MILAGROS

27/1/2019 Sigue el catarro. Me pongo la mano abierta sobre el pecho y el calor de la palma me alivia los bronquios. Y mientras permanezco en esa forzada postura, como si posara para una nueva versión del famoso cuadro del Greco, en la televisión anuncian un milagroso jarabe contra la tos que incluye una animación en la que puede verse el efecto del medicamento en el árbol de los bronquios, por cuyas ramificaciones vemos extenderse, despacio, un refrescante fluido verde que evoca la circulación del aire fresco por unos conductos ya limpios de flema e inflamaciones. Y pienso entonces, cuando apenas logro infundir con mi mano un poco de calor en mi propio pecho inflamado, en lo bien que estaría ponerse en el lugar del muñeco radiografiado del anuncio, con sus pulmones de figuración limpios y frescos, sin pagar el peaje de la convalecencia y de las servidumbres corporales a ella aparejadas. Milagros de la publicidad: si no fuera porque la noche es fría y una preocupante bruma empaña d