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Mostrando entradas de enero, 2020

MILAGROS

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27/1/2019 Sigue el catarro. Me pongo la mano abierta sobre el pecho y el calor de la palma me alivia los bronquios. Y mientras permanezco en esa forzada postura, como si posara para una nueva versión del famoso cuadro del Greco, en la televisión anuncian un milagroso jarabe contra la tos que incluye una animación en la que puede verse el efecto del medicamento en el árbol de los bronquios, por cuyas ramificaciones vemos extenderse, despacio, un refrescante fluido verde que evoca la circulación del aire fresco por unos conductos ya limpios de flema e inflamaciones. Y pienso entonces, cuando apenas logro infundir con mi mano un poco de calor en mi propio pecho inflamado, en lo bien que estaría ponerse en el lugar del muñeco radiografiado del anuncio, con sus pulmones de figuración limpios y frescos, sin pagar el peaje de la convalecencia y de las servidumbres corporales a ella aparejadas. Milagros de la publicidad: si no fuera porque la noche es fría y una preocupante bruma empaña d

AYER, HOY Y MAÑANA

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21/1/2019 Me ha alcanzado el invierno, como a otros les alcanzan el destino o los años... Quiero decir que estoy acatarrado y temeroso de que la cosa derive a una de esas gripes catastróficas de las que se hacen eco las toses de las multitudes afligidas con las que uno se cruza diariamente en los autobuses y en las barras de los bares. Pero, me digo, hace ya diez años que no caigo enfermo, y atribuyo esa inmunidad a que hace justo ese tiempo tomé una decisión que me cambió la vida: dejé un entorno laboral y personal más bien sofocante, en el que casi me parecía un alivio caer diez días en cama con cuarenta de fiebre al menos una o dos veces al año y entré en otro en el que la rutina es grata y no me provoca otra ansiedad que la normal preocupación por hacer bien el trabajo. La experiencia me ha enseñado que la relación causa-efecto entre el estrés y la bajada de defensas es algo más que un bienintencionado lugar común. Aún así, en aquellos años de gripes y faringitis devastadoras

OBRA VENDIDA

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Me las prometía muy felices, como suele ocurrirme siempre que se anuncia una variación en la rutina. Me habían convocado a una reunión profesional a treinta kilómetros de donde habitualmente trabajo, lo que significaba levantarse un poco más tarde -nadie se plantea empezar estas cosas a primerísima hora de la mañana-, ver quizá a gente a la que no veía desde hace meses o años, librarme de mis clases y disfrutar de todos los placeres de una mañana fuera, incluyendo el paseo en coche dejándome guiar por la voz cansina del robot femenino que lee las indicaciones en Google Maps. Y así fue, al menos en la primera parte de la jornada: jugar a estar perdido por el laberinto de carreteras que unen las pedanías jerezanas en torno a la mole señorial de la vieja Cartuja, por ejemplo, para luego entrar, como quien lo hace en el argumento de una película canalla, en las barriadas del sur de la ciudad... Siempre me da por teatralizar un poco estas variantes de lo cotidiano. Pero lo cierto es que

DESAIRES

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Mientras espero el autobús a primera hora de la mañana, la bandada de estorninos responsable de la algarabía que nos envuelve y que procede de los árboles cercanos levanta el vuelo y traza en el cielo recién encendido y todavía pintado en colores indecisos la extraordinaria danza de volúmenes -algo así como las evoluciones de una enorme pompa de jabón manejada por un sutil malabarista de cosas intangibles- en que consiste su vuelo gregario. A esa bandada siguen otras, como llamadas todas por un toque de alerta que quizá no es otra cosa que la rápida extensión de la claridad. Las veo alejarse hasta perderse tras la línea quebrada de la primera hilera de tejados. Hasta ese momento yo era un hombre más o menos adormilado y no demasiado contento con su suerte. Pero esa explosión de vitalidad, ese despliegue de una especie de instinto natural para la armonía y la belleza, ese abandono de la individualidad de cada pájaro en aras de una coreografía que quizá ninguno acaba de intuir en toda

EL DECORO

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9/1/19 Ser el encargado de una biblioteca de más de quince mil libros no significa que uno haya podido siquiera hojearlos todos. Nunca había abierto, por ejemplo, estos dos tomos de Juego de tronos que tengo colocados en la sección de "Literatura juvenil". Y esta mañana, aprovechando que un corte de luz hacía imposible trabajar en mi ordenador, lo he hecho. Un chico se ha dado cuenta: "Yo los he leído todos. De la serie de televisión, en cambio, sólo he visto cinco temporadas, hasta que me aburrí". Yo no sé qué pensar. La prosa de este George R. R. Martin no parece muy amena. Los periodos son largos, las descripciones extravagantes, el estilo en general un tanto acartonado. Por adelantar algo, me voy al final del primer tomo, donde hay unas descripciones de las principales "casas" o familias que intervienen en esta interminable sucesión de disputas sucesorias. De algunas ni siquiera me había percatado que jugaran algún papel en lo que lle

