mí, no vino nadie. En las otras dos

ESPERANZAS

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Sólo una cosa le pediría al año que empieza: que no corra tanto. *** Después de las nieblas de los últimos días, el año ha querido estrenarse con una mañana soleada. Y como M.A. se ha levantado resfriada y no ha querido salir, me he puesto el sombrero, me he echado un libro al bolsillo y me he venido al mirador, a pasar una hora o dos leyendo en un banco, de cara al mar de montañas azules que se extiende ante mi mirada. Al rato, advierto que en el banco vecino una muchacha de unos veinticinco años hace lo propio. La miro de reojo y es posible que ella me haya mirado a mí, aunque no podría jurarlo. No sé por qué, hay reciprocidades que de inmediato se traducen en la sensación de que uno de los dos partícipes es un intruso que simplemente se limita a imitar lo que hace el otro, quizá con el ánimo de llamar su atención o de crear una falsa confianza que ofrezca alguna excusa para pegar la hebra... Pero en cuestión de minutos logro olvidarme de la chica y me centro en mi lectura,