VIEJA AMIGA

Me voy convirtiendo en testigo; quiero decir, en alguien que estuvo en el lugar de los hechos. Hace unas semanas me llamaban para entrevistarme para un documental sobre Fernando Quiñones y hoy recibo un mensaje de un biógrafo de Pablo García Baena pidiéndome información sobre una visita del poeta cordobés a Cádiz en febrero de 2008, con motivo de una conferencia en la que yo lo presenté. Pienso con melancolía en otros escritores ya idos de los que podría dar testimonio a sus posibles biógrafos. Es uno de los dudosos privilegios de la mediana edad: servir ya de repositorio de recuerdos que podrían serle útiles a alguien, en el caso de que alguien se interese por ellos. Pienso en otros de quienes guarda uno cartas, fotografías, dedicatorias, etcétera, de las que nadie jamás me ha pedido cuentas. Ayer mismo, al reordenar por enésima vez mi desbordada biblioteca, tropecé con la docena mal contada de libros que guardo de L.J.M., todos ellos dedicados de puño y letra por el autor y