TOALLAS CALIENTES

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8/1/2019 Como mi peluquería habitual estaba cerrada "por descanso" y mi pelambre no podía esperar más, he entrado en otra cercana. Es un cuchitril: apenas hay sitio en ella para la única butaca y la pila de lavar el pelo, amén de un banco de dos plazas junto a la puerta, para los que esperan. En el momento de llegar yo salía un anciano, que, para moverse entre tanto obstáculo, se dejaba guiar por las cariñosas indicaciones materno-filiales de la peluquera. Luego me enteré de que era un habitual y de que iba allí a afeitarse. Mientras me echo un lado para dejar pasar al viejo, pregunto si pueden atenderme: antes había probado suerte en otra peluquería que me había salido al paso y me dijeron que era imprescindible pedir cita. La peluquera hace como que consulta una agenda y finalmente me dice que sí, no sin antes preguntarme el nombre y anotarlo. Me da la impresión de que lo hace por echarle un poco de teatro a la cosa, pero que en realidad no tiene todavía demasiada c

AUSENCIAS

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El rito de paso queda completo con la vuelta al trabajo después de las vacaciones. Besos y apretones de manos a compañeras y compañeros respectivamente, y expresión de buenos deseos que no resulta del todo impostada, porque uno adivina que ciertos exorcismos y encantamientos han de ser pronunciados para que la ficción del tiempo circular -que no lo es, puesto que se corresponde con innegables realidades astronómicas- adquiera como significado añadido el de ocasión para un nuevo renacer, en el que sería deseable que nos fuera mejor que en el ciclo que se da por terminado. Y lo curioso es que este arranque convencional del nuevo ciclo, ancestralmente fijado en torno al solsticio de invierno, sólo valga a algunos efectos -legales, por ejemplo-, mientras que, para otros, se prefiere el ciclo de las estaciones y cosechas -es decir, el que fija el comienzo del nuevo ciclo después de la siega de finales de verano- o la cuenta estrictamente personal, la que marcan los cumpleaños de cada cu

EL BUEN LECTOR

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6/1/19 Este domingo, coincidente con el día de Reyes, no hay mercadillo. Se ve que también quienes tienen el empeño de pasarse la mañana en la plaza, ante un tenderete de objetos de muy improbable venta, anteponen el compromiso familiar a su humilde negocio. Lo que me hace sentir un poco de mala conciencia: yo, en cambio, a pesar de que algo me barruntaba, he venido hasta aquí buscando no sé qué: tal vez esa mínima felicidad del hallazgo, reforzada en estos días por la satisfacción de que las cosas verdaderamente valiosas para uno no son las que provocan largas colas en los comercios, sino las que alguien tira a la basura o cede al baratillero y, sin embargo, vienen a llenar un hueco realmente existente -aunque quizá uno no lo supiera- en una especie de lista ideal de deseos que no sé sabe qué desorden de las prioridades te ha hecho concebir. * Satisfacción al leer, en los diarios de JLGM de hace apenas dos años, opiniones y pronósticos sobre la actualidad política del mom

EXORCISMOS

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2/1/2019 El primer Año Nuevo que pasamos en este piso hizo un tiempo espantoso. El temporal azotó las ventanas, que ya habían demostrado no estar todo lo bien selladas que su función requería -posteriormente fueron revisadas y reparadas por la empresa constructora- y el viento en remolinos hizo que entrara agua por las aberturas de ventilación de la pared de ladrillo que cerraba el local en desuso, todavía por acondicionar, que ocupaba la planta baja; lo que tuvo como consecuencia que se formara un enorme charco justo en la zona bajo la que se encuentra nuestro garaje y trastero en los sótanos del edificio... Me pasé la mañana de Año Nuevo achicando agua para atajar las goteras y cerrando las aberturas de la pared con trozos de ladrillo sacados de entre los escombros que todavía llenaban el local.  Me acuerdo de todo esto, como de una pesadilla, todas las mañanas de Año Nuevo, y más en estas últimas en las que siempre ha lucido el sol como en un día de primavera... Se hab

LASTRES

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31/12/18 Último día del año. Como el año nuevo no lo podré pasar con mis padres, voy a verlos en la víspera. Andan haciendo limpieza, no sé si por motivos rituales, para acabar del año con todo en su sitio y con lo superfluo eliminado, o simplemente porque se aburren y les ha dado por ahí. Me dicen que hay muchos cajones y compartimentos ocupados por cosas mías, libros y papeles viejos sobre todo. Por pasar el rato, accedo a examinarlos. Efectivamente, ahí están mis viejos libros de la EGB y el BUP, más decenas de carpetas de apuntes -muy bien ordenados, eso sí- de esos años y de la carrera. También, viejas pinturas mías de entonces, que encuentro horribles, y trastos tales como un viejo microscopio escolar, una caja de compases averiados -a todos les faltan tornillos o piezas-, un tubo de buceo, una bolsa con pequeños accesorios eléctricos de los que yo usaba para hacer manualidades -un motor a pilas, unas bombillas, etcétera-, otra de canicas, un despertador despanzurrado...